🎻Los destructores 🎻
XIX
"Porque es necesario que todos camparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo"
Corintios 5:10
Los destructores nacieron con el afán de conquistar el mundo, era lo único que los motivaba a existir por sobre los demás. Y era el único precio que tuvieron que pagar después.
Mientras que mataban y arrasaban con todo a su paso, familia y niños inocentes, con el excusa de que estaban enfermas podían hacer lo que querían, tenían el derecho y el deber, de exterminarlos, porque ellos «protegían» el pueblo y querían «proteger» al mundo.
Por eso fueron apodados así, porque para el pueblo, sólo se encargaban de destruir todo lo que con esfuerzo se había creado. La creación de Dios.
El mundo, y sus semejantes, los humanos.
Por años hicieron lo mismo, saqueaban pueblo por pueblo, y los obligaban a ponerse de su lado, los que no aceptaban los torturaban hasta el cansancio hasta que lo hacían, y los que se habían negado por completo, simplemente los mataban con alguna arma mortal recién inventada.
Los hombres le temían, porque eran el mal desatado en la tierra. No había nadie que los parara.
Habían nacido en un pueblo en Polonia, cuando la peste comenzó a atacar, y algunas personas enfermas se convertían en deshechos humanos. Comenzaron a temer y se vieron obligados hacer algo para detener la enfermedad.
Tuvieron una reunión con la iglesia del pueblo pero no hubo acuerdos y el caos se desató.
—Nos va a matar a todos, tenemos que hacer algo— dijeron los destructores.
—Tenemos que confiar en Dios el sabe porque hace todo esto .
—¡Es una vil mentira! sabemos que hay algo más —protestó uno de los destructores— Hay vampiros atacando y matando, luego esas personas que mataron vuelven a la vida para atacarnos y hacernos lo mismo que le hicieron a ellos.
La iglesia se negaba a aceptar la existencia de estos seres, suponían que venían de la imaginación de los destructores para acabar con los hombres enfermos.
Al no llegar a un acuerdo, los destructores se marcharon con una dura advertencia hacia la iglesia. Que serían sus primeros enemigos por no compartir sus ideas ni su conocimientos sobre el mundo oculto de los vampiros.
El tiempo pasó y más gente se alejaba de la iglesia para sumarse y unirse al partido de los destructores. Ya que vieron que era más fácil hacer el mal que el bien, y que a futuro no les costaría una muerte en la hoguera.
Los destructores se habían informado sobre los «monstruos» que estaban atacando a la población, la peste, que era algo en que ellos no creían mucho y a lo que menos le prestaban atención pero les servía para cometer una muerte pagana.
Por otro lado, estaban los vampiros, aunque no habían visto a ninguno, sabía que «revivir» o «levantarse de la tumba» no era algo común. Comenzaron a notar raros comportamientos, atentos y listos para aniquilar y destruir.
Y encontrar las formas de matarlos no era un problema para ellos, ya que se las ingeniaban con formas crudas que habían inventado o eran comunes en la época.
Aunque no se debía «juzgar» a nadie, ya todos éramos pecadores con el sólo hecho de nacer y si alguien era «digno» de la hoguera, entonces lo echaban a la hoguera porque había cometido un sacrilegio.
Se les daba elegir a las personas como querían que muera, había votación, entre hoguera y horca. Muchos elegían la hoguera, porque se asemejaba a un fogón en donde se reunían en comunidad.
Primero mataban a los ladrones, luego a los pobres, y después a los enfermos. Después a los que según ellos habían sido convertidos en vampiros o iban camino a convertirse.
Cuando la peste atacó a la mayoría de los aldeanos, los destructores fueron los primeros en aniquilarlos uno por uno.
—Dicen que una jóven se enfermó.
—Ya sabemos lo que tenemos que hacer, una menos.
—Es una adolescente.
—¿Y eso nos importa?
—Pero hay un problema.
—¡¿Cuál el maldito problema?! — se quejó uno de los líderes fundadores del partido.
—Toca en la iglesia del pueblo.
—«Ah, es una de ellos» — Pensó — ¿Dónde vive?
—Con sus padres, en un casa de choza.
—¿Y cómo llegó a la iglesia si es pobre?
—Dicen que toca el cello de manera majestuosa y llena la iglesia de gente, que la va a ver.
Había corrido el rumor de una jóven que llenaba la iglesia por la música que tocaba, pensaba que sólo eran rumores, pero era verdad, ella tocaba como si los dioses le hubieran otorgado ese Don sólo a ella y a nadie más.
—Iremos por ella, si no llega a estar ahí, iremos por la iglesia, tiene que morir por estar contaminada por la peste del vampirismo.
—¿Crees que fue mordida?
—No lo sabemos, pero debemos prevenirnos y matarla cuanto antes —ordenó uno de los líderes —Continuó. —La mataremos durante la noche, así la veremos arder en la hoguera y el fuego será más brillante y placentero a nuestros ojos.
La voz había corrido por el pueblo, y los padres de Klara no íban a dejar que nada le pasara a su hija. La iglesia ayudó a la familia y les proveyó un ataúd. Así que la tomaron, la llevaron en carruaje haciéndola pasar por un recién muerto y la ocultaron en el cementerio del pueblo colocándole en unas ramas encima.
Cuando los destructores salieron con sus antorchas a buscar a Klara no la habían encontrado en su casa. Entonces amenazaron de muerte a sus padres por haberla ocultado.
—¿Dónde está? — preguntaron con ira— Hablen u ocuparán su lugar en la hoguera— amenazaron los destructores.
—¡No te lo diremos nunca! — gritaron sus padres llorando de miedo.
—Entonces van a morir— ordenó el líder de la secta.
Los destructores llevaron a los padres rumbo a la hoguera.
Mientras que gritaban.
—;¡Quémenlos! ¡Que muera en la hoguera!
Estos gritos asustaron a la mayoría de los aldeanos que vivían en paz en la comunidad.
—¿Dónde crees que la escondieron?— preguntó uno de los súbditos.
—Seguramente la iglesia es cómplice de su ocultamiento— respondió uno de los líderes— ¡Vamos por ellos!— ordenó alzando su antorcha.
Cuando los destructores fueron a la iglesia, estos negaron decirle dónde la habían ocultado.
Los destructores furiosos por no conseguir su cometido, quemaron la iglesia, arrojando las antorchas adentro, la iglesia ardió en llamas.
¿Dios había perdido la batalla?
Acaso los destructores habían ganado.
El cielo se abrió, sonó un clarinete, el día del juicio había llegado y de él bajaron hombres en caballo con lanzas. Eran ancestros, no. Más bien eran demonios enviados por Satán para cumplir la profecía del mal. Los que jugarían y separarían los buenos de los malos.
Los destructores se convirtieron en demonios, hombres pero demonios al fin por haber obrado el «mal».
Y los hombres buenos serían enviados al cielo por haber obrado el «bien».
Y Klara esa noche había sido convertida por un vampiro que la había visto a lo lejos, y pensó que sería una pena, que una jóven tan hermosa muriera tan sola y que quizás podría seguir viviendo.
Canción: Las cuatro estaciones—Vivaldi
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