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- ¿Que no sé nada de ti? -la cuestión fue dicha con una voz baja, un susurro tranquilo, algo extraño en él. Extraño así como las caricias que empezaron cerca de sus muñecas, cuando sus manos se deslizaron hasta sus codos y luego sus brazos-. Fui la única persona que te notó cuando estudiábamos en Teiko, desde que tu cabello a penas y te tocaba los hombros -los dedos se pasearon por sus costados, hasta llegar a la cintura-. Sé perfectamente que eres alérgica al polen -su rostro bajó, hundiéndose en el cuello de ella, rozándolo con los labios-, y que prefieres el chocolate amargo porque no te gustan las cosas muy dulces -dio un beso ahí, las manos ancladas en la cintura, acariciando suavemente de arriba a abajo, de arriba a abajo…-; o los colores muy brillantes -hasta que una de ellas comenzó a bajar lentamente, mientras el camino de besos suaves, casi como roces, subía por su mandíbula-. Sé que amas las novelas de ficción y misterios… -los besos llegaron hasta su oreja, y la otra mano hasta su pierna, colándose por la parte interna del muslo-. Y también sé que esta cicatriz te la hiciste un día en el parque -acarició justo ese lugar en su entrepierna, sintiendo esa parte distinta de la piel-, escalando un árbol, y que cuando te caíste, una rama te cortó -los labios viajaron en un suave roce desde la oreja hasta posarse sobre los de ella, viéndola fijamente a los ojos, había tanta seriedad en ellos que podría incluso dudar de si ese era realmente Haizaki Shogo-. Sé casi todo de ti, y todo lo que veo es parte de Shibata Kai, la misma Shibata Kai que en algún momento será completamente mía.
Se sintió desorientada. Incrédula, abrumada por las palabras dichas por él, no supo qué responder, ni qué hacer. No se movió, a penas y sí respiró, un tipo de respiración errática que conocía bastante bien. ¿Cómo sabía todo eso? ¿La primera vez que se vieron fue realmente en Teiko? Creía recordarlo vagamente… ese cabello cenizo…
-Kaicchi y todo lo que venga de ella es perfecto. Todo lo que veo en ella, todo lo que veo a su alrededor, es hermoso, y todo lo que veo es mío.
Kai se abandonó a los recuerdos. Cuando aquellos labios se posaron sobre los suyos, no era una persona de cabello cenizo la que la estaba besando, y no eran sus manos las que estaban danzando por todo su cuerpo de forma abrasadora. Cuando enredó las manos en su cabello, estaba pensando en lacias hebras doradas, y cuando aquella mano que estaba sobre su cicatriz se aventuró incluso más allá, no pudo seguir ocultándolo.
-Ryota…
El beso que al principio fue suave y lento se volvió repentinamente tosco, el labio inferior de Kai fue mordido, abandonando su boca inmediatamente después de la inesperada reacción. Sin precedente sus caricias se volvieron rudas, la mano izquierda pellizcando la piel interna de su muslo mientras la derecha se aventuraba por debajo de la corta camiseta, simultáneo a los besos que ahora bajaban por su cuello.
-Ryota…
Cercano a la clavícula, sus dientes se le clavaron en la piel. No de una forma tan ruda, pero sí lo suficiente como para hacerla arquearse levemente, mientras la diestra alcanzaba y aprisionaba su seno con firmeza, lamiendo y succionando el lugar en el que había osado marcar la blanca piel de ella. El toque se volvió inconscientemente más rudo, porque Haizaki se volvía loco por culpa de Kai; y porque le volvía loco de furia que mencionara otro nombre que no fuera el suyo.
-Ryota…
Y a pesar de que era él quien estaba sobre ella en su mente, sabía demasiado bien que algo andaba mal. Porque ese olor a ceniza no era el olor de Ryota, y paseando las manos por sus brazos y su espalda se dio cuenta de las diferencias físicas, aunque mínimas, estaban ahí. Ese cabello en el que enredaba sus dedos no era tan lacio; tampoco tan largo, y sus manos eran más grandes, más toscas, igual que sus caricias.
Tal vez debió disfrutar un poco más del mundo irreal en su mente. Tal vez debió mantener los ojos cerrados y dejar que el cuerpo sintiera, que la mente la engañara, pero eso no estaba en su naturaleza. De cierta manera, no le sorprendió ver el cabello plateado, ni darse cuenta que quien estaba acariciándola de esa manera, no era Ryota.
Porque él estaba muerto.
Y aún así, algo en su interior, nuevamente, hizo crack.
Sin previo aviso se sacudió, una sacudida tan fuerte que tomó desprevenido a Shogo, alejándolo de ella en seguida, mientras Kai comenzaba a llorar y gritar cosas inteligibles.
- ¡Aléjate! ¡No me toques! Tú no eres… ¡Tú no eres Ryota! ¡No eres mi Ryota! -y eso fue lo primero que logró entender, sin moverse de su sitio, viéndola hecha una bolita temblorosa y agitada en la esquina más alejada de la cama.
-Kai…
No pasó desapercibido el sobresalto de ella, los temblores aumentando mientras trataba de protegerse, como si… como si él de verdad fuera a hacerle daño.
-No eres Ryota… no eres mi Ryota… -esas palabras, repetidas como un mantra eterno, le herían y le ponían realmente furioso a partes iguales.
Era su orgullo, maldita sea. Él no lo estaba haciendo porque quería sustituir a Kise en su vida. Él lo estaba haciendo porque… simplemente quería ser él. Haizaki Shogo, para Shibata Kai.
Suspiró y se sentó en pose de indio justo en el sitio donde estaba. Su orgullo estaba tan herido. Todo de él estaba tan herido. Era una experiencia cercana a la primera vez que lo rechazaban en la vida, pero muchísimo peor; porque no solamente lo estaban rechazando, no, por primera vez estaba empezando a pensar seriamente que tal vez todos tenían razón: él nunca superaría a Kise.
Como si le quitaran un velo de los ojos, desviándolo por completo de sus pensamientos, se dio cuenta de toda la sangre que había manchando las sábanas e incluso a él mismo, toda esa sangre que brotaba de la herida en la muñeca de Kai.
-Tienes razón, yo no soy Ryota -mientras hablaba, se fue acercando tan, tan lentamente como el cuidadoso tono de voz que empleaba-, y no busco ser él, por lo que es mejor que tampoco busques que lo sea.
Hablando bajito, con una sonrisa casi de resignación en el rostro, acercó una mano lentamente a ella, rozando su brazo a penas.
-Pero eso no significa que me voy a ir, Kai.
Sin decir más, tomó el antebrazo herido, de forma firme pero no violenta. Acercó la muñeca sangrante a su cara y le dio un beso justo en la cortada, quedando sus labios manchados con un poco de sangre.
¿De dónde había sacado el adhesivo quirúrjico? ¿Cuándo lo había tomado? Lo único que Kai pudo pensar mientras se lo ponía, era eso, y luego solamente pudo fijarse en esa mancha roja a lo largo de su boca. Temblorosamente extendió la otra mano buscando acercarla, tomándolo desprevenido cuando, lento, limpió la mancha del lugar.
Shogo dejó salir una ligera sonrisa, la tomó por las mejillas, y le dio un suave beso en la frente.
-Necesito…. -el susurro de su voz llamó toda la atención de él-, necesito que te vayas… necesito que me dejes sola.
El peliplata asintió, le dio una última caricia en las mejillas y se inclinó como automáticamente sobre los labios de Kai. Pero no pasó a ser más de un roce, cuando se dio cuenta de lo que hacía, se retiró y salió de la habitación. Esta vez no hubo ningún portazo cuando salió de la casa, ni pasos coléricos, simplemente calma y tranquilidad.
¿Era idea suya o en su rostro había una especie de expresión sumamente herida?
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