XII

Posesivo

—¿Novia? —lo primero que oigo salir de la boca de Gereth es confusión, con una ligera nota de desilusión al final. Lo mismo me preguntó yo. ¿Me ha proclamado su novia? No es como que yo sepa de esto, pero según las películas románticas, uno se entera cuando tiene pareja formalmente, incluso cuando se va a casar. Pese a eso, asiento.

Al levantar la cabeza, la imagen que Gereth me da, me destroza un poco el corazón. Tiene el rostro como lo tendría un niño al que le han dicho que su juguete favorito está agotado, y no me está gustando la sensación de culpa que se implanta en mi pecho como un doloroso piquete de aguja. Sacudo la cabeza, no tengo que sentirme culpable, vuelvo a ver a Gereth. Sus pestañas se baten lentamente, mi respiración se detiene un momento, ¿Por qué me siento así?

—Creí que tardarías más en consolidar una relación —finalmente, él toma asiento en la isla de la cocina—. Estoy feliz por ti.

Pero sé que no es así. Porque se le nota abatido, y desubicado, como si le hubieran revelado la noticia de su vida y no se lo creyera. No lo sé, pero me sigo sintiendo culpable, y la culpa se agranda cuando se pone a comer, con los hombros caídos y al expresión sombría y distante. El "Estoy feliz por ti" se queda flotando con lúgubre distancia, mientras cada vez suenan más y más falsas aquellas palabras, y siento que, de un modo u otro, la he cagado con él.

—Gracias —respondo, antes de sentarme a comer frente a él.

Intento no desconcentrarme, no pensar en la culpa y meditar lo que paso anoche, eso es exactamente lo que debería hacer, no debería sentirme mal, todo lo que necesito es sospechar de Gereth. El pensamiento, me resulta extraño e imposible, ¿Cómo puedo desconfiar de una persona tan amable? ¿De alguien que me preparo de comer? Es difícil, conozco a Gereth desde que me gradué de la universidad, su agencia no estaba entre mis opciones de trabajo, pero me lo encontré un día y terminamos congeniando muy bien. En ningún momento me dio señales de tener malas intenciones, quizá sí, me tomo por sorpresa lo cariñoso y amable que resulto ser, pero nada más. ¿Cómo alguien tan lindo puede estar en mi contra?

De lo distraída que estoy, no me doy cuenta cuando tomo el tenedor y mi codo golpea el vaso de agua helada. El líquido se vierte en mi vestido y corre por mis piernas. Me levantó con rapidez, Gereth se da cuenta de ello y me ayuda.

—Busca algo de ropa en mi cuarto, yo limpio esto —murmura, distante. El tono de su voz me duele.

Asiento y voy a su cuarto. Lo primero que se observa al entrar es el closet, abarca toda la pared y vaya que es grande. Ya he venido con anterioridad, e incluso me he quedado a dormir estando borracha, esa vez vomite, y Gereth me presto ropa, por lo que se dónde está su ropa. Me agacho, y saco el pans y la camisa que prácticamente tienen mi olor de todas las veces que me la he puesto. Me quito el vestido y me pongo la ropa. Doy un traspié cuando mi pie se atora en una de las cuerdas de la cintura, me tambaleo y caigo de bruces contra el librero. Mi cabeza golpea algunos libros, cierro los ojos con fuerza ante la caída de varios de ellos a mi alrededor. La alfombra amortigua mi caída. Suspiro, no entiendo como las actrices hacen para desvestirse seximente en las películas, yo apenas y puedo tolerar andar en tacones. Misterios que nunca resolveré, parte uno.

Me doy cuenta de que tengo colgando un libro grueso sobre mi cabeza. Me levantó y observó que lo que en realidad parecía ser un libro, es solo una solapa ocultando una palanca. La palanca vuelve a su posición original, y entonces, observó con creciente sorpresa, como el librero emite un ruido sordo al despegarse de la pared. Tal como en las películas, el librero gira, como una puerta giratoria y revela la total oscuridad que hay del otro lado, sin pensarlo dos veces, entró. No sé qué es lo que me espera, solo sé que esto parece llamarme, al igual que aquel pasillo en la fiesta, y como ya he comprobado numerosas veces, mi intuición no suele fallar.

Hay unas escaleras de metal, y un foco rojo ilumina una parte de ellas. Si el foco fuese más grande, estoy segura de que parecía que voy a descender al inferno, más allá del foco, solo hay una perturbadora oscuridad que me inquieta de sobre manera.

Empiezo a bajar, y quiero encender la lámpara de mi celular para no sentirme tan insegura, pero no lo tengo a la mano. Mientras más bajo, más insegura estoy, como si temiera que el siguiente peldaño no existiera y yo pudiese caer al inminente vacío. Hay un movimiento al lado mío, pegó un mini grito, y me doy cuenta de que, es una araña.

Niego con la cabeza. Bajo otro escalón, y noto que es el suelo y que frente a mi hay una puerta de metal, sorprendentemente, esta entre abierta, eso quiere decir que Gereth ha estado aquí hace poco. Cuando tomo la manija, la siento extrañamente fría, y caigo en cuenta de que tengo la piel de gallina.

Entró en la habitación, a mi lado hay un interruptor de luz, pero no es necesario porque todas las pantallas están encendidas y, lo que llama más mi atención, es una cuenta regresiva. Es una hilera de números, encendida en una luz amarilla-verdosa fosforescente. Marca:

134. 10. 22. 47.

Cuarenta y seis.

Cuarenta y cinco.

Tap.

Tap.

Tap.

—¡_____! —doy un respingo en mi lugar, y separó la vista de la cuenta regresiva, escudriño el pequeño cuarto con la mirada tratando de encontrar a quien grito, pero entonces, recapacito y los gritos vienen de arriba. Gereth debe estar preocupado, suerte que cerré la puerta. Hago una nota mental de la cuenta, y subo corriendo las escaleras.

Empujo la pared, el librero se mueve, salgo y dejo que el librero vuelva a su forma original, mientras recojo mi vestido, tacones y los libros. Abro la puerta y me encuentro a un Gereth preocupado, con el entre cejo fruncido. Luego, me pasa la mirada de arriba para abajo, y en su mirada aflora algo más que aprobación, pero no logro detectar que es.

—Te queda bien, como todo —él se mete a la habitación y rebusca en su armario, luego, me tiende unos tenis—. Son tuyos.

Y en efecto. Los deje aquí un día, que fuimos al cine y decidí quedarme aquí porque estaba muy cansada. Los tomo con agradecimiento y me agacho a ponérmelos. Voy al enorme espejo, la playera me queda demasiado grande, podría usarla de vestido, pero no quiero. Gereth mide uno con noventa y dos, y yo uno con sesenta. Me saca bastante, sin contar que él es musculoso y yo no puedo correr una cuadra sin sentir que fallezco por falta de aire.

—Tienes trabajo ¿No? —oh demonios, es cierto, ahora deber ser la hora del almuerzo, más vale que llegue al turno siguiente—. Te llevo.

Nos subimos a su auto, él maneja rápido pero precavido en medio del tráfico. Me despido de él con un beso en la mejilla, y subo corriendo las escaleras, en las oficinas no hay nadie, supongo que deben estar abajo.

Me desparramo en el asiento de Kunikida, abro la computadora e ingreso, para darme cuenta de que tiene bastante trabajo. Me pongo a hacerlo, y en el transcurso de ello, me doy cuenta de que no llevo mi celular, ni mi cartera. ¿Qué cómo voy a regresar a casa? No tengo idea.

Después oigo los pasos en las escaleras, me levantó y cuando entran hago una reverencia.

—¡Lo siento! No debí dejarte con tanto trabajo —digo, mirando específicamente a Kunikida, no quiero pensar lo terrible que deber ser lidiar con el trabajo de Dazai y con el mismo Dazai, con lo molesto que me resulta su presencia en estos días.

—Que no se vuelva a repetir —murmura Kunikida, yendo a su escritorio y dándose cuenta de que ya está hecho su trabajo—. Trabajas más rápido de lo que pensé.

—Si... eh —siento un peso en mi espalda, unos largos brazos me rodean el cuello. Una barbilla se apoya en mi cabeza y luego recibo un beso en mi mejilla. No tardo absolutamente nada en darme cuenta de que es Dazai. Suspiro, separándome de él.

—¡Elsa-chan! —grita, tomándome de las manos y besándolas. Las quitó.

—Dazai, si haces eso Chuuya se molestará —comentó, en un claro intento de escape de su tacto.

—Oh, pero Chuuya no está y puedo hacer lo que quiera —me lanza una mirada picara. Levanto el puño y me estiro para golpear su cabeza—. Auch...

—Respeta a mi relación —respondo, y las palabras resultan nuevas en mi vocabulario—. A propósito, ¿Qué información?

Dazai me secuestra. Nos encierra en la salita de espera mientras Kunikida grita que le regrese a su secretaria, no lo dice como tal, pero eso me da a entender.

—Oh, veras. Hace unos días, para ser preciso, el tres de octubre que tu llegaste, ocurrió algo muy curioso en los barrios bajos de Yokohama —alzo ambas cejas, interrogatoria. No tengo la habilidad de alzar una, y eso es algo que le envido a Gereth—. Hubo un asentamiento y una transacción bancaria desde allí.

Asiento, todavía sin entender su punto.

—No sé específicamente de donde porque la señal se bloqueó y Katai no pudo hacer mucho, a lo que voy. La transacción la hicieron a tu cuenta ¿No se te notifico?

Intento hacer memoria, pero no recuerdo nada, y no es porque haya olvidado eso, no, las lagunas mentales se sienten muy diferentes a cuando no sé algo. Me encojo sutilmente de hombros, y una parte de la playera se desliza por mi hombro y lo deja al descubierto.

—La verdad, no le preste atención ese día a mi celular. De todos modos, ¿Qué más?

—¿No te parece raro? —comenta suspicaz, se inclina hacia adelante y su mirada vuelve a mostrar el mismo brillo frío que cuando me encerró por primera vez y se dio cuenta de que no soy lo que piensa.

Sé que sabe algo de mí, y debe ser muy malo como para que actué de esa manera tan sospechosa. Estando a solas es mucho más coqueto, deja de ser un bufón y muestra un lado mucho más perverso que el que todos acostumbran a ver. Si lo comparo con Gereth, de principio me provoco la misma desconfianza, ambos son sumamente atentos y cariñosos, y no es algo a lo que este acostumbrada. Sin embargo, Gereth no parece ni parecía tener segundas intenciones, Dazai, por el contrario, sí que las tiene, lo veo en su postura, en la manera en que me besa la mejilla, o me rodea con los brazos, o como me examina con la mirada, como si en algún momento fuese a bajar la guardia y sacase mi lado malvado. Pero no soy más que una adulta joven tratando de buscar mis recuerdos. Y lo admito, he matado personas, pero...

—¿______-chan? —parpadeó—. Te preguntaba que si sospechas de alguien.

Niego con la cabeza.

—Solo conozco a Gereth, y a dos amigos de la universidad, pero ellos siguen en la universidad.

Dazai sopesa las palabras, y asiente.

—¿Cómo se llaman tus amigos?

—Luca y Dagna. Luca tiene veinticinco y Dagna recién cumple los veintitrés.

—Pues, yo sospecho, que Fyodor hizo la transacción —mi mirada se endurece y tenso la mandíbula al oír el nombre.

—¿Qué?

—Bueno, considerando que...

—Fyodor me quito todo, mi habilidad, mis recuerdos, es posible que haya matado a mi amante ¿Por qué transferiría dinero? —Dazai se recuesta en el sillón, dejando la gabardina a sus pies.

—¿Cómo supones que yo se esto? Asumes que sé cosas de ti ¿Por qué no asumes que sé que tienes algo que ver con Fyodor? Más allá de tu odio.

Aprieto los puños, ¿Está intentando provocarme? No lo va a conseguir, no hay nada que revelar, y mi rostro no cambia de expresión, a veces, me da miedo que un día me quede como un maniquí. Me encojo de hombros, la playera baja más por mi brazo, y deja ver parte del tirante negro de mi sostén.

—Está bien si no quieres decirme ni siquiera como me apellido, he vivido toda mi vida así. Más de la mitad de mi vida es negrura, pero que sepas, que no vas a conseguir tu objetivo tratándome de esta manera —le levanto y la playera cae más—. Con tu permiso, voy a hacer el trabajo que no haces.

Antes de que pueda salir, su voz vuelve a interrumpirme, y suena mucho más seria de lo que esperaba, casi enojada.

—¿Te quedas a dormir en la casa de tu ex jefe y usas su ropa? ¿Me aseguras que no son nada? Estoy seguro de que a Chuuya no le gustara.

Con tono seco y orgullosamente, sin ningún tipo de variaciones, ni subes y bajas, respondo:

—No metas a Chuuya en esto. Él solo está trabajando conmigo. Y que sepas, que existe la amistad entre hombre y mujer.

Me siento a trabajar, Kunikida me mira de vez en cuando, preguntándose de dónde vengo y de donde saque esa ropa. La ropa, a pesar de que la use una buena cantidad de veces, sigue teniendo un ligero toque de la fragancia de Gereth. Me pregunto que tienen los perfumes de hombre que duran todo un apocalipsis. Misterios que nunca resolveré, parte dos. Si alguien se pregunta qué cosas piensa una trabajadora inexpresiva como yo, debería informarle que no me estoy cuestionando la inmensidad del cosmos y que pienso muchas más estupideces de las que debería.

Hablando de estupideces, por poco y no paso el ultimo parcial de matemáticas y repruebo el año. ¿Por qué? Exacto, por andar pensando estupideces.

Son cerca de las nueve cuando concluyo mi trabajo, Kunikida se queda conmigo y agradezco por ello, me hace sentir menos sola. Aun no resuelvo el asunto de cómo me iré a mi casa, podría decirle a Kunikida, pero la verdad, es que soy una persona mucho más tímida de lo que parezco, sobre todo, con gente a la que no le tengo tanta confianza. Antes de que pueda resolver la situación de cómo me iré, Kunikida entra con un té y su café.

—Hay alguien buscándote —levantó la cabeza—. Dice que se llama Gereth.

Me entusiasmo, bajo corriendo y me encuentro a Gereth recargado en la pared, la mitad de su rostro está oculto en la oscuridad, la otra mitad la ilumina una farola, va de brazos cruzados y los ojos cerrados. Lleva ropa deportiva y le da todo ese aire de fuckboy, de hecho, lo es, solo que últimamente no lo he visto salir con nadie, salvo conmigo.

—Eres muy descuidada ¿Sabias?

—¿Viniste solo a insultarme? —Gereth se separa de la pared y me dedica una sonrisa.

—Toma —me da mi bolsa—. Tu novio estuvo llamándote, respondí, pero creo que casi explota de los celos. En fin, le dije que no somos nada, lo mejor es que se lo expliques tú.

Asiento, observando el interior de mi bolsa.

—¿Quieres que te lleve? Digo, a menos que tu novio...

—Él vive a unos departamentos. Preferiría que no.

Muy a su pesar, Gereth asiente. Subo a tomar mi té, me despido de Kunikida, le doy las gracias y me voy. Gereth me acompaña a la parada del bus.

Mi apartamento esta frío. Dejo mis cosas, y me pregunto si Chuuya ya llegó. Salgo de mi casa, y voy hasta su departamento. Toco la puerta, pero nadie abre, las luces se ven apagadas. Dudo que este dormido, es muy temprano. Me siento en la puerta, y me pongo a hacer figuritas de hielo, hago un mini Chuuya, un mini Gereth, una mini yo. Finalmente, quizá una hora y media después, oigo pasos en las escaleras. El portador de estas, da la vuelta y lo veo. Imponente, bien vestido, cabello perfectamente arreglado, rostro serio, pero relajado, andar delicado y sutil. Sus ojos azules resplandecen en la oscuridad, como pequeños focos. No se da cuenta de mi presencia hasta que saca la tarjeta de acceso.

—Hola —digo, él tarda un poco en reaccionar, parece sorprendido. Estira su mano y me levanto.

Me examina con la mirada, ya debió darse cuenta de que esta ropa no es mía. Demonios, ¿Por qué no me la quite?

—¿Y esa ropa...? —suspira—. No, ¿Sabes qué? Hoy no quiero ponerme celoso. Mañana hablamos.

Me pasa de largo, ingresa la tarjeta y me da una última mirada. Espera a que me vaya, pero no lo voy a hacer.

—No es lo que tú piensas —que frase tan cliché. Por dios _____ ¿No se te pudo ocurrir algo mejor?—. Ayer... en mi otro trabajo. El de los vestidos, organizaron una fiesta en mi honor.

» No pude faltar, fue un favor a mi ex jefe. Quien, por cierto, fue el que contesto tus llamadas. Gracias por preocuparte por mí. Se llama Gereth, no hay necesidad de ponerte celoso, pero está bien si lo estas. Dormí con él por si te lo preguntas, fui a la Agencia a trabajar, olvide mi celular y por eso contesto tus llamadas.

No sé qué tan bien se lo vaya a tomar, por su ceño fruncido, los ojos destellantes de furia, la mandíbula apretada, el cuello tenso y la dirección de sus pies me da a entender que está más enojado y no quiere hablar conmigo. No tengo experiencia en las relaciones, todo lo que sé es a través de la observación. No sé cómo debería actuar ahora. En realidad, no sé muchas cosas.

Lo observó nuevamente, incluso enojado se ve guapo. ¿Por qué es tan guapo? Misterios que nunca resolveré, parte tres.

—Buenas noches, que descanses —termina por decir con voz queda, y semblante taciturno. Su tono me deja una fuerte punzada en el pecho que no puedo identificar.

Me cierra la puerta en la cara, un nuevo vacío se asienta en mi pecho. El frío de mi interior se agrava terriblemente, mi piel se eriza cuando el viento frío me entra por la playera. Un escalofrío recorre mi cuerpo. ¿Por qué me siento así? Nunca antes el viento me había pegado, y el frío de afuera es imposible de sentir. Siento mis mejillas mojadas. Mi vista se nubla, parpadeo cuando siento mis pestañas mojadas. Tardo en darme cuenta de que estoy llorando. No puedo entender porque, pero se siente horrible, y no es algo que pueda tolerar. Tampoco quiero molestar a Chuuya, me guardo mis sollozos y vuelvo a mi casa.

Recorro mis brazos con mis palmas, intento darme cobijo, pero el frío es horrible. Por más que me cobijo esa noche, no puedo dormir, y mis ojos siguen llorosos. 









Ola. Tanto tiempo kxksls.
Me dio por hacer aesthetic de mis hijos u.u

________ ustedes ahre

El precioso de Gereth.
Bai. Besos en la cola.

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