IV

“Ojos amarillos”

El pelirrojo, del cual, no recuerdo su nombre, apretó los puños. Y torció la boca.

—¿Cómo que estúpido? Y... ¿Cómo demonios sabes que soy pelirrojo? —él ya no parecía enojado, al menos, no del todo. Sus ojos demostraban más curiosidad que furia, dirigió su mirada hacia mi mano derecha. Y noto con creciente sorpresa, que no tenía hilo—. Tú no...

Suspire.

—Lamento haberlo llamado estúpido. Al contrario, agradezco su preocupación, y me alegra saber que aún existen este tipo de hombres. Muchas gracias —junté mis manos y me incliné. Volví a mi posición original y le sonreí al chico—. Hasta luego, linda noche.

Pasé a su lado, creí que me iba a dejar ir, pero no fue así. Agarró mi muñeca e hizo que retrocediera, lo miré. Había reconocimiento en sus ojos, supongo que ya debe reconocerme.

—Eres tú, la mocosa de la Agencia —me solté suavemente de su agarre.

—Hola —le dije. Y sin más me fui. La camioneta estaba en la otra calle, Lucio bajó del auto, me abrió la puerta y me ayudo a subir. Detestó los tacones, me lastiman.

Llegué a mi casa cerca de las cuatro y media, me quité los tacones, el joker y la cámara. Solo me envolví en la colcha y me dormí.

Desperté a eso de las diez, ay, ay. Me metí a bañar y me preparé algo sencillo de desayunar. Como no tenía nada que hacer solo salí a dar una vuelta y comprar algo para prepararme de comer. En ningún momento se me paso por la cabeza ir a la Agencia. Aunque, eso no evitó que Dazai me encontrara.

—¡Elsaaaaaaa! —escuché su voz detrás de mí, solo me quedé quieta hasta que sentí su mano pasarme por mis hombros y prácticamente, abrazarme—. ¿Por qué no has ido a trabajar?

—Te dije que tengo otro trabajo.

—¿Y por qué aceptaste?

—Porqué mi trabajo iba a terminar ayer, y no lo hizo. Así que, lo siento —

Seguí caminando, pensaba irme a mi casa, pero Dazai me arrastró a un parque.

—¿En que trabajas? —estaba sentado, y me miraba con fingida curiosidad. Si sabe mi nombre, debe saber en qué trabajo. No tiene sentido que me pregunté, ¿Trata de hacerse el tonto?

—Supongo que ya lo sabes. No tengo motivos para decírtelo. Voy a preparar de comer, ¿Gustas? —no me interesaba en lo más mínimo invitarlo, solo quería observar su comportamiento. Dazai negó con la cabeza—. Bueno, lindo día.

Me separé, y fui a tomar el bus. En el camino recibí un mensaje, de un numero privado.

Ven a la oficina. Lucio está en la puerta.

Apagué mi celular, llegué a casa y saludé a Lucio brevemente, dejé las cosas en la mesa y metí los congelados al refrigerador. Tomé mi bolso y salí. Esa vez, el auto era mucho más común. Lucio me llevó hasta la oficina. Un gran edificio, encubierto con la fachada de un palacio, tiene un acceso limitado. Lucio se fue, por mi parte, introduje la tarjeta de acceso y permití que el escáner tomase mis huellas. Tuve acceso, subí al elevador y llegué a la oficina.

Quien me esperaba era un chico, estaba recostado en su silla, llevaba los audífonos y estaba jugando.

—Gereth —me acerqué al chico y saqué los audífonos. Gereth levantó la vista, molesto. Y su mirada se suavizó al verme. Se levantó y rodeó el escritorio.

Me abrazó y besó mi mejilla. Su cabello rosado chocaba con mi mejilla. Palmeé su espalda, y este se separó. Observé su hilo, brillaba de manera curiosa, como muy inocente y al mismo tiempo, titilaba. No sabía que quería decir eso, pero no se veía como algo bueno.

Gereth me tomó de la mano, ambos nos sentamos en los sillones de la oficina. Gereth siempre tuvo un aire inocente, y su mirada refleja la de un niño. Solo que no lo es.

—Qué bueno que vienes. Veras, estuve planeando la última estrategia para atrapar al asesino. Esperó que no te moleste, tendrás que exponerte un poco más.

—¿Qué sugieres?

—Tendrás que salir hoy, al puerto. Allí, lo encontraras. Solo deja que te secuestre, y después lo atrapas.

¿Dejar que me secuestre?

—Solo soy una pasante, si muero, esto caerá en sus manos.

—No te preocupes, no pasara nada. Eso sí, iras sola. Nadie estará contigo, por lo que sabemos, el individuo con el que trabaja es muy inteligente y no nos podemos exponer a que escape.

Asentí, no tenía mucha relevancia lo que me pásese en el puerto. Lucharía hasta el último segundo, tengo razones para vivir y ese depravado no me las va a quitar. Todavía no entiendo que es exactamente lo que el otro individuo espera matando muchachas con ojos amarillos. Está la posibilidad de que, todo sea un plan muy bien elaborado, el asesino es controlado por la pieza A, dándole sus deseos y también llamando la atención de esta agencia, pero, ¿Para qué? ¿Planea destruir la Agencia? Sea como sea, no me incumbe.

—Entiendo, dame las cosas —Gereth se levantó, salió de la oficina y regresó con un micrófono, una cámara, y el vestuario que usaría esa noche. No era un vestido, milagrosamente, porque, en realidad, el asesino ya me conoce y no tengo razones para ir en vestido al puerto. El teatro se terminó.

Gereth se despidió de mí, me deseo buena suerte y me dejó ir.

Ya en mi casa, preparé de comer. Me senté frente a la computadora y analicé mis opciones. Preví los movimientos del asesino, modifique los míos y planee cerca de diez estrategias.

En la noche, mientras cenaba, me llegó otro mensaje de Gereth.

2:00 a.m.

La hora en la que presentaría, mire la hora. Tenía tiempo. Terminé de cenar, e hice el aseo.

Me medí el vestuario, me amarré el cabello en una coleta alta y partí al puerto. Esperé, arriba de un barco. Me senté en la orilla, y jugué con el agua, creando figuras de hielo en el agua. Una familia de patos, peces, un sombrero... ¿Un sombrero? Parpadeé y el sombrero se deshizo en el agua, ¿Dónde he visto ese sombrero? Ignoré la situación, e hice otra figura. En esos momentos, vi la sombra de alguien desdibujada en el agua, inmediatamente me tiré al agua y saqué la cabeza.

Vi, como desde la punta de los dedos de la sombra, surgían más sombras. Sonreí, esto ya lo tenía previsto. No solo salía de noche porque las mujeres están más vulnerables, también, porque, su habilidad es la misma noche y yo, caí en su trampa. Me hundí en el agua y nadé debajo del bote, hasta el otro lado. En el agua las sombras no entran, se quedan atrapadas en la superficie. Toqué el bote delicadamente y subí a la superficie, observé como el barco comenzaba a congelarse, la sombra volteó, asustada. Sin pensarlo dos veces, lancé una esquirla al pecho de la sombra y al mismo tiempo preparé una pared de hielo en mi espalda. En cuanto la esquirla atravesó el pecho de la sombra, la pared de hielo se manifestó y paró la bala. La sombra se desvaneció y volvió a regenerarse en menos de cinco segundos. Volví a meterme al agua, Gereth no me dio equipo de buceo, al contrario. Me dio ropa bastante común, una falda, un top, una gabardina y unas botas. Me preguntó si esto no será parte de sus fetiches anime, me quite la pesada gabardina y deje que flotara.

Hubo una lluvia de balas cerca de mí, sin remedio, me puse debajo del barco. Salí a la superficie del otro lado, donde el barco tapara mi cabeza del francotirador y dueño de la sombra. Formé un circulo de esquirlas alrededor de mi cabeza, puse una mano en el agua y está empezó a congelarse, puse mis manos sobre el hielo y me levanté, lancé las esquirlas de hielo en todas las direcciones que me fueron posibles, entre ellas, estaba la sombra y el arma del francotirador. Las sombras que la sombra me lanzó se desvanecieron y volvieron a aparecer.

Di dos pequeños golpecitos al hielo con cada bota, y de estas surgieron las agujas de unos patines. Me alejé de las sombras y subí a otro bote, caí de espaldas y observé a las sombras pasar por sobre mi cabeza, detenerse y buscarme. Hubo una explosión en el agua que movió el bote, levanté la cabeza y vi granadas caer en el agua y una última llegar directo al bote donde yo estaba, la tomé y la congelé.

El bote se sacudió más de lo que pensé, brinqué y caí al agua, localicé tres granadas. Nadar y congelarlos no era una opción, moriría. Así que, estrategia número cuatro en proceso. Nadé a la superficie, pataleé y me subí una vez más al barco. Congelé parte del mar, y lo único que paso, fue que, al explotar las granadas, el hielo se agrieto y se levantó algo de humo. Alce la vista, en el tejado ya no estaba el hombre.

Sentí algo tomarme de las piernas, bajé la vista. Sombras. Volteé a ver al hombre, allí estaba, jalándome. Me dejé caer hacia atrás, rompí el hielo y me hundí. Las sombras me soltaron. Me di la vuelta en el agua, y subí hasta sacar la cabeza, o al menos, lo intenté, había una barrera de sombras obstruyéndome la salida. Tenía frío, mi hielo estaba provocando el frío. Lancé varias esquirlas de hielo al cielo, me apresuré y salte. Conformé pisaba el agua, círculos de hielo se formaban para poder pisar. Brinqué y levanté una ola de hielo, la atravesé y logré caer encima del hombre. Lo toqué y congelé de manos y pies. Trató de moverse, pero no pudo.

—¡Déjame! ¡Déjame ir! —lo miré sin expresión, es mucho más débil de lo que pensé.

—¿Qué ibas a conseguir?

—¡Solo quería matarla! ¡Está en todas partes! Sus ojos... sus ojos son terribles, me miran y me acosan, están por todos lados —empezó a girar su cabeza desesperadamente de un lado a otro, los ojos salían de su orbitas. Un trauma.

Me senté a esperar que su ataque terminara.

—¿Y? ¿Yo que tengo que ver?

—Tú, tú. Necesito mi hilo, no puedo soportar vivir sabiendo que moriré solo. ¡No puedo!

Entonces, lo comprendí. El hombre, tan dañado, y la Agencia, Gereth. Todos estaban siendo manipulados por la pieza A, solo para llegar a la pieza B. Yo.

—Y... tu jefe hizo que esa Agencia me contratara, mataste niñas inocentes y llamaste mi atención. Maldito bastardo —mi mirada se volvió fría. Me levanté y puse las agujas de la bota en su cara, presioné—. Dame el mensaje y puede que te deje vivir.

—Te matara y lo hará con todo aquel que se relacione contigo. Y no dejara que encuentres el libro, ni que cambies el mundo.

Asentí, y lo miré. Estaba llorando, no sabía decir si por la desesperación, el dolor o por su trauma. Temblaba por el frío y el llanto, se encogía en su lugar, esperando a que no lo matara. No, ¿Por qué tengo que matarlo? Eso no, yo no, no soy una asesina. Retire mi pie de su rostro. ¿Por qué iba a matarlo? Yo no mato porque sí.

—¿A cuántas mujeres de ojos amarillos asesinaste?

—No lo sé, unas veinte.

Apreté los dientes, mi mirada se ensombreció. Me quedé callada, reteniendo mi furia. Veinte personas, veinte. No es posible que exista gente así. Qué asco.

—¿Las tocaste? ¿Les hiciste algo? —pregunté entre dientes, conteniendo las ganas de matarlo.

Me llene de impotencia, y de rabia. ¿Por qué no llegue antes? ¿¡POR QUÉ DEMONIOS NADIE ME CONTRATO ANTES!? Veinte almas, maldita sea. Lagrimas corrieron por mis mejillas. Nada me queda con lamentarme.

—¡CONTESTAME MONSTRUO!

—No, solo las mate.

Solo. Como si no tocarlas remediase lo que hiciste. Escoria.

—Entonces. ¿Te arrepientes de tus pecados? —el hombre asintió—. Pues hare que te arrepientas sinceramente.

En esos momentos no me importo si lo que iba a hacer era correcto, quería verlo sufrir, que gritara por clemencia, que pidiese ayuda. Como aquellas personas. Lo congelé en una esfera y me lo lleve con un remolino hasta mi casa, me fui caminando y llegue hecha mierda, por lo que, solo descongelé al tipo, lo amarré y lo encerré en el baño. Con las manos, los pies y la boca congelados.

Apagué el micrófono, y mi celular, e ignoré todas las llamada y mensajes que me llegaron de Gereth, diciéndome que no lastimara al hombre.

En la tarde del siguiente día, preparé de comer y vi unas cuantas películas antes de ir con el hombre. Estaba muriéndose de frío, literalmente. Solo se removía en la tina, sentí un vacío en el estómago. Ya llevaba el traje y los guantes que necesitaría en esos momentos. Llevaba conmigo una engrapadora y una pistola de clavos.

A los tres días de estar torturándolo, no aguanto más y murió. Congelé el cadáver y lo destruí. Renuncié a la Agencia y está me dio algo de dinero, además de que Gereth no me dejó en paz hasta llevarme a comer algo. Detesté tener que volver a ADA, me presenté ese día a las siete de la mañana.

Solo Kunikida y Ranpo estaban a esa hora, Kunikida me miró de la peor manera posible. Me arrepentí al instante de haber ido, bueno, si doy la media vuelta y huyo no creo que les importe.

—¿Qué haces aquí? —ay, demasiado tarde para huir.

—Le dije a Dazai que le dijera a su Presidente que no podía trabajar porque tenía otro trabajo nocturno, y que cuando lo terminara volvería —Kunikida apretó la mandíbula.

—Ese maldito desperdicio de vendas —gruñó—. Pasa a sentarte, ¿Sabes ma...?

—¡Un caso! —gritó de la nada Ranpo, lanzando por los aires el periódico y asustando a Kunikida en el proceso. Debe ser muy aburrido encontrar casos que puede resolver en cinco minutos—. ¡Me vas a acompañar!

Me señaló, asentí, y vi como Kunikida se pasaba la mano por el cabello. Se lo desacomodó, hice una mueca, no soportó ver cabellos desarreglados. Deje mi bolso en su escritorio y le solté el cabello, lo peine con mis dedos y lo volví a amarrar. Kunikida volteó a verme, como entre confundido y cohibido. Ladeé la cabeza.

—Tú...

—Él piensa que eres rara —soltó Ranpo. Por puro reflejo Kunikida le lanzó un bolígrafo, yo me agache para que no me pegara—. ¡Auch!

Ranpo le regresó el golpe con una goma y unos clips, tomé mi bolso y me hice a un lado. Me quedé parada, observando cómo se desenvolvía su pelea, y observando sus movimientos. Los reflejos de Kunikida son rápidos y sus lanzamientos precisos, los lanzamientos de Ranpo eran más rápidos y más fuertes.

—¡Ya basta Ranpo-san! —gritó Kuninida, parando una botella de plástico con la palma de su mano.

—Fuiste tú quien empezó —dijo el otro. Se cruzó de brazos y salió de detrás de su escritorio—. Vamos por el caso.

—Ranpo-san está haciendo mucho frío afuera —sentenció Kunikida mientras recogía el desastre que dejaron. Me agaché y lo ayudé.

—Está bien, que se ponga esto —me levanté y me quite la gabardina. Ranpo la aceptó.

Kunikida depositó las cosas en sus respectivos lugares, y me miró, bueno, me barrió con la mirada. Frunció el ceño y negó con la cabeza. Yo llevaba una playera a rayas negra y amarilla, un short de mezclilla negro, botas, arracadas y pulseras. ¿Qué tiene de malo?

—Tendrás que esperar a que baje el frío y la brisa. ____ no puede salir así —lo mire con curiosidad.

—¿Por qué no? —Kunikida puso cara de obviedad.

—Afuera está haciendo un frío de los mil demonios y tú pretendes salir con eso —señalo mi ropa. Seguí sin entender. Me encogí de hombros.

—Puedo soportar el frío, yo manejó el frío. No entiendo tu preocupación, Kunikida —pensé un momento y traté de comprenderlo—. Pero, si te preocupa que alguno de nosotros se resfrié y tú te quedes con la responsabilidad, no hay problema. Yo asumiré las consecuencias, y cuidaré de Ranpo en caso de que se enferme.

Kunikida suspiró y dejó caer los hombros.

Ranpo no esperó más y me jaló del brazo, me arrastró hasta el elevador y lo mismo hizo por toda la calle, él llevaba mi gabardina bien puesta, esta le llegaba cerca de las rodillas, tapando sus otros ropajes. No había mucha gente en las calles, algunos empresarios, como mucho. Ranpo se detuvo de golpe a mitad de la calle, ocasionando que me golpeara con su espalda.

—No sé dónde estamos.

"Su sentido en la orientación es pésimo"

Oh. Me solté de Ranpo y esta vez yo lo agarré de la mano.

—¿A dónde vamos con exactitud?

—Al puerto.

Fuimos hasta el metro y allí, tomamos el tren. Nos tocó parados, en las mañanas siempre está llenó. En el camino, Ranpo me hizo muchas preguntas innecesarias. Él ya sabía todo eso, así que deduje que íbamos al puerto por algo que yo ocasioné días atrás. Recuerdo con claridad que fue lo que pasó, lo que no recuerdo es porque asesine y torture tanto a ese hombre. Tuve que haber tenido una buena razón, su cuerpo era una porquería cuando lo congelé. No debería arrepentirme, pero, ¿Por qué? Yo no soy cruel, no soy una asesina.

Yo de verdad... lo hice. ¿¡Por qué lo mate!? Y si... ¿Lo mate injustamente?

Ahora me da miedo recuperar mis recuerdos.

Llegamos al puerto, Ranpo no supo decirme exactamente en qué parte del puerto era, y yo no lo llevaría. No me iba a delatar. Por lo que, Ranpo llamó a un oficial de policía amigo suyo y este vino hasta nosotros y nos llevó al lugar de los hechos.

Toda la orilla del puerto, entre dos barcos estaba congelada, agrietada y con círculos de hielo. Además, había una ola de hielo frente a uno de los barcos, y el otro barco, estaba congelado.

—Solo encontramos un arma atravesada por una esquirla de hielo y una gabardina a medio congelar. Y... esto.

Contemplé una vez más el escenario. Me encogí de hombros. Ranpo ya sabe que fui yo, lo supo desde que leyó el caso. Mi iré a la cárcel. Aunque, no hay sangre, ni nada que parezca incriminarme, solo Ranpo. De todos modos, iré a la cárcel. 

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