XXVI
Un cazador va a morir
Hoy es treinta y uno de octubre. La Agencia se organizó para hacer algo, Dazai propuso disfraces y aquí estamos.
—¡Yo seré la parca! —gritó él extendiendo sin cuidado la ropa y la guadaña de muy dudosa procedencia—. Y _______-chan será un ángel.
—Que sea una vampiresa —chistó Kunikida acomodándose el corbatín. En su momento no me di cuenta de que ambos me querían de pareja para salir.
Lo cierto es que desde que surgió lo del hilo me resigne a no tener pareja, lo intente, no voy a negarlo, pero fue inútil. Era su auge, todos estaban buscando a su pareja lo cual es una tontería. Las almas gemelas son gemelas por algo, no importa que ni como, en algún momento de todas sus vidas se van a encontrar. La mayoría debería dejar fluir las cosas como son, incluso Chuuya.
Me da una punzada en pecho al imaginarlo con otra chica o chico, que le cocine y se siente en la mesa con él. Me gustaría que se quedara más tiempo conmigo y me permitiera cocinarle un poco más. Es una lástima. Él es mi compañero de trabajo y yo lo veo de esa manera.
Tendría que verlo de esa manera.
—Seré el ángel —solté con seriedad. Kunikida chasqueó la lengua y me extendió el traje. Dazai soltó un yay—. ¿Por qué un ángel, Dazai?
—¿No has escuchado la historia? Cuenta que, la muerte y un ángel se enamoraron y no pudieron estar juntos. Todos amaban al ángel porque era un dulce mentiroso y odiaban a la parca por ser una dura verdad, pero ellos dos siempre se amaron porque se conocían el uno al otro.
—No pudieron estar juntos ¿Dices? —repetí con vehemencia. ¿Insinuaba algo con la historia? Probablemente. La única posibilidad obvia es imposible—. Qué triste.
—Pero se veían. Solo que Dios jamás permitió al ángel quedarse con la muerte —alardeó extendiendo los brazos en una dramatización. Me reí por lo tonto que se veía y cuando reaccione me tape la boca. No me gusta mi sonrisa.
Kunikida y Dazai se quedaron paralizados.
—Vaya. Nunca creí oír eso.
—Voy a cambiarme. —Aparte la vista y me metí a los cubículos. Ahora que lo pienso, ¿Por qué estoy en el baño de los chicos?
Ignoré ese pequeño detalle y me vestí. Era un short blanco, medias arriba de las rodillas, un top muy ajustado y las alas. Refunfuñe al ponérmelo, ¿Acaso creen que soy talla cero?
Las alas no me gustaron, eran demasiado feas. Me puse los tacones. Había un problema. Las vendas.
He estado dañando mis muñecas y tengo que vendarlas con gasa. Suspire y me las quite una por una, no tiene mucho que me hice las ultimas. Se ven terribles, no quiero saber lo que dirán si salgo con ellas al descubierto. No puedo dejar que las vean, me interrogaran de inmediato. ¿Cómo les voy a explicar que solo lo hago porque no puedo sentir demasiado? Está claro que van a decir que estoy loca y que siempre hay otra manera.
No quiero esos comentarios. Siempre son los mismo, por supuesto que sé que hay otra manera, sé que lo que hago no está bien. ¿Creen que me rio mientras me paso la navaja o algo? Tan molesto.
Me volví a vendar y moví la mano para hacerme unas muñequeras de hielo, lo mismo hice con la otra mano. Luego, le hice la aureola y las alas con el hielo. Me parecía muy soso por lo que le agregue una gargantilla y unos pendientes de hielo. Seré un ángel de hielo. Recogí mi ropa y la guardé, me colgué el bolso y salí.
Para empezar, me mire al espejo. Mi rostro se ve muy lívido últimamente, debe ser por la pérdida de sangre. Afortunadamente desde la última vez que vomite no ha vuelto a pasar, Chuuya insistió en que debíamos ir al hospital a lo que me negué. Nunca estoy demasiado pendiente de mi seguridad, quiero que el resto del mundo este feliz. Ayudar a alguien al menos. Es todo lo que puedo hacer hasta que recupere mis recuerdos.
No he visto a Gereth desde entonces. Me comento de la computadora por llamada únicamente. Me manda los buenos días y las buenas noches, platicamos por llamada, solo que... todo parece tan falso. No importa lo que diga o el tono que use, lo siento falso y me da rabia que alguien a quien considere mi amigo, con quien dormí y compartí pensamiento este viéndome la cara de tonta.
Quisiera poder gritarle que deje de mentirme.
—Umh —emito buscando en mi bolso. No uso demasiado maquillaje porque soy increíblemente perezosa para desmaquillarme, pero eso no evita que sepa cómo.
Estoy enchinándome las pestañas, poniéndome rímel y delineador, iluminador y labial. Desato mi cabello del chongo mal hecho que traigo. Me lo acomodo y desenredo algunos mechones. ¿Qué pensara Chuuya de esto? Me pongo las manos en la cintura como él suele hacerlo. Me gusta cómo me veo, pero no sé... ¿Creerá alguno de ellos que me veo bien?
—¿Estoy bien así...?
Caigo en cuenta de que estoy siendo observada prácticamente por todo el personal masculino. Esto es muy incómodo.
Cuando estaba en mis ropas de vagabundo no era tan incomodo porque no se veía piel ni cuerpo. ¿Cómo me compacto a mí misma y desaparezco? Dazai es el primero en reaccionar, aunque no de la manera que espero. En lugar de decirme lo hermosa que me veo y venir a proponerme suicidio, toma su guadaña y sale apresuradamente de la sala.
¿Qué hice?
—¿Kunikida-san...?
El hombre se aclara la garganta.
—Te ves... estas... la ropa te queda bien —termina por decir apartándose y fingiendo acomodarse otra vez el corbatín. Tan molesto.
—¿Qué pasa con eso? ¿Te aprieta? —Kunikida no me mira y solo asiente.
Mis tacones suenan cuando llego hasta él y le acomodo el corbatín.
—Deja de hacerte para atrás. Haces que sea difícil —gruño jalándole el cuello de la camisa. Le doy unos últimos toques y me separo, orgullosa de saber cómo poner un corbatín. Yas queen.
—Eres muy alta ______-chan —señala Atsushi alzando la cabeza—. ¿Cuánto mides?
—Uno con setenta y cinco.
A Atsushi casi se le cae la boca. Los tacones son de siete centímetros.
Hablamos temas triviales mientras maquillaba a los chicos para un toque aterrador, Kunikida se negó pero tuve que explicarle que por el disfraz. Tanizaki me preguntó que había estudiado a lo que respondí que maquillista profesional y estilista. Es por eso que sé maquillar tan bien y hacer peinados sumamente laborosos, de otra manera mi cabello sería una maraña. No tengo pruebas pero tampoco dudas.
Salimos a las calles todos juntos luego de que entre las chicas son arregláramos. El presidente era el único sin disfraz alegando que eso ya no era para alguien de su edad. Realmente no se ve viejo. Se supone que iba con Dazai, pero desapareció así que iba hombro con hombro con Kunikida. Él es más alto que yo, pero la diferencia de altura no se puede notar con estos tacones así que no es difícil ver su rostro.
Ni siquiera note en qué momento empecé a desear que fuese Chuuya quien estuviera a mi lado, y sin embargo cuando mi cerebro proceso la idea la aparte de inmediato. Mi único propósito para enamorarme es romper el sello, incluso cuando sé que enamorarme de Chuuya será un amor imposible. Él tiene un hilo y yo no.
—Kunikida ¿Cómo sabes cuándo amas a alguien?
Él me dirige una mirada de soslayo antes de responder. Con cierta duda comienza a hablar:
—Bueno, ves por la seguridad y felicidad de esa persona antes que la tuya. Naturalmente dejas de ver a esa persona como una amistad y empiezas a encontrarla perfecta. Haces lo posible por su comodidad. Quiere compartir tus momentos más felices con esa persona. Creo que es lo más cercano al amor que te puedo explicar.
Asiento con seriedad. Eso. ¿Tal vez? Umh, no. Justo ahora soy un desastre.
No he sabido nada más y sigo leyendo mi diario en busca de otra respuesta. Chuuya ha dicho que podría hacerme una prueba de ADN para identificar mi nacionalidad ya que no poseo rasgos nipones. Puedo ir un día de estos.
Encontramos a Dazai intentando tirarse a un puente. En cuestión de segundos congeló el lago y hago subir a Dazai con una mano de hielo. El castaño chillo de sorpresa.
—¡_______-chan! ¡Quería morir!
Todos suspiramos a su paso. Nada nuevo y nada que nos sorprenda. Con maestría hago que la mano deje a Dazai en el puente con delicadeza. Algunas personas se quedan mirando la mano de hielo que con agilidad sube y luego baja hasta fundirse con el hielo del lago. Chasqueo los dedos y el hielo se transforma en pequeñísimos copos de nieve que caen al agua mientras otros son arrastrados por el aire de octubre.
Dazai se pone a mi lado y finalmente somos la pareja de parca y ángel que se espera que seamos. No hay contacto físico más por decisión mía que por otra cosa, una vez más, el contacto físico llega a darme miedo y aun permanece la sensación de que puedo matar a alguien con solo tocarlo. No voy a negarlo, tengo miedo de que un día la habilidad regrese de la nada y todo se vaya al demonio.
Atsushi y Kyouya también van de la mano. A pesar de que Atsushi es mayor de edad. Tengo entendido —por parte de Yosano—, que ellos solo son pareja porque sus hilos se unieron, pero que realmente no ha habido ningún tipo de contacto físico además de abrazos y agarradas de mano. De todos modos, me parece un poco raro e insensato.
Mi relación con la Agencia no ha cambiado mucho. Tengo un poco más de acercamiento a Dazai y Kunikida, pero no puedo evitar ver un telón negro entre nosotros, sabemos cosas uno del otro y muy a mi pesar seguimos sin decirnos nada, como si quisiéramos mantener ese telón. Probablemente ellos quieran, pero yo no. Sé que no podemos ser amigos, pero, me gustaría intentarlo.
Incluso en los orfanatos en los que estuve, hacer amigos era una completa tarea. Me daba miedo tener amigos. Sentía que podían traicionarme, que si les contaba de mi habilidad me dejarían o yo los mataría por accidente y yo no quería eso.
Un día de esos, asesine a una de las monjas que me cuidaban. Lo hice sin querer y el trauma perdura. Desde entonces me llamaron maquina de matar y mil insultos más, la mayoría me tenían miedo y las otras monjas me aislaron del resto de niños por el bien de ellos. Pocas veces me visitaban y era solo para darme de comer y regañarme porque había mojado la cama otra vez.
Luego, me cambiaron de orfanato.
Compramos comida callejera y nos dedicamos a comer observando el mar desde lejos, porque por supuesto, todo el mar y los puertos están monitoreados por la mafia. Me pregunto que estará haciendo Chuuya.
Mientras yo degusto mi paladar con la comida, Dazai se me acerca. Intento no tensarme y fracaso hábilmente, me es imposible no hacerlo cuando siento que en cualquier momento me va a interrogar o a soltar una cosa que me haga caer de culo para atrás. Tengo buen culo, por suerte.
—¡Elsa-chan! ¿Quieres un té? —Le dirijo una mirada de desconcierto y no puedo evitar encarnar la ceja y bajar mi plato de tacos—. No hay truco. Lo prometo —aclara levantando los brazos a sus lados como quien demuestra su inocencia. Tardo en responder.
—Yo lo pago.
Comienzo a caminar hacía la tienda con Dazai pisándome los talones. En el establecimiento captamos la mayoría —por no decir todas— de miradas, jóvenes, familias y parejas voltean a vernos y el personal se queda contemplando nuestros disfraces con una mirada curiosa a la par de que reciben nuestra orden con gusto. Las miradas del resto del mundo no me incomodan, solo la de la gente que conozco. ¿Por qué? Misterios que nunca resolveré ¿Parte seis?
Mi té es entregado y pagó con efectivo. Dazai pide un chocolate blanco. Nos vamos a sentar a esperar pacientemente. Observo como el resto de la Agencia nos ha abandonado a nuestra suerte, o, mejor dicho, a mi suerte. Me entra un escalofrío de solo pensar que tengo a Dazai de frente y me voy a quedar a solas con él. Hola Dios, soy yo de nuevo.
No soy creyente, pero estoy dispuesta a ponerme de rodillas y rezar porque alguien más este entre nosotros.
Sin embargo, Dazai no hace ni pio cuando salimos del establecimiento.
Y no sé si fue una bendición o una desgracia, porque apenas llegamos a la agencia un grupo de patrullas y policías armados nos espera en la puerta. Me espera, para ser precisos.
Sabía que iba a terminar en la cárcel.
Mi pulso se dispara de inmediato, aprieto mi bebida con fuerza. Los sentimientos me superan y una mueca de desdicha se me dibuja en el rostro al tiempo que mis músculos de la cara se fruncen hasta que un sollozo sale. Bajos y quedos, mas sollozos adornan la ventosa noche de octubre en que me van a encarcelar.
Estoy llorando antes de darme cuenta.
No digo nada y doy un paso al frente evitando así que alguien abra la boca. Chasqueo los dedos y tanto las alas, la aureola y mis muñequeras desaparecen. Permanecen mis pendientes y collar, tintineando a casa paso que doy. Acallo mis sollozos y me limpio las lágrimas de rímel que me bajan, frías a su paso.
—Es usted —exclama el primer policía.
—Es extranjera...
—Hablo japones —respondo al toque, volviendo a mi inexpresiva mascara—. Y soy yo la responsable de esos asesinatos.
El oficial al mando asiente dando la orden para que sea arrestada. Levanto mis manos. Otro de esos hombres, alto y fornido se estira a tomar mis dos muñecas con su mano y me pone las esposas que me quedan flojas y hacen ruidos al chocar mientras con firmeza pero sin aplicar fuerza, el policía alto me lleva hasta la patrulla.
El resto de policías me apunta y se cubren con aquellas cosas de plástico que utilizan.
La Agencia esta tan sorprendida que apenas y logran intervenir y yo ya me estoy yendo para cuando eso pasa. Los miro a través con mueca de arrepentimiento.
El último en mirarme es Dazai y le susurró.
—Lo siento —le digo entre labios. Él lee mis palabras porque se da la vuelta y va con el resto.
Las cosas pasan con una rapidez sorprendente. El corazón me palpita a mil por hora y los ojos hinchados se me siguen llenando de lagrimas frías. Siento tantas cosas a la vez que no me doy cuenta cuando ya estoy en la sala de interrogatorios y luego en una celda.
Y en la madrugada estoy siendo llevada a la prisión femenina luego de que no me consideran un criminal potencialmente voluble. Nadie me dice nada.
Nadie pregunta mi nombre.
Nadie parece saber más que yo.
Como si todo esto ya hubiese pasado. Puedo que ni siquiera sea una extraña para ellos.
Mi celda no es diferente de las del resto, hasta tengo una compañera. Una mujer negra y gruesa. Yace en su cama mirando el techo en silencio cuando el guardia me avienta allí. Ella solo me da una mirada en la oscuridad. Por sus facciones puedo deducir que va rondando los cuarenta.
—¿Nueva eh? —la oigo decirme. Asiento y me voy a tirar a la cama.
Me volteo contra la pared, cierro los ojos y espero dormir.
—Está en la cárcel. —La joven suspira tronándose los dedos y dando vueltas en la silla giratoria.
Del otro lado, el pelinegro le lanza una mirada despreocupada.
—Vamos a sacarla —puntualiza con una sonrisa de oreja a oreja, ella le sigue la sonrisa, porque ambos están pensando exactamente lo mismo.
La chica se da la vuelta para queda frente a sus computadoras, aquellas con las que monitorea las cámaras de vigilancia de la casa de Gereth, Jacob y Margaret. El pelinegro bebe vino tranquilamente, sus manos vuelan por el teclado. Ambos hermanos están listos para tirar la bomba.
Ambos hermanos están listos.
Ambos hermanos van a recuperar lo que les pertenece.
Porque saben lo que viene, porque tienen oídos y ojos en todas partes. Porque la guerra y la sangre recorre sus venas como glóbulos. La guerra palpita en su corazón, mueve su cuerpo, monitorea sus dedos con maestría. Porque el miedo y el poder son su combustible.
Porque todos deberían estar preparados para una caída. Para la caída.
La lluvia azoto en los puertos con tanta fiereza que levanto olas. Una gota cayó en el cigarro del joven mafioso, apagándolo de inmediato. Soltando un chasquido dejo caer el cigarro y se aventuró a su meterse en su carro para resguardase de la lluvia.
Un trueno sonó en lo alto. Él encendió el motor. Su intuición le sacudía los sentidos diciéndole que algo pasaría.
Otro trueno iluminó el cielo.
—Algo malo pasara —murmuró para si mismo.
Vi que por allí estaban preocupadas por lo de Atsushi y Kyouya. Don't worry be happy.
Se viene lo bueno :))).
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