二
二
giant
Estaba recostada del árbol mirando a los jugadores pasar de acá para allá cuando su estómago rugió. No llevaba mucho tiempo ahí esperando a Kise, pero el rato en la mañana bailando debió pasarle factura, sobre todo porque la última vez que comieron fue hace unas tres o cuatro horas. Así que se incorporó y mirando con atención alrededor empezó a buscar algún sitio donde pudiera comprar algo comestible.
No quería separarse mucho del sitio donde estaba, aún así. Kise iría a buscarla, pero... era más importante no morir de inanición. Si se perdía ya podía llamarlo, o algo así. Por lo que empezó a caminar sin rumbo fijo, buscando una panadería o algo remotamente parecido en los alrededores.
Y claro, típico de ella: fijarse en todos lados menos al frente.
Esta vez, cuando chocó contra alguien y casi se va de boca al suelo, tomó nota mental de resaltarlo como su nuevo récord personal. Se había chocado con alguien enorme, y creía que hasta la misma palabra se quedaba chiquita frente a su altura.
Alzó el cuello, y... unos ojos entornados de color lila la estudiaban cuidadosamente.
Un escalofrío le recorrió la columna.
—Disculpa, estaba distraída, no fue mi intención... —no sabía de verdad cómo se las había arreglado para no tartamudear. Casi juraba que estaba temblando del miedo.
Él no dijo nada. Frunció el ceño y desvió la mirada al suelo. Kai lo siguió... dándose cuenta del helado que ahora estaba manchando el piso. El gigante volvió a mirarla, ella pudo sentir perfectamente todo el odio emanando desde el interior de su ser.
—Te aplastaré.
Con lo grande que era en comparación, le creía. Creía que podría aplastarla si quisiera. Kai se agazapó y se puso pálida, rebuscando en su mente una manera de escapar de la situación.
— ¡Espera! ¡Lo siento! Yo... te compraré otro helado, ¿quieres? Sólo debes decirme dónde, estoy perdida —alcanzó a balbucear, una mano gigante dirigiéndose hasta donde estaba. Volvió a sacudirse con un escalofrío, ¿por qué terminó metida en esa situación?
El de cabello morado se detuvo, y pareció pensárselo unos momentos. Luego alejó su mano de ella, y señaló al final de la calle frente al parque, donde una pequeña tienda exhibía todo tipo de dulces. Probablemente allí hubiera comprado el helado.
—Perfecto —asintió—, ¿vamos?
—Espera —el gigante dijo, cuando Kai empezó a caminar—, ¿sabes lo que me costó conseguir ese helado? —Hablaba arrastrando las palabras, como si tuviera pereza. Pero eso no lo hacía menos aterrador—. Otro helado común y corriente no lo va a pagar.
— ¿Quieres algo más? —Estaba temblando otra vez. Trató de sonreír, pero sólo le salió una mueca horrible.
Le iba a dar un infarto en cualquier momento.
—Pockys.
— ¿Pockys? ¿Te gustan los pockys?
—Quiero todos los tipos de pockys que hayan en la tienda.
Bien, perfecto. Se iba a quedar sin nada de dinero por salvarse la vida de un gigante que podría, como él decía, aplastarla de un segundo a otro si volvía a cometer alguna estupidez. A todas estas, ¿dónde estaba Kise? Seguramente en medio de toda la multitud, jamás se iba a dar cuenta de que estaba en peligro de muerte.
—Bien.
Eso si no le conseguía a ese gigante todas las cajas de pockys que pudiera encontrarse en el camino.
• • • ● • • •
Veinte minutos después, había hecho un nuevo amigo.
Resulta que el gigante se llamaba Murasakibara Atsushi, y tenía debilidad por los dulces. Especialmente por los caramelos nerunerunerune y el maiubo. Así que entre las cinco cajas de distintos tipos de pockys, la innumerable cantidad de bolsas de caramelos, diez bolsas de maiubo y unos cuantos dulces más que Kai ni siquiera se dignó a ver ni preguntar, se había ganado la amistad del gigante morado.
Respiró profundo cuando salió de la tienda tras él, comiéndose una barra de proteínas con chocolate. ¿Podía llamarse algún tipo de chantaje a lo que acababa de hacer? No lo dudaba, pero al menos no iba a morir ese día.
—Por cierto, Kai-chin —sí, porque ahora él usaba el diminutivo chin, igual de irritante que el cchi de Kise—, ¿sabes a qué hora es la final?
Ella parpadeó un par de veces seguidas y miró el reloj en su muñeca, musitando para sí misma.
—Kise dijo que era a las tres–
— ¿Eh? ¿Kise-chin? ¿Conoces a Kise-chin?
La pregunta la tomó por sorpresa. Y estaba segura que él también estaba sorprendido, porque la miraba con un pocky a medio comer en la boca y las cejas imperceptiblemente alzadas. Kai frunció un poco el ceño y ladeó la cabeza.
— ¿Hablas de Kise Ryota? —Murasakibara asintió—, ¿lo conoces?
—Yo pregunté primero —definitivamente, si antes pensaba que Kise era como un niño, no había visto nada. Murasakibara parecía tener la edad mental de un muchachito de cinco años.
—Sí, lo conozco —quizá muy bien—, estudiamos juntos en kaijo.
—Oh, ¿podría ser? —Atsushi se inclinó hasta quedar cara a cara con ella. Entrecerró los ojos y no hizo más que mirarla fijamente por unos segundos, luego volvió a incorporarse como si nada— Ya veo. Eres la chica de Kise-chin.
— ¿Qué?
Pero él no dijo nada más. Comenzó a caminar de vuelta al parque, hablando un poco en voz alta para que ella le escuchara aún así.
—Gracias, Kai-chin.
Y se fue.
end of the chapter.
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