XXXVI

lo sé.

Nací el nueve de enero, en Rusia. No sabría decir exactamente donde porque nunca nadie me lo dijo pero creo, fue en una granja. Mamá y papá estaban locos de remate, nos criaban golpeándonos con una vara de madera en la espalda y nos encerraban en el sótano si nos portábamos mal, nos dejaban sin comida ni agua un tiempo. En medio de mi ensoñación me costó entender cuan mal estaba eso y que problema... la granja era horrible. Llena de pastizales y animales aunque muy bien nutridos, algunos pobres trabajadores con las ropas deshilachadas y el rostro chupado, nuestra casona que era toda de madera y concreto con una chimenea que encendíamos cuando llegaba el invierno, en el suelo había un tapete hecho de la piel de algún animal enorme, siempre había leche en la estufa y el lugar olía a heces y comida encerrada.

Mamá y papá nos obligaban a leer la biblia todas las noches antes de dormir, al despertar agradecíamos por un día más de vida y antes de cada comida por seguir comiendo como se debía, luego de cada cosecha o buena venta también debíamos agradecer a dios por ser tan generoso.

Fyodor fue el tercero, hubo otros dos hermanos antes, seguimos Varvara y yo, las gemelas del mal augurio, no hablábamos mucho y éramos más blancas que la leche, la gente del pueblo creía que estábamos malditas y traeríamos desgracia al pueblo por lo que papá nunca nos dejo salir, luego de eso, vinieron un niño y una niña. Mis hermanos mayores ya trabajaban en la granja y eran una copia de mis padres, con sus regaños severos y negligencia y mis otros dos hermanos pequeños eran el centro de atención y la bendición de la familia, de un color sano y cabello castaño quebradizo con ojos oscuros como nuestros padres, eran la alegría de todos y se morían por ellos sin ningún problema. Fyodor, Varvara y yo fuimos dejados en un punto sin retorno.

Tenía siete años, Fyodor ocho. Y mis hermanos menores tenían cinco, la pequeña llegó una madrugada a mi cuarto —en realidad, dormíamos todos en el mismo cuarto—, sacó mis disfraces, una peluca café enmarañada y unos pupilentes oscuros para ocultar mi rareza, y los destruyo. Cuando desperté Varvara y Fyodor tenían la misma expresión que yo, avisamos a nuestros padres a sabiendas de que nosotros seriamos los regañados y así fue, nos arrastraron por los cabellos hasta el sótano y nos dejaron rodar por las escaleras hasta el fondo. Nuestros papas no tenían mucho dinero para ir a comprar más disfraces, debían pagar la escuela de mis hermanos. A todos ellos los llevaron a la escuela, menos a nosotros, por ser los raros así que mamá nos enseñaba lengua y otras materias con una regla de madera en la mano para golpearnos ante una equivocación, papá nos enseñaba finanzas y cosas del mundo externo con un cinturón de cuero en la mano.

El sótano tenía una ventana, yo la miraba mucho para poder oír y ver el exterior. Varvara sollozó entonces, la vi y Fyodor la abrazó dulcemente sacándole el cabello negro de la cara, no me gustaba ver a mis hermanos llorar, yo nunca lloré porque quería parecer fuerte pero era suficiente, no podía parecer fuerte y no serlo.

Palmeé sus espaldas con una sonrisa.

—Nos vamos —declaré moviéndome hasta la ventana—. Fyo, ayúdame.

Él entendió, extendiéndome sus palmas para hacer una escalada, llevaba una piedra en la mano y lo primero que hice fue golpear duramente la ventana, me cubrí la cara cuando el cristal reventó, le sonreí a ambos y me subí quitándome mi sencillo camisón para cubrir los vidrios que podrían lastimar a mis hermanos, ayudé a Varvara y finalmente Fyodor. Sin embargo, la expresión de mis hermanos se ensombreció, giré encontrándome con mi hermano mayor y mi madre, ambos rojos de la ira, mi mamá estaba a punto de golpearnos. Me levanté temblando un poco de frío, ella elevó su mano pero yo la empuje, me caí al suelo con ella y cuando me di cuenta, mi mamá estaba sangrando. Mi hermano mayor profirió un grito, yo lo cogí rápido del pie para evitar que corriera, un ligero silbido y mi hermano estaba sobre el suelo con la boca sangrando a borbotones. Solté todo trastabillando, mucha, mucha sangre. Miré a mis hermanos. Tenían la vista fija en mis manos, yo también las vi y comprendí igual que ellos, que estábamos malditos de verdad.

—Vámonos —soltó Fyodor levantándose, Varvara le siguió. Asentí, en shock. Fyodor me dio su abrigo, nos metimos detrás de los establos y yo llamé a la yegua que siempre montaba a escondidas de mi familia. Mis hermanos se subieron.

Yo no quise tocar a nadie ni nada, ellos lo notaron. Varvara me extendió su mano.

—No puedes matarme —exclamó y una luz verde la rodeó, los ojos se me iluminaron, cogí su mano y monté la yegua por delante. Azoté las riendas, el animal salió disparado del establo y estábamos tan cerca, el portón negro lleno de ramas secas estaba muy cerca, podríamos irnos del pueblo y de todo.

Un disparo al pasto. La yegua gimió alzándose en dos patas, nos caímos y ella se fue corriendo, miré detrás de mí posándome por delante de mis hermanos para protegerlos. Mi padre llevaba una escopeta y me estaba apuntando directo a la cabeza. No flaqueé, aunque debí. Mi otro hermano mayor estaba detrás, cubierto de sangre que no era suya y mis dos hermanos menores estaban en la puerta de la casa.

La ira me invadió.

—¡Le advertí a tu madre que estaban malditos! —ladró mi papá y era verdad.

A nosotros tres nos gustaba leer mucho, encontramos muchos libros de unos seres llamados "usuarios de habilidad", seres medianamente humanos que nacían con una belleza exótica y estaban fisiológicamente más desarrollados que el humano promedio. Más velocidad, más fuerza, más inteligencia y, sobre todo, la llamada "habilidad", un poder superdotado. Yo lo tenía, mis hermanos igual. Sabía que Varvara tenía algo llamado "capacidad de anulación", que anulaba todas las habilidades sin importar que, pero la mía, nunca la vi ni supe su nombre hasta que se lo otorgué. Me levanté, adolorida pero lo hice y me acerqué, la mano de mi padre tembló sobre su escopeta. La ira y la histeria me invadió.

—¡Boo! No vaya a pegarte mi maldición papá —canté y lo toqué, apenas un roce. La sangre salió disparada de su cuello, mis hermanos gritaron—. ¡Var, Fyo! Váyanse, espérenme en la capilla vieja.

Y ellos aceptaron en silencio, corriendo hasta que los vi desaparecer entre las ramas. Mi hermano mayor ya tenía el arma en la mano y las lágrimas en los ojos y los otros dos chillaban que era un monstruo, que me matara. Alce la cabeza para verlo, la boca del arma estaba en mi frente, yo solo leía en su rostro: miedo, miedo, miedo.

Me reí, me le tiré encima, la sangre manchó el abrigo de Fyodor. Los últimos dos chillaban tanto que me dolía la cabeza y los odié, ya los odiaba pero nunca me di cuenta hasta el final. Caminé, un poco coja por la caída de la yegua. Mi hermana no estaba junto a mi hermano y solo pude sentir un dolor intenso en la espalda junto al grito desgarrador de esa maldita. Me había rajado la espalda, me volteé agarrándola del cuello, la sangre le brotó de los ojos, la boca, nariz y orejas. La dejé caer y miré a mi último hermano.

—Papá siempre dijo que Fyodor no era nada, yo creo que es un Dios, mamá dijo que Varvara era una puta, yo creo que sabe hacer amigos. Ellos decían que yo era un monstruo, yo creo que lo soy. Yo creo en ellos, creo en nosotros y ustedes, son mi mejor crimen y mi peor castigo.

Y le toqué el hombro.

Me sacudí el abrigo, entré a casa corriendo con las vacas mugiendo y los caballos desesperados. Me cambié de ropa y levanté mi colchón, allí tenía algunos libros, entre ellos el libro que necesito en la actualidad. Metí algo de comida y agua, un retrato de nosotros tres que nos tomamos con una vieja cámara del sótano, una manta, dinero y una daga que papá guardaba en su cajón de noche. Dejé todo afuera y lejos, volví, prendí la estufa y lancé algunos cerillos a las cortinas, luego corrí y cogí al primer caballo que vi, obligándolo a cabalgar mientras la granja se quemaba a mis espaldas.

Encontré a mis hermanos en la capilla, rezando. Al verme corrieron y me abrazaron, llorando. Yo los consolé hasta que cayó el medio día y debíamos irnos para llegar al pueblo en la noche y coger el tren.

Después de eso, vinieron largos viajes en trenes, Varvara lloraba y se hacía la mendiga mientras Fyodor vigilaba y yo me metía a robar a las tiendas lo que nos hiciera falta, nos convertimos en maestros del disfraz hasta que un orfanato nos acogió pero entonces, fuimos sometidos a más torturas y allí, la habilidad de Fyodor despertó. Idéntica a la mía. Mató a la monja que lo quiso lastimar, decidimos quemar la iglesia. La iglesia que más brilla es la que arde.

Una noche, que nos colamos en un hotel, mi hermano me pregunto.

—¿Cómo se llama?

—¿Qué cosa? —inquirí ladeándola la cabeza.

—Tu habilidad.

—Crimen y castigo —respondí muy orgullosa. Él asintió y copeó ese nombre, yo estaba feliz.

Durante el resto de nuestra vida adolescente nos dedicamos a lo que cada uno quería, Fyodor se volvió un hacker muy bueno y un artista, lo enseñe a controlar su habilidad, Varvara amaba bailar y cantar y yo... yo estaba planeándolo todo. Cuando Varvara tenía diecisiete conoció a un tipo llamado Dazai Osamu, me dediqué a investigarlo a fondo y finalmente le di permiso de estar con él pues lo amaba demasiado. Pero entonces, dos años después él traiciono a la Mafia por culpa mía. Me alié con aquel tal Mori para deshacernos de Oda Sakunosuke, yo era la cabeza de esa organización vieja y podrida. La razón fue sencilla, necesitaba a mi hermana concentrada en el plan y a Dazai lejos de la Mafia. Escribí todo mi plan en una larga carta, luego utilicé el libro para cambiar y borrar todo de mí y vivir lo que tenía que vivir para destruir Yokohama.

¿Y el libro? Murió junto con los niños que mandé matar, los que cuidaba Oda. Sin embargo, me quedé con una página y sé dónde está.

Y es apenas unos fragmentos de todo lo que paso por mi cabeza en un instante, me dolía la cabeza y me ardía el cuerpo. Pero tenía lo que quería, la ubicación de la página y al mismo tiempo... todos aquellos recuerdos crudos. Ya no odiaba a Fyodor ni a Varvara, en su lugar... quería protegerlos. 








ioasjdjfjfdoiso [fallece] a ver, cuéntenme como lxs dejo este capitulo

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