𝒇𝒐𝒖𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏𝒕𝒉 (じゅうし)

Luego de que Jihyo se fuera, Sana notó que su laptop estaba encendida sobre el césped. No quiso ser entrometida, pero se acercó a mirar, tenía que apagarla para que no se gastara la batería.

—Sana no mires, no mires, es el libro de Jihyo y no puedes leer spoilers... ¿o sí? Quizás solo un poco —murmuró para sí misma leyendo las últimas palabras que había escrito la menor.

"Quédate conmigo hasta que vuelva a abrir las alas y pueda volar otra vez. Te necesito a mi lado. Tan solo no me animo a pedírtelo, pero por favor, abrázame el corazón. Solo eso."

El sentimiento de inseguridad se apoderó de Sana, ¿Qué pasaría si Jihyo nunca supera a su antiguo amor? ¿algún día la llegaría a querer como la quiso a ella?

No quería parecer chismosa pero regresó un par de páginas hacia atrás y leyó un pequeño párrafo más de las primeras hojas del libro.

"No te enamores de mí, estoy rota y hundida, y lo roto corta, y lo hundido solo ahoga."

Intentó ahuyentar esos malos pensamientos que comenzaban a rondar en su mente y apagó la computadora. Después se recostó sobre el césped y cerró los ojos hasta quedarse dormida.

Realmente no supo cuánto tiempo pasó ahí, pero se sobresaltó tanto cuando sintió un cuerpo impactar contra ella. Se trataba de su mejor amiga quien se le había lanzado encima.

—¿Chaeyoung?

—Unnie, no sabes lo preocupada que estaba, pensé que te había pasado algo malo, yo...

—Chaeyoung... ¿cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Sana correspondiendo al efusivo abrazo de la menor.

—Pasaron diez días unnie y yo no pude con la angustia, fui a buscar a la representante de Park y ella me trajo aquí —respondió Chaeyoung quitándose de encima. Luego señaló a Nayeon quien miraba la escena a unos cuantos pasos de ahí—. Me contó que no sabía que tú estabas dentro de la camioneta ni sabía que te quedaste cuando partió de aquí, de lo contrario te habría llevado con ella de regreso.

—Hola, soy Im Nayeon —saludó agitando su mano.

—Soy Minatozaki Sana —contestó tímidamente—. Estoy en problemas, ¿cierto?

—Pues... no ví que Jihyo quisiera levantar cargos en su contra, pero ya lo hablaremos después, lo importante ahora es que su amiga ya vino por usted y puede volver a casa —contestó Nayeon con voz neutra—. Park es un poco difícil de tratar, espero que no haya tenido tantos problemas con ella y también espero un poco de discreción, no queremos armar un escándalo.

—Descuide, yo no diré nada.

—Bueno, siendo así... ya pueden volver a casa.

—Unnie, en el tiempo que estuviste ausente hice mi prueba de manejo y pasé. Vine en tu coche hasta aquí, detrás de la señorita Park —comentó Chaeyoung con entusiasmo—. Podemos irnos ya, antes de que anochezca, porque estamos bastante lejos de la ciudad.

—¿En dónde está Jihyo? —preguntó Sana dirigiendo su mirada hasta Nayeon.

—Ella está hablando con una persona ahora mismo, pero no se preocupe, le diré que tuvieron que irse. Yo tengo que quedarme esta noche, no sé si Jihyo quiera irse o esperar a que se cumplan las dos semanas. De todos modos aunque quisiera irse ahora no podría, porque tenemos que empacar —explicó Nayeon con serenidad—. Vayan tranquilas señoritas. La joven Son ya sabe el camino de regreso.

—Claro... —murmuró Sana sin estar muy convencida.

¿Así es como terminaría todo? Se iría a continuar con su vida como si nada hubiese pasado, ¿Jihyo al menos la recordaría?

"Que difícil es soltarte después de habernos enredado tanto..."

Las tres caminaron de regreso a la cabaña en silencio. Sana observó el lugar detalladamente a su alrededor con nostalgia, seguramente nunca volvería y eso hizo que se le encogiera un poco el corazón. Aunque hayan sido solo diez días, ya había tomado cariño.

Sana se había quedado atrás justo cuando estaban a punto de llegar y se desvío un poco del camino, quería buscar a Jihyo, quería abrazarla y besarla por última vez, quería hacerle saber que la amaba antes de marcharse.

Sí bien ya se sentía triste por su pronta partida, su corazón terminó por romperse cuando encontró a Jihyo besándose con otra mujer en la parte trasera de la cabaña. Sus lágrimas brotaron de sus ojos sin poder evitarlo, sentía como si le hubiesen clavado una estaca en su pecho.

Se sintió insuficiente... todo lo que hizo no fue suficiente, ella nunca la iba a querer de la misma forma. Y le dolía.

Cuando Jihyo rompió el beso con aquella mujer, se susurraron un par de cosas y cuando se giró, su cuerpo quedó completamente paralizado al divisar a Sana con las lágrimas descendiendo sobre sus mejillas.

—Sana... puedo explicarlo —intentó acercarse, pero ella retrocedió.

—No te acerques, ya no. Heriste a la única persona que se detuvo para sacarte de tu pecera y llevarte al mar —murmuró Sana limpiándose las lágrimas con la manga de su camiseta—. Ya lo entendí, por fin lo entendí.

—Realmente no es lo que parece, eso fue un error.

—No, el error fue mío, porque fui a buscar al amor de mi vida a un sitio donde no hay amor, ni hay vida —contestó Sana logrando que los ojos de la escritora se volvieran cristalinos—. ¿Yo también fui un error para ti? Anda, dime. Te besaste y acostaste conmigo por error también—. Jihyo no fue capaz de responder, estaba sin habla—. Se miente con las palabras, pero también con el silencio.

—No te vayas... —fue lo único que fue capaz de susurrar.

—Dame una razón para quedarme, porque para irme ya me diste demasiadas —espetó Sana con hilo de esperanza pero lo único que recibió fue un rotundo silencio—. ¿Sabes qué? Olvídalo, no tener una razón para quedarse es una buena razón para irse. Yo sabía que me romperías el corazón, pero aún así decidí quedarme contigo hasta que lo hicieras, solo que nunca me imaginé que me iba a doler tanto.

—Unnie, ¿Qué pasa? —Chaeyoung llegó por detrás, alarmada de ver a Sana vuelta un mar de lágrimas. Detrás de ella se unió Nayeon, quien estaba igual o más desconcertada por la situación—. ¿Por qué lloras?

—Sana... —Jihyo hizo un último intento por acercarse a la mayor.

—Te amé hasta donde pude, te amé hasta el límite de mi dignidad. Te amé hasta que me vacíe y ahora ya no queda nada. No me lo merecía y me hiciste pensar que sí. No haré ningún esfuerzo más, que te vaya bien —habló Sana con la voz rota—. Sé feliz con quien quieras, me rindo...

Sana tomó la mano de Chaeyoung y la llevó directamente hasta su auto. Quería irse de ahí lo más pronto posible sin mirar atrás, pues si veía a la escritora llorar, seguramente correría de regreso a sus brazos. Pero no la merecía, ella no podía amarla de la misma forma en que lo hacía ella.

Jihyo no apartó la mirada del vehículo hasta que lo vió perderse entre los árboles. Sus lágrimas seguían descendiendo sobre sus mejillas.

—Adiós estrella fugaz que tocó mi cielo... fue un placer coincidir contigo.

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