Sanitarios
N/A: no sé la razón, pero este capítulo salió más largo de lo que acostumbro. Y qué feliz me hizo escribirlo.
»Bueno, la fiesta no estaba nada mal. Quizá tendría alguna queja con respecto a cierta música soporífera que el DJ había puesto durante más de media hora cuando estábamos en la piscina, pero, de resto, yo quedaba bastante conforme con el evento. El anónimo patriótico nos había hecho un buen regalo con estas entradas, había que concedérselo. Nos habíamos topado un par de veces al chico, por cierto. Pero como Santiago tenía esa manía de salir con tipos mayores con cara de marihuaneros que nadie conocía, no habíamos llegado a cruzar palabra con él en todo el día.
La hermana de Claudia se había perdido desde la primera hora que llegamos al sitio. Nos había dicho que nos encontraríamos al día siguiente en el estacionamiento y que no nos fuésemos tanto a la mierda porque si le vomitábamos el carro a medio camino de Caracas estábamos muertas. Cuando sus hijos les digan que el hermano mayor de alguno de sus amigos se compromete a cuidarlos en determinado viaje o fiesta no les crean. No existe un «hermano mayor» y si lo hay, el tipo es un irresponsable de la vida que a duras penas puede con él mismo.
De este modo, Claudia y yo habíamos estado todo ese tiempo junto a un grupo de chamos de nuestra edad que habíamos conocido al llegar a la fiesta. Ya saben, uno en esos tiempos de adolescencia es dado a trabar relaciones interpersonales con una facilidad impresionante. Además, añadamos que habíamos estado bebiendo desde bien temprano. Uno cuando bebe siempre tiene más carisma, la verdad sea dicha.
Bueno, digamos que depende de qué se beba. Beber no es malo, siempre y cuando se beban cosas que el cuerpo pueda soportar con dignidad. Con la cerveza, por ejemplo, yo me llevaba muy bien y resistía bastante antes de emborracharme. Pero con el ron era otra cosa. Ambos teníamos una tóxica relación donde al final salía perdiendo la más pendeja (o sea: yo) a la hora de rendir cuentas. Un vaso y medio de ron con alguna gaseosa dulce y olvídate, ya «me verás volar por la ciudad de la furia»; estaré cruzando todos los portales místicos que te hayas podido imaginar en menos de lo que canta un gallo. Bendito fuese el ron, de todos modos, en un día soleado y playero.
«Pero Klaudia, me dirán ustedes, ¿por qué aceptabas tomar aquella diabólica sustancia alcohólica si sabías tu nula resistencia a ella?» Pues tengo varias razones para explicar este fenómeno. Sin embargo, las dos más simples son que era idiota y que, en el fondo, me encantaba hacer el ridículo cuando iba muy ebria por el mundo. A ver, si no te vuelves mierda alguna vez en tu vida, ¿de dónde vas a sacar anécdotas para tus futuros nietos? Yo sólo estaba asegurando mis momentos solitarios y melancólicos en la vejez con un depósito en forma de recuerdo. Ya sabes, como cuando estás tan borracho que te quedas dormido encima de la tapa de un inodoro. «No me pasó a mí, le pasó a una amiga». Es un asunto mucho más poético de lo que cualquiera podría pensar.
Me pasó que en esa fiesta después de las siete de la noche no daba para más. De verdad, esa fue de las peores «borradas de casete» que tuve en todo mi quinto año. Intento recordar y es como si todos los hechos hubiesen transcurrido en apenas dos minutos, cuando en realidad estuve seis horas más jodiendo la vida del que me topase, según lo que me dijo Claudia al día siguiente.
A ver, intentemos conectar los hechos de la noche: habíamos salido de la piscina y estábamos en el salón de fiesta, alguna canción de Daddy Yankee sonaba de fondo y de repente anunciaron que la banda invitada estaba por subirse a una pequeña tarima que, de repente, habían montado en el lugar. La banda era Caramelos de Cianuro. Vaya sorpresa. Apenas aparecieron todos comenzaron a apretujarse para poder obtener un mejor panorama del espectáculo. «Adónde vayas, haz lo que veas» decían por allí y yo, casi por inercia, ya estaba en el medio de aquella cantidad ingente de personas luchando por respirar mientras los primeros acordes de «Sanitarios». No tenía idea de dónde estaba Claudia ni mis otros colegas. Y qué ebria estaba, dios mío.
«Esta suerte nos coloca frente a frente aquí hoy»
Había alguien que me veía a unos metros de distancia. Yo también lo veía, le sonreía mientras cantaba. Y parecía como si sólo estuviésemos los dos. Creo que fui quien tomó la iniciativa e hizo un gesto con la cabeza. Creo que el receptor del mensaje lo interpretó de la manera correcta. Creo que ambos nos fuimos al mismo tiempo de aquel lugar. Estoy trazando suposiciones que he logrado perfeccionar luego de varios años recordando aquella noche, pero también creo que, para ponerle la guinda al pastel, terminé dentro de uno de los baños públicos más alejados del escenario con... ¿quién?
—Llevo todo el día deseando hacer esto —me dijo. Nos estábamos acercando.
Yo le dije que era una locura. Que no es que fuese una indecente, pero que, siendo sincera, también quería lo mismo. Interprétese «lo mismo» como: rostros casi tocándose, un lavamanos sirviéndome de asiento, contacto físico.
«Te veo en diez minutos en el fondo de los sanitarios»
No sé, pero me parecía muy bonito que la canción sonara de fondo mientras estaba allí cayéndome a besos con a saber qué ser humano. Debía ser un chamo, porque yo esas inclinaciones de Claudia no te las tenía ni borracha. Mira, ahora que lo recuerdo tenía el cabello corto y los hombros anchos. O sea, que sí, que era un chamo. Y creo que estaba bastante ebrio también. O a mí me gustaba pensar que estaba ebrio. Era más lindo pensar que todo el mundo compartía el mismo estado de decadencia que yo, que me apoyaban moralmente mientras pasaba por aquel proceso de transformación espiritual.
«Quiero hacértelo frente al espejo»
¿La canción seguía sonando o era yo la que le estaba diciendo aquello? Pero, dios mío santo, qué falta de pudor de mi parte. De verdad, creo que con mi capacidad infinita de hacer el ridículo hasta podría hasta alquilarme como borracha. Por dos vasos de ron les animo la celebración. Gratis mientras haya comida. No trabajo en fiestas infantiles ni baby showers.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top