XXIV
Vomito
Lo único bueno que hago al llegar a casa es tirarme a dormir. Molestarme en bañarme no es una opción, así como tampoco lo es entrenarme en desenredar la maraña de pelos que es mi cabello. Es demasiado tarde para buscar a Chuuya y estoy segura de que esta ocupado.
De solo pensar en él me recorren energías que no suelo sentir, es bastante extraño pero me reconforta. De todos modos, él no es un familiar o algo así. Ni siquiera debería llamarlo por su nombre. Ah, qué vergüenza. Debe pensar que soy una descarada.
Me pongo a escribir en mi diario lo que encontré y las teorías. Simplemente no puedo dormir después de esto.
"¿Cuál era mi antigua habilidad?
Esto lo tengo muy en claro, por suerte. La llamaban Crimen y Castigo. Es un nombre bastante enigmático, aunque la habilidad no tiene mucha ciencia, solo me hacía falta tocar a alguien para matarlo. Es tétrico y poco ético. Me pregunto si Dazai sabe algo."
Nada tiene sentido. Todo lo que tengo son piezas sueltas. Tengo que dormir o mañana se estarán preguntando a que se deben mis ojeras. Me pongo una mascarilla para las ojeras y me acuesto a dormir con ella.
Es dieciocho. Han pasado catorce días desde que Dazai me drogó...
—Buenos días Kunikida-san.
—Buenas mocosa —responde cortante. Ignoro la atmosfera que se torna cuando llego y el tono en que me contesta Kunikida. Solo me gustaría agradarles, no es mi intención hacerles daño, yo ni siquiera sé de que manera puedo ocasionarles daño. Solo estoy perdida.
Incluso si me quiero sentir parte de aquí, es casi imposible.
Debería estar enojada con Dazai, incluso denunciarlo, lo que hizo no esta bien. Pero, no puedo estarlo. No entiendo cuál es el problema que no puedo enojarme con él. Me transmite malas emociones, siento que algo está mal con él o conmigo, o que algo esta mal con ambos. Es el único con hilo que no brilla, no significa nada, pero aumenta la rareza que siento con su presencia.
Cabe la posibilidad de que Dazai tenga que ver con mi pasado. Tal vez no solo sabe que soy peligrosa por haberme investigado, puede que él lo haya vivido de propia mano. Dazai lleva cuatro años trabajando para la Agencia, yo estoy segura de que no tengo que ver con la Agencia porque ellos sabrían algo de mí. Entonces, la Mafia.
Necesito investigar a la supuesta novia de Dazai. Si está viva obtendré algo o sino, a algún camino me tendrá que llevar.
—Mocosa. Vamos a comer —Kunikida me espera recargado en la puerta de la oficina. Es cierto, ahora es más difícil que me dejen sola.
Me levanto para irme, Kunikida se me adelanta. Agarro mi bolso y lo sigo. Ranpo, Dazai y Kunikida están reunidos en una de las mesas. Me siento increíblemente incomoda. Me hago chiquita en mi asiento y junto mis manos en mi regazo, finjo hacer algo con mi celular mientras Lucy llega.
—¿Qué van a ordenar?
—Un té frío y el desayuno rápido del menú para niños.
—¿Para niños? —inquiere ella. Asiento y vuelvo rápido la vista al celular. La comida para niños esta buena y es tierna.
El resto pide y cuando Lucy se va siento la opresión en el pecho de ser observada por tres individuos. Sáquenme de aquí. Si esto es algún intento de harem inverso me voy a ver en la obligación de demandar al productor.
—______-chan. —Me abstengo de brincar en mi asiento aferrando mis piernas al asiento—. El presidente quiere saber de tus estudios médicos. Debido a que tenemos poco conocimiento de ti, es necesario para la seguridad de la Agencia tener presente tus condiciones patológicas y psicológicas. ¿De que era tu estudio?
Ay carajo. Observo la pantalla de mi celular. La respuesta automática quiere salir de mi boca, me obligó a mantener la boca cerrada mordiéndome la lengua y enterrándome las uñas en la mano. Es cosa de segundos para que la fuerza que hace mi mandíbula me impulse a perforar mi lengua con mi colmillo y empiece a sangrar.
—No quiero hablar de ello —balbuceo, casi puedo sentir la sangre queriendo salir de mi boca. Me lamo los labios y trago.
El sabor me produce espasmos, me encojo en mi lugar mientras el trio de chicos se pregunta que me pasa. No puedo soportarlo otro segundo más, dejo mis cosas de lado y corro al baño a devolver. Vomito incluso cuando no me gusta. Procuro no ver mi vomito porque me darán ganas de vomitar otra vez.
Me lavo la boca y me meto un chicle. Aguardo unos minutos en el baño. Luego regreso.
Mi comida ya esta allí, pero el apetito se me fue así que solo me bebo el té y le pongo más hielos ya que no siento que este lo suficientemente frío. Con esto puedo ir a hacerme una prueba de orina y fingir que la necesitaba para una prueba de embarazo, será más creíble ahora que me vieron ir a vomitar.
—Deberías comer para que se te pase el sabor. Te va a hacer daño.
—Estoy bien así. Ya no tengo hambre.
Kunikida suspira y no me dice nada pero puedo sentir como se la pasa viendo mi comida esperando a que la toque. No debí haber bajado, no debí haber venido. Hubiera podido sola por mi cuenta. Eso creo.
Me siento completamente inútil y perdida, soy un adulto, por Dios, debería estar haciendo otras cosas, pero ni siquiera sé que debería hacer. ¿Qué tengo que hacer? No sé nada de mí, no tengo amigos, no tengo familia ni conocidos. Mi vida esta tan vacía que me duele. Debería comenzar de cero. El problema es que yo no suelo huir, no sé a donde ir ni como empezar una nueva vida. Me hace falta ese algo para iniciarla.
—Oh, esta lloviendo. —Ranpo señala la ventana con la barbilla. Sigo con la mirada fija en mi regazo.
Frío. Debería tener frío. Debería sentir algo además de quietud. ¿Por qué no hay calor? ¿Por qué parece que todos están vivos y yo estoy muerta? ¿Por qué todos me parecen extraños? Todos parecen sospechosos a mis ojos, no parecen humanos normales.
¿Qué es esto?
Una presión se instala en mi pecho, todo es tan incómodo. Es como si yo no perteneciera aquí. Me siento sofocada. Quiero irme.
—¿Podrías ponerme la comida para llevar? —le digo a Lucy. Ella asiente.
El resto termina de comer. Nos regresamos a la Agencia una vez pagado todo. Lo primero que hago al llegar es terminar mis reportes a la velocidad de la luz, tan rápido como puedo, incluso si mis dedos se cansan.
Alargo un suspiro al estirarme en la silla. Recojo mis cosas en silencio.
—Buen trabajos a todos. Hasta luego.
No espero respuestas y me muevo a la entrada con seriedad y fingida tranquilidad. Si mi rostro pudiera expresar más cosas todos estarían sorprendidos de las ganas que tengo de llorar ahora. La lluvia acompaña mi sentimiento de soledad.
Quiero estar sola, pero no sentirme sola.
Y estoy sola, y me siento sola.
Kunikida me ofrece una vez más llevarme por la lluvia a lo que termino negándome y haciendo un paraguas de hielo solo para que vea que tengo con que cubrirme. Mi hielo no se destruye, no se derrite, no desaparece a menos que yo quiera.
—Eso te hará daño. Déjame llevarte a tu casa, por favor.
No. No quiero. ¿Cómo pueden ser así conmigo incluso si no confían en mí? ¿Por qué tiene que ser así? No he hecho nada malo. Suerbo mi nariz y niego. Doy un paso al frente antes de que me digan algo más. La tristeza esta siendo demasiada.
La lluvia no tranquiliza mi pequeño ser. En su lugar el sonido se filtra en mis oídos como un canto sollozante y lleno de pesar, no puedo concentrarme en algo más que no sea el canto deprimente y silencioso de la lluvia ¿O soy yo y el nudo en mi pecho? Las personas se vuelven borrosas a mi alrededor, todas parecen ir con prisa, parecen evadirme e ir en cámara rápida. Algunas van acompañadas, algunas con sus hilos entrelazados.
Me siento tan vacía y fuera de lugar. Oculto mi mano en mi bolsillo, incluso a sabiendas que eso no hará que un hilo me crezca. Tal vez la lluvia me esta haciendo pensar en estas cosas. ¿Qué pasaría si me aviento a los carros ahora? Si subo a un puente y me dejo caer ¿Quién reclamaría mi cuerpo? ¿Quién me lloraría?
Aprieto el hielo de mi sombrilla con más fuerza, quiero sentir algo. Frío al menos.
Me refugió en una tienda para sacar mis audífonos y poner las sonatas de chelo que tengo. No puedo saber desde cuando me gusta el chelo, pero las melodías me relajan, otras me hacen sentir imponente y segura ante el mundo y sobre todo, todas ellas ayudan a que mi cabeza se calle y deje de escuchar mis pensamientos.
Las gotas deforman mi rostro en el agua, la neblina flota en los alrededores como un fantasma que induce a todas las personas a ser lo que son, tal vez la neblina los guía a un futuro, tal vez su hilo tiene una conexión especial con el mundo, los arboles o el piso que guía sus zapatos en un sentido. Tal vez por eso yo estoy sintiéndome perdida y vacía.
Tal vez por eso nada tiene sentido.
Chasqueo los dedos. La sombrilla desaparece. Me quito el abrigo y los zapatos, me deshago del top y voy al espejo.
La tira negra del sostén divide esa cicatriz en mi espalda. Tan horrible. Me he puesto cremas pero de ningún modo desaparece, es como si estuviera tatuada allí para recordarme un momento de mi vida es especifico.
Me voy a bañar con agua muy caliente. Mi cuerpo no reacciona, no se calienta, mi temperatura no cambia. ¿Qué hay de malo conmigo?
Voy del baño a mi cuarto, de mi cuarto a la cocina y de la cocina a la sala. No hay otro lugar. Reviso mi computadora pero todo esta lleno de documentos, preguntas sin respuestas, respuestas inexactas, todo a mi alrededor es así. Apago la computadora y me tiro al sillón.
¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Y si no hay nada en mi pasado? ¿Y si no me gusta lo que encuentro? ¿Acaso soy mala?
—¡Ahhh! ¡Basta ______! —me grito. No puedo estar así siempre. Debo sobrevivir.
Pero sobrevivir no es vivir.
El vapor que sale de mi boca es la única señal de que hace frío y que las personas a mi alrededor llevan chamarras. El motivo por el que llevo chamarra encima de mi top es por la cicatriz, no quiero miradas ni preguntas que no puedo responder.
He decidido hacerme la prueba hoy mismo. Son como las cinco y media de la mañana, solo estoy esperando a que me entreguen la nota con la que puedo recoger los resultados para irme a la agencia. Esta claro que no estoy embarazada.
Tan pronto como recibo la nota salgo del laboratorio. No he comprado una sombrilla y tengo que hacer una. Me duele un poco la mano derecha al sostener la sombrilla, pero estoy feliz porque al fin pude sentir algo. Aun si es dolor y mis muñecas están mutiladas.
—Manga larga ¿Eh? —dice Kunikida observándome—. ¿Por fin te dio frío?
—No. Solo es el outfit —respondo bajándome las mangas más. Aprieto los puños, el dolor me recorre las manos y siento que mis vendas se van a empapar de rojo, pero no pasa nada de eso. Solo siento.
Si no puedo sentir calor o frío, al menos sentiré dolor.
Esa misma noche voy a recoger los resultados.
—¿Es usted drogadicta?
Frunzo el ceño, el desconcierto en mi voz es claro.
—¿Perdón?
El doctor se sube los lentes y reacomoda la hoja en un gesto profesional. Parece buscar las palabras pare decirme esto.
—Encontramos una sustancia nociva en su orina. No queda mucha.
¿Droga? La de Dazai, pero han pasado bastantes días desde que me drogo, ya sería tiempo de que esa droga desapareciera. Aun así, asiento.
—Pobre un poco. Solo para relajarme —miento y dentro de mis bolsillos mis uñas han vuelto a agujerar mi piel.
—Sí, eso parece —dice condescendientemente—. Es una clase de droga alucinógena, muy potente. También parece haber marihuana y LSD.
¿Alucinógena?
—¿Qué quiere decir con alucinógena?
El doctor se abstiene de rodar los ojos y querer lanzarme las manos al cuello para que reaccione. Alucinógena, alucinógena. Eso quiere decir que lo que me hizo Dazai en realidad no... no puede ser.
¿Y si todas esas actitudes fueron planeadas? ¿Y si todo era para que tuviera una alucinación de ese tipo? Para alejarme de él, una alucinación lo suficientemente mala para no querer hablar con él, incluso para tenerle miedo.
Nunca me toco.
Nunca me beso.
Nunca me hizo nada.
¡Yo fui la que imagino puercadas con él! Si antes no podía mirarlo a la cara, ahora menos.
—¿Señorita?
—Eh... sí. Sí, yo consumí eso por curiosidad. —Otra vez, me estoy encajando las uñas y haciendo tensión en mi mano para que las heridas se abran y no diga la verdad.
Tomo mis resultados, pago y me voy como alma que lleva el diablo.
Guardo los resultados incluso cuando quiero romperlos. Apago mi celular incluso cuando quiero llamar a Dazai y gritarle. Me doy vergüenza. No quiero imaginar las cosas que Dazai tuvo que ver cuando estaba alucinando, ay no.
—Tengo hambre —chisto.
Estoy preparando chazuke y alitas a la BBQ cuando el timbre suena. Me cubro las muñecas con rapidez y me pongo una chaqueta que tapa la cicatriz, también unos pantalones.
Cocinar en calzones, mi pasión.
Chuuya ladea la cabeza al verme.
—Huele rico.
—Chazuke y alitas ¿Quieres?
Chuuya entra y deja la computadora en el sillón, es cierto, había olvidado su existencia. Chuuya va en pans pero no deja de verse bien. Maldito. Deja su gorra a un lado y se revuelve el cabello.
Se lo hace a un lado y casi se me quema la comida nada mas de verlo. Carraspeo la garganta, me exijo a mi misma concentrarme en la comida hasta terminarla. Una vez hecho esto, la sirvo en la mesa y dejo el plato para que Chuuya se sirva. Esta prácticamente es como su tercera o cuarta casa.
A mi no me importa, hace que el lugar se llene de luz y a mi me da calor cuando él llega.
La computadora esta en el centro. Desbloqueada.
—¡NOOOOOOO! —Grito—. ¡SIIIIIIIIIII! ¡Lo lograste!
Chuuya se ríe y niega con la cabeza al tiempo que da un sorbo al agua.
—No fui yo. Apenas y sé manejar Excel. Se lo encargue a mi equipo.
Chuuya teclea un par de cosas rápidamente y en ese instante me doy cuenta de lo blancos que son sus dedos y lo largos que se ven. Casi siempre lo veo con guantes y nunca me concentro en sus manos, constantemente estoy observando su perfil porque me gusta.
¿Eso es normal? Supongo que sí. Lo bonito me gusta, y lo voy a mirar si me gusta.
—De todos modos, no sabes lo mucho que me ayudaste. Gracias.
Hago una reverencia. Chuuya me toma por le brazo y hace que lo vea a los ojos.
—Trabajo es trabajo.
El pecho me duele con el comentario. Cierto. Lo olvide. Solo estamos trabajando, no somos amigos, no somos cercanos, Chuuya confía ciegamente en mí porque no sabe nada y yo tampoco sé nada, pero... yo tengo los archivos de la Mafia. Chuuya sabe que tengo algo que ver con Fyodor, sabe que soy peligrosa y sigue conmigo. ¿Por qué? No debería. Incluso si me quedo sola, él no debería poner su trabajo en riesgo por una desconocida como yo.
No importa si cree que soy su alma gemela. Yo no tengo hilo, yo no tengo alma gemela. No hay oportunidad para mí.
Trago y lo ignoro. Es hambre.
—Sí... —Me siento al lado de él—. Prueba las alitas.
Me pongo a inspeccionar la computadora.
El fondo es el mismo, la serpiente y APR. Hay una sola carpeta en el escritorio y la barra de herramientas solo muestras Word y un logo que no logro reconocer. La carpeta se llama: H E R M A N O S.
La cliquee rápidamente, pero como era de esperarse, estaba bloqueada.
—Umh. Isa no se pudo desboquear. Solo pudimos con la contasena —me dijo señalando la carpeta con el dedo manchado de salsa BBQ y la boca llena de carne, así como los labios y los bordes de estos manchados de salsa.
Se acabo la carne, se lamió los labios y chupó los dedos.
—No importa. De algún modo le sacare la contraseña. Muchas gracias.
Él levanta el pulgar todavía con la boca llena de alitas y salsa, los cachetes se le inflan de forma cómica. Reviso el resto de aplicaciones pero no hay nada y no puedo ingresar a la aplicación de logo desconocido porque también tiene contraseña.
—Gereth regresa mañana en la madrugada. ¿Qué crees que pase?
Chuuya se queda callado hasta que se traga todo lo que lleva en los cachetes. Siento que algo se nos olvida. No puedo recordar que, pero hay esa espinillita. Y como si de un balde de agua fría se tratase la idea me llega.
—¡La muñeca! —gritamos ambos al mismo tiempo viéndonos fijamente.
—¡No jodas! —chista con enojo—. A la mierda. Mañana paso a buscarte y le compramos una.
—¡No voy a entrar allí otra vez!
Suspiramos. Tengo razón, no podemos volver a colarnos. Casi nos atrapan incluso cuando el dueño no estaba, ahora que regreso, es imposible.
—Se va a dar cuenta de que le robaron la computadora. Da igual que vea esa cosa mutilada.
—Sí...
—Bien pues. Cuéntame como te fue con Margaret.
Pero entonces, me entran las nauseas y voy a devolver.
Dazai es un cabron, pero sería imposible que le hiciera eso a una mujer.
Dazai no es malo, nomás esperense.
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