15. Ley marcial
Con un cigarrillo encendido en la boca, Edward Smear, avanzó solitariamente por las oscuras calles del distrito comercial de Krimson Hill, iluminado apenas por las luces de neón de los distintos carteles anunciando todo tipo de productos y servicios.
Por lo general, aún a esas horas de la noche, debía pasar chocando hombros con una multitud de gente que iba de aquí para allá. No se quejaba, los choques eventualmente conducían a peleas, y eso le daba la oportunidad de descargar puñetazos en el rostro de algún pobre imbécil que había tenido la mala suerte de cruzarse en su camino. Pero no esa noche. De hecho, ninguna noche desde hacía por lo menos tres días.
Tras el comunicado emitido por Los Profetas de la Furia, la situación en la ciudad no había hecho más que empeorar. Ya eran veinte los muertos por los enfrentamientos entre policías, pandillas, y civiles. La situación escaló a tal nivel que las autoridades se vieron obligadas a declarar la ley marcial e instaurar un toque de queda. Cualquier persona que se encontrara en la calle pasadas las siete de la tarde y hasta las cinco de la mañana, podía y sería tratada como hostil por las fuerzas de la policía, lo que no era verdaderamente una solución, y ciertamente no ayudaba a calmar las aguas.
Las salidas y entradas a la ciudad todavía no estaban cerradas, lo que había llevado a un continuo flujo de ciudadanos saliendo, buscando huir de la guerra que se estaba librando en las calles. Sin embargo la posibilidad de sitiar por completo la ciudad hasta que la situación se resuelva estaba siendo fuertemente considerada por gente de traje en Londres.
Lo cierto era que Krimson Hill había sido entregada casi por completo a las mafias, las pandillas, y, por supuesto, a Los Profetas, para que libren su guerra. Los pocos policías honestos con los que contaba la ciudad hacían lo posible por evitar que la situación se saliera de control, pero sencillamente no daban abasto.
Edward se detuvo frente a la puerta de su departamento y miró a su alrededor. Vio a algunos vándalos reventar una vidriera para llevarse unos cuantos electrodomésticos en exposición, pensó en detenerlos, le bastaría con llevar la mano a su cinturón y efectuar tres disparos, pero decidió no hacerlo. Fuera de aquellos niños, estaba absolutamente solo, y el único ruido que podía escuchar era el leve zumbido emitido por las luces, y el constante sonido de la tenue lluvia que caía en ese momento. Sin más, arrojó su cigarrillo a la calle, y se adentró en su edificio.
Tenía que admitirlo, disfrutaba ver el caos que habían podido causar con unas pocas balas y unos cuantos muertos. En esos momentos se sentía más poderoso que nunca, y si las cosas salían como las tenían planeadas, era cuestión de tiempo hasta que realmente fueran el grupo más poderoso en todo Krimson Hill. Después de todo, en unos pocos días Los Profetas habían aniquilado a unos cuantos soldados de la Yakuza, otros tantos de la Bravtvá y de las Triadas. La gente de La Hoz era un poco más difícil de alcanzar, después de todo Cronos había forjado su imperio aniquilando a todos los más débiles de cada familia criminal y adjuntando a sus miembros más fuertes para su propia organización. Pero no cabía duda de que llegarían a ellos también, era solo cuestión de tiempo.
Edward se adentró en su departamento y extendió su mano para encender las luces, sin embargo, la habitación permaneció a oscuras. Las luces habían sido cortadas.
Desenfundando lentamente su pistola, se adentró un poco más en su hogar, y en ese preciso momento la puerta de entrada se cerró con fuerza a sus espaldas, sobresaltándolo de tal manera que sus paquete de cigarrillos terminó tirado en el suelo.
—¡Elegiste el departamento equivocado, imbécil! —gritó a la oscuridad al tiempo que quitaba el seguro a su arma, su corazón latía tan fuerte que parecía que iba a saltarse de su pecho.
Con la mano temblando, metió la mano dentro de la ajustada campera de cuero que vestía y tomó su encendedor.
Nervioso y asustado, no pudo evitar encenderlo ni bien lo quitó de su abrigo, y al hacerlo iluminó la cara de su intruso, el cual se encontraba a escasos pasos de él: Vigilante.
El susto fue tal que Edward se echó hacia atrás y estuvo a punto de lanzar un terrible alarido de terror, pero Vincent, rápido como siempre, lo noqueó antes de que llegue a emitir sonido.
El encendedor cayó y el departamento volvió a quedar sumido en sombras.
Edward Smear despertó algún tiempo después, con un gran dolor de cabeza, y totalmente empapado. En un principio, su visión se encontraba algo nublada, no podía distinguir totalmente las formas a su alrededor.
Fue cuando intento llevarse las manos a la cabeza que se dio cuenta que estaba totalmente atado. Su corazón se aceleró y rápidamente recuperó el recuerdo de lo que acababa de pasar. Su vista mejoró casi instantáneamente, solo para descubrir que se encontraba encadenado a una torre de agua en el techo de algún edificio.
La lluvia había empezado a caer con más fuerza mientras él se encontraba inconsciente, y ahora la tormenta estaba alcanzando su punto máximo, con el cielo iluminándose con rayos, y la tierra parecía vibrar con la fuerza de cada trueno.
—Al fin despertaste, pensé que ibas a dormir toda la noche —dijo Vigilante, acercándose a su secuestrado, pero manteniéndose fuera de su vista—. Esto hubiera sido bastante menos dramático durante el día, ¿no crees?
—¿¡Qué diablos es esto!? —preguntó en un estallido de furia Edward, sacudiéndose violentamente para tratar de fijar su mirada en su captor.
—Hace tres días que te sigo, pero veo que Los Profetas son bastante inteligentes, no han organizado grandes reuniones en los días seguideros a su gran anuncio, o por lo menos no te han invitado —comentó Vincent, poniéndose frente a su enemigo—. Una gran multitud atraería demasiados ojos en estos días. Pero no podía dejar que la gente siga muriendo, así que decidí tomar un acercamiento un poco más... directo.
—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó con fingida inocencia Smear.
—Vamos, Ed, no puedes engañarme, lo veo en tus ojos, eres un asesino, sé lo que hiciste —comenta Vincent a centímetros de su rostro— ¿O prefieres que te llame Rampage?
Durante un segundo, Edward intentó parecer confundido, e incluso ofendido por la sugerencia del héroe. Pero le bastaba mirar una vez al rostro de Vigilante para saber que a él no le cabían dudas sobre su identidad, de forma que no valía la pena fingir, así que sencillamente optó por sonreír con confianza.
—Vaya, eres más inteligente de lo que pareces, V.
Vincent fingió una sonrisa, y luego procedió a asestarle un brutal puñetazo en el medio del rostro a su rehén, quebrándole la nariz en el acto y haciendo que la sangre comience a caer sobre la ropa de Edward.
—Y bastante más persuasivo de lo que crees, así que ¿qué te parece si empiezas a hablar, así podemos dejar de empaparnos aquí afuera?
Edward lo miró y sonrió nuevamente, esta vez con su nariz torcida y con el rostro lleno de sangre. Vincent no esperaba que hable rápidamente, pero el hecho de que le estuviera sonriendo ciertamente no le daba mucha confianza.
—Esperaba que tus puñetazos fueran más fuertes sin todo mi equipo para cubrirme... estoy algo decepcionado —comentó Edward, sin despegar la mirada de su captor.
—Tenme paciencia, estoy entrando en calor, Ed.
Antes de que Rampage pudiera articular otra palabra, Vincent le asestó un golpe en el estómago que logró dejarlo sin aire. Inmediatamente lo tomó de su rubia cabellera y lo forzó a tener la cabeza en alto.
—Vas a contarme todo lo que sepas de Los Profetas. Dónde se reúnen, cuál es su plan y quién es su líder —sin esperar respuesta, Vigilante golpeó la cabeza de Edward contra la torre de agua a la que se encontraba atado, agravando aún más el dolor que este ya sentía—. Lo harás si planeas amanecer con todos tus huesos intactos.
Rampage trató de ocultarlo, pero los golpes empezaban a doler. Sin embargo, él estaba convencido de que resistiría; sabía que Vigilante tenía un límite, así que era cuestión de tiempo hasta que se detenga. Y cuando lo hiciera, él le demostraría quién era el verdadero héroe de la ciudad.
Vincent continuó golpeando sin parar a su enemigo mientras lo interrogaba durante varios minutos, salpicándose de sangre e incluso cortándose los nudillos, pero nada parecía quebrar su voluntad, así que debió de retroceder para tomar un descanso. Edward aprovechó la oportunidad para escupir la sangre que se había ido acumulando en su boca.
—Más allá de que eres un puto debilucho, ¿sabes qué es lo que más me decepciona? —preguntó entre jadeos de dolor Smear, logrando ganar la atención de Vincent—. Descubrir que no eres como nosotros, que eres otro liberal de mierda que no está dispuesto a tomar las decisiones que deben ser tomadas, que eres débil.
—¿Esta es la parte en que debería sentirme insultado? —preguntó Vigilante con una sonrisa en el rostro—. Parece que todavía no lo has entendido, pero lo último que quiero es ser como ustedes, fascistas que quieren imponer sus patéticas ideologías mediante la fuerza para justificar toda la mierda que se les ha metido en la cabeza a lo largo de los años. Hablando de ello, ¿sabías que yo desmantelé la división del Combat 18 que operaba en aquí en la ciudad? Tú eras parte de ellos, antes de ir a dispararle a civiles desarmados en otro país en nombre de la "libertad", ¿verdad? Déjame decirte, pocas cosas fueron tan satisfactorias en mi carrera como ver a ese grupito de nazis llorando y sangrando tras la paliza que se merecían.
De inmediato el rostro de Edward cambió y Vincent se dio cuenta de que había tocado una fibra sensible. Tenía una forma de hacer que su enemigo cometiera un error, que era realmente lo único que necesitaba.
—Los de tu clase siempre son iguales, hablan de tolerancia, de paz, pero la primera ideología que no coincide con lo que ustedes quieren imponer, la aplastan y persiguen a sus simpatizantes sin parar —le espetó con bronca Edward— ¿Qué pasó con su preciada libertad de expresión?
—¿Me estás diciendo que tengo que respetar tu derecho a apalear a gente de color en las calles, o asesinar inmigrantes porque tu "ideología" te dice que es lo correcto? —preguntó Vincent mirando a Edward fijo a los ojos, ya algo inyectados de sangre debido a la gran paliza que había recibido—. Si la sociedad tolera discursos de odio, discursos intolerantes, entonces estos acabarán destruyendo la tolerancia de la sociedad, y yo no voy a permitir esto. De verdad tienes que repasar tus conocimientos de filosofía, Ed —comentó Vigilante, mientras se alejaba una vez más de su enemigo—. Busca la paradoja de la tolerancia, de Popper, está en "La sociedad abierta y sus enemigos". Tal vez luego de leer eso dejas de ser un imbécil tan grande.
Mientras Vincent empezaba a envolver un trozo de cadena alrededor de su brazo derecho, Edward había estado sacudiéndose lentamente entre las suyas. Lo mojado de la lluvia y la gran cantidad de sangre que impregnaba su cuerpo le estaba facilitando deslizarse entre sus ataduras, hasta que finalmente pudo correr su cuerpo, aflojándolas a todas y dejándolas sueltas.
Vigilante oyó el ruido de las cadenas al caer al suelo, pero para cuando se dio vuelta ya estaba recibiendo un puñetazo en el rostro de parte de Rampage, el cual lo dejó al borde de caer del tejado.
Al verse en ventaja, Edward intentó pisar al héroe, pero este rápidamente se giró para esquivarlo y alejarse al mismo tiempo, poniendo la distancia suficiente para poder levantarse antes de que su enemigo hiciera el próximo movimiento.
—Si fueras más inteligente hubieras intentando escapar cuando tuviste la oportunidad —comentó Vincent, poniéndose en posición de combate.
—Si fueras más inteligente jamás hubieras intentado enfrentarme —replicó Rampage, imitándolo.
Ambos combatientes se miraron durante algunos segundos debajo de la torrencial lluvia que caía en ese momento, y luego se lanzaron hacia adelante, dispuestos a pelear hasta que solo uno de ellos quedara en pie.
Edward atacó primero, lanzando un puñetazo que casi da de lleno en la cara del detective, pero este ágilmente lo bloqueó y respondió con un codazo que volvió a golpear la ya quebrada nariz de su oponente.
Al recibir semejante oleada de dolor, Rampage retrocedió un poco. Smear siempre había destacado en el uso de cuchillos en el combate cuerpo a cuerpo, y lamentó no tener uno a mano, ya que estaba convencido de que eso le ganaría la pelea con seguridad, pero tampoco dudaba de sus habilidades para derrotar a Vigilante, ya lo había hecho una vez, y podía volver a hacerlo.
Viendo que su enemigo estaba herido, Vigilante se apresuró a abalanzarse sobre él, ansiando terminar la pelea rápidamente, sin embargo Edward no era ningún idiota y pudo predecir a la perfección el ataque, de forma que no le costó trabajo esquivarlo y replicar con un poderoso puñetazo al estómago del héroe, que lo hubiera dejado sin aire de no ser porque la cobertura del traje absorbió la mayor parte del golpe.
A pesar del dolor, Vigilante dio media vuelta y asestó una brutal patada en la quijada a Rampage. El impacto fue tal que Edward quedó tambaleándose durante algunos segundos, antes de empezar a retroceder hasta casi caer del edificio, pero rápidamente Vincent se abalanzó sobre él y logró sujetarlo de la remera antes de que caiga, salvando su vida aunque dejándolo en una posición bastante precaria.
Al verse al borde del abismo, los sentidos de Rampage se recuperaron rápidamente, y reaccionó con velocidad para sujetarse del fuerte brazo de Vigilante.
—¡No me dejes caer! —exclamó con terror en sus ojos el villano.
—¡Dime lo que quiero saber! —replicó Vigilante con furia.
—¡La caída me mataría! ¡No lo harías!
—Tienes razón... —debió confesar Vincent, volviendo a traer a su enemigo sobre el edificio, aunque sin soltarlo de la remera—. Pero se me ocurrió una idea mejor.
Antes de que Edward pudiera reaccionar, Vigilante lo arrojó al suelo, y en cuestión de segundos se colocó encima de él, sujetándolo con una fuerza aplastante del cuello con una mano, mientras que con la otra hurgaba en su cinturón.
Rampage intentó liberarse del poderoso agarre de su enemigo, pero era inútil, y en cuestión de segundos su cara empezó a tornarse de un color profundamente rojo por la falta de aire, lo que solo empeoró cuando Vigilante puso un afilado cuchillo de lanzamiento en forma de pluma frente a su rostro.
—¿Viste "Bastardos sin gloria"? ¿La escena final entre Landa y Raine? —preguntó Vigilante, y antes de que su enemigo responda empezó a hacerle un corte en la frente, aflojando a su vez el agarre en el cuello lo suficiente como para poder escuchar a Edward gritar.
—¡Basta, por favor! —exclamó al cabo de unos segundos, y Vincent se detuvo—. Juro que no sé quién es él, siempre está vistiendo el traje.
—¿¡Dónde se reúnen!?
—¡No lo sé!
Al escuchar esto, Vigilante continuó dibujado la esvástica en la frente de Rampage con su cuchillo, forzándolo a emitir nuevos alaridos de dolor.
—¡Nos hace llegar el mensaje menos de una hora antes de la reunión y nunca es el mismo lugar —gritó entre lágrimas Edward— ¡Lo juro!
—Hasta ahora no me has dicho nada de utilidad... —dijo entre dientes Vigilante—. Dime por qué no debería terminar de marcarte.
—Porque... porque sé cómo elige a los reclutas... —soltó finalmente, ya con lágrimas recorriendo su rostro.
—Habla —replicó Vincent, apoyando una vez más la hoja de su cuchillo contra la frente de Edward.
—Para los primeros Profetas buscó gente que hubiera perdido a algún familiar a manos de un criminal, les comentó lo que esperaba hacer. Algunos se unieron, otros eran demasiado débiles y decidieron no participar, pero aquellos que decidieron seguir a Rampage y recibieron su entrenamiento tenían que hacer un pequeño... trabajo, para demostrar su lealtad —explicó Edward—. Si querían pertenecer, debían matar a la persona que les había arrebatado a su familiar, solo de esa manera podían entrar.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó con confusión Vigilante—. Revisé todo tu historial, y ninguno de tus familiares murió en manos de criminales.
—Un amigo sabía que había estado en el ejército y me recomendó para el grupo, y el jefe lo aprobó —comentó Edward, y habría sonreído orgulloso de no ser porque tenía el rostro inflamado por los puñetazos y probablemente hubiera hecho enfadar a Vigilante.
—¿Qué es lo que están planeando? —inquirió Vincent, aflojando un poco la presión de la hoja.
—Eso solo lo discute con sus cinco caudillos, los primeros Profetas, pero por lo que he oído, planean cortar la cabeza de la serpiente...
—¿Qué diablos quiere decir eso?
Fue entonces cuando Edward desvió su mirada, y al seguirla, Vincent posó su vista en el edificio más alto de todo Krimson Hill, el único que podía verse a la perfección desde todas las partes de la ciudad: Osburne Inc. Sede de los negocios de Laurence Osburne.
—¿Van a ir tras Cronos? ¿Tan pronto?
—No van a ir tras él, van a arrastrar su cadáver por las calles, y una vez que terminemos con él, iremos por todos los...
Antes de que Edward pudiera terminar de hablar, Vincent le asestó un puñetazo tal que lo dejó inconsciente en el acto. El Detective tenía mucho que pensar, pero si la guerra entre La Hoz y Los Profetas de la Furia estaba a punto de estallar tal vez no habría tiempo suficiente, y era posible que luego de la batalla ya no hubiera una ciudad a la cual salvar.
Sin embargo, aún tenía un trabajo que hacer esa noche.
A la mañana siguiente, Edward Smear fue encontrado colgando de un poste de luz frente a la comisaría donde Vincent trabajaba, vistiendo su traje de Rampage y con suficientes armas ilegales y documentos ligándolo a las actividades del Combat 18 como para meterlo en prisión durante un tiempo bastante largo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top