21. Último round
Vigilante y Rampage permanecieron junto al aturdido y derrotado Cronos, jadeando, agotados, golpeados y lastimados. La noche no había ido como esperaban, para ninguno de los tres presentes, pero los que aún permanecían en pie tenían que jugar las cartas que les habían sido entregadas, era la única forma de ponerle fin a esa pesadilla.
—Sabes que tengo que hacerlo... —dijo Kurt, mirando a Vincent a los ojos.
—Y sabes que tengo que detenerte —replicó el héroe, irguiéndose y preparándose para lo que venía.
Los dos se miraron durante algunos segundos en silencio. Se habían conocido el mismo día que Vincent Hardy entró por la puerta de la estación, apenas un policía novato y habían llegado a tener mucho más que una relación entre superior y subordinado. Vincent sabía que no sería la persona que era hoy si no fuera en gran parte por Kurt, él le había enseñado tanto, lo había aconsejado en los tiempos más oscuros, y lo había terminado de convencer de que el mundo era un lugar bueno, que valía la pena luchar por él. Pero ese Comandante Walker había quedado enterrado junto a su preciada hija muchos meses atrás, hoy solo quedaba Rampage, un asesino despiadado que no pararía ante nada para cumplir su misión.
Con lentitud, Kurt se agachó y tomó el arma de Cronos, la cual había caído apenas a centímetros del cuadrilátero donde todos ellos se encontraban, pero para cuando intentó poner al titán en la mira, se encontró con que Vincent estaba parado delante de él.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedes dejar que él muera? —preguntó casi con lágrimas en sus ojos Rampage—. Dios sabe que él lastimó a muchísimas más personas de las que yo jamás pude, que es un cáncer para esta ciudad. No te pido que jales el gatillo, tan solo que te apartes de mí camino, que me permitas acabarlo.
—Cronos pagará por lo que hizo, a Krimson Hill, a su gente, por todo, me aseguraré de ello —respondió Vigilante, sin moverse un solo centímetro—. En tanto a lo otro... si tengo la posibilidad de salvar una vida y no lo hago, si no lo intento siquiera, esa sangre está en mis manos, y no puedo vivir con ello, ni siquiera si es la sangre una basura como Osburne.
A pesar de oír esto, Rampage alzó el arma y apuntó directamente a la cabeza de Vincent, su aprendiz, su amigo. Su pulso no temblaba, el héroe podía ver la determinación en sus ojos, pero estaba dispuesto a permanecer allí hasta las últimas consecuencias.
—Última oportunidad... —dijo Kurt, sin bajar el arma.
—Haz lo que tengas que hacer —replicó Vigilante.
Desolado ante aquella respuesta, el Comandante comenzó a acariciar suavemente el gatillo, el sudor recorría su rostro, su corazón se aceleró y la adrenalina empezó a recorrer su cuerpo, una sensación que no sentía desde hacía mucho tiempo al apretar el gatillo, se había vuelto algo casi automático, pero ese disparo no era cualquier disparo, y él lo sabía mejor que nadie.
Con un grito entre la agonía y el dolor, Rampage jaló el gatillo, y el arma produjo el esperado estallido. Luego todo fue silencio en aquel sucio sótano, y el olor a pólvora inundó el ambiente.
Vigilante aún estaba helado. Había podido sentir claramente la bala rozando su cabeza, y escuchado su impacto contra la pared que se encontraba detrás. Vincent no pudo evitar pensar en su muerte a manos de Kassian, aquel implacable guerrero de Corvyn que lo había atravesado de lado a lado con una espada. Él había pensado que luego de esa experiencia, cualquier miedo a morir iba a desaparecer, pero nada de eso ocurrió. Al sentir el roce de la bala temió por su vida, temió por Rebecca, por Tom Davis, por su ciudad, y era porque tenía algo muy claro: en esa ocasión no había magos o endemoniadas damas que lo salvaran de la muerte. Una vez que la bala atravesara su cráneo, era el fin.
Rampage bajó la pistola y la arrojó a un costado, y de alguna manera Vigilante logró mantener la compostura, aunque sentía que sus piernas podían fallarle en cualquier momento. Sin embargo, le bastaba con mirar a Kurt para saber que este estaba lejos de rendirse.
Cronos, aturdido por el disparo y tanteando con confusión su cuerpo, como buscando un agujero de bala, miró a Vigilante, el héroe al que odiaba con profundidad y al que le debía su vida en ese momento.
—Corre —fue lo único que Vincent dijo, sin siquiera mirarlo.
Adolorido y con el orgullo herido, Laurence Osburne se arrastró fuera del cuadrilátero, y se irguió con dificultad para huir de The Basement, no sin antes dirigir una última mirada a los dos guerreros que habían destruido su imperio, y hacer una promesa de venganza para sus adentros. De momento lo más inteligente que podía hacer era dejar que se maten entre ellos, luego se encargaría del ganador, costara lo que costara.
Una vez que sintieron la pesada puerta del sótano cerrarse, ambos comenzaron a dar vueltas en el cuadrilátero, sin quitarse jamás la mirada de encima. Rampage había abandonado ya todas sus armas, incluyendo su cuchillo, y Vigilante había perdido sus bastones en la pelea contra Cronos, pero aun así se quitó el cinturón y lo arrojó lejos del cuadrilátero.
—No más armas, no más artilugios, no más mentiras —dijo Vincent con seguridad.
—No más armas —repitió Rampage adoptando posición de defensa.
—Acabemos con esto.
Como si hubieran escuchado la campana sonar, ambos peleadores se dirigieron al centro del cuadrilátero y los golpes no tardaron en empezar a volar en una dirección y en la otra.
Vincent comenzó lanzando un jab directo al rostro de Kurt, pero este lo esquivó con facilidad y respondió con un rodillazo al estómago del héroe, quien tuvo que reaccionar rápidamente para reducir la fuerza del impacto, pero que bastó para hacerlo retroceder un poco.
Aprovechando el momento, Rampage avanzó y lanzó dos puñetazos contra su oponente, el primero de los cuales fue esquivado, mientras que el segundo Vigilante logró bloquearlo con precisión y respondió con un codazo justo al rostro del Comandante, seguido de una poderosa patada en el pecho que lo arrojó contra las cuerdas.
A pesar de esto, el héroe permaneció en el centro del cuadrilátero, esperando que su enemigo se recuperara. No se trataba de una cuestión de honor, él sabía que Kurt era un peleador excelente, tanto como un brillante estratega, y si se apresuraba, si cometía siquiera un error, todo estaría acabado para él. Tenía que ser preciso, metódico y paciente, era su única esperanza.
El Comandante clavó la mirada en su antiguo discípulo y escupió un poco de sangre antes de volver a colocarse en posición defensiva y avanzó en búsqueda del héroe. En su mente, lo más importante era acabar con la pelea con rapidez para poder alcanzar a Cronos antes de que pudiera alejarse demasiado y esconderse, pero además, sabía que su edad le jugaba en contra. La noche había estado llena de emociones, y nadie podía dudar de sus habilidades, pero también había recibido una buena golpiza a donde fuera que fuera: primero en su base por parte de Vincent, luego en el enfrentamiento contra Daemon, Cronos, y ahora una última ronda con el primero. Kurt no sabía exactamente cuánto podía seguir soportando, pero no por eso iba a rendirse.
Con paso decidido, el implacable asesino lanzó una serie de golpes, medidos y destinados a ser bloqueados por el héroe, quien hizo exactamente lo que él esperaba, dejándolo descubierto a una poderosa patada que lo alcanzó justo en el lado derecho del rostro, lanzándolo al suelo.
Sin perder un solo segundo, Rampage se arrojó sobre el aturdido héroe, quien apenas y llegó a alzar sus brazos para cubrir su rostro. El Comandante, por su parte, se colocó sobre él y comenzó a lanzar violentos y poderosos golpes, algunos de los cuales Vigilante lograba bloquear, pero los que lograban pasar impactaban con tal fuerza que no tardaron en empezar a producir cortes en el rostro del héroe.
Sabiendo que no resistiría mucho más de eso, Vincent hizo fuerzas con sus piernas y logró levantarlas, desestabilizando a Rampage el tiempo suficiente para responder con un puñetazo al medio de su rostro y empujarlo para quitárselo de encima. Debía ser más cuidadoso, lo había tomado desprevenido, y un golpe más como la patada que lo había arrojado al suelo podía acabar con todo.
Tan rápido como sus agotados cuerpos se lo permitieron, los dos combatientes se pusieron de pie e intercambiaron miradas una vez más. Estaba claro que ninguno de los dos deseaba esa pelea, pero también que ninguno de ellos desistiría.
Rampage, sabiendo que el boxeo era su punto fuerte, tomo la postura apropiada y avanzó. Su posición defensiva era perfecta, dejando pocos lugares por los que Vigilante pudiera dar un golpe significativo, así que este debió armarse de paciencia, en parte porque tenía que hacer contar cada puñetazo, en parte porque aún se encontraba tremendamente aturdido por la paliza que acababa de recibir.
Kurt, dándose cuenta de esto último, comenzó a avanzar, poniéndose en el rango justo para dar un puñetazo devastador. Su nariz le dolía de sobremanera tras el último golpe del héroe, pero podía soportarlo, debía soportarlo.
Con la fuerza sus poderosos brazos, Rampage logró romper con facilidad los pobres intentos de Vigilante por protegerse, y asestarle una buena seguidilla de golpes que lo dejaron contra las cuerdas, sangrando y con la vista ya nublada por la inflamación en su rostro.
Los brazos del héroe cayeron, dejándolo indefenso, Kurt reconoció la oportunidad y se preparó. Rampage dio un paso atrás para que el puñetazo tuviera el recorrido óptimo para acabar con Vigilante de una vez por todas, llevó su brazo izquierdo hacia atrás, mientras que el derecho mantenía la guardia, y cuando estuvo listo, lo lanzó con toda la potencia posible. Sin embargo, en el último segundo, Vincent se movió, esquivándolo y respondió con un corto pero preciso y poderoso golpe al estómago de su enemigo, que no pudo hacer otra cosa que escupir una buena cantidad de sangre y retroceder.
Con renovada energía, Vincent avanzó lanzando golpes, los cuales Rampage bloqueó con habilidad incluyendo un inesperado rodillazo que por poco y lo toma por sorpresa. Viendo una nueva oportunidad, y a sabiendas de posiblemente era la última, el villano lanzó un poderoso puñetazo, pero el héroe, más joven y rápido, giró sobre su eje, esquivándolo, y respondió con un golpe con el canto de su mano, que impactó como un martillo en rostro de su oponente.
La potencia de aquel golpe, lo sorpresivo del mismo, bastaron para arrojar a Rampage al suelo una vez más, de forma de definitiva, aturdido y debilitado. Los últimos segundos de la pelea habían consumido casi toda su energía. Intentó levantarse, pero sus piernas temblaron y lo dejaron de nuevo en la lona, así que continuó arrastrándose hasta estar contra uno de los postes del ring. Una vez allí, se giró y apoyó su espalda en el mismo, clavando su mirada en Vigilante.
El héroe, tras aquel poderoso golpe que había puesto final a la pelea, había caído, y ahora se encontraba de rodillas en el medio de cuadrilátero, cubierto de sangre y respirando con dificultad. Sin embargo, al ver el estado del Comandante, Vincent se levantó, y adolorido se aproximó a él.
—Esto no hace ninguna diferencia, ¿sabes? —masculló Rampage, y escupió un poco más de sangre, aunque se le ocurrió que no podría quitarse aquel sabor metálico de la boca en semanas—. La gente ha despertado. Los Profetas se encargaron de ello y ya nada volverá a ser igual en esta ciudad.
—Tienes razón, nada volverá a ser igual, será mejor, porque tú y tus compañeros estarán detrás de las rejas donde corresponden —respondió Vincent, aun avanzando con lentitud hacia Kurt—. Ya no podrán seguir corrompiendo la ciudad, ya no podrán llenar sus calles de sangre y hacerse llamar héroes.
Finalmente, Vigilante logró colocarse frente a su oponente, y este alzó el rostro para mirarlo directamente a los ojos. El detective ya no estaba seguro de poder reconocer al hombre que estaba delante de él. En sus ojos solo había venganza, violencia, furia. El Comandante Kurt Walker había sido una de las tantas víctimas de Rampage, lo había consumido, y Vincent tendría que aprender a vivir con ello, antes de que aquella misma furia lo consumiera a él también.
—¿Cuánto crees que podrán retenerme, Vincent? ¿Un mes? ¿Menos? —continuó Rampage, seguro de cada una de sus palabras—. Viste con tus propios ojos lo que hicieron cuando Soap murió. Verme detrás de las rejas solo arrojaría gasolina al fuego, y la gente honesta de esta ciudad no va a quedarse callada, ya no más. Protestarán, habrá una nueva guerra en las calles, todos me verán por lo que realmente soy...
—Cuento con ello —lo interrumpió Vincent, harto de escuchar aquella palabrería, y le asestó un puñetazo brutal en el rostro a su viejo amigo y mentor, dejándolo inconsciente de forma definitiva.
El detective se tomó un segundo para inspeccionar a su inconsciente enemigo con la mirada, no tanto porque disfrutara la vista, más bien porque estaba genuinamente cansado. Pero finalmente, luego de todo el dolor, el sufrimiento y la sangre que se había derramado durante el último tiempo, su cabeza estaba en paz. La guerra había terminado, y él había salido victorioso una vez más.
Con paciencia, Vincent Hardy recuperó su pistola de garfios del cuerpo de Rampage, luego tomó su cinturón, el cual volvió a prenderse, y por último se encargó de recuperar sus dos palos de eskrima, los cuales guardó en sus fundas, antes de retirarse de aquella oscura y sucia habitación.
—Beck, ¿me escuchas? —preguntó tras activar el comunicador, y recién en ese entonces se percató de lo hinchado que tenía el rostro.
En ese instante, su compañera, que se encontraba en el sillón de su novia, saltó de la emoción y llevó su mano al comunicador.
—¡Estas vivo! —exclamó la detective, para sorpresa de su compañera.
—Se acabó... detuve a Walker —anunció Vincent al tiempo que salía del baño de sangre que era The Basement en ese momento.
En ese mismo instante Rebecca lanzó un sentido suspiro de alivio, y no pudo evitar caer relajada en el sillón una vez más junto a una confundida Karen que no paraba de mirarla en búsqueda de posibles respuestas.
—Enviaré una patrulla a tu ubicación en este mismo instante, y te veré en la base, ¿está bien?
—Perfecto, nos vemos allí —respondió Vincent, y procedió a cortar la comunicación.
Sin más, Rebecca se levantó de su asiento y, a pesar de dolor, se colocó su campera de cuerpo, ante la mirada aturdida de la abogada, de la cual solo se percató cuando estaba a punto de dirigirse hacia la puerta.
—Sé que esto debe resultarte raro, pero se acabó, Los Profetas de la Furia fueron detenidos —anunció la detective con una sonrisa, y sin embargo la abogada seguía igual de confundida, y Rebecca sabía muy bien por qué—. Mira, tengo mucho que contarte, y lo haré, tan pronto como me asegure que Rampage está tras las rejas. Mientras tanto deberás confiar en mi palabra. Ya no quiero más mentiras, Karen, quiero... quiero estar contigo.
A pesar de todas las sorpresas y los disgustos que había tenido esa noche, Karen Turner sonrió con ganas, y se levantó del sillón para dar un largo beso a Rebecca, quien lo recibió de buena gana, sin siquiera cuestionarse el motivo. Karen confiaba en ella, y sabía que podrían hablar de lo que estaba pasando a su tiempo, así que tras aquel apasionado beso, apartó a la detective unos centímetros y la miró directamente a los ojos.
—Ve a salvar la ciudad —dijo con una sonrisa en el rostro, y luego colocó otro breve beso en los labios de Rebecca, quien no pudo contener la sonrisa.
Sin más, Beck se dio media vuelta y salió del departamento con paso apurado, chequeando la última ubicación que había recibido de Vincent para dar una ubicación precisa a la patrulla que iría al lugar a realizar el arresto.
Por su parte, el héroe aún arrastraba los pies por los sucios y oscuros callejones de Krimson Hill, apoyándose en las paredes para no caerse del cansancio. Tenía que llegar a Silent Side, donde podría tratar todas sus heridas, y sabía que la manera más rápida de hacerlo sin enfrentarse a ningún potencial problema era por los tejados, así que, haciendo acopio de todas las energías que le quedaban, disparó la pistola de garfios una vez más, y en cuestión de segundos se encontró en el techo de un edificio de poca altura. Sin embargo, desde aquel preciso lugar, pudo ver justo a tiempo el amanecer. La luz del sol empezaba a bañar los edificios de Krimson Hill, y no tardó en llegarle con su suave calidez.
Tomándose un segundo para apreciar la vista, Vincent Hardy tomó una gran bocanada de aire, y sonrió antes de continuar su camino.
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