Inmarcesible

Aclaraciones: Universo canon | Spoilers | Rated K+ | Romance-drama | Iguro y Mitsuri sobreviven al enfrentamiento final | Contenido explicito

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Día 3: Tatuaje/ Borracho

El viento susurrando entre el follaje de los árboles del patio de la mansión de las mariposas. El sonido de la danza de la vegetación en conjunto con las aves que transitaban en el firmamento de medio día, con el astro solar en lo más alto.

Los pétalos de árboles de cerezo volaban por el cielo hasta que el viento se calmó y descendieron con una lentitud abrasadora hasta alcanzar el suelo. Un par de pétalos alcanzaron su cabello atado en tres trenzas, perdiéndose en la coloración de su cabello.

Sus orbes jade seguían el movimiento de los pétalos descendiendo y siendo impulsados por el viento. Aquel movimiento gracia la había distraído para mantener su caótica mente en blanco.

―Kanroji-san, siento la demora, los pacientes me entretuvieron más tiempo del necesario. ―La voz del hashira del insecto la sacó de su ensoñación.

Mitsuri la vio desde su posición, sentada en el pasillo que daba al patio. El rostro de Kocho parecía abatido, cansada. Era evidente, luego de la pelea contra Muzan, hubo muchos cazadores que habían perecido en la batalla.

Y muchos más habían terminado muy heridos, entre ellos ella, quien había sido salvada de una muerte agonizante, por haber enfrentado al demonio más fuerte.

El Hashira del amor solo recordaba haberse desmayado, entre los brazos de Iguro, llorando por el temor de morir, porque era demasiado joven, le faltaba vivir, quería besar, amar con libertad y disfrutar de las pequeñas cosas que de forma normal no podía haber hecho al ser una cazadora de demonios.

Y luego de aquel fatídico momento, Mitsuri se levantó sobresaltada, viendo a su alrededor y reconociendo la mansión de las mariposas. Tenía vendajes en todo su cuerpo y cada parte de su organismo dolía, como si la hubiera golpeado un tren en movimiento. Aunque la realidad era mucho peor, había sido un demonio.

Y en ese turbulento despertar había visto el rostro de su amiga, aquella que daba por muerta y las lágrimas no se habían hecho esperar. Shinobu había sobrevivido junto con ella y por supuesto Obanai, aquel futuro incierto había sido mucho mejor del que esperaban. A pesar de que varios cazadores habían perecido en la batalla, las personas más cercanas de Mitsuri estaban a su lado. De eso había pasado casi un año.

El solo hecho de pensar que hubiera pasado si ella salía con vida y Shinobu u Obanai estuvieran muerto...la idea era insoportable.

―No te preocupes, Shinobu-san ―Le sonrió mientras la veía inclinarse con dos tazas de té humeantes como recibimiento de su visita. ―Siento mucho venir sin avisar.

Kocho movió el brazo restándole importancia a sus palabras y dando un largo trago a su té. Para finalmente suspirar, a pesar de parecer tan agobiada, la realidad es que Shinobu estaba más animada, luego de cumplir la venganza de su hermana, el pilar del insecto pasaba su tiempo libre con el pilar del agua, algo de lo cual solo ella estaba informada.

― ¿Qué es lo que te preocupa, Kanroji?

Mitsuri regresó de sus ensoñaciones y movió sus dedos nerviosos en su taza de té, mientras intentaba pensar como era que su amiga la conocía tan bien para poder leerla con facilidad. Aunque no estaba dispuesta a aceptarlo.

―No, solo he venido a visitarte, Shinobu-san.

―En este mundo donde no hay más que cazar demonios, solo hay dos razones para que vengas a verme. Algo te preocupa lo suficiente y quieres despejarte o... necesitas un consejo. ―Shinobu sonrió con ese aire forzado, aunque intentaba ser más honesta con sus emociones. ―Puedes contarme lo que te preocupa.

Mitsuri dio un largo trago a su té mientras consideraba sus palabras y finalmente abrió los labios. Las palabras se atoraron en su garganta e ira incapaz de mirar a su amiga a los ojos, era demasiado vergonzoso, pero no tenía a nadie más quién acudir, confiaba mucho en su amiga y Shinobu era mucho más madura en esos temas.

―Necesito un consejo. ―Lo dejó salir, hablando con rapidez, nerviosa.

―Sobre Obanai-san ¿no?

Mitsuri presionó sus labios y bajó el rostro, mirando sus pies donde antes habían estado las calcetas verdes que desataban recuerdos de la persona que se las había regalado. Sus mejillas se tiñeron al verse en esa situación. Había estado posponiéndola, restándole importancia desde hace meses, pero se sentía en un callejón sin salida. Asintió sin poder evitarlo y abrió los labios para dejar salir lo que más le perturbaba en ese mundo de paz.

―Iguro-san no me desea. ―Soltó en un susurro abochornado.

Shinobu se quedó quieta, mientras parpadeaba, incapaz de creer lo que su amiga le había dicho ¿Iguro no la deseaba? Casi se echaba a reír ante esas palabras, pero las reprimió decidida a escuchar.

― ¿Por qué dices eso? ¿Qué ha pasado?

Mitsuri dejó salir todas sus perturbaciones, evitando la mirada de su amiga, si la veía sería incapaz de pronunciar lo que quería. Desde la batalla final, cuando ambos pensaron que morirían, sus sentimientos habían aflorado sin poder contenerlos. No podían reprimirse si la vida escapaba de entre sus dedos. Ella amaba a Iguro Obanai con locura y quería que si en aquella vida no era posible, en la siguiente quería encontrarse con él y volverse su esposa.

Le había pedido que se lo prometiera e Iguro se lo juró. Aunque sus planes cambiaron al sobrevivir en esa vida, no tendrían que esperar años. Podrían estar juntos. Algo que hizo a Mitsuri ser la mujer más feliz del mundo al estar con el hashira de la serpiente.

Al inicio, una vez que sus heridas sanaron, su relación permaneció de la misma forma que había sido cuando eran cazadores de demonios. Solían comer juntos aunque más que nada él la acompañaba mientras ella se devoraba plato tras plato de comida.

Mitsuri no dejaba de hablar e Iguro la escuchaba maravillado y haciendo comentarios de vez en cuando. Hasta que luego de un par de meses sus manos se rozaron cuando intentaron tomar algo de la mesa al mismo tiempo. La fémina se había sonrojado e Iguro simplemente apartó la mano, disculpándose. Animada por el momento ella entrelazó sus dedos con los dedos del ex-pilar de la serpiente que descansaba en su regazo.

Obanai se había sorprendido y aturdido ante ese movimiento o eso era lo que reveló su rostro. Pero no rechazó la caricia, animando a Kanroji a tomar su mano cada vez más frecuentes en sus citas. Hasta que él en algún momento comenzó a tomar la iniciativa. Acariciando su mano por encima de la mesa, dibujando espirales imaginarias con su dedo índice.

Si de forma normal Mitsuri sentía mariposas aletear en su estómago al sujetar la mano de Obanai, él que el tomara la iniciativa había desatado un ronroneo en su estómago. Las cosas avanzaron de esa forma, tomándose de la mano al verse. Hasta que Mitsuri comenzó a fantasear con el hecho de probar aquellos labios que siempre mantenía ocultos entre sus vendas.

La única cicatriz que él no dejaba a la vista a pesar del triunfo de los cazadores en la lucha final. Las manos de Mitsuri picaban ansiosas una y otra vez, intentando calmarse para no incomodarlo. No podía pedirle que no las usara y que exhibiera aquello que tanto le avergonzaba. Respetaba sus decisiones, no iba a presionarlo por sus vagos deseos.

Aunque mientras más tiempo pasaba con el pilar de la serpiente, más ansiaba poder besarlo. Era algo natural ¿no? Él había prometido volverla su esposa y era algo esperado que se besaran en algún momento. Aunque Mitsuri al inicio pensó que su boda seria inmediata una vez que se recuperaron de las heridas, no mencionó aquella promesa que él le había hecho. Conocía lo suficiente a Iguro para saber cómo su pasado lo atormentaba y que aún era reciente todo por lo que había pasado por la existencia de los demonios. Ella no tenía ninguna prisa con casarse, solo quería estar con él. Esperarlo hasta que estuviera preparado. Lo entendía, pero el impulso de querer besarlo no desaparecía.

Un día en especial, mientras contemplaban el paisaje del bosque junto a un arroyo cuando fueron a un día de campo. Se habían acercado al río para ver el brillo del sol reflejarse en el agua, en ese momento cuando Iguro giró hacia ella, el viento sopló moviendo sus cabellos. Los ojos heterocromáticos se entrecerraron, como si estuviera sonriendo por debajo de las vendas y Mitsuri lo vio tan apacible que sin más se había acercado impulsivamente, presa de una valentía desconocida y besó los labios masculinos por encima de las vendas.

La tela era suave, aunque sabía que posiblemente él no estaría sintiendo mucho, la calidez que emanaba fue suficiente para alterar todo el organismo del hashira del amor. Se había alejado con un sonrojo en las mejillas y él se quedó en su lugar, absorto. Mitsuri había decidido hacer como si nada hubiera pasado e Iguro no volvió a mencionarlo. Hasta que tiempo después Kanroji volvió a besarlo, y otra, otra y otra vez. Siempre sorprendiéndolo al hacerlo tan sorpresivo. Y actuando como si nada, aunque sus mejillas estuvieran por completo rosadas.

Hasta que hace unos cuatro meses atrás, Mitsuri lo había besado, mientras estaban en la casa de Iguro. Él se había alejado súbitamente, acción que asustó al Hashira del amor ¿acaso le había molestado todas las veces que lo había hecho? ¿Acaso... no le gustaba? Las inseguridades la azotaron en un par de segundos hasta que él tomó la venda de su boca y la bajó, dejando ver sus labios con claridad. Sin más se había inclinado, atrapando los femeninos entre los suyos en un inocente e indefenso beso. Mitsuri se había sentido en el cielo. No solía besarlo cada vez que se veían, lo hacía cuando tenía el valor suficiente, pero siempre por encima de las vendas.

Aquella sensación de los labios masculinos era por completa nueva y cautivadora, su interior se había derretido ante la calidez atrapante, moviendo ligeramente sus labios con torpeza. Se habían besado una y otra vez hasta que sus labios se adaptaron a los otros, compensando el tiempo que ella había saboreado la tela.

Y tal situación se repitió con frecuencia cuando él iba a su casa o ella acudía a verlo en el gran tiempo libre indefinido que tenían al retirarse como cazadores. Mitsuri se había vuelto adicta a los labios masculinos, a su suavidad, textura y sabor, tanto que se sentía avergonzada de solo pensarlo. Hasta que un día, un mes atrás, aquellos besos habían subido de nivel, muchísimo más de los besos torpes y tiernos que solían darse. Kanroji había encontrado la lengua masculina y jugueteado con ella, mientras su propia entrepierna se agitaba al inclinarse más y más hacia él, el calor filtrándose por el kimono y la yukata. Ella había gemido cuando Obanai atrapó los labios femeninos entre sus dientes y mordido ligeramente. Lo cual pareció una especie de señal.

Obanai se había alejado, disculpándose y negándose, mientras salía al jardín, quedándose quieto en el centro. Mitsuri había permanecido en el suelo de madera, con el cuerpo ardiente y con un solo pensamiento: quería más, mucho más de Iguro Obanai.

Mucho más que simples besos, el calor eclipsante de su cuerpo se lo exigía. Y tan intensa sucesión de hechos se repitió unas dos veces más, siendo Obanai el que cortaba en cada ocasión cuando todo subía más de nivel. Hasta que él sugirió que retomaran sus salidas a comer, en vez de encerrarse en casa.

Lo había dejado en claro en sus cartas que sus aves llevaban inmediatamente, "El clima esta agradable para salir a comer" al inicio Mitsuri lo consideró como válido, se habían recluido en sus casas, más a petición suya por seguir experimentando el mar de emociones que él le provocaba con solo besarla. Pero luego de un par de semanas, le dio la impresión de que Obanai estaba evitando que se quedaran solos.

"Encontré un nuevo restaurante, vayamos mañana." "Vamos al bosque el fin de semana" "Quiero comer contigo miso ramen" "Podríamos viajar a la capital para comprar un par de cosas"

Los planes de estar solas se descartaron, como si no fueran una opción viable.

Aunque al inicio eso no fue un problema para la fémina de ojos jade, mientras más tiempo pasaba, su cuerpo más le exigía sentir aquel contacto de nuevo. La ansiedad comenzaba a hacer estragos en ella. Ella quería, quería muchísimo más de Obanai, lo deseaba tanto. Aunque tal parecía que sus sentimientos no eran correspondidos.

―Toma esto. ―Shinobu le ofreció un pequeño vaso.

En algún momento del relato había decidido que un té no ayudaría a pasar el trago amargo que atormentaba a su amiga. Necesitaba algo más fuerte, algo que borrara las huellas del rechazo que había sufrido.

Shinobu sabía que no era un rechazo como tal pero por las circunstancias por las que habían pasado, podrían entenderse de esa forma. Entendía las razones de Obanai al hacerlo pero por supuesto que comprendía aún más los deseos de su amiga. Ella misma no hubiera sabido que hacer si Tomioka la hubiera rechazado cuando ella había iniciado un juego previo. Agradeció que el lento del pilar del agua lo comprendiera. Pero más aún, le sorprendía que Obanai, por el amor devoto que tenía hacia Mitsuri, hiciera ese tipo de cosas sin medir la forma en la cual ella tomaría las cosas.

Vio a Mitsuri ingerir el líquido del vaso de un trago y hacer una mueca, reacción por lo fuerte. Le sirvió un poco más y la acompañó en otro trago. Aún era temprano para beber pero no podía dejarla sola en esa angustia.

―Tal vez has sido demasiado comprensiva con él, Kanroji. Creo que deberías ser más directa y dejarle en claro que es lo que quieres.

Mitsuri la miró con un deje confundido en el rostro.

―No lo sé...puede que yo sea el problema al querer más de él.

―No digas eso, no está mal que tú quieras más, es normal en una relación y la verdad, dudo mucho que Iguro no te desee. ―Era bastante obvio que ese no era el caso. ―Por lo que me has contado, has decidido a esperar a que él marque las pautas de la relación, esperándolo durante todo este tiempo. Pero tú igual quieres hacer ciertas cosas y eso es algo que Iguro-san debería entender y debes dejárselas claras.

Mitsuri se quedó mirando el suelo y dio un trago más, mientras ordenaba las ideas en su cabeza.

― ¿Cómo se supone que hago eso?

Shinobu sirvió los últimos dos tragos en las copas y sonrió de una forma sutil pero descarada mientras pegaba el vaso en los labios e ingería el líquido.

―Debes tomar la iniciativa.

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Iguro caminaba entre el bosque hacia la casa de la hashira del amor. Habían quedado en comer aquel día en un nuevo restaurante e Obanai la había esperado durante una hora, sin encontrar rastros de la fémina. Lo primero que había llegado a su mente es que posiblemente le hubiera pasado algo, por lo que sin esperar más tiempo se dirigió con rapidez hacia la casa, conociendo el camino como la palma de su mano.

Su cuervo tampoco le había llevado una nota, lo cual remarcaba más el hecho de que algo podría estar lo suficiente mal. A pesar de que sabía que ya no había demonios en el mundo, la sensación de que en algún momento alguno aparecería de la nada y los atacara no dejaba de atormentarlo en su mente.

Las primeras semanas de su recuperación dejaba su katana a la mano, esperando que esa paz solo hubiera sido momentánea. Con el paso del tiempo comprendió que eran cuestiones suyas y que debía relajarse y disfrutar de lo que tenía ahora. Y eso era Kanroji.

Su vida giraba en torno a ella, por lo que el hecho de que algo grave hubiera pasado para que no se presentara ese día lo dejaba intranquilo. Ingresó al patio viendo la casa de madera en medio, con muchas flores alrededor. Reflejando la belleza de la misma propietaria. Se acercó hasta la puerta, encontrándola cerrada y tocó dos veces. Esperó pacientemente pero no escuchó un sonido que reflejara que hubiera alguien dentro ¿acaso había salido donde Shinobu y se le había hecho tarde?

De ser así le hubiera avisado y hubiera reprogramado su cita. No era nada normal que ella lo dejara plantado sin decirle nada. Jamás había pasado algo como eso. Aun así, se animó a tocar una vez más y esa vez escuchó unos pasos acercándose, hasta que la puerta se abrió ligeramente.

La cazadora de demonios apoyó el codo en la puerta corrida y se llevó el dedo índice a los labios a la par que ladeaba la cabeza un poco y lo miraba directamente a los ojos.

―Lo siento Iguro-san, se me ha ido el tiempo recordando viejos tiempos.

Ante él estaba Mitsuri Kanroji, con el traje representativo de cazadora de demonios, con su haori blanco deslizado hasta sus codos, las calcetas verdes que él le había regalado cubriendo sus piernas por la corta falda. Pero nada de eso importaba, todas esas banalidades se podrían ir directo al diablo. Lo que había demandado la atención directa del par de orbes heterocromáticos había sido la parte superior del uniforme.

En su época de cazadores la blusa blanca que la hashira del amor solía usar no lograba cerrar bien por su protuberantes pechos. Algo que era muy consciente de que todos los cazadores de la organización tenían presentes. Pero que él había dejado en claro que nadie tenía permitido siquiera mirar si no querían una muerte agonizante. Aquella blusa estaba cerrada de la parte inferior y en la parte central había una apertura que dejaba ver parte sus pechos, sin embargo, el primer botón cercano a su cuello siempre estaba sujeto.

En ocasiones él se reprendía fuertemente cuando su atención se dirigía un instante a esa zona. Era inevitable no mirar de vez en cuando. Aquella curiosidad se había esfumado una vez que la guerra terminó y Mitsuri empezó a usar kimonos normales, resaltando su encanto.

En ese preciso momento, el botón superior, el primer botón de la blusa que tiempo atrás mantenía toda la estabilidad lo mejor posible, estaba desabrochado, dejando ver con gran claridad los pechos femeninos casi salidos de la ropa. Era muy claro como los bordes de la blusa cubrían muy levemente los pezones, aunque dejaban ver que estaban levantados al ver el ligero abultamiento en tela.

La saliva se le atoró en la garganta mientras intentaba pensar con claridad, pero era imposible. No podía concentrarse, ni pensar en nada más que en la sublime escena que estaba presenciando.

― ¿Quieres pasar? ―Su tono de voz, arrastrando las palabras con gran insinuación hicieron que reaccionara, apartando la mirada y mirando a todos lados.

Se quitó su haori de franjas negras y blancas que aun solía usar en sus citas y se acercó lo suficiente para cubrir el pecho desnudo de la fémina. Sabía que estaban en su casa pero no quería correr el riesgo de que alguien más la miraba. Había dejado su faceta de asesino detrás, pero si alguien osaba verla, regresaría a ella sin problema. La empujó ligeramente para que entrara en la casa y la escuchó quejarse mientras daba media vuelta, caminando por la casa, susurrando para sí misma.

Obanai cerró la puerta ¿Qué era lo que le pasaba? La idea de ver esa imagen asociado con la actitud normal de Mitsuri parecía por completo distinta. Por lo que la siguió. La encontró sentada en la que era su comedor y se acercó inclinándose al verla con la mirada al suelo.

― ¿Qué es lo que sucede? ―Se obligó a sí mismo a no mirar de más. ― ¿Ha pasado algo?

― ¿Acaso no me deseas?

Iguro se quedó por completo confuso ante esa pregunta, aturdido y sin esperar que fuera a preguntarle algo como eso. Él le había preguntado pero había ignorado sus preocupaciones.

― ¿De qué hablas? ―Quiso seguirle la corriente para saber a dónde se dirigía todo esto.

―Estoy así... ―Indicándole con la mano. ―Y realmente no causo una reacción en ti.

De no haber estado en algo tan delicado se hubiera echado a reír, porque no podría decir algo como eso con tanta seguridad, la erección en su entrepierna le dolía al estar presionando con la tela y ella se hubiera dado cuenta con facilidad si estuviera lúcida...Al estar a esa distancia Iguro notó las mejillas sonrojadas de la mujer ¿acaso había bebido? ¿A eso se debía su comportamiento anormal?

―No se trata de eso, Kanroji, jamás ha sido eso. ― Siempre había supuesto que sus desplantes cuando las cosas entre ellos subían de nivel podría desilusionarse pero jamás había considerado a que llegara a la conclusión de que él no la deseaba.

― ¡Entonces dime que sucede! Desde hace meses, al pasar tiempo contigo se han despertado en mi sensaciones y yo he querido... y tú no quieres ni besarme ni estar a solas contigo. ―Los ojos jades lo miraban con suplica y con el rechazo por completo presente.

Iguro sintió su pecho golpeando con fuerza al comprender... que sus acciones pasadas y evitar estar a tiempo a solas con Mitsuri habían sido por completo malinterpretadas. Él la amaba demasiado, tanto que no podrá concebir un mundo sin ella. Y la deseaba tanto, que desde sus besos apasionados en privado había sido casi imposible controlarse. Sabía que si seguían reuniéndose a solas él no podría... evitar tocarla. Y él no merecía hacerlo.

No alguien como él, un ser inmundo que procedía de la peor progenie existente en ese mundo. Mujeres que planeaban usarlo de tributo solo por intereses monetarios con un demonio. Alguien con una sangre tan corrupta no era digno ni siquiera de estar a su lado. Había pensado que al derrotar a Muzan aquel sentimiento de auto desprecio se esfumaría, pero su sola existencia en esa vida, era un recordatorio constante de sus orígenes. No podía estar con ella que era tan pura, que destellaba de tal forma que hacia palidecer al astro solar con su sola presencia, era una luz celestial que iluminaba la penumbra más abrumadora. Era perfecta y un desgraciado como él no merecía ni estar en su presencia.

A pesar de ser consciente de ese hecho, se había aprovechado de Mitsuri, disfrutando cuando ella tomaba su mano y disfrutado aquel primer beso. Se había reprendido mentalmente sobre que no debería aceptar un regalo tan sublime y en vez de retroceder, la había dejado. Y si aquello no era suficiente, había sido lo suficiente descarado para abajarse la venda de los labios y sentir los labios gloriosos de la fémina.

Labios ni sensaciones que alguien como él merecía.

Y las cosas escalaron lo suficiente, él había apartado sus pensamientos despreciables, hundiéndose en las sensaciones que ella provocaba, disfrutando de cada beso que ella le permitía. Hasta que reaccionó, recordando que no podía seguir regocijándose de aquellos actos. Por lo que había decidido poner su distancia en contra de lo que él quería, reprimiendo sus deseos.

No era digno de ser besado o tocado por Mitsuri y mucho menos de sentir placer.

Pero tal situación la había hecho pensar que no la deseaba ¿Cómo había llegado a esa conclusión? Si no cargara con la sentencia de su familia, si no estuviera maldito, Iguro le hubiera dejado en claro desde el momento uno el deseo inextinguible que tenía hacia ella.

―Jamás vuelvas a pensar eso, tú no eres el problema. ―Soltó Iguro, dispuesto a dejar en claro aquella situación. ―Yo soy el problema... mi sangre esta manchada en esta vida y... no soy digno de estar contigo y mucho menos de tocarte o sentir placer.

Mitsuri lo observó a su lado, parpadeando un par de veces hasta que sus cejas formaron un ceño fruncido. Se movió rápido, empujando a Iguro hasta que su espalda alcanzó el suelo y ella se colocó encima, poniendo ambas manos al lado de su rostro, imposibilitando que se moviera.

La blusa en esa posición se movió más, dejando entrever un pezón, algo que no pasó desapercibido para Obanai.

―Déjame a mi decidir eso.

Mitsuri se inclinó, atrapando los labios con ferocidad, devorando la boca masculina. Las manos de Iguro permanecieron a su lado, con la intención de tocarla pero estaban estáticas. Podía sentir la presión de sus pechos en su pecho, lo cual solo despertó el placer en su cuerpo, incrementándose a niveles mesurables al tener a la mujer encima suyo, sintiendo cada curva pegada a su cuerpo. La fémina mordió su labio inferior y descendió por su cuello, dejando pequeños besos que desataron un sinfín de descargas en su zona baja.

Kanroji lamió su oreja y él dejó salir una exhalación erótica de sus labios, incapaz de poder contener el placer desbordante. Volvió a poseer sus labios mientras las manos femeninas deshacían el nudo de su yukata y se adentraban por debajo de la ropa. Cuando la yema de sus dedos hicieron contacto por primera vez con su piel se irguió, por completo excitado, al sentir los dedos primerizos tocando un poco, despertando todos sus receptores nerviosos. Exhaló de nuevo, incapaz de controlarse ante esas pequeñas caricias que ella le brindaba.

La Hashira del amor se sentó en su entrepierna, Obanai fue consciente de como el trasero femenino ejercía presión en su miembro palpitante. Se sentía avergonzado de sentirse excitado y más aún que ella se lo hubiera provocado. Mitsuri lo tomó de la yukata, tirando de él y haciéndolo sentar, ella encima de él y volver a besarse con intensidad.

Sus lenguas se encontraron en una danza desenfrenada, el placer creciendo en ambos cuerpos.

―Tócame ―Mitsuri soltó aun besándolo, sin despegar sus labios de los masculinos. ―Necesito que me toques, Iguro...―Susurró alejándose ligeramente para poder verlo a los ojos.

Su cuerpo estaba ardiendo, iba a quemarse si no sentía las manos masculinas sobre su piel.

El pilar de la serpiente la miró unos leves segundos decidiéndose si sería tan afortunado de hacerlo. Se lo estaba pidiendo, por lo que rechazarla sería algo demasiado bajo para sí mismo. Sus manos acariciaron la piel debajo de la falda de su uniforme de cazadora, era tan tersa y suave que Iguro pensó que estaba soñando. La yema de los dedos acarició una y otra vez la zona. Por la posición en la cual estaban sabía que Mitsuri estaba lo suficiente consciente para sentir su erección y él podía ver con claridad los dos pezones rosados levantados. Como si lo llamaran a tocarlos, por lo que una de sus manos subió por el cuerpo, primero tocando la piel expuesta de su abdomen.

La sintió estremecerse ante el toque, acariciando cada centímetro de la piel expuesta. Poco a poco sus dedos subieron más hasta alcanzar la parte baja de sus pechos. Tan suave y grande que Iguro pensó que debió hacer algo verdaderamente increíble en su vida pasada para merecer aquel acto tan sublime. Hipnotizado por los botones rosados sus dedos subieron más hasta que finalmente los rozaron. La vio dejar caer la cabeza hacia atrás por el placer, volvió a rozar una y otra vez el pezón derecho y la escuchó gemir.

El sonido más sensual que había escuchado en toda su maldita vida, animado por seguir escuchándolo llevó su otra mano para apretar el pezón libre, sintiéndola estremecerse una y otra vez ante cada presión. Una idea vino a su cabeza y sin más atrapó uno de los pezones entre sus labios, succionando. Un gemido más alto escapó de sus labios y la entrepierna de Iguro vibró ante el sonido encantador.

Decidido se movió, colocándola en el suelo y él poniéndose encima, sin dejar de succionar con su boca y con la mano libre presionando el otro botón. La vio estremecerse y gemir con los ojos cerrados, lo cual despertaba aún más el calor en su entrepierna. Su mano libre se dirigió curiosa a su entrepierna descubriendo asombrado que no tenía ropa interior.

Lo había comprendido desde que la puerta se había abierto, las claras intenciones de Mitsuri, lo cual le sorprendía. Jamás pensó que ella lo deseara o que él despertara esa clase de sensaciones. Era inaudito, siempre se había visto como la peor persona ¿Por qué alguien tan magistral como ella querría estar con alguien como él? Esa pregunta era lo que le había impedido proponerle matrimonio el mismo día que habían despertado, pensando que él no tenía nada que ofrecerle más que sufrimiento. Pero ahí estaba, causando que se contorneara ante sus caricias.

Su dedo índice y medio alcanzaron su entrepierna, sintiendo la humedad excesiva, desatando una nueva oleada de placer. Acarició la superficie con delicadeza, viéndola mover más inquieta ante cada uno de sus movimientos. Solo tenía un objetivo en la cabeza, que ella disfrutara lo mayor posible o lo más que el pudiera ofrecerle. Era inexperto en ese asunto y solo se estaba dejando llevar, guiado por las sensaciones de Kanroji. Uno de sus dedos se introdujo con facilidad por la lubricación y la escuchó gemir más fuerte.

Obanai siguió con su labor, succionando uno de los pezones y presionando el otro mientras que con su mano derecha se aventuraba en la intimidad de la fémina. Acariciando el botón que sobresalía de su intimidad y después introduciendo un dedo y después dos con facilidad en la abertura. Estaba tan mojada y caliente que su propia erección presionaba más fuerte por querer probar la sensación que los dedos estaban gozando.

Aunque el sabor de sus pezones erectos era tal que sentía que en cualquier momento terminaría corriéndose. Había fantaseado tantas veces con cómo se sentiría tocar los pechos prominentes de la cazadora y había tenido sueños húmedos al respecto, pero jamás pensó que tendría el placer de experimentarlo en carne propia. Tenía una satisfacción total al ser el causante de sus gemidos y verla erguirse de placer, pero lo hacía lo mejor posible para llevarla al placer máximo.

Soltó el pezón que succionaba y tomó el otro, escuchándola gemir ante la sensibilidad de esa zona. Finalmente se alejó besándola profundamente mientras introducía más rápidamente los dedos en su interior.

Mordió los labios femeninos y se alejó viendo la apariencia de Mitsuri debajo suyo. Con los labios hinchados y un sonrojo abundante en sus mejillas y los ojos jade nublados del placer más absoluto. Sin esperar más, descendió lo suficiente para que su rostro quedara en la entrepierna de la fémina y aventuró su lengua, hacia arriba y abajo, escuchándola gemir en respuesta, extasiada y tomándolo del cabello, presionando su rostro contra su entrepierna.

Iguro pasó la lengua por toda la superficie una y otra vez y siguió con su labor de introducir dos dedos. Mitsuri se contorneaba cada vez más y presionaba las piernas contra su cara.

Las piernas femeninas se movieron inquietas y dejó salir un gemido extraño, como si se hubiera estado conteniendo y finalmente lo dejara salir. Mitsuri se quedó quieta en su sitio, parecía haberlo disfrutado y estaba satisfecho. Sorpresivamente sintió la mano femenina acariciando el bulto en su entrepierna que sobresalía de la yukata. Ella lo miró con los orbes nublados.

―Quiero sentirte...dentro, Iguro-san.

Aquella petición parecía una súplica, hecho que hizo que el hashira de la serpiente retuviera la respiración. La duda de si debería hacerlo lo atacó ¿merecía hacerla suya? ¿Alguien como él? Sabía que no podía rechazarla, sería un insulto, pero tampoco se sentía merecedor. Aun así, guiado por lo que su cuerpo le gritaba, se colocó encima de ella y colocó el miembro erecto y palpitante en la entrada.

― ¿Estas segura?

Mitsuri asintió y sin más, Iguro se adentró a su interior, con lentitud. La escuchó quejarse, un poco y hacer una mueca.

― ¿Quieres que me detenga?

La cazadora negó con la cabeza e Iguro terminó de entrar con gran lentitud y finalmente se quedó quieto, mientras ella se acostumbraba a tenerlo dentro. Eso era lo que más le preocupaba, que ella disfrutara. Sin embargo, Iguro se sentía el hombre más jodidamente afortunado del mundo, La presión vaginal era sorprendente, que en conjunto con lo caliente que se sentía y la humedad, hacia casi imposible el no correrse en ese momento. Se reprimió pensando en alguna otra cosa, aunque la sensación era como si hubiera subido al cielo, lugar que no merecía.

―Empezaré a moverme.

Ella se quedó quieta mientras él salió un poco y volvió a ingresar, con lentitud suficiente para no lastimarla. Penetraciones lentas y delicadas, se inclinó para besarla una y otra vez, lo cual hacían que los gemidos femeninos se quedaran reprimidos. Hasta que Iguro comenzó a moverse cada vez más rápido, desatando gemidos más fuertes. La escuchó decir una y otra vez su nombre, una simple acción que lo motivó a moverse más hasta que lo sintió.

La sensación más jodidamente placentera lo lleno y salió de su cuerpo sin poder contenerse. Gimió profundamente en la oreja de femenina. Se giró a besarla de nuevo mientras salía de su interior y se recostaba a su lado. Mitsuri se acomodó en su pecho, escuchando sus latidos desenfrenados.

―No vuelvas a decir algo como eso. ―La voz de Mitsuri luego de un largo silencio lo confundió. ―Que no eres merecedor de estar conmigo y de hacer esto... yo te amo y no habrá nada que me haga cambiar de opinión.

Mitsuri apoyó el mentón en el pecho para poder verlo a los ojos, sus dedos se acercaron, acariciando las cicatrices en su boca. Se movió, impulsándose y besándolas con ternura.

―No hay nada que no me guste de ti, Iguro-san.

―No me alcanzará la vida para merecerte, pero si me permites estar a tu lado, así me lleve más de una vida, quiero intentarlo.

Sabía que aquello era la realidad absoluta y más aún que lo había llevado al mismo cielo con solo una de sus caricias.

Mitsuri sentía el cuerpo más liviano y las piernas entumidas ante el acto que había hecho por fin con Iguro y sonrió al pensar ayer el alcohol le había dado el valor para iniciar aquello que su cuerpo le suplicaba, entregarse al Pilar de la serpiente y sentir el mayor de los placeres otorgado por aquellos labios y manos masculinas.

Y ella estaba lista para sentirlo una y otra vez con la intensión de recuperar el tiempo perdido.

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Una idea que tenía hace mucho tiempo pero que ahora ha podido ver la luz. Era justo y necesario escribir algo en esa forma de ellos 🤭

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