XIV

Con el capítulo XIII ya se dieron una idea, y con la rola de arriba también. De todos modos, en este capítulo hay contenido medio sexual. 



Malas pasadas

Camino a la Agencia, me pongo a pensar en que por estar lloriqueando por algo que no entiendo, no me he concentrado en lo que realmente debería concentrarme, en Gereth, en Jacob, en la fiesta, la cuenta regresiva...

134. 10. 22. 47.

Suponiendo que ya hayan pasado veinticuatro horas, y hoy es cuatro de octubre de dos mil veinte... En ciento treinta y tres días, será catorce de febrero de dos mil veintiuno. ¿Qué va a pasar ese día? Saber tan poco me está frustrando, pero no puedo rendirme con facilidad



Kunikida se da cuenta de que estoy distraída, y que no me he movido de mi asiento a pesar de que todos han bajado a almorzar, pero no dice nada y me deja a solas en la oficina.

Me recargó en el escritorio, y me pongo a jugar Candy Crush. En eso, Gereth me textea y mi celular se bugea haciendo que pierda la partida. Gruño y respondo los mensajes.

Hola.

Umh, ¿Cómo fueron las cosas con tu chico?

Me lo preguntaba porque estuviste en línea toda la madrugada...

¿Estás bien?

No tengo cabeza para escribir, así que le marcó y el responde.

—Hola —digo soltando un bostezo—. Él y yo, peleamos, algo x. Sí, tuve problemas con mi sueño, pero estoy bien ¿Y tú?

—¿Segura que estas bien? ¿Quieres hablar de algo? —su tono es bajo y condescendiente.

—No... solo que... estoy confundida y estresada... —se oye un suspiro del otro lado y casi puedo sentir su mano acariciarme la cabeza y jugar con mis chinos.

—Quiero hablarte de algo ¿Puedo?

—Sí... —su voz es suave, y se oye como susurros en mi oreja que me arrullan.

—Revise la grabación de la conversación que tuviste con el asesino... quizá tú no te diste cuenta, pero, mencionas unos ojos amarillos ¿No? Y sabes que todas sus víctimas tenían los ojos amarillos. En las autopsias no hay ninguna marca, y tampoco similitud entre las víctimas, salvo los ojos amarillos ¿Sabes lo que quiero decir? Que quizás el asesino podía ver los colores, recuérdalo, él mencionaba que los ojos lo acosaban, pero de no ver los colores, cualquier tipo de ojo lo acosaría ya que todos son grises. Tal vez realmente haya más personas que puedan ver los colores.

Asiento, sé que no puede verme, pero no estoy del todo consciente, y solo algunas palabras me llegan. Mi subconsciente entiende lo que dice, pero yo no, y solo guardo la información para más tarde. Mi barbilla cae en el escritorio.

—¿_____? No te vayas a dormir... —pero ya es muy tarde. El teléfono me resbala.

Lo sujeto con fuerza, me reincorporo y decido mojarme la cara. El agua helada hace que vuelva en mí, pero mis parpados no dejan de pesar. Estoy deshecha, todavía se me notan las ojeras y los ojos como sapo.

Terminé la universidad en julio, y antes estaba seriamente acostumbrada a no dormir por noches y al día siguiente tener exámenes, ahora parece que me agotado y el peso de no dormir bien me está cobrando factura.

—¿_____?

—¿Eh? Sí, aquí sigo... entendió lo que dices. Lo voy a meditar.

—Claro. Tengo una junta ahora, te hablo más tarde. Duerme un poco. Te quiero —y cuelga. Guardo mi teléfono.

Vuelvo a mi lugar de trabajo, la Agencia empieza subir. Dazai se me acerca, su barbilla se posa en mi cabeza, y siento sus manos recorrerme los hombros y abrazarme, la sensación es cálida y casi quiero acurrucarme y dormir. Pero la punzante sensación de que algo malo pasa con Dazai no me deja.

—Ne, Elsa-chan. ¿Estás ocupada esta noche? Recién pague la suscripción de Netflix —canturreo. Terminó por soltar otro bostezo y dejar caer mi cabeza en su hombro.

—Aja... —murmuró, desinteresada.

Dazai se separa de mí, y oigo a la lejanía —a pesar de que está a un metro de mí—, que va a salir. Un instinto de alerta se enciende. No va a salir solo a suicidarse, eso lo sé. Me dispongo a seguirlo con la excusa de vigilarlo para que no se mate. Nadie parece sospechar nada, salvo Atsushi y su novia. De todos modos, no me importa.

Voy a unos metros de él, luego, me quedo en la acera contraria. Lo veo ir a un parque y sentarse en bajo la sombra de un árbol en una banca. El corazón me tamborilea con los nervios de que me descubra, y las pulsaciones de miedo en mis manos, hacen que sienta mucho más pesada mi presencia, por lo que no lo miro.

Pasan los minutos, nadie llega, observó mis alrededores, no hay nada que Dazai mire, tiene la cabeza hundida en su libro del suicidio. Luego, tras unos minutos más, alguien se sienta en la otra punta de la banca.

Me quedo estática en mi lugar —al lado de una farola fingiendo oír música y textear—. Mi corazón se congela, y siento que me han echado un balde de agua encima. Mis piernas tiemblan y no sé si estoy lista para ver o saber lo que creo que pasa. Me dijo que tenía una junta...

Nos conocemos desde hace unos meses, pero, siempre he creído que es la persona y no el tiempo y ahora me doy cuenta. También, dicen que uno no llora por lo que tiene que llorar en el momento, y estoy de acuerdo.

Dejo escapar un sollozo. Ellos no, ellos ni siquiera... no le importa. No le importa mentirme, no empatiza conmigo. Ha estado mintiéndome desde hace quien sabe cuándo, y yo he confiado en él como una estúpida. Ambos están conspirando, lo sé, lo veo, y me llena de rabia. Me siento traicionada. Ambos saben cosas de mí, saben cómo me siento, me ven día a día desfallecerme porque no recuerdo nada, incluso preguntan por mi bienestar y a mis espaldas están burlándose.

Sé que debo desconfiar de él, ahora lo sé, pero sigue siendo tan complicado como cuando no estaba segura de que él me mentía. Por supuesto que me miente, no necesito más pruebas, pero mi corazón está negándose y yo también, no quiero creer que él esté haciendo esto. Quizá desde el principio él me haya estado usando.

Me doy la vuelta y vuelvo a la Agencia, no siento las lágrimas hasta que el viento sopla y las seca, dejando una extraña sensación en mis mejillas. No tiene mucho sentido que me quede a ver, no puedo oírlos, y no soy tan estúpidos como para intercambiar algo material en un parque. Tengo que ser meticulosa y no dejarme llevar por los sentimientos, cuando llegue al final de esto, entonces tendré tiempo para reflexionar.

Kunikida ha notado que tengo los ojos más rojos, y Atsushi también, pero de nuevo, no dicen nada. Como ya no tengo trabajo, Kunikida me deja ir, pero Ranpo me detiene.

—¡_____-chan! ¡Resolví el caso! —me grita—. Capturaron al culpable de todo ese hielo en el puerto.

Alzo las cejas, si no estuviera como estoy ahora, me alegraría. Gereth me ha cubierto, otra vez. Ya no puedo tomarme sus acciones tan buenas como las creía. Ahora todo parece una conspiración contra mí, y ni siquiera sé por qué.

—¿Podrías enviarme los detalles por mensaje? —él asiente, y su mirada se agudiza, escudriñando mi cara y mis manos.

Estoy temblando. Me siento pesada y aturdida, con la ansiedad a flor de piel. Necesito golpear algo, sé que estoy así por eso. Estoy enojada y triste, y soy muy voluble ahora, si duermo un poco se me pasara y estaré lista para hablar con Chuuya. También tengo que arreglar eso con él. No puede estar celoso toda la vida, ni siquiera somos pareja. Solo estamos trabajando, y entiendo que tiene que haber sentimientos involucrados, pero no todo me lo puede soltar de golpe solo porque yo no he sentido amor y no se de estas cosas.

Y mis planes de dormir se van al demonio apenas recuerdo que le prometí a Dazai ir con él a ver películas... no me puedo echar para atrás ahora. Así que, me siento en la sala de espera. Tarda en llegar, y me quedo dormitando un rato hasta que es de noche y nos vamos. Ya no tiemblo, pero el impulso de golpear algo sigue, y mis ojos están alertas, a pesar de que tengo la misma mirada somnolienta y desubicada.

Dazai no tiene auto, y dudo que la policía no le haya quitado ya la licencia de conducir. Nos vamos en una camioneta de la Agencia. No soy una adolescente, e incluso una adolescente sabe lo que pasa cuando un chico te invita a ver películas en su casa, pero estaba tan dormida que no me di cuenta de nada y estoy segura de que Dazai se aprovechó de eso. De todos modos, él no puede hacer nada en contra de mi voluntad.

—¿Te gustan las películas de terror? —me dice, dejando su gabardina en el sillón.

El apartamento es espacioso, o tal vez se ve así por la poca cantidad de muebles que hay y porque todo está pintado de blanco. Parece bastante pulcro y recogido. Dazai dice que me ponga cómoda.

Él regresa con la comida, y las bebidas. No lleva chaleco, el colgante que siempre lleva, le cuelga perezoso de la camisa, desabotonada. Solo veo vendas. Terminó por sentarme y quitarme la sudadera, quedando solo en esa playera larga que uso de vestido. Dazai se tumba a mi lado y pone la película. Me gustan las películas de terror, pero soy muy asustadiza.

Así que en cuanto empieza, yo ya estoy cerrando los ojos y rezándole al espíritu santo. Dazai se da cuenta de esto, y me abraza. Cabe recalcar, que todo estaba a oscuras para darle un mejor toque.

—Está bien ______ ¿Sí? —susurra contra mi oído. Asiento.

Acabó por apegarme más a su cuerpo cuando los screams comienzan. Para evitar ver las escenas de miedo, bebo de mi jugo cada de que puedo, en pequeños tragos, y así me siento más segura. No creo que a Dazai le dé por drogarme, no hay motivos y bebo mi juguito sin preocupación. Incluso si pone suero de la verdad, sabe más que yo de mi misma.

—¿Quieres palomitas? —pregunta tras unos minutos más. Las palomitas están en la mesita, pero no me quiero estirar. Me siento muy cansada. Asiento con la cabeza.

Dazai toma una sola palomita, pero no la veo venir hacia mí. Y antes de que dé cuenta, Dazai está tomándome del mentón.

Nuestras respiraciones chocan enseguida, pongo una mano en su pecho para que no se acerque tanto, siento su pulso acelerado, pero nada de sí demuestra otra cosa que no sea calma. Lleva la palomita entre los labios, y me la da. Tragó el maíz rápido, porque Dazai ya está moviendo los labios.

Sin oponer resistencia, dejo que me bese, es más, hasta abro la boca y el no desaprovecha para meter su lengua. No me deja moverme, su agarre de ha soltado, pero detrás de mi está el reposa brazos, a un lado la cabecera y al otro la mano de Dazai. Entre el beso, oigo como apaga la televisión y sé lo que viene.

Él se quita de encima, y todo mi cuerpo se desliza por el sillón. Dazai se pone a horcajadas sobre mí, y yo no lo estoy deteniendo. Su cabello me roza las clavículas y la nariz, siento su respiración en mi cuello. Una corriente eléctrica pasa por mi cuerpo, y las ganas de tocarlo aparecen inevitablemente.

Cuando su lengua me pasa por el cuello, suelto un suspiro. Quiero detenerlo. Intento mover las piernas, las siento débiles y como gelatina. Mis manos se mueven hacia su pecho, intento empujarlo, pero tampoco tengo fuerza en ellas.

—Da... zai... suéltame... —susurró, él ni siquiera me está agarrando.

Me siento aprisionada, confundida y extraña.

—¿Estas segura? —dice, contra mi oído. El aliento caliente me pega en la mejilla. Muerde mi oreja y la saborea.

Baja por la línea de mi cuello, jugueteando con la punta de su lengua y dejando besos por allí. Al contrario de lo que quiero, estiro más el cuello. De nuevo intento empujarlo. Toma mis muñecas y las pone una a cada lado de mi cabeza. Ahora estoy atrapada, y ni siquiera estoy luchando por salir. Me siento débil de todas las extremidades, pero no es una debilidad mala, solo no estoy pensando bien.

—¿Aun quieres que te suelte? —aquella voz ronca solo me provoca más.

Mi vientre pulsa, llenos de cosquillas, siento que la ropa está de más. Dazai ni siquiera espera a mi respuesta y me vuelve a besar. Mis labios están fríos hasta que su boca vuelve a la mía. Quiero tocarlo, quiero que me muerda y pase sus manos por otro lado, pero no me deja.

—Te voy a azotar tan duro —murmura antes de separarse.

No sé de dónde saca aquel lazo. Lo que sí sé es que no me voy a dejar dominar. Me tiene mojada, y no voy a dejar que solo él disfrute.

Lo jalo de la camisa, y lanzó aquel lazo lejos. Una de mis manos recorre debajo de su camisa, solo siento vendas, pero el calor que hay debajo es suficiente para prenderme más.

—Creí que la droga te iba a poner más dócil —me dice.

Sus ojos brillan de pura lujuria y excitación, y sé que esta tan caliente como yo, e igual de ansioso. Ahora entiendo porque me puso así.

—Eres un- —una de sus manos ataca debajo de mi vestido, y las yemas de los dedos se ponen a jugar con el dobladillo de mi ropa interior. Un gemido se me escapa.

—Te tengo bastante mojada... —y mi teléfono suena.

Las alarmas se disparan en mi interior. Antes de que Dazai me lo quite respondo la llamada.

—Hasta que, ¿Tú piensas que soy tu esclavo o qué? —es Luca.

—Lo siento —respondo, escapando de Dazai. Me pongo mi sudadera y agarro mi bolso.

—¿Estabas dormida? Como sea, el papel que pediste ya llego, pero Dagna y yo saldremos durante una semana. La próxima te esperamos aquí.

—Está bien, allí estaré —abro la puerta. No volteo a ver a Dazai.

Aunque me haya quedado con las ganas, Dazai no es la persona, ni el momento. Tengo mis propias cosas en casa para auto complacerme y Dazai también puede. Me dispongo a caminar fuera de los apartamentos. Pongo a Luca en altavoz.

—Perfecto.

—¿Por qué susurras? —le digo, intento distraerme de las palpitaciones que hay en mi entrepierna.

—Manche las pantuflas de Dagna con Coca-Cola y las necesita para dormir en el hotel...

—¿Se van de viaje?

—Sí —hay silencio—. ¡No! ¡Espera!

—¡Están manchadas! ¡Pudiste manchar las que fueran menos las de ratón! —se oye el celular caer. Suelto una risita—. ¿______?

—Hola.

—Hola, te mando mensaje luego, me voy a hacer cargo de este imbécil. ¡Ven acá! —y cuelga.

El Uber llega, me deja en mi edificio y yo continuo con lo que empecé en casa de Dazai.



Al día siguiente, me presentó como si nada. Eso sí, no le dirijo ni una palabra y menos la mirada, y él tampoco. Pasan dos días sin novedades. Hasta que, al final de mi turno, alguien me llama.

Número privado. Chuuya.

—Hola ______. ¿Estás ocupada...? —su voz flaquea, y parece inseguro de hablar conmigo.

—Ah... no, no. —Creo que es momento de que él y yo hablemos.

—¿Podemos vernos a las ocho? Quiero hablar contigo —silencio—. ¿Quieres ir a algún lado?

—Solo a caminar... si no te molesta.

—O-oh, no, no. Entonces nos vemos —más silencio—. Yo eh, adiós.

Y me cuelga.

Luego de eso, me voy a mi casa, y esperó. Incluso duermo un poco. Oigo el timbre. Abro la puerta, y allí esta Chuuya, en pantalón y camisa, y yo en pans y una playera holgada que uso para dormir. Verlo tan bien arreglado me hace sentir vergüenza, pero él solo me sonríe y me mira como si fuese lo más hermoso que sus ojos hayan visto nunca.

—Voy a...

—No, así está bien. Después de todo, solo vamos a caminar. —Aja, de ser el caso, o eres muy perezoso para cambiarte y te gusta andar a la moda en toda ocasión.

De todos modos, no importa. Solo quiero hablar con él, no creo que la ropa influya en lo que vayamos a decir.

Empezamos a caminar, bajar por las escaleras con él solo me trae el recuerdo de su hilo estirándose para tomar el mío. Inexistente como mis ganas de seguir trabajando. Terminamos yendo por una sopa maruchan, nos sentamos en un banco y comemos en silencio, esto me recuerda a las veces, en las que Dagna, Luca y yo nos sentábamos a comer algo rápido antes de que nuestros profesores nos explotaran nuevamente como el futuro de Japón que somos. Alto futuro con más depresión, ansiedad y taza de suicidios que en cincuenta años. ¡Ah! ¡Pero mira qué bonito diez en tu boleta! ¡Tienes un futuro garantizado! Futuro mis pelotas.

Voy a depositar mi basura en el tacho de basura —valga la redundancia, por favor—. Al regreso, Chuuya empieza a hablar. Qué bueno, porque estaba a punto de soltar mi larga lengua.

—Perdón —es lo primero que dice, y me saca tanto de lugar que creo no haberlo escuchado bien. Todo el discurso que tenía se derrumba con sus ojos azules mirando a otro lado, y el orgullo que le está costando decir esto.

Si alguien, en algún punto del mundo se está preguntando si se puede ser tierno y sexy al mismo tiempo que alguien más le comunique esto telepáticamente. ¡Ja! ¡Ni la NASA ha hecho un descubrimiento tan sorprendente!

Ejem. En lo que estaba, responder a un perdón más sincero que Dazai diciéndome que me drogo.

—¿Pe-perdón...? ¿Por qué? —agarró aire—. Quiero decir, la cague al no decirte eso...

—¡No! —grita, levantando sus brazos—. Tú no hiciste nada. Fue mi culpa al no preguntarte nada, y tratarte como si fueras un objeto. Incluso te proclame mi novia sin haberte preguntado. Perdóname. Antes de que esto sucediera, nunca me había planteado tener una pareja formal, por mi trabajo, tampoco esperaba enamorarme de la absoluta nada y luego, el hilo...

Se pasó una mano por los cabellos, y los despeino. ¿Ya dije que no me gusta ver el cabello despeinado? Me da quien sabe que, ñikistriquis. Me abstengo de acomodárselo, y el cabello también, digo-.

—Y no lo sé, me altero con mucha facilidad, y no quiero hacerte daño con mi carácter ni que tengas una mala imagen de mí. Quiero que nuestro trabajo funcione —él mantiene la cabeza baja y me mira desde allí. Dios, parece un cachorrito.

—No me importa tu carácter. Ni tu explosividad, ni tus celos. También quiero que nuestro trabajo funcione —me tomo un momento—. Mantengamos una comunicación. Contémonos todo. ¿Sí?

Sus ojos brillan, y asiente. Por fin, le peino los cabellos, y su piel es cálida. Me dan ganas de abrazarlo para eliminar el frío.

Volvemos a casa, hablamos de trivialidades. Ninguno quiere empezar a contarse cosas, o quizá no sabemos por dónde empezar. Soy inexperta, en las relaciones, al menos, porque de las veces que junto a Dagna y Luca nos colábamos a fiestas, muy pocas en mi caso, siempre terminaba besando más personas de las que recordaba. Sé que beso bien, pero de nada me sirve si no voy a poder besar al amor de mi vida, el resto de mi vida. Es lo mismo, ¿Para qué tengo corazón si no se lo puedo dar a mi chico? No solo esta para bombear sangre, obviamente.

—¿Mañana trabajas? —niego con la cabeza. Él sonríe—. Yo tampoco.

—Oh genial —ya sé por dónde van los tiros—. ¿Quieres cenar?

Ofrezco, quitándome de la puerta. No creo que vayamos a dormir en la misma cama, aun no estoy preparada para estar en el mismo espacio que otro chico desde lo de Dazai. Sé que Chuuya no me drogara, ni menos me tocara, nada, pero no puedo evitar desconfiar.

Luego, agarrare el valor para preguntarle porque hizo lo que hizo. Por ahora, solo quiero disfrutar del calor que este pequeño rayito de sol me puede proporcionar (en el buen sentido).







Lo que el título promete:

Lo que sucede:

—huye de la pena—

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