interludio; nakahara chuuya


Escupo sangre, ignoro si proviene de la enfermedad o el avión que con trabajos pude retener de matarme. Los oídos me zumban. No tengo tiempo de pensar.

Me alzó en el aire tanto como puedo, el panorama es horrible. Centro la vista en los hermanos, la ira me cubre por completo, embargado de un sentimiento de odio profundo contra ellos, haciendo tanto daño. No me detengo por mi estado y pronto estoy levantando escombros bañados en la vida de mis compañeros, todos y cada uno de ellos contra Fyodor y Varvara.

Aquel esfuerzo me cuesta todo lo que puedo otorgar, me doblego sobre mi propio cuerpo fruto del dolor interno que no puedo controlar, aunque quisiera, hay más sangre corriendo por mi cuerpo que fuerza. En un intento burdo de controlar mi agitada respiración desciendo hasta donde la mafia.

Desde abajo, la sangre se desdibuja en los bordes de mi vista que es incapaz de enforcarse adecuadamente, nunca pensé que mis manos pudieran temblar tanto.

Me muerdo la lengua. Hay un objetivo, y no puedo permitir que mi mente agotada se pierda ahora, apoyo mi peso en el granito, tosiendo. Yo solo quería saber si estás bien. Repito la voz de ella en mi cabeza tanto como soy capaz, me cuesta recordar su rostro. Un escalofrío me abraza la espalda y es aún más frío que sus manos pálidas sobre mi rostro.

Me quedo con la tranquilidad de sus ojos, con el silencio de sus palabras y el amor de sus acciones. Porque es lo último que quiero pensar antes de morir.

Me saco los guantes de golpe ante la inminente llegada de Varvara.

—Otorgantes de la eterna desgracia, no me despierten nunca más —recitó, la lengua se me traba ligeramente pero no impide a corrupción entrar de golpe en mi sistema.

La conciencia se me retuerce, pierdo la capacidad de oír y ver tan pronto como las marcas aparecen en mi piel con un cosquilleo que se asemeja a una flama acariciándome la piel. Tan pronto como las marcas están allí mi cuerpo se inflama de un poder insoportable que escuece por salir y brotar en destrucción, y todo por lo que mi deteriorada mente pasa son sentimientos carentes de lugar en cuerpo y alma.

Pierdo control de mi cuerpo, así como poco a poco mi consciencia es atrapada por un vacío negruzco del que soy incapaz de librarme, y sé lo que viene, así que me dejo hacer.

La cara de ________ es lo último que me viene antes de irme.




Mi peso cede a la propia gravedad, pues mis rodillas han agotado todo funcionamiento mientras mis brazos no hacen en menor esfuerzo por mantenerme. El inservible cuerpo de Dazai me recoge, a mi alrededor no hay más que destrucción horrida producto de mis manos. Suelto un suspiro y vuelvo a perder consciencia.

Sin embargo, la recupero tan pronto como mi propio cuerpo exige moverse y buscarla. A mi lado están las paredes blancuzcas de la enfermería, Dazai está sentado en un banco con su estúpido manual y el amigo de _______ esta sobre otro banco sumido en la computadora. Me retuerzo, descubriéndome inmovilizado por mi propio agotamiento, ruedo los ojos.

—¿Dónde está _______? ¿Está bien?

—Que hablador estas —murmura el bastardo. Ignoro su comentario—. Esta donde debe estar.

Esa mierda suena estúpida.

—Sigue en la habitación —responde en su lugar el hacker. Suspiro de alivio, encantado con la idea de que este a salvo.

—¿Qué día es hoy?

—Primero de febrero —Dazai baja su manual y me mira con ojos indescifrables, aguarda silencio con la boca recta en una línea—. No tenemos la hoja.

Me quedo atrapado entre la ira y el fracaso.

—Se la quedó Fyodor —repone el otro, alzando la vista de su computadora—. Estoy intentando acceder a su software, pero todo está sellado.

No me queda de otra que cerrar los ojos, respirar hondo. El tiempo se agota, se agota y voy a morirme. Y no quiero morir. Me rehusó a terminar una vida que ni siquiera empezó, quiero seguir sirviendo a la mafia, quiero estar con ella. Lo quiero todo de ella y no puedo tenerlo si muero.

—Dame agua —demando, Dazai me tiende el vaso sin verme demasiado entretenido en esa porquería que se sabe de memoria.

Escucho un pitido, dirijo la vista al origen. La computadora del hacker. Sus ojos se mueven rápido detrás de los lentes, la expresión en su rostro se torna desencajada, los parpados demasiado abiertos y el horror en cada centímetro de piel. Estoy levantándome sin darme cuenta.

—Dazai —llama el hacker—, está aquí.

El mismo deja caer su manual de golpe al buro, su altura se yergue al levantarse golpe, abre la puerta y sale corriendo a una velocidad que no tenía la dicha de ver hacía tiempo. Vuelvo la vista al hacker y le arrebato la computadora con mi habilidad.

La pantalla flota frente a mí, la cámara de seguridad apunta al pasillo de _______, no debo ver dos veces, tampoco me detengo. Falto de mis fuerzas físicas hago acopio de mi habilidad, con la cual me impulso arrastrando la vista por los pasillos.

Paso a Dazai como un borrón, arrancó una puerta y la arrojo con fuerza contra él, la puerta lo arrastra de vuelta al inicio del pasillo en un golpe seco que lo deja sin aire. Fyodor es mío.

—Enano de mierda —brama—, tenemos un trato.

—Jodete —grito.

Me detengo abruptamente, hay sangre por el suelo y varios de mis hombres regados por el mismo sin las heridas visibles pero la muerte sobre ellos. Sin embargo, son detalles que noto después pues mi vista atrapa a _________, quien está sobre el suelo vomitando. A su lado esta Fyodor, tendido con una sonrisa en el rostro.

Puedo oler la muerte en él, postrada como un manto a su lado. Salto su cuerpo y recojo a _______ con toda la fuerza que me queda. Recargo su espalda en la pared cuidadosamente, las lágrimas empapan su rostro de marfil y sus ojos parecen estar a punto de cerrarse. Bajo la vista y ubico la razón de su pesada respiración. Presiono la herida con la mano arrancándome un trozo de bata.

Podría no ser capaz de levantarla, pero la idea de que la muerte la reclame antes que yo me obliga a estirar los brazos y traerla contra mi pecho. Cuando me giro veo a Dazai corriendo en mi dirección.

—Hijo de puta —me ladra mirando con profunda molestia. Empuño la mano y le lanzo la daga que está en el suelo.

La esquiva y me es suficiente para pasarle por el lado.

Más personas están viniendo en mi dirección. Por tanto fastidio que me cause entregarla ahora que la tengo entre mis brazos lo hago, consciente de mi estado. Akutagawa la recoge con un asentimiento que me promete salvarla y dejarla a salvo.

Respiro profundo, recuperando las fuerzas perdidas con mi espalda contra la pared. Tan pronto como creo que puedo seguir una mano se estampa en mi hombro. Subo la vista encarnando las cejas tanto que podrías llegarme a la nariz, ya hay demasiado en mí. Dazai es el colmo.

—Teníamos un trato —exclama, escupiendo sus palabras. Una risa ronca brota desde mi garganta. Me reincorporo. Mi mano se cierne con fuerza sobre su flacucho cuello apretando con tanta fuerza que su piel empieza a tornarse de otro color.

—Tu puto trato queda anulado —ladro—. No vas a detenerme. Ni tú ni toda la mierda que quieras.

—Es peligrosa, sabes bien que lo es. Es una Dostoyevsky, la agencia debe entregarla al Ministerio.

Niego con la cabeza. Mi mano sigue en su cuello sin ejercer presión, una promesa silenciosa de muerte.

—No es una Dostoyevsky, no pronuncies ese puto apellido. Es una Nakahara y es mía.

Dazai exclama blasfemias que ignoro.

—Prometiste no acercarte a ella, ambos lo prometimos. Nadie debe tener contacto con ella hasta que esto termine.

—¿Y luego qué? ¿Vas a esposarla y entregarla?

—¡Es un puto cadáver! ¡Se va a morir!

Mis uñas se encajan en su piel, no siento la mandíbula de lo apretada que esta. Por supuesto, aún tiene la necesidad de dejarla morir porque le arrebato a la única mujer que quiso una vez en su vida y que ahora le recuerda a ella.

—No —suelto. Esa es mi declaración y un juramento—. No va a morir mientras yo esté vivo. Y si te atreves a tocarla voy a matarte Dazai.

Con un suspiro, Dazai se zafa de mi agarre. Me mira, sus orbes cafés —grises en realidad— pican por palabras que no va a decirme pero que no hacen falta, pues yo sé perfectamente lo que quiere decir. Que me aleje de ella como acordamos porque ambos sabemos que corro peligro a su lado y que probablemente nunca encuentre la manera de asegurar su vida, porque está muerta. Y porque la agencia debe entregarla.

Dazai se aleja en la dirección contraria, yo tomo camino para la enfermería. Agujas han comenzado a calarme en la cabeza. Castañeo los dientes de nervios, mi vista busca con desespero a Akutagawa y al encontrarlo me acerco tan rápido como puedo. Reposa parado a los pies de la puerta donde se lleva a cabo la curación de ______, me pongo a su lado.

Ignoro el agotamiento que me pide clemencia y una cama. No tengo tiempo para esto. Solo quiero que este bien, no necesito más. Todo lo demás puedo resolverlo cuando ella este a salvo.

Más tarde, me dejan pasar a verla.

Me arrodillo apenas entrar, con gloriosa delicadeza acaricio su mano, aquella que no tiene hilo. Mientras el mío lucha por encontrar la mitad que le falta, aparto la vista de este, a sabiendas que no lo necesito. La promesa del alma gemela perfecta. No existe una cosa como esa, no para mí, que la perfección reside en aquello que anhelo.

Y es ella.

Recargo mi rostro delgado sobre su brazo, detengo mi vista en nuestras manos. La mía sobre la suya. Esta tan huesuda que puedo ver las venas traspasarme la piel, he perdido musculo, he perdido muchas cosas. Tantos que creí tener a la muerte esperándome en la puerta cada día, pero estoy aquí.

Aquí cubriendo su mano fría con la mía. Escuchando los débiles latidos de un corazón que paro hace tiempo, de una vida que tomó la mano de la muerte y se marchó. Cierro mis ojos, cansados.

Cae la noche, he estado sentado, observándola. Una actividad que me lleva horas y de la que no me canso. Sin embargo, cuando el alba se pone me pongo de pie y acudo a la reunión.

Paso por mi oficina, metiéndome al baño y vistiéndome con uno de los innumerables trajes, que ahora me quedan grandes. Brazos delgados, mis piernas escuálidas, las costillas marcándose en mi piel y los huesos de mi pelvis golpeándome ante la idea de quedar en hueso. Temiendo que mi piel desaparezca.

Chasqueo la lengua y pronto estoy en la oficina del jefe. Nee-san, Dazai, Fukuzawa, Mori y yo ocupamos la mesa. La hoja yace quieta sobre la superficie negra. Su peso asfixia la enorme habitación pese a su silenciosa estancia, cargando el aire de tensión que aparenta poder romperse si respiro demasiado fuerte.

—Detén esto, Dazai.

Fukuzawa estira el brazo para coger la hoja, un bolígrafo en su mano. Algo en mi mente se niega a que este hombre tome la hoja y le infrinja un daño a _______ en el que no puedo interceder. Arrastro la hoja a mi lado con mi habilidad, mirado con profunda molestia a los residentes de la Agencia.

En la habitación todos me observan en silencio.

—Hasta que no me aseguren la vida de _________, y su tranquilidad donde sea, la hoja permanecerá en mi posesión.

Oigo el quejoso lamento de alguien, que sé que es Dazai pasándose las manos por la cara con exasperación, probablemente harto de mi interrupción en todo lo que quiere hacer.

—Estas obsesionado —chista Dazai. Le lanzo una mirada indiferente.

Estoy cansado de él. Podrá hacer lo que quiera conmigo, pero no puede interponerse entre _______, sí, tal vez estoy obsesionado, pero es suficiente para mí. Podre estar loco, enfermo, lo que quiera, no me importa mientras sea por ella.

—El juramento será de palabra —prosigo—. Y en caso de romperlo destruiré la Agencia y todos sus trabajadores.

Fukuzawa no me retira la mirada, no le aparto la vista. Hablo en serio, y si no pretenden dejarla en paz, yo escribiré en la hoja. Finalmente, en segundos de sofocante retardo, Fukuzawa suspira y baja la mirada. Dazai parece bastante decepcionado. Yo sonrío.

—Yo, Fukuzawa Yukichi, juro por mi nombre y el nombre de la Agencia Armada de Detectives, procurar el bienestar y la paz de ________, bajo la protección de Nakahara Chuuya y los acuerdos de paz con la Mafia portuaria.

Una sonrisa se refleja en mi rostro. Lanzo la hoja y guardo silencio mientras Dazai redacta en aquella maldición. Cierro los ojos de nuevo, concentrándome en mi respiración ahora que mi pecho empieza a doler.

Tarde que temprano una luz rodea la hoja e ilumina la lúgubre sala. Aquellos que estamos enfermos vislumbramos un escozor. El escozor me trepa desde las puntas de los pies, incluso puedo sentir mis cabellos temblar ante la venida de golpe de un poder incapaz de procesar a tal velocidad. Me lleno de vida de golpe, sintiendo que mis pulmones recuperan el aire que perdieron, como mis huesos dejan de sentirse cuales piezas de papel y mi piel a punto de romperse.

Las cosas recobran color de golpe, como si el mundo volviera a renacer, inhalo con fuerza un aire nuevo y limpio. Lo último que queda son los hilos, que desparecen poco a poco. Al ver mi meñique vacío un peso invisible abandona mis hombros, imaginando mi mano unida a la de ella sin preocupaciones por una mitad vacía.

Energía me recorre todo el cuerpo, me pongo de pie y analizo la habitación, mi mente cobra los detalles de golpe, ahora procesando todo en una céntima de segundos como antes. Sonrió, mi jefe y Nee-san recuperan la vida en el rostro, al igual que el líder de la Agencia. No me molesto en reparar en Dazai.

Puedo sentir su odio hasta acá. Comprendo su furia hasta cierto punto. El horrido recuerdo de haber perdido a la mujer de su vida y a su mejor amigo el mismo día por culpa de una mente que ya no existe, de saber que esa misma mente habita en la mujer que ahora amo. Y que, por mucho que lo desee, no puede matar, y sabe que tampoco debería odiar porque ella no es exactamente la mujer que se los quito.

Es un odio que no comparto. Porque mientras él ve pura maldad escondida en una mente que cree aparenta inocencia, yo veo llantos, noches de vela, ataques de pánico por culpa, lamentos interminables por cosas que no puede deshacer, veo sonrisas y risas, la veo cocinar en su apartamento con la vista perdida y el rostro vacío. La vi sufrir tanto que creí escuchar su alma resquebrajarse en mil pedazos que estuve dispuesto a recoger, repararlos y ponerlos por ella.

¿No ha tenido suficiente? Dazai no puede entenderlo, y yo entiendo eso. Pero no voy a permitirle más daño. No mientras yo viva.

Ella está a salvo. 



naksjndsjasksaa no mames, me mamo escribir esto.

no les puedo decir con exactitud cuántos capítulos faltan para terminar, probablemente les escriba algunos extras, pero no sé de q. gel me. 

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