Capítulo 15
Alex.
Todas las miradas se encontraban posadas sobre la valiente chica que acababa de hacerse notar. Yo, por mi parte, me coloqué a unos metros alejado de ella. Todos la miraban sorprendidos, unos con miedo —que supondré que tenían por pensar que era un alma en pena o una de esas ridiculeces espiritistas—, otros con un detonante enojo, y estaban los que la miraban confusos, que vendría siendo la reacción más sensata.
— ¿Pero qué...?.
— ¿Cómo? — preguntó Raquel como si eso fuera un milagro.
— ¡Sorpresa! — exclamamos Kamila y yo al unísono y los presentes voltearon a verme simultáneamente.
¡Ay, mi madre!.
— Tú — pronunció Lucas con odio. Pensé que el que reclamaría sería Tom, pero parece no haber salido de su trance —. Lo supiste todo este tiempo... ¡Y fuiste incapaz de informárnoslo! — Iba a contraatacar, pero la castaña se adelantó a defenderme.
— No lo hizo porque yo se lo pedí — habló Kamila en un tono severo —. Además, hace poco fue que me descubrió.
Becky, quien observaba la escena con repulsión y lágrimas en sus ojos, abandonó la sala a pasos enfadados, y antes de perderse de entre las escaleras, chocó los hombros de manera brusca con la de ojitos avellanados. Y por la expresión que puso la receptora, supe que esa acción le dolió, y bastante.
— ¿Por qué? ¿Por qué engañarnos? — preguntó Zack destrozado —. Nos lastimaste mucho, Kamila. No sé si pueda perdonarte.
La castaña se encogió un poco, presa del arrepentimiento y la humillación, e inmediatamente me molesté a tope.
— ¿Perdonarle? ¿Has dicho... Perdonarle? ¿Qué no sabes si la puedes perdonar? — hablé conteniendo la cólera, aunque no sirvió de nada —. ¡Ella debería ser quien te perdone, grandísimo hijo de puta! — estallé — ¡Por si no lo notaste, ella tuvo que hacer una serie de sacrificios para salvar tu asquerosísimo pellejo y el del resto del mundo!. Y gracias a eso, los cazadores no nos están cazando precisamente a nosotros. Fue una inteligente, aunque cruel, pero muy inteligente estrategia — finalicé sorprendiéndolos.
— Eso es cierto — afirmó Tom saliendo de su estado en shock al fin —. Nos veríamos en una situación mucho más apretada si ella no hubiera tenido esa brillante idea.
— ¿Por qué no te suicidaste? — le preguntó mi mejor amigo, haciéndome tragar grueso.
— Intenté hacerlo en varias ocasiones, pero nunca pude.
La sala se vió envuelta por un silencio incómodo, hasta que Raquel la envolvió entre sus brazos y dejó escapar un gran sollozo. Kamila tenía los ojos cristalizados.
— Oh, mi niña. Cómo te echamos de menos — dijo con la voz entrecortada.
— ¡Engendro! — gritó el pecoso cuando la mayor se separó de ella.
La castaña sonrió y se fundió en un gran y afectuoso abrazo con el italiano. Las entrañas se me removieron y sentí como el amargo sabor de la bilis subía por mi garganta. Tragué con una mueca de asco. Me consumían la rabia y los celos por la escena, pero no puedo hacer nada. No puedo privarla de su emotivo reencuentro. Será mejor que me trague ese impulso que tengo de partirle la cara a Lucas cómo con el vómito.
Ellos se separaron y se sonrieron mutuamente.
— Trágame tierra y escúpeme en Hogwarts — murmuré para mí mismo.
Cuando el pecoso se alejó de mi princesa, se acercó Zack y la abrazó llorando, disculpándose por la estupidez que acababa de decir. Anastasia y Tom solo le sonrieron, no se le acercaron. Y Finn, bueno, le dió un corto abrazo y fue tras su novia. Después de una charla nostálgica y algo humorista —gracias a Zack—, todos se fueron a dormir. La castaña y yo nos teletransportamos a su habitación. Ella se dejó caer sobre la cama boca arriba mirando el techo. Bufó con cansancio.
— Eso estuvo mejor de lo que esperaba — la miré incrédulo.
— ¿Y qué esperabas? ¿Qué el diablo te azotara? — ella soltó una leve risita.
Kamila se metió al baño y al cabo de dos minutos, salió de este con un mono de dormir, una sudadera y con los pies descalzos. Se tiró sobre la cama y me miró expectante.
— ¿Dormirás aquí o en tu habitación?.
Me acerqué provocativo hasta ella y le saqué el mono de un tirón, un intenso sonrojo baño sus mejillas. Sonreí con suficiencia.
— Ésta cama es más cómoda que la mía.
Me dedicó una sonrisa pícara antes de que me abalanzara contra sus labios.
Nuestros cuerpos volvieron a complementarse y volverse uno solo.
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Sentí una suave caricia sobre mi abdomen, causándome un leve cosquilleo. Me removí un poco entre las sábanas y el toqué desapareció. Abrí mis ojos desconcertado y me encontré con la imponente mirada de la castaña, acelerándome el pulso. Ella sonrió con inocencia y yo le ofrecí una sonrisa ladeada.
— Buen día, dormilón.
— Buen día, princesa — contesté y bajó la mirada mientras sonreía. Se ve tan linda así —. ¿Quieres que vayamos a inscribirte a la universidad? — asintió —. Bien.
Con pereza, me levanté de la cama con la mirada de la castaña persiguiéndome. Tomé mi ropa que había dejado esparcida por el suelo y me giré para verla. Estaba más roja que el trasero de un babuino. Contuve las ganas de reír.
— Después de desayunar nos vamos — dije y me teletransporté a mi habitación.
Allí se encontraba el oji gris, que al verme hizo una mueca graciosa.
— ¿Festejando su regreso? — preguntó cachondo y yo le tiré mi camisa, que le dió de lleno en la cara.
Me metí al baño y me di una ducha rápida. Al salir, me topé nuevamente con Finn, que me miraba con descaro.
— Uff, papi. Eso está riquísimo — comentó con voz calenturienta.
— Ya deja la mariquera, Cocktember.
— ¡Ay, pero no te enfades, amor!. Además, todo eso es mío. Puedo ver tanto como yo quiera — contestó y no pude evitar reír —. Cambiando de tema... ¿Cuándo pensabas decirme que ya eran novios?.
— ... No lo somos.
— ¿Y de igual forma te la...
— Sí — le interrumpí antes de que acabará la frase. Me terminé de vestir.
— ¿No crees que ella pensará que estás jugando con ella? — su pregunta me descolocó.
— En verdad no lo sé, pero no lo estoy haciendo. Yo la amo.
— Eso no lo dudo, te vi llorar por ella muchas veces — mencionó recordando —. Pero deberías pedirle ser tu novia, para que sienta seguridad.
— En algún momento lo haré. Por los momentos, solo le demostraré que me importa y cuando todo este desastre se arregle, seremos más que felices — concluí y él me dió una sonrisa satisfecha.
Salimos de la habitación y caminamos hasta el comedor, donde se encontraban todos los miembros de la casa menos la castaña. Seguramente ha de estar terminando de alistarse. Me senté a la mesa junto al azabache y comenzamos a devorar nuestro desayuno que consistía en vegetales al vapor.
A los pocos segundos, Kamila bajó las escaleras trotando y se sentó al lado de Zack —con quién compartió un choque de puños—. Vestía un suéter de algodón, unos leggins y unas deportivas. Desayunamos en un tenso y silencioso ambiente a causa de las frías y fulminantes miradas que le lanzaba Becky a mi princesa y las de corderito que ella colocaba. Se me partió el alma en dos al ver como la castaña secaba su mejilla con discreción.
Cuando acabamos de desayunar, anuncié que llevaría a Kamila a inscribirse en la universidad, y junto a la chica, nos dirigimos al garaje. Encendí el motor de la camioneta y comencé a conducir. Ella miraba por la ventana con un semblante triste.
— Hey, ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? — pregunto energético. Kami suelta un suspiro.
— Nada, solo... Estoy algo consternada.
Por su tono apagado, supe que no quería hablar del tema, así que encendí la radio para alivianar la tensión. Comenzó a escucharse Sucker de los Jonas Brothers. Vi como la castaña sonrió levemente, sé cuánto le gusta esa canción. Empecé a cantarla y Kamila se me unió entre risas.
Logré sacarla de su tristeza.
Al llegar a la universidad, noté como mi princesa se tensaba un poco, y luego, simulando confianza, se bajó de la camioneta, la seguí. Entramos y nos dirigimos a la dirección mientras la castaña miraba hacia todos lados fascinada.
El director nos recibió con cortesía y diplomacia. Como odio a ese tipo. Realizamos el proceso de inscripción y el viejo pedófilo —porque lo es, no se puede negar lo innegable— le hizo entrega a Kamila de su horario y las llaves del casillero. Luego, salimos de allí con una sonrisa más grande que la del gato de Alicia en el País de las Maravillas.
— Mañana comienzan las clases — habló la oji avellana emocionada —. Estoy nerviosa. ¿Y si no hago amigos? ¿Y si se burlan de mí? O peor, ¿Si se burlan de mí por usar lentes?.
— Imposible, nadie querrá hacerlo, eres hermosa. Y si lo hacen... Les meto un coñazo pa' que veas que más nunca se meten contigo — digo y logró que ría un poco —. Además, eres la Krístal Suprema, puedes hacerlos pasar un gran susto.
— Sí, la Krístal Suprema — dijo desganada, pero luego me sonrió con inocencia y sinceridad.
Esta chica es tan extraña, pero extrañamente me enloquece.
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