Capítulo 16
Kamila.
Todo marchaba bien, hasta que me acordé de que no había comprado cuadernos, ni hojas, ni nada que me ayudara con los estudios. Tuve que respirar profundamente unas cuantas veces para calmarme antes de comentarle a Alex sobre mi problema. Volteé a verlo y él ya estaba mirándome.
— ¿Vas a decirme ya qué te sucede o tendré que esperar a que termines de calmarte?.
¡Diablos! ¿Por qué tengo que ser tan transparente?.
— Aún necesito comprar mis implementos de estudio. — Solté en un murmullo. Él dejó escapar una leve risita.
— Te preocupas demasiado, Kami — dijo con ternura —. Yo ya te los compré.
— ¿De verdad? — pregunté como idiota y el castaño asintió — ¿Cuándo?.
— Cuando estábamos en Venezuela. Sabía que no tenías cabeza para pensar en nada más que no fuera... bueno, ya sabes. Tu peculiaridad.
No sé si fue lo que dijo o la forma en que lo dijo, pero me dolió demasiado. Que no tenía cabeza para pensar en ninguna otra cosa que no fuera mi peculiaridad. Mi peculiaridad.
Alex pasó su pulgar con suavidad por mi mejilla, eliminando el rastro de la lágrima que acababa de caer.
— Lo siento. No pretendía herirte con eso. — Expresó notablemente arrepentido. Bufó —. No puedo creer que te haya hecho llorar — comentó y ocultó su rostro entre sus manos.
Acaricié su cabello sin saber que decirle, nunca me vi en una situación similar. Alguien arrepintiéndose por hacerme llorar. ¡No es su culpa que yo sea tan llorona!.
— No te preocupes, no es tu culpa. Sabes lo sensible que suelo ser — dije con indiferencia. Él posó sus brillantes gotas de miel sobre mis ojos e hizo un puchero.
— ¿Me perdonas? — preguntó y mordí su labio inferior, halándolo un poco.
— Te perdonaría si hubiese algo que perdonar — le sonreí y nos bajamos de la camioneta.
Subí a mi habitación y me dejé caer sobre la cama. Me siento tan débil que creo que me desmayaré en cualquier momento. No recuerdo cuando fue la última vez que me sentí así. Si no me equivoco, creo que fue la vez que le robamos las Optus al viejo ese asqueroso. Me estaba quedando sin fuerzas. Bajé de la cama y reptando llegué hasta el baño. Me miré en aquel espejo con pegatinas pegadas en las esquinas.
¡Que me parta un rayo! ¡Parezco un zombie!.
No exagero, mi cara se ve más muerta que la moral de una prostituta. Me senté en el retrete y permití que mi vejiga liberara todo el ácido que tenía retenido. Pasé el papel higiénico por mi intimidad y lo observé, suspiré con desgano. Me había llegado mi periodo, y lo había recibido con la misma alegría de una patada en el culo. Ya sabía yo que no era tan débil.
Me levanté con cuidado y al estar totalmente erguida, me dió un calambrazo en el vientre. ¡Ay, como duele!. Me acerqué a una de las gavetas bajo el lavabo y saqué una toalla sanitaria —la única que había— y la coloqué sobre mis bragas. Salí del baño y caminé a pasos lentos hacia la cama, donde me volví a dejar caer. Me estiré un poco hasta la mesilla de noche y cogí mi celular. Texteé un ¿Puedes venir a mi cuarto? y se lo envié a Alex, quien después de un par de segundos apareció en la habitación.
— ¿Qué pasa?.
— Necesito que me hagas un favor — hablé en un susurro. Él me miró extrañado y con una mueca preocupada —, me da vergüenza pedirte esto — reí un poco adolorida —. ¿Podrías comprarme... toallas femeninas? Tengo mi semáforo en rojo.
Él me regaló una sonrisa de esas que me derriten el alma.
— Claro — respondió con simpleza, y cuando su esplendor comenzó a florecer, lo detuve.
— ¡Espera! ¿Me traes mi motocicleta y a Kira?.
Me guiñó un ojo y desapareció.
Me quedé un rato tirada en la cama, hasta que sentí como el aburrimiento me invadía y mis entrañas comenzaron a rugir. Solté un bufido de desesperación y salí de mi habitación arrastrando los pies. Bajé las escaleras con pesadez y al llegar al comedor todos voltearon a verme. Me incomodé un poco, sobretodo por como me miraba Becky. Aún recuerdo su mirada iluminada al verme antes de que desapareciera. Ahora no es más que eso: un recuerdo.
Hice como si no me importara. Me senté en medio de Zack y Lucas y ellos me besaron las mejillas simultáneamente. Me dispuse a comer de la obra culinaria de vegetales que había sobre mi plato. La carne ni siquiera me molesté en tocar con el tenedor. No pasé por alto la mirada sin disimulo que mantenía posada la cabello de paja sobre mí, como si tratara de descifrar algo que ocultaba.
Al acabar de almorzar, me tomé una pastilla para los dolores y me perdí de entre las escaleras. Antes de entrar a mi habitación, me quedé plantada frente a la puerta.
No debería dejar las cosas como están con Becky, debería arreglar nuestra amistad.
Tú misma lo has dicho: deberías. No estás en obligación de hacerlo. ¡Que se disculpe ella! Ella fue quién se molestó sin necesidad cuando tú fuiste quién se sacrificó — me reprendió mi conciencia —. Ten algo de orgullo y dignidad.
Por culpa del orgullo y la dignidad es que nos distanciamos de las personas que más queremos — le respondí antes de dirigirme a la habitación de la oji verde.
Toqué la puerta un tanto insegura, no creo que quiera verme. Estuve plantada allí, frente a la imponente madera que me impedía ver a mi amiga, con las manos temblorosas. Se escuchó un pase apenas audible. Giré el pomo de la puerta y entré dudosa. Estaba dándome la espalda, solo podía ver su esponjosa cabellera negra. Cerré la puerta sin emitir ningún sonido.
Ella se dió la vuelta, y pude ver sus ojitos inyectados de sangre. Se me instaló un nudo en la garganta que me obligué a tragar. Ella no hablaba, tampoco yo, solo nos contemplábamos mutuamente, como si fuese una especie de alucinación o presencia irreal.
— Kamila — murmuró.
— Sí, es mi nombre — sonreí con gracia. Creí que mi comentario alivianaría el ambiente, pero no fue así. No me devolvió la sonrisa.
Becky me miraba con una mueca de desprecio y confusión fucionadas.
— ¿Por qué? ¿Por qué aparecer ahora? — preguntó con rencor — ¿Por qué me engañaste? — se le quebró la voz.
Tragué grueso.
— Tenía que hacerlo. Era eso o suicidarme de verdad — expliqué —. Y volví porque no puedo escapar de mis problemas. Debo enfrentarlos.
— Prometiste que no me abandonarías — dijo y dejó caer una lágrima.
— Nunca lo prometí, solo te escuché.
Talvez fui un poco dura, pero así es la verdad: dura y sin compasión.
— No sabes cuánto te necesite. No sabes cuánto te extrañé — habló acercándose a mí —. No sabes cuánto te lloré — murmuró a centímetros de mi rostro. No pude contener mis emociones, y solo pasó.
El suelo comenzó a moverse como si estuviéramos en presencia de una estampida. La peinadora, la cama y las mesillas de noche chocaban con fuerza contra el suelo, sin contemplación. Nada levitaba, pero el estruendo no era algo que se pudiera ignorar. Becky lloraba y tapaba su boca con las manos para que no se le escapara un sollozo. Cerré mis ojos y respiré profundo, buscando calmarme. Cuando conseguí que las cosas dejaran de moverse, los abrí y me encontré a la azabache roja a causa del llanto.
— ¡Esto es lo que soy! ¡Por eso me fui!... Para evitar una desgracia — dije murmurando lo último.
— ¿¡Qué ha pasado!? ¿¡Qué fue todo eso!? — entró Tom alarmado, y tras él, el resto de la familia. Hasta Alex estaba allí.
Becky, ignorando las miradas curiosas y la interrogante del mayor, corrió los pocos metros restantes hasta mí y me estrechó fuertemente entre sus brazos. La rodeé con los míos al instante.
— Lo siento. Lo siento, lo siento, lo siento — decía de forma atropellada —. Fuí una egoísta — sorbió sus mocos.
— Tranquila, está bien. También fui egoísta al tomar aquella decisión tan descabellada — admití.
— Vamos, chicos. Démosles espacio — intervino Raquel y junto al resto, abandonaron la habitación.
Y ahí me quedé, abrazada a la pelinegra. A mi mejor amiga.
(...)
Ya había caído la noche. Cenábamos ensalada mientras Kira correteaba bajo la mesa. Había un silencio cómodo, extraño, a mi parecer. Alex me miraba como solo él sabe, logrando que las cabras locas se alborotaran dentro de mi estómago y consiguiendo que actuara de una manera un tanto estúpida y patética que ni siquiera podía coger bien el cubierto. Odio que saque esa parte de mí, aunque a la vez me agrada. ¿Quién me entiende? Ni yo lo hago.
Al acabar la cena, todos volvimos a nuestras habitaciones. Me apuré a organizar mis cosas para mañana. Estoy muy ansiosa por empezar la universidad, hacer nuevos amigos y estudiar la belleza de carrera que escogí. Cuando terminé, me tumbé sobre la cama y me dispuse a contemplar mi maravilloso techo. Sí, el aburrimiento ya reinaba en mí.
Kira se subió a la cama y recostó su pequeña cabecita sobre mi pansa. Comencé a acariciarla y a conversar conmigo misma. <<¿Hace cuánto no te depilas?>> Hace dos semanas. <<¿Y aún así follabas con Alex?>>... Sí. <<¿No te da vergüenza?>> Un poco, pero dudo si quiera que lo haya notado. <<¿No crees que esté jugando contigo?>>... No lo había pensado, y prefiero no hacerlo. <<¿Hace cuánto no lees?>>.
Esa última pregunta me dejó sin palabras. No lo hago desde hace cinco meses. Desde que huí. Pero ya estoy aquí, así que leeré ahora.
Usé uno de los pasajes que me dejara en la biblioteca. Subí escalones, bajé escalones; quité telarañas, crucé más de cinco veces; caminé por largos pasillos alumbrados tenuemente hasta que llegué a mi destino. Aunque para mí desconcierto, llegué a la sección prohibida, pero bueno, aquí también hay libros muy interesantes que leer.
Paseé por toda la sección, todo seguía igual, solo que un poco más polvoriento. Llegué a la sala y busqué con la mirada algún libro que gritara ¡Hey! Estoy aquí. Léeme.
De repente, algo brilló detrás de mí, pidiendo mi atención. Alarmada y con el corazón en la boca, giré sobre mi eje, y solo me topé con aquel viejo estante donde reposaba el gran libro de carátula negra que me dejó Marilyn. La cosa es: ¿Por qué carajos brilló?.
Me acerqué hasta él y lo cogí. Lo puse sobre la mesa y lo abrí. Pasé página por página, recordando todo lo que ya sabía. ¡Esperen un momento! Acabo de toparme con... Ah no, solo es el plano de la cede de Lancaster. Retrocedí una página y mis ojos se plantaron en el dibujo de un museo, o algo así, no logré entenderlo del todo.
En una esquina decía Jerusalén, Israel y dentro del dibujo, había una parte donde se leía Profecía en letra corrida. ¿Qué profecía sería? ¿De qué se trata?.
Al parecer, el libro me ha dado otra incógnita que descifrar.
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