01. 無限回廊.
Mugenkairou.
. . .
Silencio.
Había pasado... Quien sabe cuánto tiempo desde la última vez que vio la luz del sol en sus ojos. La sensación de sentirse perdido era lo único que lo mantenía despierto, había perdido la noción del tiempo.
¿Qué día era?, no tenía ni idea. Suponía que era algún día de Agosto, o tal vez Septiembre. La última vez que estuvo seguro de qué día era fue un no muy lejano 24 de Junio.
La última vez que vio a Kyo... Y la verdad se preguntaba...
¿Acaso me estará buscando?
Tal y como él lo buscó insaciablemente después de vencer a Orochi... ¿Acaso Kyo haría lo mismo por él?
Soltó un largo suspiro y abrazó sus piernas pensante, más de lo que le gustaría. En ese lugar lo único que podía hacer para mantenerse cuerdo era hablar consigo mismo, intentando descubrirse cómo persona de forma positiva, mientras se tranquilizaba diciendo que aquello algún día acabaría, y que tal vez encontraría la forma de escapar... Porque cada vez que lo intentaba había algo que lo detenía. Cada vez que había una oportunidad de huir lo neutralizaban con calmantes, drogas. Tenían cada uno de sus movimientos vigilados, cada que la puerta se abría no había chance de asesinar a aquellos que lo tenían ahí, solo había chance de intentar noquearlos... Y aún así, aunque lo lograra, esos hijos de perra cerraban todas las puertas.
Se sentía usado, se sentía como un simple contenedor de sangre al cual cada vez que ya no podía darles más de ese líquido carmesí, lo tiraban hasta que pudiesen usarlo de nuevo.
Entre los susurros de su cabeza no podía oír otra cosa más que voces deseosas por matarlos, y entre más tiempo pasaba ahí las voces más claras se oían.
Veía cosas, oía voces, y aunque eso no fuese novedad pues le ha pasado desde que tenía memoria, realmente no había notado lo horrible que era pues nunca había estado así de solo.
Siempre pensó que estar solo era mejor... Pero ahora odiaba la sensación. Necesitaba a alguien. No podía esperar el momento en el que Kusanagi apareciera abriendo la puerta de una patada, con esa estúpida sonrisa de siempre, diciendo la frase más egocéntrica que podría oír jamás en su puta vida.
Mataría a cualquiera solo por volver a sentir el mismo odio por Kyo Kusanagi que sentía antes.
Mataría a cualquiera...
Abrió los ojos cuando sintió una luz chocando contra su demacrado rostro. La puerta había sido abierta de nuevo, y ahí estaban los mismos hombres de siempre, esperando a que no fuese a hacer el mismo desorden que hacía cada que llegaban ahí.
Él sonrió, y simplemente se levantó tambaleante...
Se acercó a ellos con una pizca de esperanza, esperando a que tal vez dijeran "ya no nos sirves" y lo tiren al frío de la noche en aquella zona desolada. Estaba seguro que sobreviviría en lo que encontraba un lugar cálido dónde quedarse y... Tal vez... Pedir ayuda... Su fuego podría ser suficiente para aguantar todo ese camino ¿cierto?
Sin embargo la respuesta que recibió no era la que tanto anhelaba, solo sacaron sus armas antes de sujetarlo de los brazos y jalarlo al exterior.
Eso ya era rutina, la verdad se sentía cansado de pensar que algún día podría vencerlos y su cuerpo ya no daba para más, hizo planes para cualquier segundo disponible que tuviera para escapar, pero en todos había fallado. Había esperado un minuto más, un minuto menos, y siempre lograban controlarlo. ¿Cómo? ¿Acaso necesitaba su lado descontrolado para combatirlos? ¿Y cómo haría para llamarlo?; "hey, Riot of The Blood, es el momento adecuado para que aparezcas"... Aghh, a veces envidiaba a Leona Heidern por su capacidad de usar ese lado tan satanizado suyo a su favor, como si no fuese el peor riesgo que alguien con sangre de Orochi podría sufrir.
Solo cerró los ojos, y dejó las visiones aparecer ante la oscuridad de su mirar.
No veía otra cosa que no fuese sangre, cuerpos, serpientes, fuego o cenizas... En aquel corredor infinito... Caminando mientras sus descalzos pies tocaban el suelo helado, siendo jalado sin remordimiento por aquellos hombres.
Se sentía débil, por primera vez en muchos años se sentía débil.
Caminando por ese corredor, que entre más avanzaba más parecía no tener final.
La luz parpadeante de los viejos focos daban a aquel sitio un ambiente de antigüedad notoria, con desgaste en las paredes y fallos en el rechinar de las puertas, se notaba que habían pasado ya varios años desde la última vez que tocó un laboratorio de NEST, era claro que ahora estaban intentando volver con clones o humanos modificados genéticamente, mejores y más poderosos, además siendo más cuidadosos de lo que fueron en el pasado... Pero Iori ya sabía que todo les iba a salir mal.
Ya no había escape para ellos.
Por eso esperaba pacientemente a que el karma llegase y acabara con todo y todos... Entonces podría escapar cuando la sangre se derramase por las paredes, formando firmes ríos carmesí en el suelo.
Solo tenía dos opciones...
Esperar un rescate, tal vez de Kusanagi.
O esperar a que los experimentos hicieran lo que por naturaleza le sucede a alguien que no nació con la sangre de Orochi.
La locura, desintegración y la sensación de abrumación.
. . .
Una flama morada brillaba entre tanta abrazante oscuridad.
Los misterios que ocultaba eran muchos, eso es cierto, pero entre todo eso había una sola verdad;
La flama empezaría un caos.
Algún día.
Lastimosamente Kyo Kusanagi no sabía cuándo sería, y cuándo tendría que pedirle a Chizuru Kagura y a sus amigos la ayuda para poder vencerlo. Él era alguien a quien debían temer, y no específicamente por las razones que el mismo portador de las flamas moradas pensaba, sino por su dichoso alterego descontrolado.
Su sangre, su descendencia.
Todos sabían que el Riot of The Blood podía acabar con grupos de gente enteros sin esfuerzo, ¡una simple niña con ese padecimiento pudo acabar con toda su familia y amigos con tan solo correr! Obviamente los Kusanagi reconocían este riesgo mejor que nadie, y siempre estaban preparados para cuándo un Yagami apareciera e intentara matar a todo un pueblo...
La cuestión ahora era... Iori Yagami no ha aparecido.
Desde que fue al hospital luego de la batalla que tuvieron ambos en la arena del The King Of Fighters del año en transcurso, habían dicho que tanto el equipo de Kyo como el equipo de Iori descansarían hasta llegar a las finales, cosa que obviamente no sucedió gracias a la aparición de Verse.
Pero entonces si seis peleadores iban a reposar después de la pelea -si es que contamos a Vice y Mature como seres "vivos" que necesiten reposar-, ¿cómo nadie se dió cuenta de cuando Iori desapareció?
¿Habría desaparecido así de misteriosamente? Benimaru Nikaido mencionó que optaba más por la opción en la que Iori había decidido irse del torneo antes de tiempo por alguna excusa edgy, o tal vez porque se sentía avergonzado de haber quedado empate contra su peor enemigo. Sin embargo Kyo no confiaba mucho en esa opción, más porque Iori estaba inconsciente al momento en el que se estima su desaparición.
Estaba inconsciente luego del Riot of The Blood que sufrió, no podía haber decidido escapar justo en un momento como ese, pensó Kusanagi...
Sólo soltó un suspiro, el llamado de Chizuru al final del torneo lo hizo retrasarse de llegar a casa, y el hecho de que solo dos tesoros no eran suficiente para sellar debidamente a Orochi de nuevo lo retrasó aún más.
¿Por qué tenía que ser él el que tenía que encargarse de todo eso?, era jodidamente agotador, pelear, revisar el sello, entrenar, reuniones de clanes, pelear contra un loco cabeza de fósforo, pelear contra un loco que lanza viento, ser secuestrado por una organización de segunda mano al final de un torneo, perseguir o ser perseguido por viajeros en el tiempo... Su vida era una completa locura, y lo odiaba.
¿Acaso no podían golpear y secuestrar a Iori también? Tal vez eso le enseñe una lección sobre como ser una mejor persona. Kyo consideraba que todo eso que tuvo que pasar lo volvió un poco más maduro con el pasar de los años y compararse con su yo de 15 años marcaba una enorme diferencia... Se preguntaba si casualmente Iori también podría pasar algún día por algo así.
Si algo le pasara tal vez su odio sin sentido se apaciguaría, tal vez aprendería sobre la vida y como lidiar con sus emociones, tal vez una paliza le enseñe cómo ser mejor persona... Y a este punto Kyo se sentía culpable de desearle un secuestro o una paliza a Iori, pero ¿qué otra forma había para hacerlo entender?
-Hablar con él, tal vez -sugirió Shingo Yabuki un tanto tímido una vez llegaron a aquel hotel en South Town. Dejaron las maletas en el armario cerca de la entrada y simplemente se tiraron a las camas cada uno respectivamente. Chizuru había puesto una nueva misión entre sus manos y esa era encontrar a Yagami, la única razón por la que se encontraban en Estados Unidos luego de su victoria en KOF.
Y sí, Kyo había sido obligado sino que lo habían jalado de las orejas para cumplir con su labor como uno de los tres tesoros sagrados, Shingo por su parte estaba confiado en que podrían divertirse y relajarse un tiempo en el jacuzzi del hotel, o tal vez comer y dormir por lo que resta de la misión. En aquellos agradables días de Octubre, cada vez más cerca de Halloween, su única tarea era encontrar a Yagami, y así sería. Tenían una idea de dónde podría estar y eso era en alguno de los departamentos viejos que habían en la gran zona residencial más pobre de la ciudad del sur... Una vez lo encuentren tendrían una junta con Chizuru, quien de paso también viajaría a la dichosa ciudad en busca de recuperar a Iori y de paso, pues... Tener unas merecidas vacaciones de sacerdotisa.
El plan sería estar en el hotel, descansar después de todo el desastre que Verse, NEST y los muertos vivientes habían dejado, encontrarse con Chizuru y Benimaru la mañana siguiente en el aeropuerto y juntos ir a buscar a Iori para llevarlo de forma pacífica a tener una reunión.
Por ahora el único plan que Kusanagi quería seguir era el dormir... Dormir plácidamente entre las luces tenues y la cálida calefacción... Hasta que pueda sentir su cuerpo andar otra vez.
Volteó a ver a Shingo quien permanecía sentado en la cama. Ya se había acomodado y se había puesto a jugar un videojuego en una vieja consola, se veía entretenido. Kyo no hizo mucho más, solo permaneció ahí hasta que cerró los ojos y durmió un par de horas antes de ser despertado de nuevo por Shingo, quien lo invitaría a cenar pues había oído que el personal del hotel les tenían una cena especial por ser los ganadores del torneo -aunque Shingo no había participado en los últimos 3 torneos, claro-.
Bajaron, cenaron entre las refinadas decoraciones que el Howard Hotel tenía que ofrecer, y se deleitaron con toda la exquisita comida que tenían para su paladar. No tardaron mucho más en llenarse e ir de regreso a su habitación, platicando un poco sobre sus vidas esos últimos días.
Sin embargo mientras paseaban cerca de la entrada del hotel fue que ambos escucharon un ruido a las afueras de este, un estruendo... Una fuerte luz morada iluminó la zona y Kyo de inmediato pensó que se trataría de Iori, sin embargo cuando rápidamente se acercó, no vio nada, solo escuchó los quejidos de una mujer quien se encontraba sentada en la acera al lado de su hijo, sujetando su estómago. ¿Ese había sido Yagami? ¿Lo había causado él?
-¿Kusanagi-san? -Shingo susurró acercándose detrás de él, viendo la misma escena mientras se escondía detrás de su maestro. El mayor no dijo nada y solo abrió una puerta para salir-. ¿No fue ese Iori?
-La verdad no estoy seguro -respondió Kyo con un susurro apenas audible. Shingo siguió su paso con temor, preocupado de lo que sea que esa señora pudiese haber sufrido-... ¿Señora? ¿Se encuentra bien?
El sonido de los coches la tenían desorientada y eso era un aspecto claro para Kyo, pues las luces brillantes de los edificios y los autos hacían a la mujer retorcerse. Su hijo simplemente se abrazaba a ella con una extraña fuerza...
Y no había una respuesta clara de parte de ambos, solo murmuros y jadeos, en un intento de decir "todo está bien" mientras buscaba levantarse.
Kyo intentó ayudar a la mujer pero sin embargo está lo apartó de un solo empujón, haciéndolo casi caer... El castaño al igual que su alumno se vieron sorprendidos por la facilidad con la que aquella delgada mujer de no más de un metro sesenta había logrado apartarlo de su camino. Y mientras ellos se preguntaban cómo un ciudadano cualquiera pudo casi tirar al cinco veces campeón de The King of Fighters Kyo Kusanagi, un experto en las artes marciales Kusanagi, la mujer solo se alejó mientras su hijo se aferraba cada vez más a ella.
Se fue, lentamente caminando por las aún transitadas calles de la oscura South Town... Hasta que ambos no fueron más que una simple mancha entre la multitud de personas.
Los empleados del hotel entonces solicitaron que regresaran adentro pues podrían causar un lío completo con el simple hecho de respirar el mismo aire que un montón de fans de KOF. Kyo y Shingo no vieron de otra más que obedecer...
Pero ver las curiosas cenizas en el pavimento cerca de donde estaba la mujer y su hijo... Quién sabe, tal vez no dejen dormir tranquilo a Kyo.
. . .
Despertar de golpe no era divertido.
Levantarse en medio de la noche, sentarse en la cama en el silencio de la oscura habitación, con las gotas del frío sudor rodando por su frente y con todos sus sentidos agudizados al cien por ciento, no era algo que Kyo acostumbrara realmente. A veces incluso las peores pesadillas que podía tener no hacían más que despertarlo de un pequeño salto.
Había algo raro en esta ocasión, algo incluso peor que la sensación de un seguidor de Orochi cerca.
Su pecho palpitaba mientras oía su propia voz en su cabeza balbuceando, intentando recobrar la conciencia y darle sentido a la situación; sentía miles de víboras paseando por doquier.
Y no era solo metafóricamente, sentía en su cuerpo distintas serpientes recorrer su cuerpo en un cosquilleo desagradable que se arrastraba incesante... Cerró los ojos y en su mente intentó visualizar cuál era el problema y por qué se sentía tan violentamente atacado...
Una flama morada era lo que estaba claro en su mente... Una flama que ardía insaciable iluminando cada rincón en su cabeza. Visiones sangrientas eran lo único que podía ver ante la iluminación púrpura, al igual que cientos de serpientes y cuerpos yacientes en charcos carmesí.
Soltó un largo suspiro una vez sintió un fuerte nudo en su garganta, la sensación constante de que algo andaba MUY mal no lo dejaba tranquilo, lo tenía tan inquieto al punto en el que no podía ni siquiera meditar para descubrir de dónde venía tanta energía de Orochi. Revisó al rededor de toda la habitación de hotel en la que dormía, las luces estaban apagadas y solo había una tenue luz amarillenta que iluminaba suavemente el relajado rostro de Shingo.
Él dormía plácidamente en su respectiva cama usando apenas un tercio de esta para descansar. La cama en cuestión era enorme, y el resto de esta eran usados simplemente para tener libretas, una consola y una laptop vieja cubierta de stickers. Kyo pensó en la probabilidad de despertar a Shingo y preguntarle si de casualidad había notado algo que él no en la señora del día anterior, pero en el fondo de su duro corazón sentía que no debía perturbar su sueño.
Solo gruñó aferrando las uñas a la blanca sábana que lo cubría, antes de tomar silenciosamente una de las almohadas y usarla de saco de boxeo. La sensación de las serpientes iba de mal en peor, y la aura tan poderosa de aquel poder que solo Iori tenía lo hacía asumir lo peor. Tanto poder lo tenía abrumado, no podía ni cerrar los ojos sin ver sangre y gore por doquier.
Fue entonces que su sueño, su pesadilla, finalmente hizo conexión con la realidad, y eso fue cuando escuchó el mismo grito de horror que había oído dentro de su nublado sueño de nuevo, pero ahora lo oía en la realidad.
Su mente ahora mismo solo podía proyectar sangre y cuerpos desmembrados por alguna razón, y se sentía enfermo por ello pues su estómago había empezado a revolverse del asco y horror... Sin embargo, aquel grito de aquella mujer fué lo que lo hizo temer por su bienestar, fue lo que lo despertó en primer lugar. Apartó las sábanas de encima suyo para salir de la cama de una buena vez, sin siquiera molestarse en ponerse un par de pantuflas, tocando el afelpado suelo tapizado...
Caminó con un paso ciertamente inquieto hasta llegar a la ventana que daba con el precioso balcón de la habitación de hotel... Ni siquiera tuvo que estar afuera para notar un montón de partículas moradas subiendo entre el humo de un fuego ardiente apenas unos pisos abajo...
Ahogó un grito cuando apenas un edificio al frente, notó un cuerpo colgando de una ventana... Mientras la sangre escurría y a su vez, distintas flamas moradas salían por la ventana de lo que sospechaba era el hogar de aquella pobre víctima.
Finalmente abrió las puertas del balcón y salió bastante titubeante ante los horrores que encontraría un par de pisos abajo... Las calles de South Town por alguna razón estaban cubiertas de sangre y fuego morado. No había más descripción para lo que estaba viendo más que...
Una escena verdaderamente horrorosa.
Habían cuerpos yacientes por toda la maldita calle, sangre manchando paredes al igual que coches chocados unos tras otros. El fuego ardiente salía especialmente de dentro de departamentos, pero también era posible verlo en árboles viejos y...
En gente.
Había gente caminando a paso vago por la calle, y las manos de estos estaban rodeadas de flamas oscuras... Todos en una posición encorvada que reconocía muy bien. Todos parecían ser Iori en su estado de Riot of The Blood.
Se echó para atrás inconscientemente chocando con el marco de la puerta del balcón, cayendo al suelo sin más remedio... Sentía su garganta cerrada, quería gritar, hablar, simplemente decir algo debido a la horrible sorpresa que se había llevado, pero nada llegaba a su boca, nada llegaba a su garganta.
Esto no parecía normal, ¡no lo era en absoluto! Habían cadáveres cada maldito rincón de una sola calle y mucha gente rodeada en fuego, flamas moradas.
Miró al horizonte... Todas las demás calles se veían igual.
Accidentes, calles cerradas, encendidas en llamas.
No quedaría más que cenizas la mañana que venía, no quedaría nada.
Si Iori era imparable en ese estado, ¿cómo sería con cientos de personas de toda una gran ciudad? ¿Acaso esa cosa era como un parásito? ¿Acaso viajaba de cuerpo en cuerpo infectando gente?
No, eso no era posible, el Riot of The Blood y la sangre de Orochi en general no era algo que simplemente pudiese contagiarse... No había forma en la que algo así sucediera, entonces...
¿Cómo?
-K-Kusanagi-san... -una intranquila voz dijo apenas unos metros atrás de él... Podía sentir el terror en su hablar, el mismo que él estaba sintiendo.
Se apoyó con ayuda de la destendida cama e intentó levantarse, aún atónito ante lo que sus jóvenes ojos Kusanagi estaban viendo...
Esto no estaba bien.
-¿C-cómo? -Shingo dijo, aterrado-... Kusanagi-san, ese es el fuego de Iori... ¿Qué está sucediendo...?
Esto no estaba bien...
Debía advertir a Benimaru y a Chizuru.
Pues por alguna razón la sensibilidad de su corazón... Lo hacía sentir un dolor intranquilizable.
Tantas visiones sangrientas cada segundo que parpadeaba, tantas sensaciones que recorrían todo su cuerpo... ¿Acaso Iori se sentía así todo el tiempo? ¿Esto era lo que veía cuando el Riot of The Blood estaba en su punto máximo?
Kyo sabía que era consiente y dueño de su cuerpo, pero una dolorosa sensación le hacía creer que no, que ese cuerpo ya no le pertenecía...
Y así Iori sentía lo mismo.
Pues entre más personas parecían estar bajo aquel efecto... El dolor se volvía más fuerte.
Y así en algún otro lugar no muy lejos del hotel, un hombre abrió los ojos en completo pánico sintiendo como si estuviese apunto de tener un maldito paro cardíaco...
Se levantó de su cama improvisada en aquel viejo departamento vacío sujetando su pecho completamente desesperado, cómo queriendo arrancar su propio corazón.
Sus ojos rojos bailaron al rededor de cada rincón de su apartamento mientras la sangre fluía cada vez más rápido con cada latir de su corazón. Miró por entre las cortinas y pudo notar como aquel brillo morado al que tanto terror le había tenido esos últimos meses se hacía cada vez más potente.
Finalmente su oscurecida mirada se posó temblorosamente sobre la televisión que ocupaba apenas un pequeño espacio frente a su cama, cama conformada por un viejo y delgado colchón, plus algunas cobijas ya usadas y rotas...
Tenía esa mala costumbre de dejar la televisión encendida siempre que era muy noche. Normalmente la dejaba así para que su cerebro no divagara entre tantos pensamientos que recorrían su cabeza de manera incesante. Sus largas uñas -sino es que garras- se clavaron en su pecho... Su corazón bombeaba sangre sin detenerse y sentía que en cualquier momento explotaría. La televisión solo reportaba un pequeño noticiero matutino improvisado en el que la reportera en cuestión explicaba atareadamente cuál era la miserable situación que South Town estaba sufriendo.
Habían ciudadanos que estaban actuando de maneras extremadamente violentas atacando a otros. Era imposible razonar con ellos pues parecían perdidos completamente entre el vacío de sus almas... Habían reportes de que muchos de estos curiosos ciudadanos no dejaban de crear fuego con sus manos o escupiéndolo de sus bocas... Y tras pasados los segundos de aquel tortuoso noticiero, se dignaron a comparar la actitud de aquellos curiosos asesinos con la suya cuando estaba bajo el efecto del Riot of The Blood...
Iori quería verse ofendido por aquello, pero sabía que no había mentira en su pensar. Sus uñas solo se clavaban aún más fuertemente en su piel haciéndolo sangrar. La sensación era aún más insoportable, cientos de serpientes lo abrazaban mientras la sangre recorría toda su mente.
Quería arrancarse el corazón, ya no soportaba la sensación. El creciente aura que rodeaba toda South Town lo estaba volviendo verdaderamente loco... Era abrumador tanto poder.
Comenzó a transpirar mientras la voz de la reportera pedía a todos evacuar la ciudad antes de que fuese demasiado tarde... Daba advertencias cómo que aquellos ciudadanos violentos no se detenían ni con balas por lo que debían subir a lo más alto de los edificios y esperar a que un helicóptero de rescate militar llegara, también pedía mantenerse atentos a la radio pues aún estaban descubriendo la actitud de aquellos agresivos ciudadanos... Y mientras todas esas palabras sin sentido le entraban por un oído y le salían por otro, Iori solo se dignaba a respirar profundo intentando controlarse.
Cada vez era peor. Cada vez era más abrumante.
La sangre comenzaba a salir de su boca de forma violenta y agresiva... Y sentía aquel conocido humo que salía de su nariz cuando se enfermaba así.
Miró por entre las cortinas de la ventana, buscando el brillar de la luna, buscando el resplandor del sol... En busca de una respuesta.
Pero la respuesta nunca llegó.
Y mientras las calles de South Town se cubrían de morado... El sol y la luna sufrían abrumados ante el dolor que ahora no era propio... Sino compartido.
Estaban en un corredor infinito, un corredor sin final.
. . .
「邪悪なオーラに包まれた苦しみから、共に苦しむ月と太陽... そして、紫の粒子が空中に舞い上がるとき、月と太陽の唯一の答えは、彼らの心を引き裂くために一緒に舞い上がることだ...」
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