XXII
Dostoyevskaya
Chuuya y yo nos dejamos caer en los sillones grises. Chuuya se tiende abriendo manos y piernas y deja que la computadora se deslice por el suelo. Le doy una mirada. Gereth se dará cuenta en cuanto llegué. ¿Qué vamos a hacer?
—Chuuya. Gereth se dará cuenta de que no esta su computadora ¿Por qué no pensamos eso antes? —en lugar de contestarme, se ríe. A lo que no me queda de otra que fruncir ligeramente el ceño y burlarle su risa.
—Estoy hablando en se-
—Gereth no se dará cuenta —se queda callado esperando a que diga algo, pero lo dejo continuar—. ¿No lo ves? Gereth estará demasiado cansado para cuando llegue, dentro de dos días ¿No? Esa misma noche tendremos un bloqueo en el aeropuerto por algunos problemas que tenemos. Llegara a la mañana siguiente, lo suficientemente cansado para no acordarse de la computadora. Entre más tiempo tarde en darse cuenta más es la posibilidad de que no sospeche de nosotros, es una regla básica de los criminales.
Asiento, todavía medio perpleja por su capacidad de confianza e inteligencia.
—Además, te quiere con vida ¿No? No te hará nada y en caso de que sea así, yo estaré para cuidarte.
No sé cómo responder a eso. No le agradezco, no hago ruido ni me muevo. Es... tan extraño... que alguien te cuide la espalda. Que confié ciegamente en ti. ¿Por qué? Incluso cuando sabe que hay algo malo en mí, que no soy lo que parezco, incluso así. ¿Cuál es su motivación?
Pese a eso, solo respondo.
—Gracias.
Despierto ya entrado el medio día. Chuuya ya no está, yo sigo en el sofá, con la computadora en el suelo. Esta claro que tiene contraseña, ni siquiera voy a intentar descifrarla. Solo me voy a quedar sentada, esperando.
O no. ¿Qué puedo hacer? Chuuya sale a correr, tiene la vida ocupada. Yo no.
Gereth ya no es mi amigo. Dagna y Luca estudian. Técnicamente no hay nadie...
¿Esta bien que este sola? ¿Por qué me afecta? Supongo que es porque ahora todos desconfían de mí, ni siquiera Chuuya tiene un motivo fijo para confiar en mí. Está bien que desconfíen de mí, tiene sentido, tienen razón, pero... no puedo evitar que me afecte.
Se supone que estoy tratando de llevar mi vida normal, y ahora no puedo. No puedo porque todos a mi alrededor están mirando sobre mis espaldas, están cuidándome. Incluso si hago un movimiento no mal intencionado, eso los puede llevar a tenerme como peor persona. Necesito buscarme otro trabajo. No puedo seguir con esta presión en los hombros o voy a terminar odiándolos. Y no esta bien, no puedo permitirme nada de sentimientos, entorpecen mi vista.
En teoría, estoy atada de manos.
—Ah, esto va a matarme.
Buscó distracciones con la mirada, hasta que veo mi diario en la mesa. Allí, en ese espacio tan grande se ve frágil, debo tener mucho cuidado con él, es prácticamente mi cabeza ahora. Me levantó por él y me tiendo en el sillón a leerlo, para ver si puedo sacar algo.
"Anotación N. 16.
El tres de octubre de 2020 he ido a una fiesta de mi anterior trabajo. He sido citada para celebrar un asesinato, lo cual no encuentro muy satisfactorio pero ese no es el punto..."
Continúo leyendo hasta que mis ojos dan con el nombre de Margaret, cierto, le dije que iba a volver. Tengo que encontrar una manera de contactarla, ella puede saber que significa el logo de la serpiente.
Jacob se refirió a ellos como: dueños de este humilde salón.
Si llamó al salón con la intención de contratarlo puedo tener contacto con Margaret. Ahora solo necesito el número.
Busco mi celular y entro a Google Maps, encuentro la ubicación de salón y tomo una captura de pantalla del número. Primero me meteré a bañar, apesto.
Luego de eso y de peinarme el cabello salgo a tomar el sol porque lo necesito, estoy pálida como fantasma. No hay nada interesante que ver a las afueras de mi apartamento así que tomo el bus hasta el centro comercial donde solo me siento a hacerme tonta como suele ser y a esconder la mano derecha en mi abrigo, no necesito que alguien se fije que no llevo hilo, no puedo correr más riesgos.
Luego de media hora de tomar el sol y mirar hilos rojos pasar frente a mis ojos, sueltos, atados, enredados, pero nunca rotos o inexistentes.
Decido que voy a hablar al salón de una vez y cuando vuelva a ver a Chuuya le diré. Me levantó y dejo propina para la mesera que me ofreció agua. Voy al teléfono público e inserto las monedas. Marco el número y espero. El corazón me palpita a mil y siento que lo puedo oír en el auricular, tomo aire y antes de dejarlo salir el teléfono se descuelga.
—Buenos días. Salón Kurisutaru ¿En que puedo ayudarle? —contengo el aire, es la voz Margaret.
No puedo pensar lo que voy a decir porque mi boca ya está hablando por si sola.
—Buenos días —respondo con mayor seguridad de la normal—. Me gustaría contratar el salón para un evento, es para una boda. He visto algunas reseñas y fotografías, pero me gustaría verlo en vivo, si no le molesta por supuesto.
—En absoluto. Puede agendar una cita para ver el salón.
—¿Es usted la dueña del salón? —intento hacer las preguntas no tan directas para enterarme de si la veré a ella.
—No señorita, pero seré yo quien le de una visita por el salón si le parece —sonrío y casi quiero reírme.
—Esta bien para mí. ¿Cuándo sería?
—El sábado tengo disponible, ¿A las seis esta bien? —Demonios, los sábados salgo tarde. Tendré que trabajar turnos extra el domingo.
—Sí. Muchas gracias, nos vemos.
—Gracias a usted. Hasta luego.
Cuelgo primero y estoy tan feliz que directamente voy a comprarme algo de comer, aunque posiblemente me corten la luz por no pagar. Estoy un poco reacia a gastar el dinero que apareció de la nada. ¿Qué pasa si lo uso? ¿Qué tanto me puede afectar? No tengo idea y no quiero averiguarlo.
Es de noche cuando Chuuya aparece en mi puerta con pijama o lo que creo que es el pijama. Una bata de seda negra. A este punto no me sorprendería que me llegara con unos zapatos Gucci o algo así. Ahora que me lo pregunto ¿Qué hace viviendo en un lugar tan ordinario? Digámosle así, porque Chuuya es todo menos ordinario. Tal vez pueda preguntárselo.
—Pasa —me hago a un lado y él deja las pantuflas en la entrada. Voy y me tumbo en el sillón, él a mi lado.
—Ey, pase a buscarte en la tarde.
—Sí, lo siento. Salí a hacer algo —me acomodó en el sillón para contarle—. Decidí hablar con Margaret ¿Te acuerdas? Hable al número del salón y agende una cita para ver el salón, ella será quien me lo muestre.
—Dios, eso es genial y muy inteligente —Chuuya reposa su mano en cabeza y por un momento me siento como un perro que acaba de ser elogiado—. ¿Cuándo se van a ver?
—El sábado por la tarde.
—Ese mismo día tengo el atraco en el aeropuerto. No puedo acompañarte.
—Esta bien. No creo necesitar ayuda, pero gracias —Él asiente y nos quedamos en silencio, hasta que decido preguntar—. Eh...
—¿Umh?
—¿Hace cuanto vives aquí?
—Llegue algunos meses antes que tú, porque cuando llegue me dijeron que este apartamento estaba vacío porque el aire acondicionado no funcionaba y hacía mucho frío en el invierno y demasiado calor en verano. Supongo que ahora tiene sentido porque sigues aquí.
» Al principio creí que no ibas a durar ni un mes, llegaste en invierno y por lo que vi no llevabas demasiadas cosas. Además, nunca te veía salir por el día y cuando llegaba tarde tus luces estaban encendidas. Me causabas curiosidad sinceramente, pero nunca te vi, quiero decir, ya sabes a la cara o de espaldas. ¿Tú me llegaste a ver?
Encojo el labio haciendo una mueca de negación. Él tiene razón, yo trabajaba de noche y dormía de día. Igualmente, aquí no hace frío o calor, simplemente es mi frío corporal con el que acostumbro a vivir.
—¿Y por qué aquí? —Chuuya suspira como si estuviera esperando la pregunta, pero no parece molesto.
—Tengo una casa. Esta a las afueras de Yokohama. Me gusta la tranquilidad del lugar, pero es muy grande para una sola persona. No me la vivo allí, realmente pensé en adoptar una mascota pero tampoco puedo. Mis horarios están muy descolocados y a veces descuido la casa. Podría contratar a alguien que la cuide, pero es que, tampoco me gusta que invadan mi espacio —ríe como si yo fuera a soltar algún comentario como: "eres muy delicado" o algo así.
En su lugar digo:
—¿Tienes una foto? —Me mira con intriga, luego saca su celular de algún bolsillo de la bata y busca una foto. Es un iPhone, el más moderno. Decir que me siento una pobre de mierda se queda corto.
Me enseña la foto y abro la boca con cara de evidente estúpida. Wow, es solo wow. Fácil podrían vivir seis personas allí o más. Por lo que se ve, es de dos pisos, hay paredes, pero la mayoría son vidrios que dejan ver el interior de la casa. Afuera hay un jardín, balcón con mesas y alberca. No hay palabras para describir lo sorprendida y fascinada que me siento al verla, es como las casas de ensueño. Se ve cálida y realmente debe ser cómodo vivir allí. Poder salir todos los días a un jardín hermoso y una alberca. Dios santo.
—Es solitario —dice, bajando el celular. Mis ojos brillas cómicamente, aunque dudo que pueda verlo—. Sé que se ve bonito, pero con el tiempo se siente frío.
—¿Y si es así porque la compraste? —Él sonríe.
—No pensé en el ahora sino en el mañana. Yo ah... quiero casarme, tener un hijo y adoptar otro. Emperezaremos con una mascota o dos, las que ella quiera. Quiero que mi casa tenga el sonido de ella cantando o haciendo lo que desee, que disfrute estar allí y nunca le falte nada. Sé que nunca le va a faltar nada, solo me falta la novia.
Suena triste en ultima instancia. Me le quedo viendo de perfil. La luz que entra por la ventana realza sus rasgos, la línea de la mandíbula bien marcada, la nariz respingada y los labios rosa pálido. Es hermoso y eso es poco, es una sensación embriagante. Me gustan las cosas bonitas, pero esto es otro nivel. Chuuya supera la belleza masculina y femenina, es ambas, no hay manera de describirlo. Esta más allá de todo lo hermoso que he visto en mi vida y que me hable de su futuro.
De algo tan íntimo y privado. Que lo haga con tanto esmero, con toda la emoción en su voz, realza sus rasgos. Brilla y es perfecto. Y pensar que él no es mi alma gemela, que no puede serlo me deja una sensación de vacío en el estómago. Es hambre, tiene que ser hambre. No he comido.
—Antes de esto... de lo del hilo. Yo... tenía, tenía a alguien... —repentinamente se queda callado, como reaccionando. Parpadeó y me mira.
Yo tengo la cara apoyada en una mano, admirándolo como pendeja.
—Perdón, estoy desvariando. Aunque es reconfortante. No hablo de esto en la mafia. Todos piensas que me la vivo en esa casa amando mi soltería y que me gusta divertirme con algunas mujeres. O sea, sí, pero hace mucho que deje de hacerlo. Prefiero un lugar como este. No te aburrí ¿Verdad?
—No, no —digo rápidamente quitando mi cara de estúpida —lo mejor que puedo porque otra no tengo— y moviendo las manos—. Tú podrías hablarme de una mosca y te escucharía con la misma atención.
Chuuya me mira y no dice nada, solo me sonríe como el ángel que es. Y entonces, cagando toda mi fantasía suena mi estómago. Fuck. Chuuya se ríe.
—¿Quieres comer algo aquí o afuera?
—Aquí. Quiero ver una película —Una idea surca mi cabeza—. ¿Te gustan las mascarillas?
Los ojos de él brillan y sus rasgos se alzan. Asiente. Se ata el cabello en una coleta alta, noto un mechón más corto que otro. Me levanto a preparar algo decente.
Es sábado cuando exijo salir más temprano con la excusa de tengo cita médica. Kunikida accede con facilidad, demasiado para mi gusto. Eso es lo menos importante, mientras no se interpongan en mis planes.
Tomo el metro para ir al salón. Voy en short y top y para esa hora ya hace frío por lo que no es raro que algunas personas se me queden viendo raro. De por sí es octubre, el frío es peor incluso en la mañana, es tan raro que mi temperatura corporal sea menor.
Bajo del metro y voy casi corriendo para no llegar tarde al salón. Siempre llevo alguna bolsa en mis pantalones o blusas porque tengo que ocultar el hecho de que no hay hilo y cuando no puedo solo me queda aguardar.
El salón se alza frente a mis ojos y Margaret ya esta allí, como una figura más opaca y demacrada, como se espera de una mujer que tiene un hijo enfermo. Pese a eso, no tiene tantas arrugas y los tacones junto con la falda larga la hacen ver alta y delgada. Apenas oye mis pasos levanta la cabeza del celular. Se queda congelada al verme y retrocede un paso, luego otro y se echa a correr.
Levanto una pared de hielo, otra y otra hasta que solo tiene una dirección a la que correr, hacía mí. Margaret frunce el ceño y por un momento siento que me va a escupir en la cara.
—¿Qué quieres? No te delate y te dije lo que querías. Déjame en paz.
—No me has dicho todo lo que sabes —argumento—. ¿Tienes hambre? Hace frío para que estés afuera con falda. Vamos, vamos. Quiero comer algo.
No la dejo responder cuando las paredes ya se cayeron y la estoy empujando en dirección contraria a por donde vine. La llevo a un restaurante de comida rápida. Ella no quiere pedir nada por lo que yo le pido una hamburguesa. No es como si comiera esto seguido, es dañino y mi metabolismo es lentísimo. En cuanto como algo demasiado pesado o grasoso me inflo como globo y parece que no voy al gimnasio. O sea, no voy a ir nunca, que flojera, pero al menos que parezca que hago algo con mi vida.
—¿Entonces? ¿Qué quieres?
—Serpientes. Gereth y Jacob tienen. Tú también.
Es bueno empezar por allí, mientras más me alargue más soltara y poco a poco ira cometiendo errores que hará que me de cuenta de si miente o no. Ella suspira y ni siquiera parece sorprendida de que sepa eso. Debe estar esperando que sea una clase de super genio o una cosa así, ja, si supiera que ni me acuerdo de como resolver fracciones.
—Sí ¿Y? —Espero pacientemente a que siga hablando. Ella se torna incomoda y alza la falda, mostrando parte de su tobillo izquierdo, allí inicia la cabeza de la serpiente.
Alzo la cabeza.
—¿Qué significa? ¿Qué es en realidad la Agencia?
—No te lo voy a decir, ni creas que lo hare.
Me reclino contra mi silla. Me relajo y alzo las cejas. Miro a mi alrededor lentamente, hay mucha gente en este lugar.
—No creo que quieras armar un escándalo, no para alguien que tiene un hijo enfermo.
Saco una navaja, el mango está congelado y lo sostengo con cuidado. Llevo la punta a mi estomago y lo coloco lentamente. Margaret se alarma, sabe que si intenta quitar la navaja me la encajare y el mango se descongelara, sus huellas aparecerán y no tendrá manera de salir de esta.
Además, el viernes no se desperdició. Prepare algunos documentos falsos para incriminarla en caso de tener que llegar a este punto. Pero dudo mucho que los tenga que usar.
—Esta bien, esta bien. Joder —se pasa las manos por el cabello y se apelmaza las puntas. Incluso me senté en una mesa donde la navaja no se puede ser, al menos no quien la incrusta.
No retiro la navaja.
—No es cualquier tipo de serpiente. Ciertas serpientes atrapan roedores y se los comen. No es Agencia Provida de la Raza, es Agencia Preliminar de las Ratas. APR.
Ella toma aire. Yo siento que el oxigeno se me acaba. Oculto la navaja en mi bolso apenas el camarero trae las hamburguesas. Nadie las toca.
—Estamos disfrazados como alguien que intenta ayudar a los necesitados después del hilo, buscamos maneras de deshacernos de las ratas. Esa es toda nuestra meta.
—¿Quiénes son las ratas?
—Son solo dos personas. Hay peones de por medio, pero ellos dos controlan todo. Mueven los hilos.
—¿Cómo se llaman?
—Es Fyodor Dostoyevski y su hermana.
La navaja se me resbala, la tomo con fuerza. Mis dedos están entumecidos gracias a mi propio hielo. No entiendo nada.
Nada de nada. Pero sigo hablando, mientras de más me entere mayor es mi posibilidad de encontrar respuestas. No ahora, pronto.
—Varvara Dostoyevskaya. Sabemos poca cosa de ella, pero déjame decirte una cosa. Es más peligrosa que su hermano.
—¿Cómo... como... saben todo esto? ¿Dónde esta Fyodor? Lo saben ¿No?
Ella niega, hay la misma desilusión en sus ojos.
—Sabemos donde esta su hermana, pero no él. Ahora su hermana no representa un peligro para nosotros, solo él. Es todo lo que sé.
Esto no puede ser. No puede ser. Entonces ¿Qué? ¿A dónde demonios me lleva todo esto? ¿A dónde voy a ir? Solo he corroborado que Gereth no es lo que dice ser, pero eso ya lo sabía. ¿Qué hago? ¿Qué hago?
No puedo decirle que me de la contraseña de la laptop, sería soltarle demasiada información. Maldita sea.
Hi, hi. Lo siento por tardarme tanto. Estaba en un bloque creativo. Pero valió la pena. Poco a poco las cosas se esclarecen. O tal vez no.
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