Capítulo 0: Prólogo

Escena 1:

En una vieja casa en las afueras de una ciudad, se escuchaban los gritos de una mujer. se estaba realizando un milagro, no un milagro donde una vida gana oportunidad nueva para dar un nuevo inicio, era el inicio de una vida, la de una dulce e inocente criatura. La futura madre lloraba y gritaba como el dolor le obligaba, su único consuelo para seguir era esa criatura, el solo tenerla en sus brazos le haría olvidar todas sus penas, y le permitiría sentir por primera vez lo que es para una madre tener a su primer hijo. Luego de que pasaran largas e interminables horas de dolor, se pudo escuchar un sonido que a oídos de dios y de una madre eran los más encantadores, el ruido de los quejidos y el llanto de un bebé.

- Felicidades amiga, es una niña hermosa.- Dijo el doctor a la mujer cargando a la bebé.

La joven mujer, aún débil, tomó a su pequeña niña en brazos y se cautivó con cada sonido, cada movimiento, cada pequeña respiración que daba su hija. Luego de unos minutos a la habitación entró un hombre de cabellos rojizos claros.

- Mi amor... mi amor, nuestra hija...- Le dijo cariñosamente la mujer a su esposo, mas este no sonrió al ver a la bebé.

- Pensaba yo que sería un varón.-

- No importa si no lo es, ¿acaso no es hermosa?-

- Señor, la niña es completamente sana y nació sin problemas.- Dijo el doctor al hombre- Mas temo decirle que hay probabilidad de que su mujer haya quedado dañada y ya no pueda tener más hijos.-

- No... Eso no... ¡No lo aceptaré!-

Completamente fuera de sí, el hombre tomó al doctor del cuello y lo miró con la más furiosa mirada. La mujer se asustó ante tal reacción de su esposo e inmediatamente le exigió que lo soltase.

- ¿Cuál es tu problema? ¿No estás feliz por ser padre de nuestra hermosa hija? Lamento mucho si no te di un niño, pero no por eso debes despreciar el milagro de poder ser padres de nuestra niña.-

- ¡Yo no quiero una mujercita débil! ¡Solo un muchacho para poder educar y que fuera fuerte y trabajador como yo!-

- ¡¿Cómo puedes decir eso de tu propia sangre?! Tú me prometiste amar la familia que tendríamos... Pero si es de este modo, no quiero que te acerques a mi hija. ¡Vete de aquí y busca una mujer con la que procrear un hombre!- Gritó la mujer firme.

- Me iré, ¡y tú no serás nada! Fue estúpido quedarme con una bruja, no sé qué pude ver en una mujer inútil como tú. ¡Cría a esa bastarda tú sola o consíguete algún idiota para que te compadezca!-

El hombre cerró la puerta de golpe, dejando solos a la madre llorando y al médico estupefacto. El médico en su vida había visto a una persona tan insensible, capaz de despreciar y abandonar a un bebé de su misma sangre por puro machismo.

Se acercó a la mujer que lloraba desconsolada con su hija en brazos y puso una mano en el hombro de ella, intentaba consolarla y pedirle que no llorara, que inquietaba a la bebé y que él le brindaría todo su apoyo de aquí en adelante. La mujer se sintió terrible al haberse dejado derrumbar y llorar sin pensar en lo que eso podría causarle a su hija, la abrazó con todo el cariño de una madre y le susurró de manera dulce:

- Perdóname mi amor, te prometo que nunca, jamás, me volveré a dejar derrumbar por el dolor.-

Los quejidos de la criatura cesaron, la madre y el médico se conmovieron ante tan bella imagen, la de un ser tan puro e inocente que a pesar de no estar al tanto de las penas ocurridas, podía sentir cada sensación de su madre como si fueran suyas.

...

Escena 2:

Aferrada a la cuna de su bebé, la mujer sollozaba en silencio tratando de parecer fuerte, siendo que con lo que estaba pasando en ese momento, solo quería llorar y desahogar todo su sufrimiento. A la habitación entró el médico, siendo ante sus ojos una madre destrozada y su bebé que, según lo que le había dicho ella en su llamada, hace un tiempo se mostraba tosiendo y llorando sin descanso. Lo peor de todo es que las visiones de la mujer mostraban un terrible malestar que condenaba a su hija, causada por la fuerte helada de la temporada, una enfermedad que la llevaría a un terrible final.

- Aún es muy inocente, ¿por qué dios se la quiere llevar?- Habló por fin la mujer con su voz quebrada y a punto de llorar.

El médico no sabía que decirle, no supo cómo alentarla, solo quedarse a su lado y revisar a la pequeña bebé que llevaba solo unas semanas desde su nacimiento. "Tantas son las desgracias que no podemos evitar" pensó el hombre sin poder evitar un pesado suspiro.

- Ni siquiera conozco algún hechizo que la ayude.- Se lamentó la mujer. Ella era de un clan de brujos que pocos quedaban. Siempre había vivido sola y ocultando su identidad del mundo exterior. Los únicos que habían conocido su identidad bruja fueron su esposo (ahora su ex), su familia, su mejor amiga, y el médico, quién se había vuelto un amigo indispensable para la pobre mujer desde el día en que se enteró de su embarazo.

Hubo un momento de aterrador silencio, la mujer se acercó lentamente a su bebé y con cuidado acarició su rostro... Mas ya no se sentía ninguna calidez, no hubo movimiento por parte de la enferma, y no se encontraba pulso en su pecho. el peor temor era real y estaba ocurriendo.

- Mi bebé... MI NIÑAAA!!!- La mujer no aguantó el llanto, lloró sin consuelo y sin limitaciones. El médico al verla se entristeció demasiado y la abrazó para contenerla.

- ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! Era un alma tan pura, tan inocente, no tenía la culpa de nada. Él tenía razón, ¡soy una INÚTIL! Ni siquiera pude mantener con vida lo más preciado que he tenido, lo he perdido todo ¿por qué? ¿Por qué?- Lloraba y se lamentaba la mujer. El tan bello sentimiento de una madre, el de tener un motivo para luchar contra el mundo entero, lo había disfrutado tanto por un instante y lo perdió tan pronto.

...

Escena 3:

La lápida de la difunta niña era decorada por bellas rosas blancas y una carta escrita por su madre, un mensaje pidiéndole a dios que cuidara a su hija. Frente a la tumba se encontraba la mujer de rodillas en el suelo, llorando y orando porque el cielo cuidara de su bebé mejor de lo que ella lo hizo. Junto a ella se encontraba el médico, orando junto a su amiga y tratando de sonreírle para animarla.

- Fallé como esposa, como madre, no merezco vivir siquiera, y si lo merezco, no quiero vivir más...-

- ¡No hables así!- Le interrumpió el médico. Al ver las lágrimas empapando el rostro de su amiga, la tomó de los hombros- Escucha... No has fallado, esto no pudo ser evitado. Pero sabes, tu pequeña no hubiera querido ver que te derrumbaras. ¿Lo recuerdas, tu promesa? tú le prometiste que superarías el dolor y es por eso que ella puede confiar en su mamá desde el cielo. Por favor amiga... Por favor ,Alice, vive por tu palabra, cumple con la promesa que le hiciste a tu niña.-

Ante aquellas palabras y esa sonrisa, la mujer se dejó cubrir por los brazos de su amigo y lloró, desahogando así su dolor, el cual, costara lo que le costara, superaría por amor a la promesa que había hecho a su bebé.

...

Escena 4:

Las penas no desaparecían, el dolor no se apiadaba de ella. Cada día la mujer, de nombre Alice, dejaba flores y oraciones a la tumba de su hija. Sentía que muy pronto perdería la cordura, en sus sueños escuchaba el llanto y la risa de su bebé, durante el día no paraba de echar un vistazo a la lápida como si se tratara de una cuna, definitivamente no soportaría mucho más tiempo sola. Cuando tuvo a su hija en brazos había acumulado mucho amor dentro de ella, mucho amor que ahora, ¿cómo podría calmar?

A las 01:22am se despertó agitada y con el corazón temblando. Su sueño le mostraba la visión de una imposible pero dolorosa pesadilla.

Ella compartía el tiempo con su bebé en brazos junto al lago, mimándola, hablándole con dulzura, maravillándose con cada tierno movimiento de su criaturita. De repente su antes esposo se le apareció frente a ella con una sonrisa sínica en el rostro, mirándola fijamente.

- Que patética te veo. Baja de esa nube y acéptalo... Tu bastarda, ha muerto.- le dijo él secamente, haciéndola derramar lágrimas.

Ya no podía soportarlo más, no quería seguir sola. A su mente llegó un impetuoso pensamiento, su desesperación la llevó a una idea precipitada, pero si funcionaba sanaría las llagas en su frágil corazón.

...

Escena 5:

Dentro de un círculo de azúcar eran colocados un corazón de manzana, unos cuantos tréboles, un mechón cortado de su cabello, un rosario de madera de cafeto, etc.

La mujer abrió su ventana y por ahí cerca pasó volando una mariposa de tono purpura en sus alas. Ella estiró su brazo y la mariposa aterrizó en su mano. "Ven, mi amor" le susurró suavemente al bichito y lo colocó con cuidado en el círculo de azúcar. Esas hermosas criaturas siempre le habían fascinado, sobre todo por esas alas que mostraban a un ser lleno de vida y esplendor. Pero ahora, ese encantador bichito se convertiría en la nueva luz de su vida.

Solo faltaba un ingrediente más para realizar su trabajo. Con una navaja que guardaba en un cajón, se hizo un corte en la palma de la mano izquierda y gotas de su sangre cayeron sobre el círculo.

Posó sus manos sobre el círculo de azúcar, como si quisiera cubrirlo, y recitó un hechizo. Un brillo violeta emanó de las palmas de sus manos y su piel palideció. Aquel tenue brillo violeta se convirtió en una luz tan fuerte que cubrió la habitación entera por unos segundos. Al atenuarse aquella luz, los elementos en el círculo de azúcar habían desaparecido, incluyendo la bella mariposa purpura. Mas sobre el circulo se encontraba una vida, una bebé, de cabellera color lavanda y ojos de morado color.

La mujer se dio cuenta de inmediato, había resultado. Aquella mariposa que tanto le había gustado, su propia sangre, y otros objetos que le fueron necesarios, habían creado a una niña, a su nueva niña. Con total delicadeza la mujer tomó a la bebé en sus brazos y le sonrió. Al ver a la criatura reaccionar a su cariño, se sintió maravillada y la abrazó dulcemente.

- No tendrás su nombre, pues no eres ningún remplazo de tu hermana. No eres ella, pero ahora eres mi hija, mi niña. No me dejes sola, no te dejaré sola, aunque el mundo luche en tu contra o la mía no te dejaré sola. Te amo, mi niña... Te amo, Matsui.-

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