Capítulo 10

La diosa de otra galaxia, la mejor prostituta del pub: Anastasia en multimedia.
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Alex.

En todo lo que va del día no he parado de pensar en "Caperucita", o mejor dicho: Kamila. Lo sabía, tenía un presentimiento desde que le hablé. Pero, la pregunta es: ¿Ella no estaba muerta? ¿Acaso nos habrá engañado? O, también existe la gran posibilidad de que me haya confundido, iba muy borracho. Es posible.

Aunque, ella me dió su número. No coincide en lo absoluto con el anterior, pero nada pierdo llamándola. Cogí mi teléfono con determinación y marqué el contacto. Se acabó este sufrimiento, se acabó la depresión. Ahora lo que necesito son respuestas. Eso, respuestas.

Primer tono, segundo tono, tercer tono.

— Vamos, contesta.

Cuarto tono, quinto tono. Me envió al buzón.

Arrojé el celular a la cama y me sobé las cienes con desesperación, esperando a que se me ocurra una buena idea o suceda un milagro. Inconscientemente, mi vista se posó en mi ventana, que se encontraba abierta y me dejaba ver la de la castaña. Talvez si me apareciera en su habitación... podría comprobar mis teorías, así estaría más tranquilo. Sin duda eso me ayudaría mucho.

Qué buena excusa para acosar su privacidad. Ya que no está, ¡Acosa su habitación! ¡Acosa sus cosas! — ironizó mi conciencia.

No es mala idea — le respondí y me teletransporté al cuarto de Kamila de inmediato.

Aparecí en un rincón, donde la luz no llegaba, y mi respiración se contrajo.

No me lo puedo creer, debo estar soñando.

Siempre sueñas, eso no sería algo raro en ti — escupió la que siempre molesta con sus comentarios sarcásticos.

Me quedé quieto como estatua viendo a la castaña caminar desesperadamente de un lado a otro de la habitación. Llevaba puesto una pijama enteriza de puerquitos, se veía jodidamente adorable. En mí se instalaron unas ganas alocadas de ir corriendo hasta ella y fundirme en sus labios, pero eso sería demasiado dramático.

No puedo ocultar que estoy enfadado, ¿Por qué nos engañó a todos y nos hizo sentir mierda?. Enfadado por haber perdido la esperanza y no haberla buscado cuando estaba ante mis narices. Estoy enfadado con ella, pero más lo estoy conmigo. La dejé sola en un momento en el que necesitó apoyo, y tuvo que apoyarse en ella misma.

Tú sí eres cabrón. Nunca estuvo sola. Contó con su abuela y su mamá, o ¿Acaso olvidaste que Marta te dijo que ella nunca murió y tú como idiota después le creíste cuando intentó remendar su metida de pata?.

Touché.

— Ya no puedo más. Tengo que verlo — murmuró la oji avellana.

Cascadas de lágrima corrían por sus suaves mejillas, que secó con su antebrazo de mala gana. Se recostó de una pared y cerró sus ojos. Cada vez que la veía llorar se me fragmentaba el corazón y ahora que la veo por primera vez después de tanto tiempo en esta situación, puedo considerar que ya está hecho polvo.

— ¿A quién tienes que ver? — pregunto para hacerme notar, y ver si esa pregunta intrépida lograba animarla un poco.

Kamila abrió sus ojos y los fijo sobre mí. Nuestras miradas chocaron con fuerza, haciéndome sentir vulnerable y débil. Tenía unas ganas de llorar tremendas, pero me contuve, no creo que sea de mucha ayuda que me viera llorando. La tensión entre nosotros era palpable. Mi princesa estaba rígida con los ojos muy abiertos. Yo le dí mi mejor sonrisa, pero eso solo la alentó a seguir llorando.

Genial, la regué.

Caminé a pasos lentos e inseguros hasta Kamila. Con cada zancada que daba, ella temblaba. Cuando la tuve en frente, bajó la mirada. Con una mano, tomé la suya con nerviosismo, y con la otra, levanté su mentón, pero tenía los ojos cerrados, mientras lágrimas seguían cayendo de ellos.

— Mírame — le susurré —, por favor, mírame — volví a susurrar esta vez suplicante.

Kamila abrió sus ojos lentamente y los fijo en los míos. Se encontraban rojos, hinchados y vidriosos.

— Lo siento — me dijo con la voz entrecortada y arrepentida —. Perdóname.

La estreché contra mi pecho con algo de presión, ella no tardó nada en rodear mi espalda con sus brazos. Ella sollozaba mientras mojaba mi camiseta con su llanto, no me importó. Tenerla por fin entre mis brazos lo compensa todo. Por mi parte, yo dejé caer un par de lágrimas sobre su hombro, no pude contenerme.

La castaña comenzó a calmarse, y se aferró con mayor intensidad a mi pecho. Le acaricié el cabello con ternura y repartí una serie de besos sobre su mejilla. Cuando se separó de mí, sentí un vacío casi igual al que tuve al enterarme de su supuesto "suicidio", pero traté de que no lo notará.

— Creo que te debo muchas explicaciones — habló y bajó la mirada avergonzada.

Acaricié su mejilla, y le dije:

— Es cierto, pero eso puede esperar.

Ella elevó la vista de golpe y la besé. El beso era apasionado y tierno, expresando todo lo que sentíamos el uno por el otro. Demostrando que a pesar del tiempo en que no estuvimos juntos, el sentimiento seguía allí; vivo, brillando con la misma intensidad que la última vez. Nos separamos con lentitud y juntamos nuestras frentes. Kamila acariciaba mis hombros con sus pulgares y yo apretaba un poco su cintura.

— Te amo — dijimos al unísono y reímos como el par de idiotas enamorados en que nos hemos convertido.

(...)

Era pasada la medianoche. Kamila dormía plácidamente acurrucada sobre mi pecho, mientras yo me dedicaba a mirarla y hacerle gentiles caricias. A hacer todo lo que no pude hacer en todo este tiempo y añoré con ansias. Me estaba quedando dormido, pero el ambiente se tornó helado.

¿En serio? ¿Qué no puedo sentirme en paz nunca?.

Sí eres dramático — ironizó la que no extrañaba —. ¿Te encuentras bien, drama King?.

Oh, ¿Quieres callarte ya? — le corté. No molestó más.

Kamila temblaba bajo mis brazos. Le subí la manta hasta el cuello, la vi calmarse y poner una expresión llena de ternura. Sonreí, pero al mirar al rincón más oscuro de la habitación mi sonrisa se borró.

— ¿Qué haces aquí?. No te le acerques — le susurro a la figura espantosa que hace una aparición ante mi presencia por tercera vez.

— Tranquilo, muchacho. No haré nada — dijo y me mostró su asquerosa dentadura —. Veo que ya se encontraron — menciona y me confundí un poco, pero luego lo entendí todo.

— Tú siempre lo supiste, por eso me visitabas — hablé sorprendido y asintió.

— Sé que ella sola podría destruir al mundo entero, pero tiene un corazón tan sensible que la perjudica — su mirada pasó a Kamila y luego la volvió a dirigir hacia mí —. Cuídalo, cuídalo que esa significativa parte de ella ahora es tuya — dijo antes de desaparecer.

— Lo haré.

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Kamila.

Desperté con algo de fatiga, me sentía tan cómoda que no quería ni moverme. Abrí mis ojos con pereza y lo primero que vi fue el brazo que se encontraba sobre mi vientre. Me di la vuelta con cuidado y me topé con el relajado rostro de Alex, quien dormía muy a gusto. Sonreí al recordar lo que sucedió ayer, a pesar de no haberle dado explicación alguna.

Tengo que hablar con él. Tarde o temprano tendré que hacerlo. Por más amor que sienta por el castaño, no puedo arriesgar la vida de muchos, incluyendo la suya.

Lo dices como si no te importara tu propia vida.

Sinceramente no me importa. Debería de acabar con este tormento de una buena vez.

Pero defraudarías a Trevor, recuerda que él está aquí porque confía en que harás algo extraordinario — No le respondí, me quedé sin palabras.

De a poco, Alex fue abriendo sus ojos, los cuales se conectaron con los míos. Me sonrió, y le devolví la sonrisa. Acarició tiernamente mi brazo y posterior a eso, me dió un pequeño beso en la punta de la nariz.

— Buenos días, princesa — susurró y ensanché mi sonrisa.

Tenía tanto tiempo sin escuchar esa simple palabra proveniente de sus labios que sentía como estallaba de felicidad en mi interior. Princesa. Algo tan básico que proviniendo de él se convierte en algo complejo, mágico. Sentí que iba a llorar, pero me esforcé en no demostrarlo.

— Buenos días, princeso — respondí y eso bastó para que Alex se abalanzara a mis labios.

¿He mencionado lo mucho que me encantan sus besos?. Cada uno es mejor que el anterior. Son únicos, al igual que él. Nos separamos lentamente y volvimos a sonreír. Me levanté de la cama y me dirigí al baño para lavar mis dientes. Al salir de allí, no estaba Alex. Seguramente está ahora mismo en su casa aseándose.

No te vendría mal hacer lo mismo, de aquí me pega tu olor a orangután.

No chisté ni proteste. Me metí de nuevo al baño y me di una ducha de unos diez minutos aproximadamente. Salí con la toalla enrollada en mi cuerpo y, para mí sorpresa, Alex estaba sentado sobre mi cama. Vestía unos shorts azul rey con una franela blanca pegada al cuerpo y unos tenis negros. Había olvidado el magnífico cuerpo de este chico.

Mentirosa. Cada noche lo soñabas mientras estaba encima de ti.

Le habría dado una buena contesta, pero recordé que me encontraba frente al castaño cubriéndome con solo una toalla. La sangre me subió a las mejillas a tal punto que soltó una estruendosa carcajada y desapareció, lo cual fue un alivio para mí.

Me vestí apresuradamente, no fuera a ser que apareciera en un momento embarazoso. Me puse una sudadera con unas licras y unas deportivas. Y a los segundos, apareció detrás de mí y enredó sus brazos en mi vientre.

— No creí que te vistieras tan rápido — comentó y reí un poco.

— Lo que hace la vergüenza — dije y él me dió un beso en el hombro.

Tras unos segundos de silencio —en los que disfruté de su cercanía— él habló.

— Kami, quiero que me expliques por qué lo hiciste.

Me separé un poco y me giré para poder verle a la cara. Tenía un semblante inexpresivo, y me preocupé.

— ¿Estás enfadado por eso? — pregunté, odié que mi voz se cortará.

Él suavizó su expresión y acarició mi mejilla.

— No puedo simular que estoy como si nada — dijo y sonrió un poco —. Dejé que personas me vieran llorar, que vieran mi lado débil y vulnerable. Me sentí mierda al saber que nunca volvería a verte, abrazarte... besarte — dijo y me dio una mirada profunda —. Estuve muy jodido sin ti.

Sentí como me quebraba por dentro, y como no soy nada fuerte, las lágrimas no tardaron en inundar mis ojos.

— Lo siento — susurré —. Sé que fue duro, para mí también lo fué — suspiré y me sequé las lágrimas —. Me acobardé, aún lo hago. Pero sentí que comenzaba a ser una carga cada vez mayor para ustedes. Sentí que era algo con lo que tendrían que lidiar — dejé escapar un sollozo —. También los estaba exponiendo a mucho peligro. Y preferí alejarme.

— ¿Y lo de estar muerta?.

— ... Al ustedes enterarse, Lancaster también lo haría, dejaría de molestarlos... y no vendría por mí.

— Pero volverás, ¿Cierto? — sus ojos adquirieron un brillo peculiar.

¿Cómo le digo que no sin herirlo más de lo que lo he hecho?.

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