VI
Alma gemela
—Bueno y... suponen que es un secuestro ¿No? —el Agente asintió—. Y que, La Sombra —como ustedes lo apodan—, secuestró a otra mujer, esta se resistió, pero al final, se la llevó. ¿Cierto? —el Agente asintió.
—La gabardina es de mujer, encontramos cabellos azules atorados en un gancho del barco y marcas de patines en el hielo. Mandamos a analizar los cabellos —el Agente giró su cabeza en mi dirección. Y me escrudiñó con la mirada. Supe al instante que mantenía una ligera sospecha por mi cabello, pero se disipó cuando lo volteé a ver y este, observó mis ojos. Azules.
—Umh, sí. ¿Algo más? —el Agente negó—. Entonces ¡Ya tengo el caso resuelto!
Casi quise reírme, lo tenía resuelto desde que me vio entrar a la Agencia.
—Danos tu veredicto.
—No tendrán que preocuparse más por el La Sombra. La persona que intentó secuestrar, la mató. Ha desaparecido, les recomendaría que notificaran a las familias.
—¿Quieres decir que, hay una justiciera? —Ranpo asintió—. Eso es...
—¡Fantástico! Ella hizo el trabajo que ustedes no, ¿No es digna de admirar? —el Agente frunció el ceño, pero no dijo nada. No entiendo sus motivos para desviar a la policía de mí. ¿No es mucho más factible entregarme?
Aunque, no lo permitiría. Debo recuperar el libro, y mis recuerdos.
—Fue aburrido, en fin, nos despedimos.
—Espera —el Agente me miró—. ¿Cómo se llama tu amiga?
—_____ —y sin más Ranpo me arrastró.
En el metro, no dude en darle las gracias.
—Gracias —Ranpo me miró brevemente y se sacó la paleta de la boca—. Por no delatarme.
Entonces, me palmeó la cabeza levemente.
—Será divertido ver qué sucede —dijo, suspiré. A veces, es muy difícil interpretar a las personas.
En la Agencia, Kunikida me tomó como su secretaria personal, me mantuvo ocupada todo el día manejando casos y organizando expedientes. No fue muy difícil para mí. Conozco muchísimos programas de las computadoras, sé que alguien me los enseño, pero no recuerdo quien. Estuve sentada en el escritorio de Dazai toda la mañana y parte de la tarde, hasta que se dio la hora del almuerzo, la mayoría llevaba qué comer, cosa que yo no, por lo que pedí permiso para bajar y comer algo.
Dazai me siguió, lo cual no me sorprendió. Baje a la cafetería, le hice la orden a la amiga de Atsushi y esperé a que Dazai empezase con sus preguntas. No tardó mucho.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntó, de manera inocente.
—Bien —respondí secamente.
—¿Solo bien? Vamos ____-chan, se un poco más expresiva.
—Continua con tus preguntas —avisé, en completa serenidad. Dazai suspiró, parece que le molesta no causarme ninguna expresión. Debe estar acostumbrado a causar cierto impacto en la gente.
—¿Por qué crees que puedes ver los colores? ¿Crees que tenga algo que ver con que no tengas hilo?
—Tal vez, siento que la gente que ha perdido a su otra mitad puede volver a ser normal. Porque ya no hay nada que los complemente. Sin embargo, en caso de ser así, las almas gemelas también deberían recuperar su visión, pero no lo hacen. Lo cual, descarta mi teoría.
Dazai sopesó mis palabras, y asintió. Ahora, solo que quedaba escucharlo.
—Yo creo que, tiene algo que ver con el libro. ¿Qué tal que, la persona que escribió aquello en el libro, pidió que tú no...?
—No —respondí al instante con fiereza, y me arrepentí. Yo no suelo alzar la voz, ni siquiera me alteró con facilidad, pero Dazai tocó una fibra sensible—. Mi alma gemela esta...
Lucy me dejó el plato con una mueca, que interpreté como una sonrisa. Empecé a comer, no había comido nada en todo el día, moría de hambre. La bebida llegó poco después, y yo cree unos hielos para ella. Dazai me miraba, y supuse, que al igual que yo, trataba de descifrar algo.
—¿Por qué asesinaste a ese hombre?
—No lo sé, no lo recuerdo. Perdí ese recuerdo —le dije, antes de echarme más comida a la boca.
—¿Crees que tienes un alma gemela? —negué con la cabeza. Dazai acercó sus manos a las mías.
Miré sus manos, ¿Qué hace? Inmediatamente las bajé, y lo observé. No me agrada él, mucho menos su tacto. Dazai levantó la cabeza, anonadado, parecía muy concentrado en tratar de tocarme. Es raro, sumamente raro, pero no me da miedo. Ladeó la cabeza, confundida. Todo parecía tan tranquilo, tan pacifico, alejado del estrés de la Agencia, del hielo o de la noche hace tres días. De las muertes y las mujeres, incluso Dazai, parece angelical. Pero no lo es, en cuanto nuestras miradas conectan vuelvo a caer en la realidad, una mucho más hostil, llena de sangre y muerte.
—Necesito aire —digo, tratando de parecer tranquila, pero no puedo. Hay una opresión en mi pecho, como si, los ojos de Dazai me trajesen malos recuerdos, y aunque no puedo materializarlos, sé que están allí.
Salgó de la cafetería, y me quedó un largo rato, hasta que veo a Dazai salir, y me obligó a entrar de nuevo, huyendo de él. Subo al elevador, y suelto aire. ¿Por qué? Me preguntó, intentó mantenerme en calma, y finalmente lo consigo. Ingresó de nuevo a las oficinas y me pongo a trabajar.
Ignoró lo que pasó, ignoró todo y sobre todo a Dazai. No sé qué es lo que intenta conseguir, pero lo está logrando, y no sé cómo sentirme al respecto. No me da miedo, no me impresiona, ni me asusta. No me da ninguna de esas impresiones que espero que me dé, al contrario, parece que... No lo sé, estoy tan abatida, e intento armar el rompecabezas, pero faltan muchas piezas. Cuarenta y uno para ser precisa.
Al final, tomó mi bolso y me despido. Distraída, ausente, fugaz. Intentó escapar, de mi cabeza, de mi misma, y no puedo. Así que solo escapó de la Agencia, hacía la comodidad de mi cama.
—Deja que te acompañe —dice Kunkida. Me niego, y se lo hago saber, firme y clara. No quiero la compañía de nadie, y le hago saber que no es culpa suya. Al contrario, agradezco su gesto.
Me voy, tomo el bus, y al contrario de lo que pienso, esa noche no pegó un parpado. Resignada, bajó las escaleras de los apartamentos, con la tarjeta de acceso en la mano, la cartera en la otra mano y la brisa pegándome en las piernas desnudas. Al bajar, veo un cuerpo moverse de forma gracia, igual que una sombra. Poco a poco lo identificó, el pelirrojo. De nuevo. Él detiene sus pasos al verme, y su porte me transmite seguridad, gracia, calma, pero es imponente. Su ropa, tan bien planchada, sin una arruga y su cabello, perfecto y bien arreglado, pero, sobre todo, sus ojos. Demasiado azules para la noche. Su sombrero esta caído, por lo que solo puedo ver un destello azul mirándome.
—¿Qué haces aquí, mocosa? —pregunta, y en vez de mirarme a los ojos, mira mi mano derecha. Supongo que está comprobando de lo la noche anterior—. ¿Vives aquí?
Vuelve su mirada hacia mí, y me examina. Asiento.
—Voy a comprar algo de comer —le digo, él no dice nada. Nos observamos, detalle a detalle.
Miró su mano izquierda, y me sorprende ver su hilo rojo alargarse. Él lo notó inmediatamente, y miró donde yo.
—Eso sucede cuando el portador encuentra su alma gemela —le digo, explicándole lo que he aprendido tras la observación—. No entiendo porque, no hay nadie.
—Solo tú.
—Yo no tengo hilo —respondo ásperamente, no sé porque me molesta que hablen tanto de mi hilo, o de mi alma gemela.
—¿Por qué? —se recargó en la pared de la escalera, dispuesto a escucharme. ¿Qué le hace pensar que voy a hablar? No lo conozco y somos de bandos muy distintos. Suspiró, necesito desahogarme con alguien, él no es una opción, pero es... bueno, lo único que tengo de opción.
—Mi alma gemela, está muerta —suelto, frustrada, me deslizo por la pared y me siento, cubriendo mis piernas, debido a que, estoy en calzones.
—¿Muerta? Eso es deprimente —dijo, asentí. Él, al contrario de Dazai, es un libro abierto. Y eso lo hace interesante. El pelirrojo desvía su mirada a mis piernas, se quitó el abrigo y me lo lanzó a las piernas. Me cubrí y le agradecí con una pequeña sonrisa—. ¿Cómo se te ocurre ir a comprar algo vestida así?
—No tengo frío —exclamó, ingenua. El pelirrojo rueda los ojos.
Me levantó y le devuelvo su abrigo, huele muy bien, podría dejármelo.
—En fin, buenas noches —le dije, dándole la media espalda—. Oh por cierto ¿Cuál era su nombre?
—Chuuya —sentenció seco—. ¿Y el tuyo, mocosa?
—_____.
Sin más dilaciones, seguí bajando, y juró, que, por un momento, sentí su hilo rozarme el dedo meñique de la mano derecha. Lo aparté con brusquedad. No quiero pensar más.
Pasé por la comida, y no dormí en toda la noche. Por la mañana, hice lo posible por taparme las ojeras, me cubrí con algo de ropa y salí a la calle. A las afueras, saliendo del estacionamiento, observé un auto muy lujoso. Se podría decir que la mayoría de los autos aquí son algo lujosos. Estos apartamentos son caros. Sin embargo, este era mucho más lujoso. Los vidrios estaban polarizados, así que no vi a su conductor. Solo lo vi alejarse.
Ir a la Agencia se empezó a convertir en una rutina. Ese día, Kunikida se mostró molesto por mi falta de sueño, le dije que había dormido unas cinco horas, lo que, en realidad, era mentira. No comí, y tampoco desayune, aproveche que las oficinas se quedaron vacías para dormir. Curiosamente, Dazai no se quedó.
Al finalizar el día, Kunikida volvió a ofrecerme su acompañamiento o el de alguno de los miembros, a lo cual, me negué. No entendí porque lo hacía, hasta que comprendí que era como una muestra de gratitud por reducir sus niveles de estrés ayudándole con la mitad de su trabajo, y mantener a Dazai ocupado con mi presencia.
Los encuentros con el mafioso, también se hicieron rutina. Todo parecía adquirir una tormentosa calma, una calma demasiado buena. Como la brisa que se presenta antes de que llegué un tornado a arrasar todo. Y era perturbador.
Porque cuanto más tiempo pasaba en calma, sentía que más desastre se acumulaba, y que había un punto donde no resistiría, y cuando yo creyese que las cosas estaban bien, de la nada, el tornado se desataría.
—Demonios, que calor —desvié mi mirada hacía el pelirrojo, de nuevo, iba bajando las escaleras, y él subiendo.
Esta vez, no iba tan bien vestido, llevaba la camisa desabrochada de los primeros botones, su gabardina colgaba flojamente de su hombre y se iba deshaciendo de los guantes. Su mirada desorbitada se topó con mis pies, levantó la cabeza y soltó un hipido. No me hizo falta ver mucho para saber que estaba muy borracho.
Pensé en dejarlo continuar solo, pero vi su tambaleó y como casi se caía de boca contra las escaleras, cree una pared de hielo, y su rostro estampó contra ella. En seguida, se irguió. Me miró, y chasqueó la lengua, después vio la pared y de nuevo, a mí.
—¿Está bien?
—¿Por qué siempre tengo que encontrarme contigo aquí? Solo desaparece, eres rara y haces que mi cabeza se confunda —comentó, alce las cejas, eso es nuevo.
—Ah, sí. No es mi culpa ¿Sabe? Pero si le molesta mi presencia, me voy. Vaya con cuidado.
Sentí un roce, y luego un apretón en mi muñeca. El tacto me quemó, y no supe por qué.
—¿Por qué...? —se calló, soltó un chasquido de lengua y me soltó—. Olvídalo, no aparezcas en mi campo de visión.
Asentí, soltándome.
Tomé el bus, y llegué a la Agencia, era de noche. Y solo estaba Dazai, esperándome. Supuse que al hacer esto, me lo iba a encontrar. Aun me preguntó como soy capaz de olvidar mi propio celular en mi trabajo. Me pasó una vez con Gereth, pero él fue amablemente a dejármelo.
—Me alegro de que llegues, ____-chan. Estaba a punto de quedarme dormido —asentí y extendí la mano para que me diera mi celular.
La pantalla estaba encendida, en la aplicación de mensajes. No me sorprendió ver, que no tenía contraseña. Es la fecha de mi cumpleaños, es fácil de adivinar. El chat era de Gereth, tenía diez nuevos mensajes de él.
Hola, cariño.
Ven a la Agencia, ha surgido algo.
Por favor. Sé que no aun no te pagan y te falta dinero.
Vamos, vamos.
Te extraño:(
Juró que te daré lo que quieras.
En serio, incluso aquellos cigarros...
Estas ocupada, bueno.
Esperó que estés aquí, mañana en cualquier tiempo libre.
<3
Me pareció raro, pero respondí un rápido y seco, bien.
—No sabía que tu jefe es tu novio —me dijo Dazai, inclinándose hacía mí. Demasiado cerca, muy cerca. Retrocedí, inexpresiva. Que se aleje, que se aleje.
—No lo es, solo es demasiado cariñoso —apagué mi celular y me lo eché en la bolsa—. Por favor, no revises mi celular, y gracias. Por esperarme, y no cerrar la agencia.
—No hay problema, pequeña ____-chan. Déjame acompañarte a tu casa —antes de poder negarme, Dazai ya estaba arrastrándome por la calle.
Hacía frío, o al menos eso supuse cuando Dazai intentó tenderme su gabardina.
—No tengo frío, Dazai, mantente caliente.
Tomamos el bus, otra vez, y llegamos al apartamento. Estaba buscando la tarjeta de acceso cuando, escuche unos quejidos y toques en mi puerta. Alce la cabeza, encontrándome con un pelirrojo en pijama tocando mi puerta y soltando leves maldiciones.
—¡Chibiiii! No sabía que vivías aquí —los toquidos se detuvieron abruptamente, el pelirrojo giró la cabeza como el exorcista y miró lleno de ira a Dazai, y luego me miró a mí, y de nuevo a Dazai. Y enfureció más.
—¿¡Qué haces con ella, bastardo!? —hasta ese momento no me di cuenta de que Dazai tenía una mano en mi hombro—. ¡No la toques! ¡Tú, _____, aléjate de él!
Los mire con real confusión, mientras Dazai estaba sonriendo socarronamente, Chuuya parecía querer explotar del enojo. Son tan opuestos, umh. Estoy segura de que se conocen, Dazai trabajó en la Mafia. Chuuya caminó, y Dazai depositó un beso en mi mejilla antes de salir corriendo como alma que lleva el diablo. Chuuya se lanzó contra él, a lo que, rápidamente me quité, pegándome a la pared. Cree una barrera de hielo entre ellos dos y una esquirla de hielo apuntando a Chuuya, quien, al verme, efusivamente se calmó y desactivó su habilidad.
—Tú... adiós —se dio la vuelta y regresó por el lado contrario a las escaleras. Otra pared de hielo se manifestó, y esquirlas lo rodearon. Me separé de la pared, y lo miré. Inexpresiva, por dentro era un remolino de emociones.
—¿Por qué tocabas mi puerta? —fue lo primero que dije, y ojalá esa pregunta interpretase todas las demás que quería hacer.
Chuuya se sonrojo, y se tensó. Y entonces, vi de nuevo como su hilo se alargaba más. Me asuste, y por inercia, las esquirlas que lo rodeaban se ajustaron más. Esto no suele pasar, pero acaban de suceder muchas cosas.
Sabía que el tornado se avecinaba. Hice desaparecer las esquirlas y paredes.
Arrastré a Chuuya conmigo, lo hice sentarse en el sillón, y explicarme que había sido todo eso.
—¿Qué pasa con usted? —esa pregunta explicaba todo.
No dijo nada, ni se movió. Seguía ruborizado hasta las orejas, no era por el alcohol, y tampoco olía a alcohol, era por otra cosa, un sentimiento que no he experimentado y me es difícil entender.
—No sé. Mocosa, no sé. Todo es tu estúpida culpa, no desapareces de mi cabeza, ¿Entiendes? No me dejas trabajar, no puedo beber ni fumar sin que estés en mi cabeza. Y saber que vives aquí, a unas paredes mías se vuelve frustrante. ¡Solo un día vasto para que me volvieras loco! Sal de mi cabeza —sentenció.
Parpadeé, sin entender. Estas cosas, solo pasan cuando las almas gemelas se han encontrado, pero, debe ser en los dos sujetos. Y, mi amante está muerto, no puedo tener dos almas gemelas. Debe estar drogado.
Me levanté y le tendí un vaso de agua, él lo acepto y hundió la cabeza en sus manos.
—No sé qué me hiciste —le palmeé la cabeza como un perro. Ahora tenía sentido sus ataques de celos.
—Nada. Estas confundido, no puedo ser tu alma gemela —le dije, sonriendo, con tristeza. Levantó la cabeza abruptamente, furia y frustración inundaban sus ojos, y temblaba.
—¿¡Entonces!? Todos, todos piensan que es así, pero no, porque tú no tienes hilo. Y tú, no te sientes igual, ¿Cierto...? —negué con la cabeza—. Y entonces, ¿Por qué mi hilo parece querer tomar el tuyo?
—No lo sé, pero puedo ayudarlo a encontrar a su alma gemela, si tanto gusta. Tengo una misión que cumplir, si me ayuda, lo ayudó —le dije, sonriendo.
—Mañana te veo —se levantó, y se fue, dando un portazo.
Me quedé estática. Pensando. Él cree que soy su alma gemela, lo cual, carece de sentido. Yo no tengo alma gemela, pero su hilo... intentó crear un nuevo lazo conmigo. Es confuso, no me siento igual que él, y de lo que recuerdo, nunca he sentido nada por nadie, ningún sentimiento amoroso o siquiera un simple "me gustas", estoy segura de ello. Incluso puede que haya nacido sin alma gemela, eso es aún más deprimente. Es triste. Pero tengo que acostumbrarme.
Y si obtengo su ayuda, será más fácil, mientras ninguna organización se entere de que cooperamos juntos.
Me senté frente a mi computadora, e ingresé a los archivos de la mafia, alguien me los dio, pero esa persona se borró de mi memoria. No vuelvo a dormir, planeó estrategias, soluciones, investigó, ¿Dónde puede estar el libro?
¿Dónde lo escondí? Porque no lo recuerdo.
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