XVI
No todo es tan inocente como se ve
—Deberías hacer un diario —es lo primero que oigo salir de su boca después de haber pasado varios minutos solo bebiendo.
Hemos estado viendo la televisión mientras bebemos vino que trajo de su casa. No tiene nada de aguante, a la segunda copa ya está siendo afectado. Por mi parte, es la tercera, sigo sobria y considero su idea.
—¿Para qué? —Chuuya extendió su mano como si fuera a hacer una exposición importante.
—Bueno, ya que has dicho que cada que matas a una persona (cosa que espero que no pase muy seguido). El punto es que, en el diario relates todo lo que sabes, incluso si lo que no me quieras contar. Hablo de todo. Las teorías más disparatadas incluso, o lo que es privado.
Son las tres o las cuatro de la mañana, no lo sé. Estamos a oscuras, con el televisor encendido bebiendo como adolescentes. Recuerdo muy apenas haber probado el vino en mi vida, la vez que estaba plenamente consciente de ello fue en una fiesta entre comillas con Gereth, y esa vez fue la vomite.
Creo que la idea es interesante, no se me había ocurrido. Definitivamente lo hare.
En estas horas, hemos estado hablando, él de su trabajo y esas cosas que solo un mafioso puede decir. Si no supiera lo que es, ni siquiera se me pasaría por la cabeza que va en la mafia, es tan... amable. No le conté lo de Dazai ni lo de Gereth. Lo que sí, fue la cuenta regresiva que vi en la casa de Gereth.
—Catorce de febrero eh —Chuuya bajo su copa—. Estoy ebrio, y es solo una suposición, pero, ¿No es mucha coincidencia? Míralo desde un punto muy obvio. Almas gemelas, destino, enamoramiento, catorce de febrero. Es posible que algo relacionado con este mundo gris pase ese día. Quizá todo se disuelva o todo empeore.
Chuuya tiene razón. Solo que, siento que es demasiado fácil. Gereth es un experto en informática, muy inteligente. Aunque no me causa sorpresa que todas esas computadoras estén en su habitación, donde yo he dormido. Es psicología inversa. Es obvio que, si el me prohíbe la entrada a una habitación, esta me causara más intriga que la que piso. Descubrí la cuenta por accidente.
Desde hace un año que todo esto paso. Mucha gente entro en pánico. Noviazgos, matrimonios. Cuando todos ellos apreciaron que no estaban con su alma gemela, la mayoría enloqueció. Hubo una buena cantidad de divorcios, rupturas, señoritas y jóvenes llorando.
Hubo gente matando para encontrar a su alma gemela. Hubo gente dispuesta a suicidarse. Incluso en los mercados negros empezaron a vender detectores de almas gemelas, falsos obviamente. La gente se está acostumbrando, pero, aun así, todavía quedan estragos sueltos. Quizá Dazai sabe de lo que pasara el catorce y por eso esta tan desesperado por encontrar el libro. Quizá me haya drogado e intentado hacer eso, como una barrera para que no me acerque, no pregunte y no hable con él.
Es una medida extrema, solo que conozco cuan persistente puedo ser. Sin embargo, ESO NO JUSTIFICA UNA MIERDA. Le quiero patear el culo.
—Hip. Estoy muerto —Chuuya deja su copa, antes de recostarse en el sillón, con la cabeza en mi regazo—. Joder, eres tan fría.
—Lo siento, yo no irradió calidez a donde voy.
—Eso es cierto. Este rey es inigualable.
—Te pones muy egocéntrico borracho.
—El ego hasta el cielo, el perreo hasta el suelo.
—¿Qué es el perreo?
—Olvídalo —dice, frotándose los ojos con el dorso de las manos—. A propósito, exactamente ¿Cómo funciona tu habilidad?
—Oh. Solo controlo el frío. Eso me hace inmune a cualquier frío, salvo el mío propio. Hago hielo y nieve, ventiscas, puedo hacerte morir de hipotermia, puedo bajar la temperatura de un lugar si así lo deseo.
—Pero tu hielo no parece común. —Ladeó la cabeza. Para estar borracho, tiene muy buena consciencia. ¿Qué pasa si le preguntó qué piensa de mí?
—¿A qué te refieres?
—Quiero decir, el hielo es un poco opaco. Y el tuyo no, es como vidrio.
—Ahhhhh. Mi hielo no se puede derretir, solo romper, pero no importa en cuantos trozos lo partas siempre habrá, a menos que yo lo deshaga.
Él asiente, como si entendiera el asunto. Estoy segura de que mañana no se va a acordar.
—¿Confías en Gereth?
La pregunta me toma por sorpresa. Tardó en responder. ¿De verdad esta borracho...? Yo no puedo articular ni pio estando así.
—No del todo...
Ni siquiera quiero admitirlo en voz alta. Me detesto por confiar en alguien que ya vi que me mintió.
—Te tomara tiempo —murmura, como si ya se lo hubieran dicho—. Un día, él simplemente agarrara sus cosas, explotara tu carro y traicionara tu confianza.
Frunzo el ceño. Eso fue bastante especifico. ¿De quién habla?
—¿En serio? ¿Y cómo era?
—Un bastardo y un imbécil, y lo más cercano a un amigo.
Eso suena tan mal. Dios, el mundo siempre ha sido así, la gente ha sido así. No quiero imaginarme que tan mala es la persona que dejo a Chuuya.
—Tienes razón...
Él no responde. Bajo la mirada y me lo encuentro dormido.
—Awwwww —suelto—. Pareces todo menos un asesino.
Y, de todos modos, lo es. ¿Qué hubiera pasado si nunca hubiese entrado a la mafia? Es increíble cómo estas cosas pasan. Él no es libre. Ningún usuario de habilidad lo es. Todos han tenido vidas miserables, pasados crueles, futuros inciertos, presentes fuera de lugar. Los usuarios de habilidad, tal vez... no deberían existir.
Ew, ¿Qué tonterías pienso?
Decido que Chuuya es pesado para que mis cincuenta y ocho kilos de pura debilidad lo puedan cargar. No soy atlética. Por mi misma, no soy capaz de correr una cuadra sin tirarme al suelo y rogar por aire.
Lo dejo en el sofá, le pongo una manta encima porque siento que mi apartamento es más frío que el suyo. Me voy a bañar y a dormir.
Es la una de la tarde cuando me despierto. Chuuya sigue dormido y me alegro que sea así porque estoy hecha un desastre. Mientras duerme acurrucado, yo voy a una de las papelerías más lindas de aquí, y de paso, compró ropa.
Todavía me estoy cuestionando de donde vino ese dinero. Si Dazai dice que un tal Katai lo ayudo, tal vez consiga información. Iré a verlo en la tarde, si tengo tiempo.
La papelería es grande, inmensa. ¡Y hay tantas cositas lindas! En la Universidad muy a fuerzas llevaba un lapicero medio mordido que encontraba en el suelo. Sí... sigo siendo una descuidada.
Hago la compra de la libreta, y al final decido que no necesito ropa y que mejor guardo mi dinero porque la Agencia todavía no me paga. Kunikida explota a su secretaria y mira como me llega el pago. Printi ti pigirimis. Pagarme nada. En fin. La conclusión de este día, es que ser adulto es un asco.
Cuando regreso Chuuya ya no está.
De todos modos, hago de comer para los dos. A pesar de eso, Chuuya no regresa y empiezo a preocuparme. No tengo manera de contactarlo. Incluso voy al estacionamiento solo para encontrarme que su auto sigue allí. ¿A dónde fue para que tarde tanto?
Agh, de todos modos, no soy su mamá. Él está bien. Me tiro al sillón a comer y luego voy a caminar.
Chuuya no regresa esa noche. Enfadada y preocupada voy hasta su apartamento. Tal es mi sorpresa al ver que no hay nadie. No quiero preocuparme, pero ya es tarde. Esa noche me cuesta mucho dormir.
Es viernes, Kunikida me tiene trabajando. Yo estoy distraída y solo espero encontrar a Chuuya en su apartamento otra vez. Demonios. Sé que es un mafioso, pero uuugh, no estoy segura de nada ahora. Y tengo miedo.
—Eyyyyyyy —Kunikida sacude su mano frente a mí—. ¿Por qué estás tan distraída?
—¿E-eh? —sacudo mis manos—. ¡Nada! ¡Estoy bien!
Kunikida frunce el ceño, mirándome como si trajera bigote pintado o algo.
—Estas muy expresiva hoy —Kunikida golpea mi frente con la punta de sus dedos—. Acompaña al mocoso a entregar algo, igual y se te baja el estrés.
Accedo inmediatamente con un asentimiento. Todavía puedo sentir la mirada de Kunikida en mi espalda cuando me voy. Nunca creí que ser secretaria fuera tan complicado, ¿O será mi jefe? Sea como sea, Kunikida es cruel conmigo.
Mientras caminamos de regreso, recuerdo a el tal Katai.
—Oye Atsushi-san —el peliblanco inclina la cabeza—. ¿Conoces a un tal Katai?
Atsushi parece sorprendido por mi pregunta. Y de nuevo, al igual que Kunikida se me quedan viendo raro.
—Estas frunciendo las cejas —me dice. Me toco la frente. Es cierto. Mi rostro se relaja—. De verdad pareces una muñeca... ¡Sin ofender!
—Está bien Atsushi-san.
—Solo Atsushi, y sí, lo conozco. ¿Por qué?
—¿Puedes darme la dirección? —Atsushi vacila.
En eso me doy cuenta de que posiblemente Dazai le advirtió de esto. Demonios. Siento mi ceño fruncirse y mi boca afloja con gruñir. No puedo ceder, pero sinceramente, Dazai es una piedra en el culo. ¡Y todo lo más cerca que estuve de quitármelo de encima fue cuando estuve drogada! Refunfuño.
—Olvídalo —me cruzo de brazos, y me obligo a que la inexpresividad vuelva a mi rostro.
Estaba a literalmente un paso de conseguir algo, algo, y pum Dazai me jode todo. Aish. Aish.
—¿Estas bien? —Atsushi me toca el hombro y siento un pinchazo en mi costado.
Reacciono, solo para darme cuenta de que mi habilidad ha creado esquirlas a mi alrededor y se están apretando. Atsushi tiene el rostro de preocupación. Esto no pasa seguido, es algo más automático. Como una barrera para que nadie se me acerque, solo que en vez de tener lo picos hacía afuera, están hacia adentro. Bajo los brazos y hago que las esquirlas se vayan.
—Estoy molesta.
—No se nota —y lo dice en serio. No se oye sarcasmo en su voz—. Es que, eres... muy inexpresiva. No puedo saber lo que piensas o lo que sientes. Como Dazai-san.
—¿Dazai eh? —rechino los dientes—. ¿Es tu tutor?
—Él es... realmente bueno.
Me tapo la boca para reprimir mi carcajada. Él no tiene por qué enterarse de que su mentor es una porquería de persona. Suspiro, puedo lidiar con esto. Claro que sí. ¡Lidie con el viejo que me daba matemáticas! ¡Puedo con todo!
—¿Tuviste un mentor? —su pregunta me descoloca, pero no dejo que lo vea.
—No lo recuerdo. Posiblemente.
Él asiente. Se hace noche. Por las calles se encienden las luces de los negocios. Los hilos brillan, las personas andan de un lado a otro. Parecen tranquilos. Ninguno de ellos parece usuario de habilidad. Inconscientemente aprieto mi meñique derecho.
—Atsushi... ¿Qué se siente amar?
—¿E-eh?
—Kyouka es tu novia ¿No? Sus hilos están juntos —el rostro de Atsushi se puso rojo hasta las orejas—. ¿No?
—¡S-sí! —los colores fueron bajando poco a poco—. La verdad es que... es un sentimiento muy difícil de explicar. Cada quien lo siente diferente. Yo solo... soy feliz cuando Kyouka-chan está conmigo y cuando sonríe... ella siempre sonríe cuando está conmigo.
Eso suena tan bonito. Los ojos del tigre brillan de pura emoción, de felicidad, de amor. Sus pupilas se dilatan cuando habla de ella. Todas las almas gemelas deben sentirse de esa manera, incluso si pelean, regresan. Regresan a donde fueron felices. Todo parece tan sencillo. Solo si tienes hilo...
Mis puños se cierran. Está bien, está bien. Todo está bien. Estoy en la Agencia, todo lo que necesito es tomar mis cosas, romper el sello, patearle el culo a Dazai, recuperar mis recuerdos, deshacerme de Fyodor. ¡Simple! ¡Sencillo!
—Mocosa, te vas a romper los dedos si sigues apretando así la silla —parpadeo. Mis nudillos están blancos y mis uñas están enterradas en el plástico. Al sacarlas, solo me doy cuenta de que me hecho sangran la palma con ellas—. ¿Qué te sucede? No tienes ninguna expresión, pero parece que estas enojada.
—Estoy bien —alcanzo a formular, aprieto mi bolso—. Buenas noches jefe.
Hago una inclinación.
—No soy tu jefe.
—Lo eres para mí.
Paso de largo mi apartamento, sigo apretando mi bolsa. Toco quizá demasiado fuerte la puerta del apartamento de Chuuya.
—¡Chuuya! ¡Ábreme! —pasan los segundos. No hay nada.
Me rehusó a creer que no está. Siempre vuelve, siempre, siempre. Pego mi oreja a la puerta. No se oye nada. Vuelvo a golpear la puerta.
—¡Chuuya! ¡Por favor!
Pero nadie me responde. Aprieto más los dientes. Me dejo caer contra la pared. No importa. Necesito centrarme, si Atsushi no me da la dirección, se la voy a sacar a alguien o lo conseguiré yo misma. A cualquier costo.
Despierto sobresaltada y entumida. Me quede dormida en la puerta de Chuuya. Me froto la cara. Me adentro en mi apartamento. Me aseo, y me voy a dormir hasta que son las cinco y media.
Y otra vez, repito la rutina. Kunikida me pone a trabajar. Se enoja porque Dazai no hace nada, me dice distraída, vuelvo a casa, toco la puerta de Chuuya. Nadie responde. Siento que en cualquier momento voy a sufrir un colapso.
Es domingo por la mañana cuando Gereth me llama. Dios. El solo hecho de responder me duele.
—¡Eyyyy! ¿Cómo estás?
—Oh... es-estoy bien ¿Y tú? ¿A qué se debe tu llamada?
Tengo que actuar normal. Todo tiene que parecer normal.
—Solo quería saludarte —canturreó—. Y decirte ¡Me voy unos días!
—Eso es genial. ¿Vacaciones? —se oye un salto del otro lado.
—¡Sí! —él se aclara la garganta—. Sabes que tengo tortugas y peces... ¿Crees que puedas darles de comer? En la noche, claro.
Una sonrisa aflora en mi rostro, siento la mirada de Kyouka, y lo oigo: "Se parece a Dazai, cuando trama algo realmente peligroso". La sonrisa desaparece, pero la sensación de control y poder no. Lo tengo. Respuestas haya voy.
—Claro —respondo seca.
—¡Muchas gracias cariño! —de verdad se oye entusiasmado. Y no sospecha nada. Estoy tan feliz.
—Sabes que no es nada.
—Ya sabes dónde está la copia de las llaves.
—Sí. Cuídate mucho.
Y cuelgo. ¡Genial! Casi quiero ponerme a saltar en mi lugar. Es solo un pequeño paso, pero siento que estoy tomando el control de la situación poco a poco. Solo espero que la información me traiga más respuestas que preguntas.
Lunes. Es momento de ir a la universidad. Estoy en la habitación de Luca. Es de noche, así que el campus está libre de guardias que no me permitan el paso.
—Jodeeeer. Como tarda.
Asiento con la cabeza. Estamos esperando a Dagna, dijo que iba a despedir a su noviesucho. Ya tengo el papel en mis manos. No es la gran cosa.
Recuerdo que, hace apenas más de un año me inscribí como estudiante de último año. Tarde más de dos meses planeando y haciendo toda la documentación falsa, un historial y una vida falsa. Aquí soy Saruhiko Jayla. Tengo veinticuatro años, nací el veintitrés de diciembre, mis padres viven en Tokio. No se me escapo ni un detalle.
Estoy por hablar cuando se oyen pasos a las afueras del cuarto de Luca. No es Dagna, lo sé por como pisa y porque son dos pares de pisadas.
—¿Hablas en serio? —reconozco esa voz enseguida.
No tengo que mirar a Luca para saber lo que tengo que hacer. Abro la ventana y la salto. Me cuelgo de ella, creando una esfera de hielo que se mantenga con un torbellino. Mantengo la espalda pegada a la pared del edificio, con la cabeza al ras del marco. Oigo las voces.
—Viejo —se saludan. Las palmas chocan.
—¿Qué hay? ¿Estabas hablando con alguien? —esa es la voz del sujeto dos.
—No ¿Por?
—Creí oír a la loca —esa es la voz del sujeto uno. Ruedo los ojos, detesto ese apodo.
—Dios cállate. De solo pensarlo me da escalofríos —murmura el sujeto dos. Oigo como se dejan caer en el sillón con Luca.
—Seguimos amenazados a pesar de que se graduó.
—Bro, I really feel that.
Las ganas de estar aquí se extinguen. Siento que alguien puso su dedo en la llama y la apagó.
Sucedió hace meses. Estaba en el penúltimo semestre. Dos compañeros, estábamos en una fiesta clandestina que se dan en los edificios que no usamos, ellos me provocaron, se lo merecían. Estaba bebida, jugaba poker, entonces uno de los compañeros, la chica, choco conmigo y me mancho todo el vestido. Me enfurecí, pero lo dejé pasar y decidí que era hora de irme.
Abandone la fiesta. Los dormitorios de las chicas quedan lejos, hay que atravesar toda la cancha. La chica me siguió, su amigo también, querían disculparse. Los deje hacerlo, estábamos atrás de las gradas, el silencio era perturbador. No escuchaba sus voces, no me interesaba. Ambos estaban bebidos, la chica vitoreaba y no se callaba. Me enfadé, quise irme, no me dejaron. Entonces, solté un puñetazo a la chica. El chico se me dejo ir.
Los congele. A los dos. Y luego destruí sus cuerpos.
Para cuando me di cuenta, Luca, Dagna y esos dos sujetos estaban allí. Mirándome horrorizados, como si fuera una asesina.
—¿Qué están mirando? —ladré, apretando los puños. No estaba en mis cabales.
—Jayla... —chasqueé los dedos, cuatro destellos aparecieron y se introdujeron en los corazones, igual que con Margaret.
—Dicen una palabra y su corazón se congelará.
No tuve que decir nada más. Regresé a los dormitorios y dormí como un bebé.
Desde ese momento, los amigos de Luca me llaman loca o asesina a mis espaldas. Sé que Luca y Dagna también lo hacen, sé que solo me hablan porque tienen miedo. Sé que son unos hipócritas. No me importa.
Así es como es esto. Es lo que me gano.
Me voy, arrastrada por mi tornado. Es la una de la mañana cuando estoy en mi casa. No espero ver a Chuuya. No esta. Se fue, así como así, no sé qué pensar. Sin embargo, al subir logro vislumbrar su cabellera roja. Mis ojos se abren en grande al verlo en tal estado.
—¡Chuuya!
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