Aveux
Aclaraciones: Universo canon | | Rated K+ | Romance-drama | One-shot | Iguro esta herido | Antes de la pelea final y del entrenamiento personalizado de los pilares. | Aveux: confesión
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Día 6: Cartas/ Misión
Sus pies se movían rápidamente por el suelo de madera, recorriendo los pasillos hasta que alcanzó el sitio de su interés, el área médica de la mansión mariposa.
― ¡Shinobu-chan!
La mencionada giró el rostro para ver a la hashira del amor aproximarse con gran ímpetu hacia ella. Con el rostro más preocupado que recordaba haberle visto.
―Kanroji
― ¿Cómo está?
El pilar del insecto sonrió de aquella forma forzada que acostumbraba y que se había vuelto un hábito en ella. Pero estaba sorprendida de la rapidez con la que su amiga se había enterado del incidente que había tenido su compañero de los pilares. Ella estaba en una misión en un distrito alejada y el pilar de la serpiente no llevaba mucho tiempo de haber arribado.
Aunque no era un secreto que ambos pilares tenían una gran comunicación, por lo que podía adivinar que sus pájaros les informaban de cualquier hecho relevante entre sus amos.
―No te preocupes, esta bien. La herida fue profunda pero logramos controlar el sangrado y se le ha suministrado un remedio. Ahora solo tiene que descansar.
La preocupación de su amiga era evidente. Realmente tendrías que ser tan distraído o un inadaptado social, como el Pilar del agua, para no notar el amor correspondido de los hashira del amor y de la serpiente. Con Obanai había sido muy evidente desde el primer momento, con Mitsuri por su personalidad cordial con todos, había sido un poco más difícil, menos para ella que la conocía tan bien, eran bastante cercanas y Shinobu no tuvo que preguntarle para saberlo.
Mitsuri Kanroji dejó salir la respiración que había estado conteniendo todo su trayecto hasta la mansión de las mariposas. Cuando el pájaro de Iguro había llegado hasta ella para informar que había resultado herido de gravedad en una misión, su corazón se había paralizado y había disminuido el tiempo de llegada al cuartel en un par de horas.
¿Él estaría bien? Le habían dicho que era de gravedad, eso sonaba realmente mal y la ansiedad no la había dejado en paz, no se había detenido ni a comer. Necesitaba llegar y ver el rostro del pilar de la serpiente, asegurarse por sí misma que estuviera bien. A fin de cuentas no era nada normal que Obanai fuera dañado en una misión, a menos que se hubiera enfrentado a una luna superior. Las habilidades, velocidad y fuerza del pilar de la serpiente eran sobresalientes.
― ¿Puedo pasar a verlo? ―Mitsuri jugueteó con las puntas de una de sus trenzas.
Shinobu simplemente asintió, indicando que tuviera cuidado de no hacer ruido ya que se encontraba durmiendo.
Mitsuri presionó los labios, nerviosa e ingresó a la habitación pequeña donde estaba. En la mansión mariposa estaba el área común donde había unas diez-doce camillas. Sin embargo, había un par de cuartos donde tenían a los pacientes más graves, para aislarlos de cualquier factor que pudiera molestarlos.
En ocasiones en heridas leves o cuando no había pacientes Kocho se tomaba la libertad de atender ahí a los heridos. En esa ocasión Mitsuri no sabía si debía preocuparse de verlo ahí o solo era una cuestión de comodidad.
Abrió la puerta viendo el cuerpo inerte de Iguro Obanai en la camilla y su pecho saltó asustado, temeroso de que fuera más grave de lo que aparentaba. Pero Kocho le había dicho que no era nada grave y ella confiaba en sus palabras. Desapareció el espacio que había entre ellos y se sentó en la camilla, a un lado del cuerpo del hashira de la serpiente.
Su rostro inmaculado, cubierto de sus vendas representativas, su cabello negro en capas cayendo a los lados de la cama. Había sido despojado de la ropa habitual que usaba y en su lugar tenía la ropa que solían usar en ese lugar, camisa y pantalón de color menta. La camisa estaba abierta, dejando ver el vendaje que rodeaba su abdomen.
Lo que más perturbó a Kanroji fue ver los parpados cerrados, que imposibilitaba que viera aquellos orbes tan peculiares que solían recibirla con tanta calidez y ternura cuando se encontraban luego de una misión. Siempre anhelaba verlo cuando volvía y en esa ocasión lo había encontrado ahí. Sabía que estaba durmiendo, pero el hecho de estar herido lo tenía intranquila.
Cuando se encontraba con él después de alguna misión para comer o pasar el tiempo juntos, todo lo demás parecía desaparecer. La presencia de demonios y la guerra constante para sobrevivir y el gran peso que cada uno cargaba como cazador de demonios para mantener a los humanos a salvo. Todo eso se anulaba y solo existían ellos dos. Ella hablando sin parar, riendo y contando cualquier cosa absurda e Iguro escuchándola con tanta atención y fascinación que movía todo el interior de la chica. Esa siempre había sido su dinámica.
En ese momento en el hospital, es cuando recordó el peso demoledor del mundo en el cual estaban y que tenían una labor mucho más importante que solo pasar sus tardes solas. Debían poner fin a esa guerra demoniaca, debían erradicar al enemigo, su deber era matar a Muzan. El rey de los demonios o el que había iniciado todo ese linaje.
Una pelea que tendría lugar en poco tiempo, los preparativos estaban siendo ordenados. Pronto ellos tendrían que entrenar a los cazadores de demonios que no contaban con las habilidades avanzadas que ellos tenían, como la respiración, rapidez y agilidad a la hora de reaccionar a un ataque. Cada pilar tenía lo suyo, por eso serian entrenamientos en etapas.
Mitsuri sintió una presión en su pecho, aquel suceso había servido como un golpe fuerte a su realidad y aceptar que en la pelea final alguno de ellos podría perecer. Y aquel hecho la estaba asfixiando. Ella necesitaba más tiempo, mucho más para compartir con Iguro. Su oficio no les permitía disponer de tiempo libre para invertir en algo que eligieran. Eran misiones tras misiones, matar demonios que parecían interminables y esforzarse cada vez más, rastreando lunas superiores y más específicamente a Muzan.
El tiempo se le estaba acabando, su tiempo con Iguro.
Su labio tembló, intentaba no pensar en ese tipo de cosas negativas. Era el Hashira del amor, todos esperaban que fuera feliz, dulce y positiva. Pero muy en el fondo Mitsuri tenía miedo. No quería morir y mucho menos quería ver perecer a Iguro Obanai, el hombre del cual estaba enamorada.
Ella no quería morir, quería una vida junto al pilar de la serpiente donde no hubiera demonios, donde pudiera ver aquel par de orbes peculiares sin culpa. Estaba a nada de enfrascarse en una pelea que definiría el destino de la humanidad y estaba dispuesta a sobrevivir, para cumplir aquellos deseos que tanto quería. El matrimonio era un tema delicado para ella, por sus experiencias anteriores. Pero confiaba que si lo hacía con Iguro, todo seria perfecto.
O eso quería creer, porque primero él debía aceptarla.
Había querido tantas veces decirle algo sobre sus sentimientos, pero su futuro era tan incierto y el miedo constante de su pasado de ser rechazada, se lo impedía. No quería arruinar la relación que tenían, la cordialidad de compartir la comida juntos. La indecisión cada vez más le pesaba más, de morir y no haber confesado sus sentimientos.
Por eso mismo sentía que el tiempo se escurría de entre sus dedos, razón por la cual se aferraba al hecho de que debía sobrevivir del enfrentamiento final e Iguro debía hacerlo. Y de esta forma tomaría el coraje que le hacia falta. No podía morir con aquellos sentimientos que estaban ahogándola.
Sus dedos se aventuraron a tocar un mechón de cabello negro que descansaba en la cama, sintiendo su textura. Era más suave de lo que había imaginado, sus dedos se aventuraron más, alimentados por la valentía de que el pilar de la serpiente estaba inconsciente, y tocar la piel más cercana, la de su barbilla. Los dedos de Mitsuri cosquillaron al contacto, tan extrañamente suave y delicada. Ella había tocado a Kaburamaru, sus escamas destacando y por alguna razón había pensado que al ser el pilar de la serpiente podría ser algo similar. A pesar de pasar gran tiempo, discretamente, observando la piel del rostro del hashira de la serpiente.
Sus yemas pasaron por encima del vendaje de su boca, aquel que ocultaba las cicatrices de su pasado y del cual Iguro no solía hablar mucho. Mitsuri miró a ver a su alrededor, y se atrevió a bajar un poco las vendas, sin quitarlas, lo suficiente para dejar ver aquellos labios que solo había logrado ver una sola vez en su tiempo de conocerlo.
Eran finos de color crema como su piel y sus dedos los sintieron tan suaves. Contrario a lo que podría adivinar que Iguro pensaba, razón por la que los cubría, ella no sentía repulsión ni el más mínimo desagrado por sus cicatrices. Lo quería completo, todo en él le era fascinante. Pensó con nostalgia que si Iguro supiera sus sentimientos no la rechazaría como los hombres de su pasado, que habían considerado asqueroso el color de su cabello. No podría soportar si él le diría algo como eso.
―Iguro... ―Mitsuri presionó su mano libre en la tela de su falda.
Recordando como él había sido tan amable de regalarle esas medias verdes que jamás se quitaba. Él era tan encantador, que en ocasiones solía confundir su amabilidad como un interés genuino.
―Iguro-san... te quiero tanto que me cuesta contenerlo ―Soltó en un suspiro.
El miedo de no volver viva de la pelea final la atacó, estaba decidida a confesar sus sentimientos una vez que todo ese caos terminara, pero ¿y si ella perecía? Tragó saliva ¿Moriría sin probar aquellos labios ni una sola vez? Impulsada por esa duda que aplastaba su corazón se inclinó ligeramente sobre el hombre en la cama y depositó sus labios inexpertos sobre los masculinos. El tiempo suficiente para impregnarse de la calidez contraria y sintiendo su estómago agitarse violentamente. Su textura era tan suave, tan abrasadora.
Se alejó con un sonrojo en los pómulos, no sabía cómo podría confesarle todo lo que le hacía sentir cuando él estuviera viéndolo. Sus ojos heterocromáticos la miraban con tanta intensidad que en ocasiones Mitsuri había olvidado como hablar correctamente.
― ¿Seré lo suficientemente digna para ser tu esposa? ―Susurró mientras volvía a colocar las vendas donde habían estado momentos antes.
Sonrió sin muchas ganas, para que eso sucediera tendrían que aceptarla. Aunque Kanroji estaba dispuesta a hacer que sus sentimientos llegaran hasta él.
―Kanroji...―Por la puerta se asomó Kocho, disimulando que no había visto la mano del hashira del amor sujetando la mano de Iguro. ―Prepararé té ¿vienes?
Mitsuri asintió mientras se levantaba, no sin antes mirar de nuevo a Iguro y finalmente salir del cuarto.
Los ojos heterocromaticos se abrieron una vez que escuchó la puerta cerrarse. Había sido un completo reto contener el mar de emociones que buscaban desbordarse de su organismo. No había sido consciente de la presencia de Kanroji hasta que escuchó su melodiosa voz llamándolo.
Amaba la manera en la que pronunciaba su nombre, pero lo que había dicho a continuación lo había sacado de todo balance y había dejado en blanco su mente, Kanroji se le había confesado. Aunque la realidad era que había susurrado sus sentimientos sin saber que estaba siendo escuchada. ¿Ella quería a alguien como él? Tal vez lo había entendido mal, pero ella lo había besado.
Utilizó toda su fuerza de voluntad para quedarse quieto, recibiendo el calor que la fémina desprendía en cada movimiento. Su propio corazón parecía haber estallado de la impresión y del vendaval en su interior. Jamás hubiera imaginado que fuera correspondido. Él había mostrado el gran amor que tenía hacia el Hashira del amor, de tal forma que todos sus compañeros pilares lo habían notado. No era un secreto, él no se reprimía ni quería hacerlo. Siempre había tratado a Mitsuri con tan devoción como lo sentía. Aunque era un hecho que la única persona que no parecía darse cuenta de lo que sentía era ella, la que más le importaba que lo supiera.
Aunque el que fuera despistada era una ventaja que él disfrutaba, porque no quería que ella supiera que la amaba con total locura.
Y lo siguiente que ella había susurrado lo había sacado de total equilibrio ¿Estaba dudando que él le correspondiera? ¡No debería ni dudarlo! Pero aún más importante ¿ella dudaba ser digna de ser su esposa? En ese momento Iguro casi se levantaba para gritarle, aunque la llegada de Kocho lo había tranquilizado.
¿Se daba cuenta de la locura que estaba pensando? ¿Ella digna? Era el ser más perfecto que conocía y si ella osaba con honrarlo con ser su esposa, sería el hombre más dichoso del mundo. No tenía que ser digna, no tenía que hacer absolutamente nada, ella era perfecta, absolutamente encantadora. El único problema aquí era él y su sangre asquerosa. Su procedencia y los pecados con los que cargaba por haber nacido en una familia tan despreciable.
Iguro Obanai era indigno para si quiera poder confesar sus sentimientos, aquellos con los que había cargado desde la primera vez que había visto a Kanroji. Su sangre estaba contaminaba, no era digno ni si quiera estar cerca de alguien tan puro como ella, pero aun así, pecaba al aferrarse a compartir pequeños momentos con la fémina.
Él tendría que morir o al menos vencer a Muzan para deshacerse de su linaje despreciable, expedir sus pecados, para poder aceptar los sentimientos de Kanroji y confesar su amor, solo de esa forma podría confesar lo que sentía por ella.
Y era algo que estaba dispuesto a hacer, con tal de estar con Mitsuri en esa o en la siguiente vida. Él esperaría el tiempo que fuera necesario para estar con ella.
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