🎻La soledad del centauro 🎻
XII
“Sin embargo, la sangre del centauro resultó ser un veneno mortal de devastadores efectos.”
Heracles
Desde hace mucho tiempo que me encontraba solo. Ya perdí la cuenta. Pero desde que me había convertido en esta cosa, no volví a tener la vida que tenía antes. Estuve deambulando de aquí para allá buscando un refugio. Y luego encontré un pequeño y humilde hogar, como habían cambiado las cosas. De vivir en una casa lujosa a vivir en un establo.
Era obvio que Klara no se iba a sentir tan cómoda, pero no me dijo nada. Traté de darle lo mejor.
Por otro lado tengo suerte de haberla encontrado, mis días en soledad se acabaron, bueno, hasta que ella decida dejarme claro.
Perder a mi padre no me había dolido tanto como perder a mi madre, será porque tengo el complejo de edipo. Bueno si lo sé, mi padre ha sido muy injusto con mi hermano pequeño, aunque tenemos una diferencia de diez años, y la relación ha sido más difícil con él. Siempre he tratado de integrarlo pero mi padre se negaba, y donde manda capitán no manda marinero.
Cuando volvimos de aquella terrible guerra, en el que mi padre murió, nos recibieron como si hubiéramos ganado, pero no fue así, habíamos perdido, pero era mejor callar que decir la verdad. Yo sólo quería volver a ver a mi madre y a mi hermanito.
Pero nunca imaginé que aquellos días íban a ser las últimos de mi madre. Bueno, las guerras, la hambruna, y la peste, nos estaba atacando. Y ahora también se decía que los vampiros, una nueva raza, creada por la gente con hambre, personas comunes que se habían vuelto caníbales estaban acechando por las noches.
Entonces decidí cuidar a mi madre, para que no vengan por ella. Y protegerla de esos horribles monstruos.
Después cambié de idea, cuando ví a Klara, ella no se parece a un monstruo, ella parece una deidad pintada por los pintores más famosos de la época.
Mi hermano Konstantín le gustaba pintar pero mi padre le obligó a que se entrenara como guerrero, el cuál nunca le permitió hacerse notar, ya que era muy chico aún para asistir a una batalla.
Mi padre no lo recordó en ese momento, yo comencé a acompañarlo a la guerra, a la misma edad de Konstantín. De mi padre aprendí grandes valores, luchar por la familia, por ejemplo.
Pero yo me había quedado sin nada. Ya no tenía ningún motivo para luchar.
Hasta que conocí a Klara, que se volvió mi nuevo motivo.
No esperaba que mi motivo para luchar sea por un vampiro, pero la vida da muchas vueltas, y nunca hay que decir nunca. Será que tanto le temí que sucedió.
Bueno me alegra que no sea como los demás vampiros. Entre mis andanzas he visto varios, algunos en forma de murciélago y otros con ojos color sangre.
Cuando comenzó la plaga de vampiros, sabía que lo único que teníamos para defendernos era la religión.
La iglesia siempre había sido un sostén para los pobres, pero se decía que estos comenzaron a darlos de ofrenda a los vampiros que se acercaban en busca de sangre.
Era extraño, pero sabían que los ahuyentaba, entonces me acerqué un día y les pedí un consejo.
—Sólo vengo a pedir un consejo—dije al cura que estaba cubierto con su manto de monje
—¿Qué clase de consejo?—preguntó el hombre de la iglesia
—¿Cómo me defiendo de la plaga de los vampiros
El hombre me miró por un momento y luego contestó.
—No vendrán por usted—dijo justificando su respuesta para no ayudarme
Y luego se dirigió a la. puerta y lo paré con mi lanza, el hombre me miró asustado.
—Lo siento, mi madre está enferma y no quiero que vengan por ella.
—Tenga consigo una cruz bendecida con agua bendita, si ellos tocan la cruz se quemarán. Colóquele un collar con una cruz a su madre y ellos sabrán que no pueden ir por esa persona, ya que se encontrará protegida por Dios.
Hice todos los pasos que me dijo aquel monje, bendije las crucifijos, y luego me coloqué uno y a mi madre otro. Ahora estábamos protegidos.
Luego sucedieron cosas extrañas, las personas empezaban a desaparecer por las noches. Eran ellos los vampiros, se estaban alimentando.
Hasta que llegó la noche en que mi vida común como la conocía había cambiado para siempre. Y no había tampoco ningún motivo para seguir luchando, mi madre estaba en sus últimos días, iba a morir. Mi hermano se había ido del pueblo. Dijeron que el mismo día que había sido encerrado había escapado. Mi madre no lo volvió a ver. Supongo que era un chico rebelde.
— Los adolescentes hacen esas cosas—le dije a mi madre para calmarla y ya no se preocupara. — Después cuando se canse volverá. Pero él jamás volvió.
Mi madre estaba cada vez peor con su enfermedad. Ya no tenía fuerzas y
estaba a punto de suicidarme, tomé mi arma y estaba a punto de gatillarme un tiro en la cabeza, cuando escuché ruidos de murciélagos al de mi casa. «Vienen por ella» Pensé. Comencé a rezar, jamás lo hacía pero capaz alguien me escucharía. Ese alguien precisamente no fue Dios, si no que fue Lucifer, el príncipe de las tinieblas, quién me prometió que mi madre se volvería si yo le daba mi alma, pero eso jamás pasó porque llegué a romper el pergamino en dónde afirmaba eso. Él se enojó conmigo y me convirtió en un centauro. Jamás volví a ser como antes, un hombre de verdad. Ha pasado mucho tiempo ya no recuerdo cómo era caminar en dos piernas.
Pero con Klara me siento alguien normal otra vez y no una simple bestia aunque me parece una niña y no la veo con otros ojos. Fue bueno haberla protegido mientras dormía en ese ataúd.
Mi teoría de que era un vampiro no estaba errado, ya que al verla en un ataúd y que se haya conservado en perfecto estado por mucho tiempo confirmaba lo que pensaba. Ahora sólo queda seguir adelante y ver que nos depara el destino a ambos.
Canción: Hole of My soul —Apocalyptica
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