25. La verdad
Vincent despertó de repente y una brillante luz lo encegueció casi al instante. Lo último que recordaba era Jagua, la pelea contra La Muerte Roja y... esa nube escarlata que lo rodeaba. Después de eso, todo se volvía un torbellino de luces, gritos, sangre y dolor, hasta que llegó la oscuridad a envolverlo en su manto.
Intentó ponerse de pie, pero a su cuerpo le costaba responder y el dolor que lo atacaba lo hacía más difícil. Una mano, firme pero amable, se posó sobre su pecho para contenerlo.
—Tranquilo, nada de movimientos bruscos. —La voz de Tom le llegó como desde el fondo de un pozo al principio, pero, conforme pasaban los segundos, su vista se aclaraba y revelaba el rostro del adolescente, hinchado de tanto llorar; su voz empezaba a tender hacia la de un adulto—. Estás recibiendo una transfusión para recuperar todo el jugo que perdiste.
—¿Ja-Jagua...? —logró musitar con debilidad.
—La maldita escapó después de hacerte esto —respondió Thomas, haciendo un pésimo trabajo para disimular su ira; Vincent quiso corregirlo, explicarle que eso no fue lo que sucedió, pero las palabras se le volvían pasta en su boca, y el adolescente tomó la delantera—. Pero no te preocupes por eso ahora... tenemos problemas mucho más grandes.
—Eso sería hacer una grandísima subestimación de la situación —opinó Rebecca, sentada a unos pocos metros de la camilla donde Vincent descansaba.
Con ayuda de su joven compañero, el lastimado héroe logró incorporarse y tomar asiento para poder mirar a la comandante. Su vieja amiga era un desastre: su desarreglada ropa se encontraba cubierta de manchas de sangre; sus ojos estaban rojos e hinchados, en parte por el cansancio, en parte por el llanto, y su pelo desprolijo daba cuenta del pobre estado mental en el que se encontraba.
—¿Qué... qué pasó? —preguntó Vincent, casi con miedo.
—Para empezar, este lunático que tienes de ayudante fue a una comisaría con una furgoneta robada y uno de los criminales más buscados del Reino Unido desangrándose en la parte trasera; Karen estaba conmigo, así que ahora sabe quién eres y, por si eso fuera poco, también tuve que buscar a Charles para que donara algo más de sangre a la causa —resumió de mala gana la comandante.
Vincent tan solo pudo suspirar con cansancio.
—¿Dónde están ahora?
—Charles fue a llevar a Karen a casa, estaba cansada y todavía está procesando las novedades; podremos agradecerle su ayuda más tarde, si es que no decide denunciarnos y ponerle fin a todo esto de una vez por todas —respondió Rebecca con desgano—. Y creo que todavía no hemos llegado a la parte más jodida de la noche.
Vincent estuvo a punto de preguntarle a qué se refería, cuando una voz profunda y ligeramente familiar resonó desde la oscuridad.
—Me temo que no. Apenas estamos rascando la superficie —confirmó Luke, poniéndose a vista de Vincent, que quedó helado al encontrarse de frente con el empresario—. Entiendo que encontrarme aquí es una sorpresa grande, Vincent, y que esta noche ha sido demasiado larga de por sí, pero me temo que el tiempo se acaba y no podemos seguir dilatando nuestro encuentro.
—¿Cómo...? —empezó a articular el detective, pero fue interrumpido por su invitado sorpresa.
—¿Te encontré? ¿Supe quién eras? ¿Te salvé la vida? Son todas preguntas que pueden esperar, y a las que seguro podrán responder tus compañeros aquí presentes a su debido tiempo. —Luke acomodó sus lentes, vestía una camisa blanca arremangada, pantalones oscuros y zapatos. Pero más allá de su atuendo, se notaba alterado, como si intentara ordenar sus ideas, darles forma. En ese momento, Luke Wright distaba del hombre prolijo y formal que Vincent conoció en su breve visita a Empresas Byron—. Lo cierto, Vincent, es que esta noche cambiaste la fórmula, te saliste del guion, y eso te vuelve peligroso. Peligroso para ellos, tus enemigos, pero también para ti y para todos quienes te rodean. En este momento tienes ventaja, seguro pensarán que estás muerto, por lo que tienes que aprovechar este momento para...
—Luke —lo frenó Vincent con voz firme y apremiante—. O empiezas a hablar con claridad, o Rebecca va a tener que evitar que te haga hablar. No me importa qué tan débil esté.
La tensión en el sótano era palpable, y a pesar del pobre estado en el que Vincent se encontraba, Rebecca y Thomas podían ver en sus ojos que su amenaza era cierta. Luke, que también intuía las intenciones del detective, tragó saliva y se tomó un segundo para aclarar su mente. Esperó ese momento durante meses, no... años, y ahora que finalmente había llegado, sentía que las palabras le fallaban. La pregunta que lo apremiaba era una sola: ¿por dónde empezar? Optó por la dura y cruda verdad.
—Vincent, conozco tu historia. La conozco porque me pasé meses investigándote, asegurándome de que eras la persona que necesitaba, la persona que deseaba que fueras, y creo que lo eres. Por eso, lamento tener que decirte esto: tu familia está detrás de todo lo que está pasando.
Luke dio una pausa para dejar asentar las noticias. El rostro de Vincent permanecía imperturbable, pero se notaba en la cara del adolescente y de la comandante que empezaban a dimensionar todo lo que ello implicaba.
—¿La familia de Vincent está detrás de La Muerte Roja? —se atrevió a articular Rebecca, que deseaba un cigarrillo como nunca en su vida.
Desde la aparición de Luke en el sótano de la fábrica, la mente curiosa de Rebecca intenba descifrar cómo era que él encajaba en todo ese rompecabezas, pero el delicado estado de Vincent apremiaba, por lo que optó por dejar las preguntas para más tarde.
—La Muerte Roja no existe —declaró Luke con absoluta certeza—. Son solo una pantalla de humo, una mentira elaborada para desviar nuestra atención de lo que en realidad está pasando. Verás, Vincent, tu familia carga con un legado mucho más oscuro de lo que te podrías imaginar; un legado que se extiende años atrás y que todavía no conozco en su totalidad. Esto es todo lo que pude averiguar: desde su fundación en mil novecientos treinta y dos, la Unión Británica de Fascistas contó con un ala secreta, conocida como Februus, Los Puros; mientras Mosley se volvía la cara pública del partido, este grupo operaba en las sombras, acallando opositores, comprando influencias, derramando sangre.
»Cuando el partido quedó disuelto durante la Segunda Guerra Mundial, muchos de sus miembros desaparecieron, pero Februus, al ser un grupo pequeño y poderoso, desapareció con facilidad en las sombras, convirtiéndose tan solo en una leyenda, un mito urbano entre historiadores. —Conforme Luke hablaba, su voz ganaba fuerza y seguridad, sus ideas se ordenaban y fluían con mayor facilidad—. Desde entonces, ellos han aguardado con paciencia el momento justo para atacar, ganando fuerza, planificando y orquestando para tomar lo que ellos consideran su legítimo lugar como líderes de la humanidad.
—Dijiste que su familia es parte de esto... —se atrevió a interrumpir Thomas.
—No son parte de esto —lo corrigió Luke, y luego volvió su mirada al detective, que aún lo escuchaba en silencio—. Vincent, tu padre es el líder de Februus, y tu hermano, su mano derecha. Mara también está involucrada de alguna forma, aunque todavía no...
—Mientes —habló Vincent finalmente, y la acusación salió como un escupitajo. Haciendo un esfuerzo titánico por ponerse de pie, el detective se incorporó. Su joven ayudante intentó asistirlo, pero él lo apartó de un solo manotazo—. Estuve ahí la noche de la Gala Escarlata. Mi familia estaba ahí, mi padre sangró junto a todos los demás y...
—Tu padre sobrevivió —respondió Luke, a pesar de que Vincent se acercaba a él con aire amenazante—. Y tú habrías muerto si no fuera porque yo estaba ahí también.
El recuerdo de los crípticos mensajes y de la misteriosa sombra moviéndose entre los invitados asaltó la mente de Vincent al instante. Empezaba a entender el rol que Luke tenía en toda la situación y, sin embargo, su corazón se negaba a aceptarlo. Intentó echar mano a Luke, pero Rebecca se apresuró a sujetarlo. En su débil estado, la comandante no tuvo problema en detenerlo.
—Escúchalo —sugirió Rebecca—. Te salvó, se merece al menos eso.
El tono tranquilo pero demandante de su antigua compañera dio pausa a Vincent, que retrocedió.
—Mi padre no fue el único sobreviviente del ataque en la gala. —El detective aún intentaba falsear con argumentos la teoría presentada.
—Es cierto, y no todos los sobrevivientes están involucrados con Februus. —Luke se giró en dirección al ordenador de la guarida. Vincent notó de inmediato que varios cambios ocurrieron en su computadora mientras él dormía, supuso que sería obra del habilidoso hacker que ahora los acompañaba. Con tan solo apretar algunos botones, Luke trajo a pantalla la imagen de una muestra de sangre; en ella, un extraño dispositivo, similar a un pequeño insecto, se desplazaba por el fluido sin un rumbo cierto—. La noche de la gala fue la primera prueba para su nueva arma, designada como Aaerico. Nanorobots destinados a simular una enfermedad y causar pánico en la población. Estas bestias pueden causar una falla multisistémica en cuestión de minutos, y luego abandonar el cuerpo sin dejar rastro de su presencia.
—Digamos que todo esto es verdad —interrumpió Rebecca—. ¿Por qué optarían por utilizar algo tan discreto? Si el objetivo es asustar a la gente, una bomba es igual de efectiva, y aún si querían hacer todo el teatro de Doctor Plague y La Muerte Roja, existen armas biológicas y químicas igual de efectivas.
—Buscaban algo que pudieran controlar —respondió Thomas, recordando las palabras de D-Tox.
—Bingo. Todas las opciones mencionadas por la comandante podrían funcionar, es cierto, pero son elementos contundentes, mientras que la tecnología es un arma de precisión, un escarpelo —explicó Luke con creciente entusiasmo. A pesar de lo terrible de su relato, se notaba en sus ojos que existía cierta admiración por el ingenio que implicaba semejante empresa, algo que empezaba a irritar a Vincent y Rebecca—. Con Aaerico no solo pueden elegir a las víctimas a dedo, pueden incluso decidir cuánto daño causan a determinadas víctimas. Vincent, que tu padre resultara afectado la noche de la Gala Escarlata mientras muchos otros salieron ilesos no fue una casualidad u obra del destino, fue una decisión consciente para despistarte, para evitar que pusieras cualquier sospecha en ellos.
—Nada de lo que dices tiene sentido. Primero dices que intentaron matarme, luego que infectaron a mi padre para que no sospeche de ellos —discutió Vincent con enojo.
Ante la negativa del detective a aceptar la información brindada, el frustrado hacker volvió su atención a la computadora. Tras apretar unas pocas teclas, una lista de nombres apareció en la pantalla junto a la imagen del diminuto robot.
—Robé esta información de los servidores de Los Lobos una semana antes de la Gala Escarlata; fue lo que me permitió salvarte una vez que entendí de lo que se trataba —soltó Luke, con frustración en su voz—. ¿Puedes intentar adivinar de qué se trata?
Sin ganas, pero dispuesto a demostrar que Luke se equivocaba, Vincent se acercó a la pantalla y leyó los nombres uno por uno. No le llevó más de un minuto darse cuenta de que se trataba de la lista de víctimas fatales de la Gala Escarlata, con una sola excepción: su nombre también se encontraba en ella. No hizo falta que Vincent hablara, Luke podía ver en su rostro que empezaba a unir las piezas del rompecabezas.
—Esa noche tenías que morir, Vincent —continuó Luke—. Me imagino que tu muerte iba a ser reportada como un error, una falla de la tecnología, una tragedia lamentable, pero aceptable dentro de sus planes.
—Si Februus no quería a Vincent muerto, ¿entonces quién alteró las órdenes de Aaerico en la Gala Escarlata? —cuestionó Rebecca, con creciente curiosidad.
—Eso... no lo sé —admitió Luke con cierta decepción—. A pesar de ser un bastardo sádico, supongo que Joseph no quiere perder al hijo que estuvo buscando todo este tiempo.
—Y, sin embargo, trabajas para su empresa —apuntó Vincent—. Haces algo más que trabajar para ellos, de hecho. La última vez que miré eras prácticamente el vicepresidente de la compañía ahora que Christian tomó las riendas. Así que, ¿cómo funciona esto? —preguntó con tono acusador—. Trabajas codo a codo con ellos durante poco más de diez años, subes la escalera casi hasta la cima, ¿y ahora qué? ¿Te cansaste de esperar tu turno? —Vincent avanzó contra Luke, recuperaba fuerza segundo a segundo; Rebecca intentó detenerlo, pero con un sacudón se la quitó de encima—. ¿Empezaste a buscar alguien que te limpie el camino hasta el trono?
La voz de Vincent subía a medida que se acercaba, pero, al momento en que estuvo frente al nervioso empresario, se llevó una sorpresa al recibir un puñetazo directo al rostro que lo hizo trastabillar. El golpe fue débil y poco preciso, de forma que no causó gran cantidad de daño, pero fue suficiente para detener el avance del detective y dar tiempo a los presentes de notar que los ojos de Luke luchaban por contener lágrimas.
—No los conoces. No como yo —respondió con furia apenas contenida—. Tu familia me lo quitó todo, Vincent, y no voy a detenerme hasta que paguen por sus crímenes. Lo haré con o sin tu ayuda.
Luke se giró para irse y emprendió su furiosa y silenciosa marcha. Su pie ya se encontraba en el primer peldaño de la escalera cuando la voz de Vincent lo llamó.
—Dices que te quitaron todo... —preguntó el detective, que tras el golpe recibido era sujetado por su joven pupilo—. ¿A qué te refieres?
El hacker tomó una bocanada de aire y suspiró antes de darse vuelta y regresar en silencio junto al ordenador. Unos segundos después, fotografías de una violenta escena del crimen y titulares de noticias sobre «La masacre del East Village». Por lo que podían leer, la tragedia, que se cobró la vida de unos diez veinteañeros, ocurrió ocho años atrás y el caso nunca fue resuelto. Entre todas las sangrientas fotografías, destacaba el retrato de una hermosa mujer.
—Nos hacíamos llamar Némesis. Éramos un grupo de hackers que tenía el fin de hacer pagar a los ricos y poderosos —relató Luke, inspeccionando con tristeza las fotografías que ocupaban la pantalla—. Jóvenes, idealistas... y estúpidos. Pero en su momento, creíamos que podíamos cambiar el mundo tan solo presionando unas teclas.
»Por un tiempo funcionó muy bien, expusimos los negocios sucios de algunos empresarios importantes de Chicago, logramos devolver un poco de todo lo que le quitaban a la gente de la ciudad, e incluso pusimos a uno de ellos tras las rejas. —Conforme la historia avanzaba, la amargura en la voz de Luke se volvía más y más evidente—. Llevábamos cuatro años en ello cuando Susan puso a Empresas Byron en nuestro radar. —La mirada de Luke se clavó en la fotografía de la hermosa mujer de cabello rizado y radiante sonrisa, y, por un segundo, sus oyentes temieron que fuera a quebrarse en ese momento—. Uno de los contadores de la empresa dio con algunas irregularidades en sus números y su superior inmediato solo puso excusas ridículas para justificarlo. El tipo conocía a Sue desde la universidad, sabía que estaba involucrada con Némesis, así que le pidió que lo investigara. Un mes después, el tipo murió en un accidente durante sus vacaciones.
Con tan solo apretar unas teclas, Luke trajo la noticia del trágico accidente a la pantalla. Vincent y Rebecca, que dedicaron gran parte de sus vidas a investigar los numerosos y extraños casos ocurridos en Krimson Hill, con rapidez identificaron en el relato del accidente varios de las curiosidades que delataban que algo más estaba ocurriendo: reportes incongruentes entre los forenses, fallas mecánicas inexplicables y la desaparición de objetos de valor como teléfono y computadora del fallecido.
—Convencidos entonces de que estábamos tras la pista de algo grande, decidimos investigar. Empresas Byron tenía un mayor nivel de seguridad que las empresas a las que habíamos entrado antes, así que, tras algunos intentos fallidos de hackear sus sistemas, decidimos hacer las cosas de una manera distinta. —A pesar de todos los años transcurridos, el arrepentimiento en la voz de Luke aún era palpable—. Optamos por infiltrarnos directamente en sus filas, y yo fui el seleccionado para hacer el papel de topo. Así que apliqué al trabajo, entré y empecé a hurgar en sus asuntos y ganarme su confianza. El trabajo fue lento al principio, pero mis habilidades me ganaron la confianza de mis superiores, y no tardaron en llamar la atención de sus superiores. Casi dos años después, tu hermano llamó a la puerta de mi pequeña oficina, y tengo que decirlo... por un tiempo me engañaron a mí también. Empecé a dudar de la información que el contacto de Sue nos brindó, realmente creí que Empresas Byron estaba limpia y fuera de culpa, y que malgastábamos nuestros esfuerzos metiéndonos en sus asuntos. Pero Sue insistió y, como le era costumbre, tenía razón.
»Ya llevaba poco más de un año trabajando junto a Christian en algunas nuevas ideas para la empresa, cuando logré plantar un acceso en su ordenador personal, y descubrir hacia qué tipo de proyectos tu familia estaba desviando discretamente fondos de la empresa. Fue entonces que me enteré qué era Februus, a qué se dedicaba y cuáles eran sus objetivos, pero, tan pronto como logré vislumbrar la punta del iceberg, mi acceso fue restringido, aunque logré salvar lo suficiente para poder empezar a presionar. Sin embargo, sabíamos que estábamos en la ruta correcta y que, si lográbamos acabar con Empresas Byron, habríamos detenido a algunas de las peores personas que caminaban sobre el mundo. Recuerdo que celebramos esa noche. —Luke sonrió con amargura, y una lágrima rodó por su mejilla—. Todos bebimos una copa de champagne en ese sucio sótano donde nos reuníamos. No tenía idea de que rastrearon el dispositivo que utilicé para acceder a la computadora de Christian. Recuerdo haberme despedido de mis amigos esa noche, haber besado a Sue antes de salir, dejarlos a todos trabajando mientras yo me iba a descansar a mi lujosa cama pagada con dinero sangriento. Cuando desperté al otro día, todos estaban muertos.
Luke hizo una larga pausa. No se atrevía a mirar a sus acompañantes, era la primera vez que contaba su historia en años, que se permitía quitarse ese peso de encima, y la idea de que alguno de ellos mostrara desconfianza en su rostro lo martirizaba.
»Mis amigos, mi novia... todos ellos torturados y asesinados por Februus, la poca evidencia que pude recolectar de su existencia desapareció. Supuse que irían por mi luego, pero los días pasaron, y mi verdugo nunca llegó. —Luke se volteó, su rostro pasó de la tristeza y el dolor a una furia apenas contenida—. Pero me prometí que la muerte de mi familia no sería en vano, que terminaría lo que empezamos, y fue así que empezó mi verdadero trabajo. Así que sí, Vincent, durante estos últimos años estuve subiendo la escalera, pisoteando cabezas, sonriendo a la gente que asesinó a mi familia, aprendiendo a mentir y a engañar a todos a mi alrededor, mientras esperaba el momento para cobrar mi venganza, a la espera de un atisbo de esperanza, y, después de todo este tiempo, contra todo pronóstico, mi salvación vino de la mano de los mismos monstruos que estoy persiguiendo.
La mirada de Luke se clavó en Vincent, que reconocía una ira muy familiar en los ojos del empresario.
»Estuve siguiendo sus planes todo este tiempo. Mientras más me adentraba en su red, más fácil se volvía acceder a la información, y entonces di con su pequeño proyecto para Krimson Hill. Te imaginarás mi sorpresa cuando supe que el hijo perdido de Joseph Byron no era otro que Vigilante, el guardián de la ciudad. Finalmente creí que tenía mi arma para enfrentarlos, a alguien lo suficientemente fuerte para ir contra ellos y sobrevivir. Pero ahora empiezo a pensar que me equivoqué, que tal vez no eras la persona que esperaba. Me sentiría decepcionado, pero la realidad es que ya no me queda nada que perder. Logré convencerlos de que estoy en Estados Unidos trabajando durante un tiempo, pero solo es cuestión de tiempo hasta que esa mentira caiga y se den cuenta de lo que estuve haciendo. Este es el fin del juego para mí; si voy a morir, será en mis términos.
Luke empezó a cargar sus cosas en el gastado morral que llevó. Cuando estuvo listo, se volteó para partir, pero, al querer avanzar, casi se chocó con Vincent, que se había acercado a él, silencioso como un gato. El hacker, sobresaltado, retrocedió de un salto. Las miradas de ambos se cruzaron, y Luke supo reconocer que tenía a un hombre roto frente a él.
—Pasé años preguntándome de dónde venía, quiénes eran mis padres. Cuando era niño, solía fantasear con que vendrían a buscarme, me llevarían con ellos y aclararían todas mis dudas. Y años después de abandonar esas ideas... mi padre apareció en mi puerta, ofreciéndome todo. No te digo esto para que sientas lástimas de mí, tan solo quiero que entiendas por qué dudé de tus palabras, pero tus ojos... tus ojos no mienten. He visto esos mismos ojos más de una vez mirándome desde el otro lado del espejo. Si lo que dices es verdad... si mi familia realmente son los monstruos que me describes, no los enfrentarás solo —dijo Vincent con confianza, sus ojos rojos inyectados de lágrimas brillaban bajo la luz de los ordenadores—. No permitiré que dañen a nadie más.
Vincent tendió su mano hacia al frente y dio un débil apretón de manos a Luke, que aún no podía creer las palabras que escapaban de la boca del detective.
—Gracias. —Fue lo único que atinó a decir Luke, las emociones se arremolinaban en su pecho, pero apenas y podía llegar a explicarlas.
—Agradéceme luego. Ahora, tenemos que organizarnos y planear nuestro contraataque —propuso Vincent, cada vez más decidido—. Tenemos que...
El detective intentó dar un paso hacia la mesa redonda de su guarida, pero entonces sus piernas, debilitadas por la pérdida de sangre, fallaron y lo hicieron tambalear. A duras penas llegó a sujetarse de una silla cercana para evitar su caída. Rebecca y Thomas se apresuraron a asistirlo, y Vincent permitió que sus brazos lo sostuvieran.
—Tienes que hacer es descansar. Lo único que vas a lograr en este estado es hacer que te maten —argumentó Rebecca.
—Siempre tan amable —apuntó Vincent de mala gana.
—Ella tiene razón —apoyó el adolescente—. Casi te perdemos esta noche.
—Volver a tu departamento sería una mala idea —apuntó Luke, que guardaba una distancia respetuosa del grupo—. Christian probablemente tiene gente vigilándolo en este momento, esperando que vuelvas para terminar el trabajo.
—Utilizaremos algunas de las casas seguras que tenemos para testigos de alto riesgo. Me aseguraré de tapar bien el papeleo —dijo Rebecca de repente—. Podrás descansar allí hasta que te encuentres en mejores condiciones.
A Vincent no le gustaba la idea, pero debía reconocer que no faltaba razón en los argumentos de sus compañeros. Todos en el oscuro sótano sabían que no era el mejor plan, pero bastaría hasta que pudieran organizarse.
Con la dolorosa verdad pesando en su corazón, Vincent suspiró y aceptó con amargura su destino: detener a su familia, o morir en el intento.
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