»Al finalizar la carta me había quedado como idiota plantada en medio de un pasillo atestado, a riesgo de que algún carajito del séptimo grado me atropellara en su afán de llegar primero a la cafetería o cualquiera de esas idioteces que hacían los más jóvenes del bachillerato. Es que, de verdad, los de séptimo se la pasaban corriendo, no sé de dónde sacaban tanta energía si yo con arrastrar el culo del salón hacia el patio ya me sentía ladilladísima(1).

Era evidente que la niña que me la había entregado no tenía ni idea de que no era para mí sino para la otra Claudia. Normalmente este asunto se prestaba a confusiones estúpidas, pero ya eso era ir demasiado lejos. Acababa de leer una declaración de amor ajena. Y todo gracias a la primera letra de mi nombre. Si piensan que es original ponerles a sus hijos un nombre común cambiándole la ortografía, están muy equivocados. No lo hagan. Es una mala idea. A nadie le gusta llamarse Yustin en lugar de Justin.

Gracias al cielo, «la otra Claudia» y yo éramos súper panas desde preescolar. O sea, tanto así, que ya me imaginaba que esa nota la iba a usar de papel higiénico o de servilleta en el almuerzo cuando se la diera. El pobre ingenuo que la había escrito, no sabía que Claudia no era el tipo de chicas... a las que les gustaban los chicos. Su amor secreto era imposible por la sexualidad de mi amiga. Qué cosa más trágica.

Lo cierto es que la historia del anónimo enamorado tenía una buena carga de drama adolescente. Esa vaina prometía más que «Túkiti»(2) y yo estaba emocionadísima. De hecho, Claudia no dejó de mirarme extrañada porque yo, sin mediar palabra, la había agarrado de la mano y la había llevado por los largos pasillos de la escuela hasta encontrar un salón vacío y alejado de chismosos para poder conversar.

—Te recuerdo que en este momento tengo novia y tú sabes que es bien cuaima (3) la chama —me dijo luego de que cerré la puerta—. Si ahora te quieres cambiar de bando, búscate a otra cachapera(4) porque esta no está disponible, mamita.

—Te mandaron esta carta —respondí extendiéndole el polémico sobre—. Y te confundieron conmigo, ¿puedes creerlo?

Mi amiga frunció el ceño, pero optó por tomar el papel ante mi insistencia y lo abrió con recelo. Yo me tomé el tiempo para disfrutar con la reacción que tenía mientras leía. Era como si su ceño siempre pudiera hundirse más y sus labios arrugarse en una expresión de consternación tan graciosa que lamento mucho que esos celulares inteligentes con cámaras que están tan de moda ahorita no existieran en mi época.

—Ay, vale, este carajito es marico(5) —dijo al fin, levantando la vista y mirándome con fijeza—. De verdad, Klau, ¿qué tipo de pendejo podría escribir tantas cursilerías en una hoja de papel tan pequeña? Creo que soy más lesbiana ahora que antes de leer esa idiotez.

Rodé los ojos.

—Dios mío, Claudia, bájate de la tarima que no hay show —bufé—. Al menos el chamo lo redactó bien, dale puntos.

—Es muy gracioso, ¿sabes? —comentó ella—. El susodicho anónimo es todo un poeta y yo he crecido con la idea de que nuestros compañeros de clases eran todos unos monos analfabetas...

Oh, por dios. Esa reflexión me había provocado una epifanía.

—Córtala ahí. ¡Nuestros compañeros de clases sí son unos monos analfabetas! Excepto... Claudia, santísima virgen, ¡me muero! Trae acá la carta, esta vaina no puede ser cierta.

Mi amiga, sin comprender mucho qué sentido tenían mis palabras, hizo lo que le pedía. Volví a mirar la hoja con atención. En la esquina pude notar una muy conocida pluma estampada en marca de agua. Ay,carajo. Yo sabía quién había enviado eso.    

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1. Muy hastiada.

2. Aquí ya les estoy dando el primer indicio: la historia está ambientada en el 2006. Es un capricho personal, yo estoy enamorada de la movida caraqueña en esa época. Éramos felices y no lo sabíamos xD 

3.La palabra en sí es el nombre de una serpiente, pero se refiere en lenguaje coloquial a una mujer muy celosa y metiche. 

4. Lesbiana.

5. No es homofobia, lo está diciendo por lo cursi que le parece la carta.