🎻 Miedo 🎻
XXIII
“Cuídame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas”
Salmos 17:8
Lo miré por última vez a Kristoff. Tenía una mirada triste, sus ojos me decían que no entrara. Pero ya no había más nada que hacer. Tenía que enfrentar y aceptar mi destino.
Comprendí que todo este viaje valdría la pena si terminaba lo que había comenzado hace mucho tiempo.
Mi intuición me decía que tenía que hacer algo para impedir que se desatara una catástrofe en la tierra.
—Si no sales antes de que amanezca, entraré a buscarte —comentó Kristoff.
—Estaré bien —mentí —Tenía un poco de incertidumbre de lo que fuera a pasar, pero debía enfrentar mis miedos. Porque el que no arriesga no gana.
Entré a la cueva, había olor a pescado muerto. Observé a mi alrededor sólo acechaba la oscuridad. Mis botas me protegieron del lodo. En esta cueva reinaba el silencio y la putrefacción. Me tapaba la nariz mientras cruzaba el pequeño charco que estaba en el camino.
Luego desde la lejanía pude divisar una luz encendida de una lámpara. Pero la luz de esta reflejaba un cúmulo de huesos humanos. Era atroz y horripilante. La montaña de huesos era bastante siniestro. Admito que sentí un profundo terror.
—¿Hola? —pregunté un poco temerosa.
El lugar era frío y oscuro. Parecía que no había nadie, porque nadie me contestaba. Miré hacia arriba, había una pequeña abertura en el techo. Podía divisar la luna. Ésta estaba toda roja sangre.
—Debes tener frío acá adentro —se escuchó una voz fémina que salió del fondo de la cueva.
—Si—respondí —Está frío y oscuro.
—Ponte cómoda, prenderé una fogata —dijo la voz fémina.
La fogata se prendió de la nada. En realidad el fuego apareció porque las llamas se encendieron y los huesos empezaron a quemarse. Pude divisar a la bruja. Era joven y hermosa, pelo oscuro hasta los hombros, llevaba un largo vestido blanco. tenía una piel blanca y sus labios eran rojos como la sangre.
—Tú debes ser la bruja —comenté
—Si, me llamo Kassandra y tú debes ser —dijo estrechándome la mano
—Klara —respondí y apreté su mano caliente.
—¿Cómo me encontraste?
—Un amigo me indicó el camino.
—Ya veo.. —respondió la bruja —¿Tu amigo está afuera?
Asentí mirando el suelo.
—Está bien, no tienes porque temer, no le haré daño...
—Sólo vine por mi cello, me iré en cuanto me lo des.
—¿Qué es eso?
—Es un instrumento musical.
—¿Haces música?
—Si, toco melodías...Va tocaba, hace mucho que no toco.
—¿Podrías tocar algo para mí?
—Es que hace mucho que no toco.
—¡Vamos!, sólo una melodía y te podrás ir con tu amigo.
Parecía ser amable, así que accedí a tocar. Qué podría suceder.
La bruja fue a buscar el instrumento yo la seguí detrás. Me dijo que lo dejó con los objetos perdidos que le llegaban del bosque.
—Cuando los duendes encuentran cosas perdidas en el bosque me lo traen —comenzó a decir —A cambio yo les doy comida, dinero o lo que necesiten.
« Bueno, no era mala después de todo» Pensé
La cueva comenzó a hacerse más angosta. Divisamos el camino con la luz de su lámpara.
—Mira ahí está —señaló.
Ahí estaba, el cello, mi cello. Volver a verlo me reconfortó. Sentí como si hubiera recuperado mi alma de alguna forma.
—¡Gracias! —dije con una sonrisa de alegría en mi cara.
—De nada —respondió la bruja —Ve por él.
Cuando fuí por él. Me había alejado de la bruja. Y ésta hizo un movimiento rápido. Corrió una puerta de hierro, más parecido a una jaula. Me había encerrado. Estaba atrapada en una jaula.
—Me mentiste, dijiste que me ibas a dejar ir... —grité con una mitad llena de furia y bronca.
—Valora que aún no te maté—dijo la bruja malvada — Tengo planes para tí.
—¿Qué tipo de planes?
—Necesito tu alma para regresar a la vida a alguien muy importante para mí.
—¿Mi alma? Pero si yo no tengo alma—le respondí —Soy un vampiro.
—Si, de eso me dí cuenta cuando te estreché la mano. Eres un cadáver viviente sin alma y no me sirves.
—Entonces ¿me dejarás ir? —pregunté con algo de esperanza
—Tú no me sirves, pero tu amigo sí —respondió con malicia.
—¡Eres una bruja malvada! —grité sollozando —¡No le hagas daño, por favor! —seguía gritando entre lágrimas.
—Ya te dije yo no le haré daño, serás tú la que le hará daño...
—No entiendo, ¿a que te refieres? —pregunté mientras trataba de calmarme.
—Sólo te diré que hay una única forma de que puedas salir de esta jaula.
—¿Cuál?
—Ser más fuerte que yo —respondió y comenzó a reírse. Pero eres débil. Me das lástima Klara. Espero que tu amigo venga a rescatarte. Mientras tanto voy a entretenerme viéndote sufrir detrás de estos barrotes mágicos.
Las lágrimas brotaban de mis ojos como una lluvia que no cesaba. Cómo pude creerle. Por qué me dejé engañar de esta manera. Ahora cómo podría salvar al mundo, cómo podría cuidar a Kristoff. Lo había decepcionado.
Estaba sufriendo. Los pensamientos de que algo malo iba pasar. Ya no eran sólo pensamientos. Estaban sucediendo, se habían convertido en hechos reales. No iba a dejar que esto sucediera. No podía quedarme así. La bruja no podía vencerme.
—¿Qué tengo que hacer para que me dejes en libertad?, por favor, dime—sollozé.
Mis lágrimas la conmovieron. Porque un segundo la bruja me miró.
—Estás encerrada en una jaula de muerte encantada. Eso significa que alguien tiene que ser sacrificado. En otras palabras para que puedas liberarte, alguien tiene que morir por tí para que la jaula se abra.
—Eso es ridículo, ¿qué clase de maldad es esa?
—Lo sé, yo lo cree, ¿no es ingenioso? —se rió
—Pero si no quieres que tu amigo muera, hay otra opción... —susurró la bruja pensativa.
—¿Cuál es la otra opción?
—A unas millas de aquí, hay un laberinto. En el laberinto hay una bestia con cuernos de toro —Indicó la bruja—Si tu amigo me trae su cabeza, ese será el sacrificio que podrá ofrecerme a cambio de tu libertad.
» Bueno, ahora ya sabes — dijo la bruja mientras se alejaba. —Durante la mañana, sólo estaré durmiendo. Pero por la noche vendré a verte. Me encanta ver las caras de los que sufren.
No sabía si creerle, pero no podía hacer otra cosa que eso. Además no quería que Kristoff muriera por mi culpa. Yo lo había arrastrado hacia acá.
Debía decirle que se alejara o tenía que decirle lo que la bruja me había dicho. Tenía miedo de lo que podría pasarle. Acaso este era el fin del mundo. Porque para mí ya lo era.
Canción: Domination —Apocalyptica
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