Capítulo 27

No era tan espantoso como pensé que sería. Lucía exactamente igual como lo muestran en las caricaturas, solo que más grande y feo. Tiene la nariz como un toro y su tridente se ve pesado. Me causa pavor el solo verlo, nunca imaginé ni en mis más alocadas pesadillas toparme con el diablo en persona.

Mierda.

Respiré profundo y me calmé.

<<Okey, será mejor que hagas esto bien>> pensé, sin saber a quién iba dirigido mi pensamiento con exactitud.

— Es un placer verte por aquí.

— Me engañaste — espeté de mal humor sin saber por qué. Ay, mejor me dejo llevar.

— ¿Qué más podía hacer? Necesito que alguien habrá un portal que nos permita salir de aquí para adueñarnos de la tierra — explicó pacífico.

— Quiero mi trono de vuelta — exigí.

— Eso solo ocurrirá cuando acabes con tu labor.

— Te recuerdo, que no estoy solo en este cuerpo — me señalé enfadada.

— Tendrás que manipularlos. Y ya estoy cansado de esperar, Baalberith.

— No — hablé autoritaria y Lucifer me miró sorprendido.

— ¿No?.

— No — contesté —. No quiero hacer esto, me cansé de habitar cuerpos también. Solo quiero regresar en definitiva y continuar liderizando — le hice saber y se levantó de golpe de su trono.

De un salto bajó de la montaña de riquezas y se paró a escasos centímetros de mi rostro.

— Pues no pienso ayudarte. Tendrás que ingeniártelas solo.

— ¿Cuándo solicité tu ayuda? — sonrío y retrocedió un paso.

— ¡Oh! Había olvidado por qué te había nominado a segundo líder — mencionó y rió. Qué asco me dan sus dientes. ¡Iagh! —. No lo lograrás.

— Veamos quien se equivoca — contraataqué y sonreí con malicia —. Quiero a Balaam fuera de mi trono cuando regresé — ordené y comencé a hacer una abertura desde arriba —. Por cierto, deberías comer una menta. Tu aliento apesta.

Lo oí soltar una carcajada mientras comenzaba a ascender.

— Mándale un saludo al soldado de fuego de mi parte — pidió. Le guiñé un ojo y volé con fuerza hacia la salida del inframundo, mi "hogar".

Alex.

— Alex. Alex, despierta — escuché apenas en un susurro mientras sentía como me palpaban las mejillas —, Alex — escuché esta vez más cerca.

Abrí los ojos con dificultad, de inmediato sentí un pronunciado dolor de cabeza y por instinto llevé mis manos hasta mi frente. Me senté con algo de esfuerzo tratando de orientarme.

— ¿Estás bien? — preguntaron, levanté la mirada y me encontré a Finn de cunclillas frente a mí sujetándome por los hombros.

— ¿Eh? Oh, sí. Creo.

— Dios, hombre. No me vuelvas a asustar así, casi me da un infarto.

— ¿No vieron lo que pasó? — preguntó Anastasia mientras mi amigo me ayudaba a ponerme de pie.

— ¡Ella es un monstruo! — chilló Alicia y Becky la empujó con fuerza, sorprendiéndonos a todos.

— Una palabra más hacia ella Pattirson, y juro que será la última que digas.

La potencia de sus palabras nos mantuvo mudos por unos largos segundos, hasta que Tom carraspeó incómodo y nos miró.

— Pues, Alex y yo lo vimos todo — mencionó y me miró estupefacto —. Nos enteramos de ciertas cosas que...

— ¿Qué cosas? — preguntó el pecoso y palidecí. Nadie puede saberlo.

— Realmente no es importante. No pasó nada más allá de lo que pudieron ver — contesté antes de que Tom hablara y lo miré amenazante. No se dijo más del tema.

De pronto, la tierra dio unas fuertes sacudidas, batiendo las ramas de los árboles y provocando que el mar chocara entre sí. Se abrió un gran hoyo en el suelo, y de él salió un ángel volando con fuerza hacia la superficie.

Era Kamila.

Se quedó unos segundos en el aire mientras el orificio se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que las sacudidas cesaron y no quedaba rastro alguno de la abertura. Mi princesa descendió e hizo desaparecer sus alas. Todos nos quedamos boquiabiertos. Lucía majestuosa e imponente, y sus alas resaltaron su belleza. De inmediato apareció su súbdito y le hizo una reverencia.

— Don Luci te manda saludos — le dijo. El demonio soltó una risa ronca y sonrió de lado.

— Kams... — volteó a verla y su rostro se contrajo.

— Tienes mucho que explicar, jovencita — habló Tom exigente y Kamila giro su rostro lentamente para encararlo. Dejé de respirar por un momento.

— No pretendas exigirme, traigo más años encima que tú y puedo matarte de un solo movimiento — le espetó con severidad y el mayor palideció. ¡Já! Me encantó su contesta, a pesar de que estoy igual de aterrado que el resto.

Mi princesa miró al demonio y desaparecieron de entre un remolino inmenso de humo.

— Oh, Dios — escuché murmurar a la oji verde mientras tapaba su boca con ambas manos.

— Viene del infierno. Tranquilos, ya se le pasará — les dije para calmarlos.

— ¿Cómo sabes todo eso? — preguntó el mayor y me molesté un poco.

— Deberías dejar de intentar saber más de la cuenta y comenzar a confiar en ella. ¿Crees que es fácil por todo lo que está pasando? Y aun así ha sido capaz de cargar con todo esto sola.

¡Uuf! Qué bien se siente callarle la boca a la gente.

El silencio reinó por un par de segundos. Nos tomamos de las manos y nos hice aparecer dentro de la casa. Raquel y Amelia se levantaron de los sillones al vernos llegar.

— ¿Y Kamila? — preguntó la niña y su respuesta se contestó por sí sola cuando la puerta principal se abrió y la susodicha apareció tras ella.

Traía la mirada gacha y caminaba por inercia. Carajo, debe estar sintiéndose de lo peor. Amelia se interpuso en su camino y la abrazó eufórica, Kamila la apartó con cuidado y corrió escaleras a arriba. La pelirroja bajó la mirada desilusionada.

— ¿Qué le sucede a Kamila? — preguntó Raquel.

— ¿Está bien? — pregunto Amelia preocupada y triste a la vez.

— ...No — musitó Zack en respuesta y me teletransporté directo a la habitación de la castaña.

Y ahí la vi, recargada a las barandas del balcón con la mirada perdida. Me estaba dando la espalda, la oía sollozar también. Me acerqué con cautela y la abracé, la sentí temblar entre mis brazos.

— Comprendí... muchas cosas, pero a la vez no entiendo nada — murmuró entrecortadamente —. Por Dios, ¿Cómo es que...? No entiendo, de verdad que no entiendo.

Se separó un poco de mí y la solté. Se giró y la pude ver bien, tenía la cara roja y los ojitos irritados. Suspiré sin saber qué hacer para hacerla sentir mejor.

— Nunca los sentí, hasta hoy — sonrió un poco —. Siempre fui consciente de todo, solo que los dejé actuar — murmuró —. Melahel fue bueno conmigo, me mantuvo estable mientras Baalberith tomaba el control, pero... lo que me aterra es que... — le estaba costando contarme. Dios, me siento fatal —. Todo lo que hice, no era culpa de ellos. Era mía, yo soy la responsable de todas las cosas que he hecho. Tenía la esperanza de que no fuese así, pero jamás interfirieron — me contó y rompió en llanto nuevamente.

Le sobé la espalda mientras ella sollozaba con fuerza. Mi camisa estaba empapada de sus lágrimas, pero no me importó. Lo único que quería era transmitirle que pasará lo que pasará, yo estaría para ella. Siempre.

— No eres mala, mi amor. Todo fue por una buena causa. Dime, ¿Crees que alguien se hubiese arriesgado tanto como tú lo has hecho? Nadie, nadie habría podido hacerlo. Eso te convierte en una heroína.

La castaña me apretó aún más y soltó un gran suspiro.

— Gracias, por todo — musitó y sonreí. Le di un beso en la cabeza y me separé un poco.

— Los chicos están muy preocupados por ti, sobre todo la nueva integrante de la familia. — Le comenté y la vi tensarse.

— No quiero explicarles nada.

— Entonces no lo hagas, pero debes dar la cara y plantearles cuál será el siguiente paso.

— No lo busquemos por un tiempo, dejemos que supere su derrota — contestó y se separó por completo —. Iré a ver cómo está Amelia y disculparme por lo de hace un rato. ¿Me esperas aquí? — asentí.

Salió de la habitación y me tumbé sobre su cama.

Dios, hoy fue un día de locos. Espero que logremos solucionar todo esto.

A los pocos minutos, Kamila apareció y se acostó a mi lado. Me dio un casto beso en la mejilla y posó la cabeza sobre mi pecho, jugué con su cabello hasta que se durmió, y luego perdí la lucha contra el sueño.

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Kamila.

Me encontraba desayunando sola en la cocina un plato de panqueques con sirope. Tom, Raquel y Amelia ya se habían ido a Nueva York para realizar los trámites de la adopción, me alegro de ver que entre tanta mierda, pude ayudar a alguien.

— ¿Qué se puede hacer un sábado por la mañana? — preguntó el italiano a mis espaldas sobresaltándome.

Sonreí.

— Pues, talvez ordenar nuestras habitaciones — dije burlesca. Él hizo un mohín.

— Buaj, eso es aburrido. ¿Y si mejor me cuentas que tal es el infierno? —tragué grueso. Mierda, que oportuno, Fischeto.

— Es caluroso. Hay candela por todas partes, la gente ahí está chamuscada y sus cuerpos están deformes. Los demonios son horribles y Lucifer no es más que la imagen de una animación versión real.

— ¿Hablaste con él? — asentí con dificultad —. ¿De qué hablaron?.

Baalberith quiso responderle, pero no lo dejé. El pecoso no se entromete de mala manera.

—  De nada interesante. ¿Quieres ver una película?

(...)

La hora en mi celular marcaba las 5:26pm. Todos estábamos viendo "Son como niños 2" en la sala. Alex estaba sentado a mi lado abrazándome y haciendo caricias juguetonas sobre mi pierna. Un celular empezó a sonar y soltamos abucheos, Finn le puso pausa a la película y miró a su novia.

— ¿Quién te llama? — le preguntó.

— No lo sé, es un número desconocido.

— Bueno, si quieres atiende y colócalo en altavoz — propuso Anastasia.

La azabache le obedeció a la pelirroja.

— ¿Hola? — silencio a través de la línea — ¿Hola?— habló esta vez frustrada.

— Jefe, son ellos — se escuchó una voz lejana y todos nos miramos desconcertados.

— ¿Quién es? — preguntó Becky desconfiada.

— Persona cuya presentación no es necesaria — respondieron y la tensión comenzó a volverse cada vez más densa.

— Maldito infeliz — le espetó Finn y se oyeron risas de su parte.

— Mierda, ¿Qué no puedes dejar de joder aunque sea por un día? ¿No te bastó lo de ayer? — escupió Anastasia molesta.

— Será mejor que me escuchen, niñitos mimados. O de lo contrario, pagaran un alto precio por no saber valorar sus vidas.

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