VIII

Uno, dos, no ¿Tres?
¡Tres cazadores! Bienvenidas al festin

La puerta fue tocada a las seis con treinta, cuando yo seguía en pijama, con el cabello agarrado en un chongo mal hecho y un cepillo de dientes en la boca. Escupí, y fue a abrir. Dazai estaba parado en la puerta sonriente como siempre.

—Hola ____-chan, veo que no has dormido —se inclinó y me beso la mejilla.

—Hola Dazai —le salude levantando la mano, ignorando su beso, que me dejó un cosquilleo en la mejilla—. Pasa.

Él entro en el apartamento, y escrudiño el lugar, colores neutros, grises, blancos y negros, así que, no hay mucha diferencia de lo que él ve y lo que yo veo.

—Voy a cambiarme, espera aquí y prepárate algo de comer, si quieres —me metí al cuarto y me cambie con lo que se convertiría en mi ropa de trabajo poco después.

Un crop top blanco, una falda blanca, y una chaqueta también blanca, los tenis, blancos con azul. Trate de maquillarme las ojeras, pero fue imposible, así que me resigne a usar unos lentes de sol. Salí con la bolsa y mis cosas dentro. Dazai se me quedó viendo, tanto, que me puse un poco incomoda y pensé, de inmediato, que el blanco no se veía bien. Y luego, recordé que él no ve los colores, lo cual fue peor, porque entonces pensé, que era algo peor.

—¡Wow! Te ves como un ángel —Dazai se levantó.

Creo que viene de familia, tengo la extraña habilidad de desconectar mis emociones con mis músculos faciales, pero esto solo se puede cuando son emociones que no me superan. Pude permanecer serena, al saber que el sonrojo de mi rostro no existía. Salimos del apartamento, cerré y nos fuimos.

Al llegar, Kunikida me entregó el trabajo y me puse a hacerlo. Un rato después, las letras de la computadora se volvieron borrosas, empecé a teclear sin sentido y las voces se oían demasiado lejanas, caí dormida.

Desperté en medio de la oscuridad. Tardé unos cinco minutos en reaccionar, mientras miraba mis zapatos y me cuestionaba seriamente si valía la pena sacrificar mis horas de sueño por un libro. Prendí la lámpara del celular, me ubiqué en la Agencia y encontré las llaves del lugar con una nota. Me pedían que cerrara al irme.

Revise mi celular, varios, muchos, mensajes de Gereth y dos llamadas de un número privado. El número privado me causo mucha intriga, y no tarde en descubrir quién era, porque me volvió a llamar.

—¿¡DONDE MIERDA TE HAS METIDO, MOCOSA!? —separé el celular de mi oreja al escuchar los gritos de Chuuya—. Estoy tocando tu puerta desde hace rato, huele terrible a gas, ¿Estas bien?

—Oh, olvide apagar el boiler. Sí, estoy bien. Sigo en la Agencia.

—¿Qué haces allí?

—Bueno, me quede dormida.

—Eres más descuidada de lo que imagine. No te muevas de allí, iré por ti.

—Está bien, puedo pedir... —y me cortó.

Suspiré, y algo pasó por mi cabeza. Rápido y fugaz, mi expediente. Debe tener mi nombre real, debe tener algo. Tomé las llaves y empecé a buscar, encontré todos los expedientes, menos el mío. Hice una mueca.

Volvió a llamarme.

—Estoy afuera, cúbrete y que no te vean —colgué. Me cubrí con la capucha.

A unos metros estaba Chuuya, alejado de las cámaras. Me subí, y este me miro de arriba abajo.

—Te ves... —no dijo nada—. En fin, ¿Por qué te quedaste dormida? ¿La Agencia te está obligado a trabajar de noche, otra vez? ¿Te están enviando con vestidos que no dejan nada a la imaginación, a mitad de la madrugada, para atraer depravados? ¿Quién escogió el vestido de la otra vez? Dime que no fue Dazai, odiaría admitir que él escogió el vestido.

—¿Por qué lo odiarías?

—Porque te quedaba de puta madre, ¡Q-quiero decir! Que, que, se te veía bien.

—No es necesario que tapes tus intenciones, sentí que me miraban el trasero, y si no era aquel hombre, eras tú —Chuuya casi se frenó, haciendo que por poco me fuera de boca.

—¡Sería incapaz de algo así! Ver, pensar, y decir algo de una mujer, sin que ella se entere, no deja de ser algo asqueroso y denigrante. Todas merecen ser respetadas, y tocadas con consentimiento. Todas deberían poder salir a la calle sin miedo —estaba sonrojado, pero sus palabras sonaban muy sinceras. No me miraba, seguía con la vista fija en la carretera.

No dije nada, su mensaje me pareció muy lindo, así que, inevitablemente sonreí. Estoy segura de que su alma gemela será tan buena como él. No hablamos el resto del camino, yo solo veía su hilo, estirarse, queriendo tomar mi meñique derecho, y sin poder. ¿Es posible algo así? No tiene sentido, en lo más mínimo.

Llegamos, y él me detuvo en la entrada.

—¿Tienes algo que hacer ahora? —negué—. Entonces, ¿Podemos hablar? Aceptó tu propuesta de ayudarme a buscar mi alma gemela, y eh, quiero saber en que necesitas mi ayuda.

Asentí, abrí la puerta y lo dejé pasar. Fui a apagar el boiler, y a abrir las ventanas. Le pregunté si tenía hambre, a lo que me dijo que sí, por lo que, preparé ramen instantáneo. Estábamos comiendo en el sofá, mientras yo abría los archivos que necesitaría para explicarle mi situación.

—Es una historia, un poco tediosa, y bueno, larga. Esperó que no te enfades, y... —apreté los bordes de mi falda. No sabía cómo decirle que confiaba en él y que no se incomodara si me veía llorar—. No... no...

Las palabras no me salían. Demonios, no entendía porque, y me frustraba enormemente.

—No le diré a nadie, confía en mí —levanté la cabeza, sorprendida. Es raro que alguien pueda adivinar lo que siento, lo que voy a decir, lo que pienso. Es raro que alguien me considere más que una muñeca inexpresiva.

Asentí levemente, y mi rostro volvió a su imperturbable seriedad.

—Tengo veintitrés años y me llamó _____, y es todo lo que sé personalmente de mí. Me enteré de ello hace unos días, por Dazai. No sé quiénes son mis padres, ni donde y cuando nací. Estuve un buen tiempo viviendo en las calles, pasé por varios orfanatos —tomé el control de la tele, y fui pasando imagen tras imagen de cada orfanato, de mí, con diferentes niños, diferente personal, diferente edad—. Luego, me escape, y... listo. Todo lo demás que sé son fragmentos. Tuve un hermano, no sé nada de él, solo sé que lo tuve y tengo, y quiero creer que el hecho de que mi memoria, después de los orfanatos, este borrada, es porque pase la mayor parte con él. También sé que participe en una guerra, y luego... sucedió, el fin de todo.

» Fyodor, Fyodor Dostoyevski, él, tenía un cacho de hoja de ese libro, en su posesión y escribió tres cosas. La primera, que mi habilidad real, fuese intercambiada por esta, la segunda, que por cada persona que matara, iba a perder un recuerdo, y la tercera, que hubiera un sello, un sello para mis recuerdos. Sé en qué consiste, pero no puedo romperlo.

Chuuya se quedó callado, y tardó unos segundos en hablar.

—¿Sabes quién es Fyodor?

—No, sé su nombre. Porque, el día que perdí ese recuerdo, maté a alguien y estaba por olvidar su nombre, entonces me lo tallé en la mano con el cuchillo —estiré mi mano, y Chuuya observó las cicatrices. Me entró un cosquilleó muy repentino, al sentir su aliento tan cerca de mi brazo, y su cabello rozando la nariz.

Huele muy bien.

—Y mi ayuda, ¿En que es necesaria?

—Necesito encontrar el libro, o, necesito romper el sello —volví a apretar los bordes de mi falda.

Me quedé callada, sintiendo el vacío y el frío en mi cabeza. La ausencia, se sentía fría, pesada y abrumadora. Rebuscaba y rebuscaba, pero de nuevo, aquella ausencia me consumía y no me dejaba ver. Solo fragmentos inconexos. Sentí una mano en mi mentón, mi rostro subió y quedó a la altura del de Chuuya. Lo sentí tan cerca, y me perdí en su mirada azul, demasiado cálida para ser un mafioso, viva y fuera de lugar con sus facciones duras y varoniles. Parpadeé, y otra vez, el vacío, el asqueroso vacío, llenándome.

Supe, supe que estaba a punto de sentir algo, sentí calor, calor subirme por la garganta y el cuerpo, había algo. Algo. Y no supe que fue, porque el frío volvió. Mierda, mierda, mierda.

Me separé de Chuuya, y él también pareció reaccionar. Se puso rojo, se pegó al sillón y movió nerviosamente las manos.

—Lo siento, no era mi intención.

—No te preocupes —respondí, serena. Por Dios, el frío que siento ahora, es peor—. Y... necesito romper el sello, porque, yo... yo tenía ese libro, alguien me lo dio, y lo escondí, solo que, lo olvidé.

» He tratado con muchas cosas, he buscado algo acerca de mí, he tratado de hallar los registros de los orfanatos, pero se han perdido. Y quiero, quiero tu ayuda, porque, porque pareces amarme, y eso, es algo que yo no puedo, entonces... quiero amar. Eso es todo, quiero amar a alguien, de manera romántica, esa es la manera de romper el sello.

Silencio. Que no rechace, que no lo haga. Hubo un peso sobre mí, y unas manos me envolvieron, sentí ese calor subiéndome de nuevo, inexplicable, como el fuego, en llamaradas. Fuerte y sin orden, esparciéndose por todo mi ser, quería más de ese calor. Termine rodeando a Chuuya, abrazándolo y recorriendo su espalda con mis manos.

—Mientras pueda estar contigo, no importa lo mucho que me uses.

Aquellas palabras provocaron un estallido en mí, tanto, que el fuego fue demasiado y me separé. El frío volvió, pero más lento, e igual de potente que el fuego. Y, aun así, no pude sentir ese algo, que se avecinaba.

—Gracias Chuuya —Chuuya se acercó a mí, y me besó la frente.

—¿Siempre eres así de fría? Corporalmente.

—Normalmente mi temperatura es desde los treinta grados a los veintinueve —él abrió la boca, sorprendido.

—Eso es hipotermia leve.

—Sí, pero... eh, es normal. Por mi habilidad. Y lamento, si me veo muy inexpresiva, soy un poco difícil de entender —sonreí, de nuevo, una sonrisa triste, amarga. Demasiado cruel, para ser tomada como sonrisa.

Chuuya asintió, sin tomarle mucha importancia. De hecho, parecía entender perfectamente que puntos de mi vida quería tratar yo, y de los que no me gustaba hablar.

—¿Cómo conseguiste mi numero?

—Oh, Akutagawa se lo sacó al tigre —me explicó la relación de Akutagawa con Atsushi, yo solo pude asentir.

Chuuya y yo, dormimos juntos. A mí no me incómodo, pero él se puso rígido cuando me vio salir del baño.

—¿Pasa algo?

—Eh... no, nada, nada —sin embargo, sí que pasaba. Él no paraba de mirarme, arriba abajo, ¿Se me ve mal?

Mire mis ropajes, llevaba una playera larga, y mis bragas de encaje. ¿Cuál es el problema? Escuche como Chuuya tragaba y se metía bajo las sabanas. Lo acompañé, me metí también, apagué las luces y ambos pusimos la alarma, él a las cinco, y yo, a las cinco y media.

Desperté, apagué la alarma y vi el espacio vacío de mi cama. Por un momento creí que todo había sido un sueño, y luego recordé lo de la noche anterior, y como, después de mucho tiempo, si no es que toda mi vida, dormí sintiéndome cobijada por fuego. Después, capté un olor en la cocina, y guiada por él, llegué.

Chuuya estaba dándome la espalda, cocinando algo. Iba vestido con ropa para hacer ejercicio, que, al ser demasiado pegada, se le marcaba muy bien. Casi, casi, sin querer, mire su trasero. Aparté la vista, sintiendo avergonzada. Lo salude brevemente, y mientras él preparaba aquellos hot cakes, yo hice mi café, cree hielos y se los vacié.

Nos sentamos a desayunar, ninguno decía nada, hasta que, Chuuya tuvo que irse a correr.

—Puede que cuando regrese ya no estés, por favor, ve con cuidado. Te veo más tarde —se inclinó sobre la mesa y dejó otro beso en mi frente. Se fue y, la casa, se sintió fría. Como siempre.

Fui a trabajar, y en la tarde, fue a la Agencia, con Gereth.

La situación que me planteó fue simple.

—Veras, ____-chan. Esto no es trabajo, pero es tan importante como uno —Gereth se paseó por la habitación, sin ocultar su entusiasmo—. Nos han pedido que, asistamos a una fiesta, ¡Para celebrar la captura de aquel hombre!

Asentí, entendiendo su punto. No soy la persona más fiestera del mundo, de hecho, casi no salgo. Y eso Gereth lo sabe, si tomamos en cuenta lo que sé de mí, que es, una octava parte de mi vida; Gereth debe saber una dieciseisava parte de ella.

—No sales mucho a fiestas, lo sé, pero has esto por nosotros. Todos quieren ver la cara de la chica que hizo las calles de Yokohama más segura.

Gereth se inclinó sobre mí, y su arete de cruz golpeó mi nariz. El estilo de él, es algo así como pastel goth. Lleva un pircing en el labio, y un arete de cruz en su oreja derecha. Su cabello rosa y que está en feclillo por sobre su frente acentúan su rostro. Es masculino, tiene la nariz respingada y los rasgos de la barbilla y pómulos acentuados, además, sabe cómo seducir. Lo he visto. De hecho, es todo un Don Juan, menos conmigo, al contrario, conmigo parece mostrarme su verdadera forma de ser, y desde hace unos meses ya no lo veo ligar igual, he querido preguntarle por qué.

—Entonces, ____-chan ¿Iras?

—¿Cuándo es?

—Esta noche, intente darte la noticia antes, pero no habías venido. ¿Has dormido bien? —niego con la cabeza—. Ay, si quieres después de la fiesta puedes quedarte en mi casa, queda más cerca.

Asiento, no le veo intenciones malas, es Gereth y es dulce como la miel.

—Bueno, bueno. Entonces ¿Qué te parece si vamos a ver los vestidos?

De nuevo, asiento. Gereth me lleva en su auto hasta una tienda de vestidos bastante cara.

—Veras, la fiesta es en pareja, y pensé demasiado tarde que no ibas a aceptar, por lo que me quedé sin pareja. ¡Pero! Estas tú aquí, y me gustaría que escogieras un vestido de tu agrado. No te presiones.

Al entrar, la señorita de seguridad reconoce a Gereth de inmediato, por lo que puedo deducir que es aquí donde ha comprado todos los vestidos que he usado en misiones. Y tengo razón, la ropa que Gereth me compra es muy cara.

Empezamos a ver los vestidos. Son demasiados, y no todos me quedan de puta madre como dijo Chuuya, por lo que, me llevó cerca de siete al probador. Todos son rojos, me gustaron, y me gusta el rojo. Es un color vivo, que de un modo u otro puede hacerme sentir no tan fría, como Chuuya.

El vestido que escojo me queda bien, no me aprieta y es cómodo, si descartamos los tacones, que son odiosos. Es rojo, con brillo, una escarcha tan sutil que es casi imperceptible, es de manga larga, y esta descubierto por la izquierda, lo único que evita que la tela de adelante se suelte con la de atrás son hilos negros como cadenas atados a mi hombro, cintura y unos botones a mi cadera. La manga de la izquierda es un guante por completo, con encaje, al igual que el cuello, que me llega casi a la barbilla. El encaje es negro y el vestido viene acompañado de un collar negro.

Además, Gereth dijo que me veía muy descubierta, por lo que, me compró unas medias al mulso con encaje negro y unos tacones rojos.

Claro está, que mi intención no es impresionar a nadie, pero Gereth se quedó de piedra al verme, una y otra vez, cerciorándose que era real. Lo cual solo me hizo querer huir por la vergüenza, de verdad, tengo suerte de que mi rostro siga siendo inexpresivo en ciertos momentos.

Me desvisto, Gereth paga y volvemos a las oficinas.

Allí, un grupo de muchachas que trabajan en la Agencia, me presta algo de maquillaje. Es una suerte que nadie ve mi cabello azul, porque este tipo de azul, tan pálido como el cielo desentona fuertemente con el rojo sangre del vestido. Pero, ¿Tiene importancia? ¿Qué es la combinación de colores al lado de lo que estoy pasando? Una paja de heno al lado de una vaca. Un fragmento de recuerdo al lado de una vida.

Estamos en camino a la fiesta, cuando recibo una llamada de Chuuya. Aun es un número privado, puedo entender por qué.

—¿Sigues trabajando? —por supuesto, olvide por completo que él no sabe de esto.

—Te explico todo cuando llegue —respondo, mientras recibo las miradas picaras de las chicas de la Agencia. Al lado de ellas, yo parezco, no sé, un diminuto ratón.

—Por supuesto, cuídate mucho y si sales muy tarde puedo pasar por ti —sus palabras suenan tan llenas de cariño, y el calor sube a mí en una pequeña porción—. No te le acerques a Dazai. Te quiero.

Y colgó. Las chicas solo se ponen a birotear por aquí y por allá. Haciendo preguntas que evado, porque soy incapaz de mentir.

Llegamos al dichoso salón, todas las chicas van bajando, tomando la mano de su pareja. Llegó mi turno, bajó y Gereth está sonriéndome mientras se pasa la lengua por su pircing. Siempre suele hacer eso al conquistar, pero conmigo sabe que no funciona así, por lo que supongo, que es un gesto común.

Todos entramos al salón, seguridad nos saluda y adentró, ignoro todos los detalles del lugar. Porque, tan rápido como entró, escuchó un nombre, apenas en un susurró, pero sé que lo escuche. Me suelto de la mano de Gereth, dándole la excusa que querer ir al baño. Y empiezo a seguir a la figura que dijo aquel nombre.

Fyodor Dostoyevski.

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