Un poco solo
N/A: Si no escuchan la canción recomendada Chávez les va a jalar las patas en la noche.
***
El punto y final queda marcado antes de que el chico de los rizos negros cierre su libreta y levante la vista. Tiene una sonrisa tonta que se dibuja en su rostro cuando mira a Klaudia, la rubia que no es despampanante pero sí bastante simpática.
—Sabes que al principio escribí tu nombre con C a propósito, ¿no? —le dice, incorporándose de su asiento para poder llegar al sillón en el que ella está sentada.
—Claro que lo sé. Sólo que me parece una total falta de respeto que sigas en tu empeño de escribirme «Querida Claudia». ¿Y qué pasaba si la otra Claudia sí correspondía a tus sentimientos? ¿Sabes el lío en el que te hubieses metido?
El aludido finge indiferencia y le pasa un brazo por los hombros. Tarda unos minutos en responder y, mientras tanto, lo único que se escucha en la sala es el molesto sonido del reloj. Pero está bien. Ambos están acostumbrados a los silencios prolongados y a las conversaciones interiores que les invaden de vez en cuando. Estar físicamente cerca pero a una distancia kilométrica en sus pensamientos no es algo que les incomode. Desde el comienzo han funcionado bien así.
—Todo el mundo sabía que era lesbiana —contesta al fin—, no se tenían el secreto tan guardado. Además, tú me odiabas. ¿Cómo ibas a desperdiciar esa oportunidad? Te estaba poniendo mi dignidad en bandeja de plata y llevabas una vida escolar completa queriendo ponerme en mi lugar. Tenía que arriesgarme, la perspectiva era demasiado tentadora como para dejarla ir.
Klaudia suspira, recuesta la cabeza en el hombro de Santiago y termina por componer una sonrisa. Ha escuchado la historia otras mil veces antes, pero adora cómo la cuenta él, como si fuese la mayor hazaña del mundo haber trazado aquel plan suicida para confesarle su amor haciéndola creer que estaba enamorado de su mejor amiga.
—Eres toda una mente maestra, Santi de mi corazón. —El sarcasmo que utiliza la chica evidente—. A veces me pregunto qué hubiese pasado si el remordimiento no me hubiera atacado luego de verte retorciéndote de dolor en el suelo y me hubiese quedado a tu lado toda la noche.
—Que hubiese tenido que aparecerme con Caramelos de Cianuro en el balcón de tu casa, eso hubiese pasado.
—No hubiese estado mal, pero, la verdad, me gusta nuestro final —dice Klaudia con tono distraído. De repente, se incorpora y voltea el rostro para mirar a su acompañante—. ¿Tú crees que a ella le guste?
—¡Claro que sí! Es una historia de amor conmovedora. De las mejores que han salido al mercado últimamente, si me lo preguntas.
Klaudia chasquea la lengua y rueda los ojos.
—Ya. Pero... ¿y si no le gusta?
—La última vez le regalaste un vibrador para conectar con el iPod y estuvo recordándote todo el día lo buena amiga que eras. —Santiago alza las cejas—. Creo que Claudia no es muy exigente, cualquier cosa que le regales va a gustarle.
—Esto es diferente y lo sabes. Es nuestra despedida, tiene que ser especial. En teoría lo es, ¿cierto? Siempre nos ha dicho que deberíamos publicar un libro de eso y hacerla famosa por su papel estelar en nuestra historia de amor. Ahora, después de que me han dado el sí en Italia, quizá lo haga. Sin embargo... ¿sabes lo difícil que es esto para mí? Estoy emocionada, asustada, triste. Lo único que sé es que los voy a extrañar, a ti y a Claudia. Quisiera que irme del país no se hubiese vuelto la mejor opción.
—Supongo que al final es lo que queda, ¿no? —dice él y cierra los ojos con parsimonia—. Yo me encontraré contigo en un año y quizá Claudia lo haga cuando termine la universidad en otros tres. No me quiero poner pesimista, pero la cosa está jodida aquí en Venezuela. Es comprensible que hagamos esto.
Klaudia suspira y recuesta su cabeza sobre el pecho del chico. También está cansada. Son casi las cinco de la mañana, se han quedado hasta tarde para finalizar la historia y ahora el agotamiento que intentaron ocultar con dos tazas de café negro les pasa factura.
—Ojalá todo mejore, Santi. Ojalá pueda volver.
—Lo hará, Klau, lo hará —responde él, casi dormido—. No vamos a perder las esperanzas. Somos jóvenes. Algún día nadie va a tener que huir del país.
Ella sonríe y se queda viéndolo. Santi no tiene la expresión más conmovedora del mundo, de hecho parece un poco muerto porque apenas se mueve de lo cansado que está, pero a sus ojos resulta lindo verle dormir. Con cuidado, acerca su rostro y deja un beso en los labios del chico para luego volver a acomodarse junto a él. Klaudia siente el cansancio extenderse por todo su cuerpo y piensa que la mañana siguiente va a despertar con un dolor de espalda terrible por la posición tan incómoda en la que va a dormirse. Sin embargo, no se mueve ni un ápice.
De vez en cuando podemos sacrificar pequeñas cosas por quienes amamos. No debemos, sin embargo, dejar de amarnos a nosotros mismos primero. Quizá su relación con Santiago no sobreviva la distancia, quizá no esté ahí para apoyar a Claudia en sus futuras crisis existenciales, quizá no todo vaya a ser perfecto. De todas formas, no importa qué le depare a Klaudia la vida en Europa, siempre va a estar pensando en sus amigos, en su familia, en su novio. Saber que, no importa adónde vaya, llevará en su corazón a todas esas personas importantes hace que se sienta mejor consigo misma. Además, está el libro y la posibilidad de que la editorial se interese en él...
Klaudia suspira, cierra los ojos y deja que la respiración acompasada de Santiago termine por derribar su resistencia al descanso. Quizá de tanto soñar con un mejor futuro, este termine haciéndose realidad.
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