Capítulo 5: Azalea en el ramo de girasoles

Escena 1:

En tan solo 2 meses, Matsui aprendió sobre muchas cosas que antes no sabía. Cualquier niño de ciudad conocería de computadoras, play, Wii, Wii U, consolas, WiFi, DVD, etc. Pero una niña de campo, humilde, y que había aprendido todo por medio de su madre como Matsui, nunca en su vida había escuchado tanto de la vida moderna. Nunca antes había jugado un solo juego de Nintendo, escuchado música pop, o ir a algún cumpleaños de niños con dinero.

A duras penas lograba que aprender de todas esas cosas de golpe, no fuera un golpe a su orgullo ni a su humildad. Iba a divertirse, iba a disfrutar de aquellos desconocidos placeres de la vida joven, pero no iba a dejarse llevar y a olvidar los atributos que siempre le enseñó su madre.

También había leído libros que en su vida había podido conseguir, como aquel llamado Bajo la misma estrella que la llenó de lágrimas al leerlo, lágrimas que se limpió rápidamente. O como El hombre que creía en la luna que la hizo reír hasta que le dolió el estómago, y le duró toda la semana la risa. O el más hermoso que leyó: Romeo y Julieta que le hizo sentir lo poético que podía ser un amor sincero.

Hubo un día en el que Matsui escuchó sobre cierto libro llamado 50 Sombras de Grey y le dio tanta curiosidad que quiso leerlo, sino fuera porque su tío Kenji se lo arrebató con la excusa de "Los niños no deben leer esto". Aún ahora, Matsui quiere saber de qué se trata el dichoso libro.

...

Escena 2:

- Ma... Matsui, sino puedes hacerlo...-

- ¡No me distraigas!- Le interrumpió la niña bruja a su hermana. Evidentemente jugar el Unfair Mario era peor que tratar de poner hilo en una aguja pequeña.

Monogatari no paraba de reír con la que le había jugado a su hermana: cualquier niño de ciudad diría que es una mentira, pero alguien como Matsui obvio no sabría que Mario Bros era el juego original y Unfair Mario una copia fandom. A menos, claro, que se lo diga su hermana.

- Niñas, no olviden que hoy vamos a casa de un paciente mío.- Dijo Kenji al entrar a la habitación, al instante se retiró.

- ¡Ah! ¡Seguro vamos a casa de Eri!- Exclamó Monogatari con emoción.

- ¿Eri?- dijo Matsui confusa.

...

Escena 3:

Matsui se acostumbró al viaje en auto, aunque aún extrañaba pasear con sus propios pies. Monogatari por otro lado, no estaba muy acostumbrada a los paseos a pie. Ella era más de volar con sus propias alas, o resignarse a viajar en auto con su tío.

El coche se detuvo frente a una casa grande, rosada, de dos pisos, y llena de ventanas. Los 3 llegaron a la puerta y Kenji tocó el timbre. Los recibió una mujer alta, rubia, de ojos claros, y un precioso vestido floreado.

- Bienvenido doctor Kenji. Ah! hola Monogatari, ¿quién es tu amiga?- Dijo amablemente la señora.

- No es mi amiga, es mi hermana.- Dijo Monogatari.

- Matsui Kohana, un placer.- Continuó Matsui.

En cuanto terminaron las presentaciones, la señora dijo a Monogatari que Eri estaba en su habitación y que podían jugar con él. Ambas niñas subieron las escaleras y tocaron la puerta de la habitación del chico, inmediatamente les abrió un niño de 9 años, cabello blanco, ojos grises claros, una sudadera blanca, y piel ligeramente bronceada. Este al ver a la niña hada, la abrazó. Luego vio a la otra niña y repitió el mismo acto.

- ¡Ai! me alegra que estés.- Dijo el niño.

- hola Eri, también me alegra verte.- Le respondió Monogatari.

- ¿Ai?- Preguntó Matsui confundida por como llamó ese niño a su hermana.

Monogatari se rió con la confusión de su hermana, era un tema que no le había mencionado.

- Bueno, a veces es difícil recordar un nombre muy largo y complejo como "Monogatari", así que algunos me llaman "Ai"- Dijo la niña hada con una sonrisa.

Otro detalle agregado a la lista de Matsui.

...

Escena 4:

Eri era un niño muy consentido, su habitación estaba repleta de juguetes y cosas divertidas. Entre ellas un viejo Twister con el que se divirtieron un buen rato. También había videojuegos para Wii y una Wii U que Matsui no pudo ni pensar en jugar porque sabía que se viciaría. Pero lo mejor era la encantadora mascota de Eri: Una preciosa gata blanca llamada Agitha, era tan juguetona y amigable que apenas conocer a Matsui se acorrucó en su regazo a ronronear, Monogatari y Eri se impresionaron con la afinidad de la niña con los gatos.

- Eri es mi mejor amigo. Siempre nos llevamos bien.- Comentó Monogatari a su hermana.

La brujita se sentía muy feliz. Su hermana tenía un mejor amigo, una linda gatita le agarró cariño, sin mencionar la gran cantidad de juguetes para divertirse.

...

Escena 5:

Lo demás fue demasiado trivial: Se termina la visita, se despidieron, se subieron al auto, y casa a dormir se ha dicho. Pero aún a la media noche, una de las niñas no pudo conciliar el sueño.

Decidió escaparse de su cama e irse al tejado como a veces solía hacerlo. En cuanto logró subirse arriba de la casa, se aseguró de minimizar su tamaño al de la base de un lirio para no llamar la atención, y abrió sus alas. Dio un profundo respiro y emprendió vuelo por la ciudad.

No era la primera ni la última vez que se escapaba de su casa de noche, aún recordaba la primera vez que lo hizo, aquella noche donde descubrió algo que los niños no debían descubrir... La tristeza.

*Flash back*

Tío Kenji quiso que Monogatari intentara la escuela a los 6 años, pero nada fue como lo habían deseado. La niña era alegre y divertida, pero eso no parecía bastar para los niños que siempre buscan al nuevo para hacerle la vida imposible. En sus primeros días de escuela, a Monogatari se le mandaba uno que otro comentario de mal gusto, mas esos comentarios se volvieron insultos, empujones, y muchas bromas desagradables. Cada vez que ella llegaba primera a la fila del almuerzo los demás niños se colaban a propósito esperando verla llorar, mas ella no lloraba. Las niñas decían que ella estaba loca por estar siempre hablando con animales y plantas, y que de seguro era una huérfana despreciada por sus padres y por eso la abandonaron. Le robaban los útiles, le dibujaban cosas feas en el pizarrón, e incluso se mofaban de sus alas, diciendo que ella era un monstruo.

Monogatari por primera vez experimentó lo que era deprimirse y temer volver a la escuela. La noticia no llegó nunca a oídos de Kenji, pues la niña siempre volvía con una sonrisa y diciendo que la pasó muy bien, una mentira, pero ella no quería ser cobarde y renunciar. Aunque un día, muy a su pesar, ocurrió un hecho que marcó un trauma en la memoria de la niña.

...

Escena 6:

Durante el recreo, Monogatari estaba jugando con la rayuela del patio. Unas niñas se acercaron a ella para invitarla a jugar "Kagome Kagome" con los demás. ¿Será posible que todo lo malo haya quedado atrás, y ahora sería, al fin, aceptada? UN COMPLETO ERROR. En cuanto a ella le tocó hacer de Onii, se colocó en medio de todos esos niños y se tapó los ojos... Pero no escuchó a los niños cantar ni dar vueltas a su alrededor, decidió quitarse las manos de la cara, y lo único que respondió a sus dudas fue una fuerte patada en el muslo y un golpe duro en el rostro, aquellas agresiones la dejaron en el suelo, presenciando como todos los niños a su alrededor la golpeaban e insultaban.

Ahora lo había entendido, todo fue una trampa, una maldita trampa para agredir a una alegre niña, solo por ser un poco diferente. Lo más doloroso fue cuando una de las niñas intentó arrancarle las alas de su espalda, esas alas de hada a las que estaba conectada, no se sentía como si le tiraran del cabello, se sentía como si le arrancaran las uñas. Aquello colapsó la fuerza de Monogatari y esta lloró por el dolor, los demás niños rieron triunfantes de haber borrado la sonrisa de la "marginada". Pero de repente, esas risas se transformaron en gritos de terror por lo que sus ojos presenciaron.

Monogatari estaba más alta que la propia resbaladilla. Ella pisó el suelo con fuerza para que los demás se alejaran por el susto, aunque algunos fueron arrojados. Acto seguido cambió su gran tamaño a uno miniatura y se fue volando de allí.

...

Escena 7:

Esa misma noche, tío Kenji recibió la noticia de que Monogatari no volvería a la escuela, y fue de los labios de esta misma. Al principio él no estaba de acuerdo, la niña no quería explicarle el verdadero porque, solo le dijo que no quería regresar porqué le era aburrido. Kenji no cedió, la discusión creció poco a poco, hasta que el hombre hizo lo que jamás se perdonó: Gritarle a Monogatari. Ella se llenó de lágrimas y corrió a su habitación. Si su tío, el hombre que la cuidó, y al que consideraba su propio padre, la trataría de esa manera, ya no quería vivir más ahí. La hadita fue hasta la ventana, abrió sus alas, y se escapó de su casa en medio de la noche.

...

Escena 8: (Activar multimedia)

Al día siguiente, temprano en la mañana, Monogatari se despertó sobre un árbol del parque, estaba tan afligida que no quiso volver a su casa y decidió dormir afuera. Fue entonces que escuchó como una voz conocida aclamaba su nombre... Era Kenji, buscándola y preguntando a todo el mundo por ella. Al principio la niña dudó si mostrarse, pero al notar la voz quebrada en los gritos de su casi padre, no pudo seguir escondiéndose y corrió a sus brazos. El hombre la abrazó con completo cariño, disculpándose por haber sido duro con ella, y ella le confesó la verdad de porque no querer volver a su colegio.

*Fin del Flash Back*

Lo único que le agradaba de ese recuerdo, fue el precioso paisaje que experimentó en la ciudad de noche. A pesar de haber conocido la tristeza, también había descubierto un poco de amor, tanto en sus habilidades como por su tío. Pero aún recordaba a los niños de su escuela, sus alas aún conservaban la sensación de que alguien se las arrancaría, y las cicatrices de algunas heridas seguían intactas.

- ¡Ja! No os guardo ningún rencor.- Dijo ella con una sonrisa.

Esa era una pena que se había ahorrado, el odio. Su forma de ser no le permitía odiar, y menos ahora que tenía a su hermana a su lado... Y muy pronto, a su madre también.

...

Escena 9:

Ya no, ya no, que se detenga, que se detenga, el dolor. Es demasiado, me duele, estoy en un vacío. Este frío lugar, es como un abismo profundo. Todo está oscuro, el suelo es como el césped, pero ¿cómo puedo saber que es el césped? Solo sé que estoy donde debo, un paisaje con césped y un cielo nocturno eterno. A mi lado, un charco de ¿agua? No lo sé, pero ese charco es la fuente de mi cordura, manteniendo vivo mi juicio. Pero... Gracias a ese charco, mis sentimientos se han perdido.

- Ya no puedes con esto, estas sufriendo, dame tus lamentos, los convertiré en felicidad.- Dice la peliblanca serafín a su lado.

- No merezco la felicidad, soy quien más la ha perturbado.-

- Dios no dijo eso.- Respondió la serafín dulcemente.

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