Introducción
Parado en aquella terraza, aún sintiendo levemente el efecto del alcohol bebido durante la cena, y vistiendo elegantemente, el Detective Vincent Hardy vio como aquel punto de luz desaparecía en el cielo, y un nudo se formó en su garganta. Probablemente no volvería a verla, pero estaría conforme con ello si podía tener un final feliz. Habían tenido su momento, después de tanto posponerlo, y él estaba agradecido por ello.
Hacía poco que había regresado a Krimson Hill, y las cosas habían estado un poco atareadas. Tras la invasión de Corvyn, y consecuencia de la destrucción que trajeron consigo los alienígenas, había saqueos casi todos los días, las pandillas recorrían las calles impunemente, la policía no daba a vasto, y él tuvo que pasar más tiempo que nunca bajo su máscara, hasta que las cosas finalmente se tranquilizaron un poco y pudo acomodar la cita. La había conocido durante la batalla por la tierra que llevó a la conformación del Escuadrón de Héroes. Para muchos era una criminal buscada internacionalmente, para él una heroína, y aún más, una compañera. La cita había estado bien, comieron un poco, bebieron otro tanto, y charlaron por primera vez sin tener que pensar que el fin del mundo se cernía sobre sus cabezas, entre otras cosas, pero todo lo bueno debe terminar, y aquel último destello en el cielo indicaba justo eso: el fin.
Vincent cerró los ojos y dejó que la ciudad lo inundara, fue entonces cuando escuchó aquel familiar sonido. Desde las entrañas de la ciudad, la sirena de una patrulla policial cercana lo arrancó de sus pensamientos, lo devolvió a la realidad repentinamente, y le hizo bajar la mirada nuevamente hacia Krimson Hill, su ciudad.
Tardó unos segundos, pero la sonrisa finalmente volvió al rostro de aquel héroe, y supo que era momento de volver a su trabajo, a cuidar de su gente. Después de su tiempo batallando con aliens, y sus encuentros con seres poderosos y hasta místicos, finalmente sentía que todo volvía a la normalidad, o por lo menos a lo que un joven héroe podía llamar normalidad.
«Espero que continúes brillando», pensó mientras empezaba a quitarse su ropa de vestir, para revelar que, debajo, llevaba puesto su traje de héroe, "espero que seas feliz".
Tras este último pensamiento, su mente se enfocó totalmente en la tarea que tenía frente a sí: hacerle saber a toda la escoria de la ciudad que había dejado de jugar con los aliens, y que aún tenía su mirada puesta en ellos, que estaba listo para cazarlos.
La "V" blanca en su pecho pareció brillar bajo la luz de la luna llena, y el oscuro traje negro de combate la hacía resaltar aún más. Sin pensarlo dos veces, Vigilante corrió hasta el borde de la terraza y saltó hacia el otro edificio, dejando abandonada sus lujosas prendas, y volviendo a su verdadera identidad. Él nunca lo aceptaría, pero hacía ya tiempo que Vincent Hardy, el detective bueno y dedicado, no era más que una fachada para Vigilante, el héroe de la ciudad. Cuando estaba bajo ese antifaz, realmente se sentía libre, sus días de dudas habían quedado atrás hacía ya años, y ahora gozaba de los peligros que cada noche traían para él. No estaba seguro de que eso fuera totalmente sano, pero en Krimson Hill la locura era un tema bastante relativo.
Con su usual agilidad y destreza, recorrió los techos de la ciudad, acercándose cada vez más a la fuente del sonido, y al sentir el frío aire de la ciudad chocar contra su pálida piel, y revolver su pelo negro, sintió que lentamente se despojaba de todas las locuras que habían ocurrido hacía apenas unos meses. Los años de entrenamiento junto a Mirlo, su mentor y primer héroe de Krimson Hill aún se notaban, pero le gustaba creer que había superado al maestro, y que él hubiera estado orgulloso de su crecimiento como héroe.
Más adelante ya pudo identificar las luces azules que producían las patrullas policiales, y supo que ya estaba llegando a su destino.
«Prepárense, muchachos, Vigilante ha vuelto», pensó mientras saltaba a aquel callejón, con una sonrisa en su rostro.
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