Capítulo 9

El sonido del timbre a primera hora de la mañana es lo que lo levanta de la cama.

Bueno, no es tan la primera hora de la mañana, pero es domingo, y las nueve de la mañana en un domingo es primera hora para Harry. Tampoco es que a esa hora aún esté dormido, Harry suele despertarse alrededor de las ocho, pero siempre se queda tirado en cama por un buen rato, viendo la televisión, leyendo o revisando cosas en su celular.

Y así estaba, recostado, abrazando su lobito de peluche y escribiendo sus pendientes para la semana entrante en la agenda que guarda en el buró al lado de su cama cuando las tonadas del timbre de su casa habían llegado hasta su habitación.

No tenía idea de quien pudiese ser, a esa hora y en ese día, ni siquiera Niall solía visitarlo.

Harry se coloca una bata encima de su pijama, compuesta de unos shorts y camiseta de tirantes, hay un temor resguardado en su interior, existe un miedo irrefutable a que la persona detrás del timbre sea el protagonista de la mayoría de sus pesadillas: Robert.

No le extrañaría que se atreviese a violar la orden de restricción, si ya intentó acercarse a él mediante llamadas telefónicas, ¿qué le impediría llegar de improvisto a su casa? Ese alfa es un desquiciado, y Harry sabe de lo que es capaz.

Lleva sus cicatrices aún en él.

Mete el celular en su bolsillo y sale de su habitación en dirección a la puerta, si ve a Robert a través de la mirilla entonces ni se molestará en abrir pues lo único que hará será marcarle a la policía y lanzarle una advertencia al hombre.

Sin embargo, todo lo que Harry logra ver es al mismo chico del overol y la gorra azul, ese que le había llevado el ramo de girasoles de parte de Louis y quien, ahora sabía, trabajaba para Lottie y su negocio Petals & Pals.

Harry quita el seguro rápidamente y abre la puerta. Hay una emoción creciente dentro de él, porque se da una idea de lo que está ocurriendo.

—Hola, buenos días. —Le saluda el chico, tan sonriente como la vez pasada—. Traigo algo para usted, joven Styles. ¿Puede ir firmando de recibido mientras voy por su regalo? —le pasa el bloc de documentos y va hasta la van estacionada frente a su casa.

El omega firma, tratando de ocultar la sonrisa enorme que lucha por dibujarse en su cara.

El chico de nombre desconocido regresa, sosteniendo un ramo igual de grande que el que le entregó en la guardería, sólo que ahora no solo hay girasoles, sino que hay más flores. De varios tipos.

—Aquí tiene —le entrega el arreglo y le quita el bloc—. Espero que le gusten y que tenga un lindo día, joven Styles.

—Dime Harry nada más, por cierto, ¿cuál es tu nombre?

—Me llamo Alan. —Hace un saludo con su gorra—. Nos vemos, Harry. ¡Disfruta tus flores!

—Gracias, Alan. —Se despide y cierra la puerta.

Su reacción inmediata es casi enterrar su rostro entre las flores para llenarse de su aroma. Huele tan bien, una mezcla de dulzor y frescura.

El jarrón es de color rosa y, al igual que la vez pasada, trae un moño del mismo color decorándolo. Hay demasiadas flores, más que las del primer arreglo. Dichoso, se lleva el jarrón hasta su habitación, lo deja sobre su buró y se apresura a buscar la tarjeta para leerla.

Está igualmente impregnada en canela.

"Harry, no sabes lo felices que nos hiciste a mi cachorro y a mí ayer, hiciste que cada momento fuera tan hermoso como tú.

Como parte de mi cortejo, me animé a escoger algunas flores para ti, unas que me recuerdan a ti, a lo que significas para mí:

Las calas representan tu belleza y tu pureza, los lirios rojos son en honor a la fuerte atracción que ejerces en mí, las margaritas de colores me recuerdan a tu alegre sonrisa y los girasoles, bueno, esos son tus favoritos, no podían faltar (:

Gracias por aceptar mi cortejo, haré que valga la pena, te lo prometo.

No puedo esperar a verte hoy, omega.

Besos, Louis."

Harry besa la tarjeta apenas la termina de leer, inhala con gusto el aroma de Louis en ella y se deja caer como un cachorro ansioso en la cama. No recordaba lo feliz que un detalle así lo podía poner. Y es que, joder, la situación entera le parece un sueño.

Pero no, no lo es. La tarjeta que sostiene contra su pecho y el gran arreglo sobre su mueble de noche son prueba de que todo es real. Está siendo cortejado por un alfa.

Y no cualquier alfa, Louis es uno muy atractivo, con un buen trabajo y padre de un cachorro que Harry ya adora.

El omega había decidido seguir ciegamente a su instinto y a su corazón por encima de la razón, esa que le decía que era demasiado pronto para volver a confiar en alguien, para abrirse a la posibilidad de enamorarse nuevamente de un alfa.

Pero después de esa confesión de Louis, donde le dijo como se sentía respecto a él y le expresaba su deseo por cortejarlo, para Harry había sido casi imposible resistirse al innegable magnetismo que existe entre ellos dos. Lo había sentido desde el instante en que se vieron.

Por lo pronto, dejará que las cosas fluyan como deban hacerlo. ¿Puede salir herido? Sí. Pero honestamente cualquier cosa negativa que pueda ocurrir entre ambos ya no puede lastimarlo más. Harry ya pasó por lo peor que le podría pasar a un omega como él. Ya llora lo suficiente por ello, ya pagó el precio más alto. ¿Qué más da?

Su celular vibra de repente y sólo eso basta para para hacerlo sonreír de nuevo, ya sabe de quien se trata:

"Buenos días, Harry. ¿Cómo amaneciste?"

"Buenos días, amanecí de maravilla, me encantaron las flores, muchas gracias."

"No tienes nada que agradecer, un omega como tú merece ser cubierto de regalos. Y por cierto, acostúmbrate a las flores diariamente, son parte de mi cortejo."

Harry se cubre la boca, la tarjeta que aún lleva en la mano apenas y logra cubrir la extensión de su sonrisa.

Antes de que pueda responder, otro mensaje más de Louis le llega:

"Llevaré a Andy al parque y después iremos a comprar algunas cosas. ¿Está bien si pasamos por ti a la 1:00?"

"Sí, claro. ¿Necesitas que lleve algo? Me siento un poco aprovechado de que todo lo pongas tú."

Y es verdad. Harry no ha puesto de su dinero más que para comprar la cobija que le regaló a Andy, pero eso realmente no cuenta, era un detalle que quería hacerle al pequeño incluso antes de conocer a Louis.

"Sólo necesito que lleves tu linda presencia y ya. Por lo demás, no te preocupes, tú síguete aprovechando de mí."

Okay, lo admite, eso último le hizo gracia.

"JAJAJAJA. Bueno, te tomaré la palabra. Nos vemos al rato. Tengo unas preciosas flores que acomodar en el recibidor de mi casa."

"Será mejor que vayas haciendo espacio, mucho espacio para todas las flores que pienso darte. Hasta la 1, omega."

Omega. Louis usando esa palabra para referirse a él sólo hace por llenar su estómago de mariposas. Unas parecidas a las que revolotearon en su interior la noche pasada.

Porque se besó con Louis.

No fue un sueño, de verdad había ocurrido, se habían besado con cierta intensidad, al menos la suficiente como para dejarle los labios hinchados y la piel hormigueante por el contacto con la barba del alfa.

El sólo recuerdo de lo que se sintió besarlo causa que la piel se le ponga de gallina.

Harry no puede esperar a verlos tampoco, y con la emoción por experimentar lo que sea que el día le tenga deparado junto a los dos alfas, Harry se pone a seguir su rutina de los domingos.

Sólo que ahora lo hace con una ilusión creciente en su pecho.

🧸🍯🧸

—¡Harry! —Andy le saluda, ansioso en los brazos de Louis—. ¡Ya quería verte otra vez!

—No quiso quedarse en el auto esta vez, prefirió venir conmigo hasta la puerta de tu casa. —Le informa Louis.

El cachorro luce más tierno que nunca, con unos shorts que dejan a la vista sus piernas regordetas de bebé y una gorra deportiva con el número 28 bordado en azul.

—Pues yo estoy más que feliz de que estés aquí, Andy. Te ves muy guapo. —Se inclina hacia el cachorro y le da un beso en cada mejilla, Andy se regurgita feliz.

—¿No hay beso para mí? —Inquiere el alfa con una ceja levantada.

Harry entorna sus ojos y se acerca a su rostro, coloca su palma en su mejilla para acariciarla y le deposita un beso en la comisura de sus labios. No le pareció apropiado besarlo en la boca con Andy ahí presente. Sería demasiado ¿no?

Aunque no para Louis pues se ve algo inconforme, él en definitiva esperaba que lo besara en los labios.

—¿Nos vamos? —pregunta el omega para cambiar esa expresión en su rostro.

—Claro.

Al llegar al auto, el alfa abre primero la puerta trasera para acomodar a Andy en su asiento y asegurarlo. Harry ingresa al auto y nota que junto a Andy hay algunas bolsas de papel de colores.

Louis pone a andar el motor y, como si leyera su mente, le responde la pregunta que aún no se ha atrevido a hacer:

—Fuimos a la tienda de Lottie. Andy estaba insistente en comprar unos marcos para las fotos que nos sacamos ayer. —Comenta dando un giro con el volante a la izquierda—. Y no pudo resistirse a comprarte otra cosa también.

Harry se gira hacia atrás en su asiento para ver al cachorro.

—¿Compraste marcos para las fotos, bebé?

—¡Síííí! —agita sus piernas—. Quería que me ayudaras a ponerlas en mi cuarto. ¡Quiero enseñarte mi cuarto, Harry! Puse mi osito Pooh en el centro de mi cama, junto con mantita. Dormí muy bonito toda la noche.

—Yo igual. ¿Y sabes por qué? —le pregunta y el pequeño abre mucho los ojos, a la expectativa de lo que sea que vaya a revelarle—. Fue porque dormí abrazando al lobito de peluche que me regalaste. También lo puse en el centro de mi cama.

Las mejillas de Andy adquieren un tono muy rosado, luce sorprendido y satisfecho con su confesión y eso no podría resultarle más tierno. Louis nota eso a través del espejo retrovisor.

—¿Oíste eso, papi? —se ríe—. ¡Entonces también le gustará mi nuevo regalo!

Ah, sí. Lo que mencionó Louis de que Andy no había podido resistirse a comprar otra cosa aparte de los marcos.

—¿Me tienes un nuevo regalo, pequeño? —inquiere con una sonrisa. Andy asiente de inmediato.

—Ugh, sí. Le pedí dinero prestado a papi para comprarlo. —Dice muy formal—. Es sorpresa, Harry. ¡Te lo daré en casa!

—¿Dinero prestado? —dirige su pregunta al alfa mayor.

Éste asiente con la cabeza y mira a su hijo a través del espejo. —¿Quieres explicarle tú, pequeño?

—Inicié una cuenta con papi en una libretita. Uhmmm, yo quiero comprar cosas para ti, Harry. No tengo dinero mío así que papi lo comprará por mí, pero con promesa mía de pagar en futuro.

El omega suelta una expresión parecida a un "awww". Eso es lo más bellamente responsable y consiente que ha escuchado de un cachorro de la edad de Andy.

—Hasta ahorita solo hemos anotado los marcos para su cuarto y tu regalo. —Le explica y se encoge de hombros—. Pero quien sabe qué más puede añadirse a la lista. Andy está igual de ansioso que yo en cubrirte de regalos.

Harry se lleva la mano al pecho, en modo teatral y llamativo. —Oh, basta. Harán que me sienta como toda una princesa.

Louis entonces posa su mano sobre la del omega, agarrándola para llevarla hasta sus labios y besarla. Como un príncipe lo haría con una doncella. —Tú sí eres una princesa, Harry. ¿Verdad, cachorro?

—¡Sííí! —Afirma en tono cantarín—. ¡Y papi es un príncipe!

Ambos se quedan sin respuesta a esa última oración del pequeño, sólo se sonríen mutuamente, Louis le da un beso más a la mano de Harry y la suelta para enfocar su vista en el camino.

Para cambiar el tema, el omega le pide a Andy que le cuente cómo le fue en el parque y este le relata alegremente que disfrutó de subirse a todos los juegos infantiles pero que el que más le encantó fueron los columpios y la resbaladilla.

El cachorro hace que Harry le prometa que irá con él al parque la próxima vez para que también juegue junto con él, Louis no disimula nada en apoyar la moción.

Al ser domingo, las calles y avenidas principales de la ciudad están más despejadas, por lo que llegan más rápido al edificio de apartamentos donde vive el alfa.

Ya estando en el estacionamiento y después de abrirle la puerta a Harry y de colgarse su bolso al hombro, Louis también presiona el botón de la cajuela.

—¿Puedes encargarte de Andy, por favor? —pide el alfa mientras saca algunas bolsas de tela con el logo de un supermercado muy popular—. Voy a traer las manos un poco llenas.

¿Un poco? Se pregunta Harry internamente al ver que Louis parece haber comprado un cuarto del supermercado pues las bolsas lucen pesadas y muy llenas.

Él hace lo propio y saca a Andy del auto, agarrando también las dos bolsas de regalo que llevan los marcos de las fotos y su anunciado regalo.

Al avanzar hacia el elevador, Harry no puede evitar pensar que (otra vez) lucen como toda una familia convencional de alfa, omega y cachorro que regresa a casa después de llevar a su pequeño al parque y hacer las compras semanales.

Andy posa su manita sobre el chaleco que el omega lleva puesto, es uno color beige de piel de borrega sintético.

—Que bonito. —Dice y después juguetea con algunos de sus collares de cuentas y perlas falsas—. Toda tu ropa es bonita y calientita, Harry. Como un arcoíris.

Harry le mueve un poco la gorra para poder darle un beso en la frente.

—Gracias, bebé. Tú te ves muy lindo con esta gorra.

—Papi me la compro —la agarra y la endereza sobre su cabecita—. Dice que 28 es número de la suerte.

El omega voltea a ver a Louis, quien se encoge de hombros entre todas las bolsas que le rodean.

—No solía creer mucho en esas cosas, pero te sorprendería saber que muchas cosas han sido coincidencia con ese número en mi vida. Hasta he pensado en tatuármelo, ¿sabes?

—¿De verdad?

—Sí. Algo discreto, en mis dedos quizás.

Oh, mierda. Si se tatúa los dedos con el número 28 sólo logrará verse más caliente de lo que ya es. Y yo que pensé que no podría verse aún más atractivo.

Harry siempre ha tenido una debilidad por los alfas tatuados.

El elevador los deja en el último piso y cuando ya están frente a la entrada del apartamento es que Louis le pide ayuda al omega con un importante detalle:

—¿Podrías abrir la puerta, por favor? Olvidé sacar mis llaves antes de llenarme las manos. Mete la mano a mi bolsillo derecho, ahí están.

—Oh, claro. —Responde tratando de actuar normal, aunque por dentro esté nervioso por "meterle la mano" a Louis dentro del pantalón.

El momento realmente dura casi nada, pero eso no quita que Louis le pidió hacer algo que usualmente se le pide a la pareja o a un muy buen amigo.

Los tres se instalan con comodidad en el apartamento, Louis se va directo a la cocina para acomodar las compras y Harry se va con Andy hacia su habitación, haciendo caso a los ruegos del cachorro.

Su cuarto termina luciendo bastante similar a cómo se lo había imaginado. Todo pintado de azul, pero sin decoraciones en las paredes o el techo. Eso sí, tiene muchas comodidades: un tapete para juegos, muchos peluches, un escritorio con todo lo necesario para dibujar, una televisión y su propio baño.

Harry baja a Andy y este de inmediato salta a la cama, agarrando su peluche y de Wiinie Pooh y abrazándolo, su cobijita yace tendida sobre una de las almohadas. El omega coloca las bolsas de la tienda de Lottie sobre la cama también.

—¿Te gusta mi habitación, Harry?

—Mucho, Andy. —Le responde sonriente y mira a su alrededor con más detalle. No hay ninguna foto a excepción de una pequeña que tiene sobre su escritorio. Se acerca para verla. Es Louis abrazando a un Andy de apenas un año—. Que lindos.

—Es la única foto de papi y yo así. Por eso compré los marquitos, quiero poner nuestras fotos aquí —le señala su buró—. Para poder verlas cuando ya esté acostado en cama.

Andy abre la bolsa que contiene los portarretratos y Harry se sienta a un lado suyo. El cachorro le muestra sus adquisiciones, son unos marcos muy bonitos, de esos que tienen un soporte trasero para recargarse. Son de color verde y azul, con diminutas estrellas en los bordes de las azules y con flores en los de color verde.

—Son muy bonitos, Andy. ¿Te ayudo a acomodarlas aquí dentro?

—¡Sí! —el cachorro se estira para abrir el cajón de su buró y saca las tres fotos instantáneas de la feria, dándoselas a Harry.

El omega gira los sellos de la tapa trasera de cada uno de los marcos y en un dos por tres acomoda todas las fotos. —¿Te parece si coloco una aquí y las demás en tu otro buró?

Andy asiente así que Harry le da la foto en donde Louis y él le están dando un beso, el cachorro recorre hacia un lado su lámpara de noche y ahí la coloca. El omega les hace espacio a los dos retratos restantes sobre el mueble al otro lado de la cama.

El pequeño aplaude al ver como quedaron acomodadas.

—¿Dónde pusiste las tuyas, Harry?

—Las pegué en un tablero que tengo en mi cuarto. Ahí pongo mis fotos favoritas y recorto frases lindas para acompañarlas.

En el caso de sus instantáneas y en lugar de escribir alguna frase, Harry había optado por pegar cuatro stickers a modo collage con las fotos; un corazón grande, un bombón, una varita de canela y una barra de chocolate.

—Vaaaya, ¡quisiera verlo!

—¡Claro! Te lo mostraré el día que vayan a mi casa tu papi y tú. —Le promete y le ofrece su mano para ayudarle a bajar de la cama—. Vamos a la cocina. ¿No tienes hambre?

—Sí, pero espera, ¡lleva tu bolsa de regalo! Debes abrirla en cocina.

—¡Oh, cierto! El regalo que me dio el alfa más lindo que he conocido. —Halaga al pequeño, quien infla sus rosadas mejillas—. Ven, cariño. —Camina con la bolsa de regalo en una mano y con la otra guía al cachorro hasta que se adentran en la cocina.

Louis se ha quitado la chaqueta que llevaba puesta y se ha quedado con una sencilla camiseta blanca casual y sus jeans. Los tatuajes de sus brazos y clavículas resaltan más con esa ropa. Santo Dios.

—¿Qué estaban haciendo, eh?

—Harry me ayudó a poner fotos en marquitos, papi. ¡Quedaron muy lindos!

—Seguro que sí, pequeño. —Dice y se acerca para cargarlo en brazos—. Vamos, a lavarte las manos para comer. —Coloca al cachorro sobre el fregadero y abre la llave.

Harry deja la bolsa de regalo sobre la isleta y se une al chorro del agua para lavarse las manos también.

Louis le seca las manos a su hijo y lo acomoda sobre su sillita.

—Bueno, como te habrás dado cuenta, Andy y yo compramos muchas cosas del supermercado. Estábamos algo ansiosos por aprender a cocinar lo que sea que tú quieras hacer.

Harry abre el refrigerador y en efecto, está repleto de comida, el congelador igual. Sin embargo, le alegra ver que Louis se esforzó en comprar muchas vegetales, frutas y carne. Casi nada de comida procesada o enlatada. Bien ahí.

—¿Qué se les antoja? —Les pregunta mientras analiza sus opciones—. Realmente podría preparar muchas cosas.

—Creo que estaría bien algo que fuese sencillo de aprender, similar a la vez pasada. Recuerda que soy un principiante en la cocina, Harry.

—Cierto. —Concuerda con una sonrisa—. ¿Les gustan los caldos, sopas?

Ambos alfas se ven el uno al otro y simplemente se encogen de hombros al mismo tiempo.

—No me digan que nunca han probado una sopa o un caldo casero. ¿Louis?

—Supongo que la sopa instantánea de vaso no cuenta, ¿verdad?

Harry lo observa con indignación, ¿cómo es posible que Louis lleve ese estilo tan malo de alimentación?

—No se diga más entonces —dicta y en un recipiente enorme saca un montón de verduras, también agarra una charola con pechugas de pollo—. Haré un caldo de pollo.

Similar al primer día en que cocinó para ellos, Harry instruye a Louis sobre la preparación de ese platillo. Lo pone a lavar las verduras y a picarlas. Le enseña a cocer las pechugas de pollo en agua sin que estas se sobrecosan y Andy participa en la preparación ayudando a desmenuzar un pedacito de las pechugas.

Todo el proceso fluyó de una forma tan orgánica y hogareña que Harry se había sentido incluso más cómodo de lo que recordaba, como si él llevara años viviendo en ese lugar y como si esa cocina fuera suya. Como si él fuera el omega de la casa. El omega de Louis.

—Y listo, ya que apagamos la flama solo debemos esperar unos cuantos minutos para que no esté tan caliente y poder servir los platos. ¿Tienes alguna duda?

—No, todo me quedó muy claro, Harry. —Admite y lo abraza de la cintura, Harry se sorprende y el calor sube por su rostro—. Gracias, eres un excelente maestro.

—No es nada. —Traga saliva y se deslinda de su agarre para ir al refrigerador—. Vi que compraste mucha fruta —le dice para cambiar el tema—, muchos kiwis.

Louis se pasa la mano por el cabello. —Sí, te dije que se habían convertido en los favoritos de Andy.

—¡Sí! Amo los kiwis, Harry. Son verdecitos también, como tus ojos. —El cachorro admite mientras balancea sus pies en la silla.

—¿Ves? Somos dos alfas perdidamente encantados con tu mirada.

Harry baja su vista hacia sus botas y ladea su cabeza. —Bueno, entonces los tres nos comeremos unos trocitos de kiwi cuando terminemos nuestros platos, ¿de acuerdo?

Louis y Andy asienten, así que el omega se dispone a servir el caldo con la ayuda del alfa mayor. Al dar el primer sorbo, el cachorro ronronea feliz. Misma acción que su padre prácticamente repite.

Estás fascinados con el sabor, el calor y el aroma del caldo. Para la satisfacción del omega de Harry, encuentran su comida más que deliciosa y se lo demuestran casi a cada cucharada.

—Y dime, Harry. ¿cuál es tu película favorita? —inquiere Louis a mitad de la merienda.

Esa pregunta tan aleatoria toma de sorpresa a Harry. Un poco.

—¿Mí película favorita?

—Sí, ¿recuerdas lo que te dije? Quiero conocerte, tus gustos, aficiones y hobbies. Saber cuál es tu película favorita va incluida en ese paquete.

—Oh, bueno. —Harry trata de ocultar la ilusión que le provoca que Louis quiera informarse sobre esos detalles tan importantes de su persona. Cuenta tanto—. Se llama "Si tuviera 30", podría verla todos los días y no me cansaría, la amo.

—¿De verdad? Sé cuál es, pero nunca la he visto completa, sólo he llegado a la parte de los polvos mágicos que hacen que el deseo de la chica se cumpla.

—Pues deberías verla toda —se lleva una cucharada a la boca—. Vale mucho la pena, créeme.

—Mí película favorita son toooodas las de Disney. —Suelta Andy en medio de su conversación mientras batalla por llevarse un trozo de zanahoria a la boca.

Louis le revuelve el cabello y le ayuda con esa cucharada.

—¿Y cuáles son tus cosas favoritas? —pregunta mirándolo a los ojos—. Esas que te hacen sentir bien, que te relajan y que disfrutas. Sé que las flores y las plantas forman parte de eso, pero me imagino que hay más.

Harry suspira. Hace cuánto que no hace la mayoría de ellas. —Sonará tonto pero, disfrutaba tanto de hacer mi rutina de cuidado de la piel, era uno de mis momentos favoritos del día porque me relajaba mucho y me hacía sentir... bonito. —Admite con pena—. Pero, uhm, después supongo que me quedé sin tiempo suficiente y ya ni siquiera he podido surtirme de los productos que usaba, ya sabes, una tontería.

El alfa frunce el ceño. —No es una tontería si eso es algo que amas hacer, Harry.

Robert pensaba todo lo contrario. Y no se contenía en gritármelo en la cara.

—¡Por eso tu piel es tan suave y bonita, Harry! —Andy aporta con ojos brillantes.

Harry le agradece y le da un beso en el cachete.

—¿Qué más? —insiste Louis con la pregunta. Ya ha terminado de comer y tiene toda su atención puesta sobre él, con sus manos colocadas a forma de soporte para su barbilla.

—También me gusta leer, escribir, tocar la guitarra... mi papá me enseñó así que conozco algunas melodías y... yo he escrito algunas.

Louis y Andy abren mucho los ojos.

—¿En verdad has escrito canciones?

—Uhm, más que nada son arrullos, canciones lentas y de cuna, para la guardería. Nada demasiado grande.

Si tan sólo pudiera decirle sobre su composición más valiosa. Y la más dolorosa también.

—Vaya, eres todo un estuche de monerías, Harry. Cocinas, cuidas de plantas y de cachorros, sabes escribir canciones, tocar la guitarra, cantar... y eres además tan hermoso.

Las mejillas de Harry se pintan de rosa, así que decide recurrir a otra de las distracciones disponibles para libarse de lucir como un omega atontado por el coqueteo de un alfa.

—¿Puedo ya abrir mi regalo, Andy?

—¡Síííí! —chilla y agita sus bracitos.

Louis niega con la cabeza, sabe que lo está haciendo para evadirlo. Sin embargo, se une al momento y le pasa la bolsa a Harry, este la abre, aparta el papel de colores y se encuentra con una taza de cerámica grande, color rosa y decorada con corazones de todos tamaños y colores.

—¡Es para tu chocolate, Harry! —le dice Andy—. Dijiste que te gustaba tener tazas bonitas para poner tu chocolate con canela y bombones ahí.

El corazón de Harry se apachurra de ternura. ¿Cómo es posible que un bebé de tres años sea tan atento con él? Literalmente le puso atención a cada una de las cosas que Harry le platicó en la guardería.

—Es la taza más linda que alguien me ha dado, pequeño. —Le llena de diminutos besos la carita y lo abraza—. Ya es mi favorita. Muchas gracias.

Andy festeja que le haya gustado y que haya elegido una taza linda para él.

Después de ese momento tan bonito y reconfortante, los tres degustan del kiwi a modo de postre y Harry se pone a lavar los trastos a pesar de la inconformidad de Louis, quien al final termina ayudando a secar los utensilios.

El resto de la tarde pasa de manera similar a la pasada, sólo que ahora hay más cercanía y confianza entre el alfa y el omega. Se sientan a jugar un juego de mesa para cachorros que consiste en atrapar diminutos peces de plástico que se mueven irregulares sobre una superficie que vibra con una especie de palillos chinos.

A pesar de su esfuerzo, Andy los venció en casi todas las rondas. Louis se había enfurruñado por eso, asegurándole que, en cuanto Andy estuviese más grande, él le enseñaría mejor a jugar futbol.

En fin, alfas.

Luego, viendo que Louis había comprado los ingredientes necesarios, a Harry le habían dado ganas de preparar algo de chocolate caliente, proceso que también le mostró al alfa paso por paso para así cumplir su promesa de enseñarle para que Louis se lo hiciera después a Andy y así dejara finalmente de darle leche achocolatada de cartón.

Se pasaron la tarde noche sentados en la sala viendo las películas del canal Disney. Harry sosteniendo al cachorrito en su regazo, con su mantita cubriéndolo mientras este se terminaba su botella con chocolate. Harry había estrenado su taza nueva también.

—Se quedó dormido. —Informa el omega y le quita la botella vacía de entre las manos—. Yo lo llevo a su cuarto. ¿Te parece?

—Seguro, ¿no quieres que te ayude?

—No, tranquilo, Lo tengo bajo control.

Louis le besa la frente y Harry se retira para llevarlo a su habitación. Una vez ahí, lo recuesta con cuidado sobre su cama, lo acomoda bien y lo cubre con las cobijas, le pone a su osito de peluche al lado y le da un beso de buenas noches. Dormido, el bebé es aún más adorable. Una visión hermosa para el omega de Harry.

Ya es tarde, debe regresar a casa y preparar sus cosas para el día siguiente, inicio de semana.

Sin embargo, apenas y pone un pie en la sala del apartamento, el cuerpo de Louis lo envuelve entre sus brazos. Sus rostros quedan a centímetros de distancia y Harry lee en los ojos de Louis la súplica silenciosa.

Él asiente, también se muere por besarlo.

Sus bocas se unen en un lento y profundo beso que Harry llevaba todo el día esperando y añorando.

Louis suspira sobre su boca. —Dios, necesitaba tanto hacer esto. Extrañaba lo dulce de tus labios sobre los míos.

Harry lo besa de nuevo, breve. —Yo también.

Se quedan un rato así, abrazados en medio de la sala y dándose besos hasta que Louis le hace una petición:

—Quiero invitarte a un lugar especial, omega. Solos, tú y yo.

—Pero ¿y Andy?

—Le pediré a Lottie que lo cuide, no habrá problema con eso. Sólo será una noche. Quiero que sea especial, es nuestra tercera cita. ¿sabes?

Joder, realmente lo es. Esto está pasando en serio.

Al no recibir respuesta, Louis insiste, lo vuelve a besar y traza patrones con su nariz sobre la del omega.

—¿Y bien? ¿Aceptas?

Los impulsos y corazonadas de Harry vuelven a hacer de las suyas.

—Sí. 

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