Capítulo 8

Harry resopla por cuarta vez al observar su closet, abierto de par en par. Él está salido de la ducha, solo con la ropa interior puesta y una toalla lila sosteniendo sus rizos.

Su habitación entera está hecha un desastre, hay prendas de vestir sobre su cama y en el piso, junto con pares de zapatos y accesorios como bufandas, bandanas para el cabello y demás.

Lleva alrededor de una hora tratando de decidirse sobre qué debería usar para su cita con Louis y con Andy.

Es la tarde de un sábado, el día prometido para ir a la feria, Louis le había mandado un mensaje confirmándole que pasaría por él a las cinco en punto.

Son las cuatro con treinta, y no ha hecho su elección aún. Se ha probado distintas combinaciones de outfits, pero ninguna le hace sentir satisfecho al verse en el espejo. Es como si al final nada luciera tan bien como lo hace en su mente.

Podría parecer ridículo, pero lo que pasa es que a Harry le importa muchísimo verse lindo para esa ocasión.

Es su primera cita en mucho tiempo, y las implicaciones de la misma hacen que todo tenga mucha más presión. Desea con todo su corazón que todo salga bien y que pueda tomar más confianza en el alfa que ha estado presente en sus sueños desde el miércoles.

Después de ese envío de girasoles, las cosas entre ambos habían fluido a un muy buen ritmo, si bien no se vieron debido al trabajo del alfa, Louis se había mantenido presente de alguna forma.

Los mensajes entre ellos habían sido constantes, unos sólo para saber qué estaba haciendo o para preguntarle sobre Andy, y otros con un sutil (o no) coqueteo del alfa.

Lottie siguió encargándose de llevar y recoger a Andy durante esos dos días restantes. Ella misma fue quien también se había encargado de informarle a Harry que el hermoso ramo de girasoles provenía de su negocio, Petals & Pals, una floristería y otros artículos de regalo que había montado apenas unos meses atrás.

La omega también le había comentado lo contenta que se sentía de saber que su hermano estaba interesado en alguien, agradeciéndole además por cuidar tan bien de su sobrino e interesarse tanto por el bienestar de Andy.

Ese mismo día, cuando Harry ya estaba en su casa, Louis le había mandado una foto de los platos de él y Andy servidos, con lo que se notaba que era arroz a la mexicana y pollo.

"Creo que es la nueva comida favorita de Andy, lo preparamos juntos, así como tú nos enseñaste."

En otra más, aparecía Andy masticando felizmente un pedazo de kiwi.

"Ahora dice que es su favorito también."

Ese par de fotos habían alegrado su noche. Era increíble como se estaba encariñando tan rápido con Andy, pero es que no había manera de no hacerlo, no siendo un cachorrito tan apapachable e inteligente como él.

Harry da un último repaso a sus abrigos y sacos colgados en ganchos, debe decidirse ya o el tiempo le ganará y no quiere hacer esperar a sus acompañantes.

Si el omega se sentía conflictuado por no saber qué ropa usar (además de querer verse bien) era más que nada debido a que es la primera vez que acude a una feria desde que era un cachorro. Así que no sabe qué tipo de atuendo va con la ocasión.

Igual no tiene demasiadas opciones en cuánto a estilo, toda su ropa es llamativa, con estampados, bordados y colores pastel en su mayoría.

Al diablo con la etiqueta, lo importante es que me sienta cómodo.

Agarra unos pantalones acampanados de pana en un tono verde otoñal, una playera blanca con un estampado de una abeja con un tarro de miel y un cárdigan oversized de colores que lo protegerá del frío que ya hace en Londres, sobre todo en la tarde-noche.

Se viste con las prendas elegidas en un santiamén y del mueble de sus zapatos, Harry saca unos tenis Levis desgastados, son de sus favoritos, podría caminar con ellos por horas sin cansarse, ideales para el terreno irregular de la feria.

Corre a su tocador y desamarra la toalla de su cabeza. Si hay algo que le gusta de su tipo de cabello es que se acomoda bastante bien, son rizos naturales y rebeldes, así que solo lo cepilla un poco y aplica crema para peinar.

Al observar su rostro, Harry desearía poder tener alguna de sus cremas hidratantes y mascarillas de antes, al menos una de todas esas que echó a la basura sólo por tratar de cambiar para Robert.

Ya luego comprará otras, cuando tenga la oportunidad y si es que lo invitan a salir de nuevo, irá a la tiendita de cuidado personal que solía ser su favorita, donde se surtía de cremas, jabones, velas aromáticas y artículos para su skin care. Esas cosas lo hacían sentir bonito, física y emocionalmente, y esa es la impresión que quiere darle a las personas a su alrededor, las que sí valen la pena.

Se hidrata la piel con la única crema que tiene, se coloca brillo de labios y se enchina las pestañas. Abre su joyero en forma de mariposa y saca un collar de perlas rosa, le gusta mucho y queda a juego con su brazalete de cuarzo.

Contempla su look final en su espejo de cuerpo completo. Modela en varias poses y ángulos para ver si todo le sienta como debería y da un brinco cuando su celular comienza a sonar.

Es una llamada y es Louis.

—¿Hola?

—Hola, Harry. Buenas tardes. ¿Estás listo? Ya estamos aquí, afuera de tu casa.

—Ehm, sí. Ya salgo.

Cuelga y procede a meter su cartera, celular y llaves a un pequeño bolso con una gran correa que permite que se lo cuelgue a través del torso, muy práctico para ocasiones como esas.

A medida que se dirige a la salida de su casa, su emoción incrementa. Se siente como todo un adolescente a punto de salir en su primera cita con un alfa. ¿Cómo es eso posible?

Tranquilízate, Harry. ¡Vas a una feria por el amor de Dios!

Harry respira profundo y abre la puerta, sólo para darse de bruces con Louis.

El alfa lo sujeta de los antebrazos y le sonríe. —Hola, Harry. —Su mirada lo escanea rápidamente y se vuelven a posar en los suyos—. Te ves precioso.

Genial. No ha pasado ni un minuto en compañía de Louis y ya está ruborizado. El alfa luce increíble, lleva ropa cómoda también. Unos pantalones de mezclilla, tenis y un hoodie azul que resalta el color de sus ojos.

—Gracias. —Responde casi en un susurro—. Me alegra verte de nuevo.

—A mí igual. —Se inclina para darle un beso en la mejilla—. ¿Vamos? —le ofrece el brazo para caminar un trayecto ridículamente corto, pero Harry lo acepta encantado.

Al llegar a su auto, Louis le abre la puerta y el omega entonces saluda a Andy, inclinándose sobre el asiento trasero para darle un beso, el cachorro mueve sus piecitos de alegría y le devuelve el beso con gusto.

—¡Harry! —la efusividad del pequeño no deja de sorprenderlo, actúa como si no se hubieran visto el día anterior—. ¡Mira! —Le muestra su mantita, la que parece haberse convertido en un elemento fundamental para él—. Traje mi cobijita también hoy, por si me da frío para cuando regresemos de feria. ¿Estás emocionado por feria? ¡Papi y yo sí! ¿Verdad, papi?

Louis ríe y asiente, girando con maestría el volante, usando solo una mano. Harry casi babea con eso, ¿por qué demonios le pareció tan atractivo si solo está conduciendo?

—Claro que estoy emocionado, bebé. ¿Ya sabes a qué juegos te quieres subir?

El pequeño titubea un poco. —No sé. Ugh, nunca he ido a feria antes. Solo sé que quiero algodón de azúcar y que papi y tú se suban conmigo a los juegos.

Harry y Louis comparten una mirada cómplice, se sonríen y el alfa le asegura a su hijo que así será, le promete que los tres pasarán una hermosa tarde.

El resto del viaje transcurre con armonía, charla acompañada de risas y música tenue de la radio. La feria de otoño está situada cerca de Crimson Park, una zona en las orillas de la ciudad, alejada de la urbe y del ruido; es un área tranquila, apta para familias y personas que buscan divertirse y olvidarse por un rato del estrés laboral y lo rutinario de sus vidas.

Louis estaciona su auto en uno de los escasos lugares disponibles, ya está bastante lleno y eso sólo puede anticipar que la feria es muy buena, de lo contrario no estaría así de acaparada.

Apenas y apaga el motor, Harry se le adelante y abre su propia puerta para ayudar a Andy a salir. Lo libera de los cinturones de su asiento para cachorros y lo carga en brazos. —¿Quieres que nos llevemos tu mantita, pequeño?

—Se puede quedar en auto, Harry. —Recuesta su cabeza cerca de su cuello—. Te tengo a ti conmigo y no necesito mantita hasta que sea hora de dormir o frío. —Mete sus manitas dentro de su cárdigan y las frota—. Que calientito.

Harry le da un beso en la frente y se gira, dándose de bruces de nuevo contra Louis, quien parecía estar observándolos fijamente.

El alfa se cuelga la mochila de Andy y los lleva hasta el acceso principal a la feria, colocando su mano en la cintura del omega para guiarlo. Harry grita internamente ante esa acción.

El paisaje que los rodea es hermoso, el sol ocultándose en los cielos pinta de distintos tonos el lugar. Son los clásicos colores del otoño. Hay muchísimas atracciones, luces por todos lados, carpas, carritos con comida y chucherías.

Los sonidos son los que te imaginarías que escucharías en una feria así, son risas, música, comida siendo preparada y masticada, rechinidos de las atracciones funcionando y más.

Es una completa fiesta de olores de todo tipo también, todos agradables al olfato.

Harry y Andy están maravillados. Los ojitos del cachorro brillan. —Wooooow, ¡que grandote es este lugar!

—Lo es, pequeño. —Le responde Louis—. No lo recordaba de esta forma, la última vez que vine fue cuando tenía 17 años. ¿Y bien? ¿Qué quieren hacer primero?

—Lo que sea que Andy quiera hacer. Tú decides, bebé. —Harry le da un toquecito en la nariz.

El cachorrito barre la zona para meditar su elección. Y sus ojos se detienen sobre la rueda de la fortuna. —¡Allí! ¡Rueda, rueda!

—Vamos para allá entonces. —Concede Louis con una sonrisa.

Tiene una muy linda sonrisa. Debería usarla más.

La atracción acaba de iniciar una ronda, así que se forman para la siguiente. Delante de ellos hay una familia con una niña más o menos de la misma edad que Andy. La omega es quien la lleva en brazos, misma situación que ellos. La cachorra se voltea, ve a Andy y le dice hola con las manos.

El pequeño se apena, pero le devuelve el saludo. Harry y Louis se miran de reojo.

—Me llamo Sammy, ¿y tú? —se anima a preguntar la pequeña; sus padres se giran, encarándose con ellos tres para motivar la interacción de su hija.

Andy se mete un dedito a la boca. —Uhg, me llamo Andy.

—¿Qué se dice después, Sammy? —pregunta el alfa desconocido a la niña.

—Aaaammm, ¿mucho gusto?

—¡Así es, cachorra!

Louis le toca el hombro a Andy. —Y tú debes responder lo mismo, pequeño.

—Mu-mucho gusto, Sammy. —Avergonzado por la súbita interacción con alguien nuevo, Andy procede a ocultar su rostro en el pecho de Harry.

—Lo siento, es bastante tímido. —Lo excusa Louis y le revuelve el cabello.

—Oh, eso es bastante normal, no se preocupen. —Dice la madre de la cachorra—. ¿Disfrutando de una tarde familiar?

—Hmm, sí, algo así. —Responde Louis y Harry se muerde los labios—. Está increíble este lugar.

—Mucho. Deberían llevar a su cachorro al carrusel después, o a las tacitas voladoras. A Sammy le encantaron. —Aconseja el padre con amabilidad.

Oh. Ellos creen que somos pareja, que Andy es nuestro.

Louis carraspea, un poco tenso. —Gracias, lo llevaremos. Seguro le gustará también.

La fila de pronto comienza a avanzar, ya están subiendo las personas a la rueda. Los padres les desean que se la pasen muy bien y Sammy se anima a despedirse de Andy. El cachorro le dice adiós con su mano.

Es su turno de subir y el encargado abre la canastilla para ellos. —¿Quién va a sostener al cachorrito? ¿Mamá o papá? —inquiere como si nada—. Tenemos un cinturón de seguridad extra para él.

La pregunta hace que los dos se pongan nerviosos, no es tanto algo incómodo sino inesperado. Acaban de llegar y ya van tres personas que asumen que son familia. No tenían un plan sobre qué decir o cómo reaccionar en caso de que algo así ocurriera.

—Quiero quedarme con Harry, papi. —Andy responde, quitándoles la presión—. En el siguiente juego iré contigo.

Louis asiente y se sienta enfrente de ellos. El encargado sujeta bien al cachorrito y le pasa otra correa que lo une al regazo de Harry.

Cuando la rueda comienza a moverse y es el turno de su canastilla de elevarse hasta el punto más alto, el cachorrito se asoma para admirar todo el panorama, aplaudiendo y riendo a carcajadas.

—¿Ya vieron, papi y Harry? —pregunta y rebota sobre el regazo del omega—. ¡Es como si estuviéramos volando! Todo se ve taaan chiquito.

Los dos le dan la razón al pequeño, asomándose junto con él y apuntando las cosas nuevas que el cachorro nota. Harry se distrae por un momento del exterior, y mira a Louis, el alfa no disimula en quitarle los ojos de encima: lo está viendo con cariño. Es una mirada que Harry ha visto en películas de comedia romántica.

Sus hoyuelos se marcan en respuesta.

Después de la rueda de la fortuna, Harry deja que Andy camine y los guíe a ambos hacia donde quiera que él desee ir. El cachorro los toma de la mano a ambos, quedando él en medio y columpiando sus brazos con gusto.

Lo suben a las tacitas voladoras y ellos se unen al resto de padres que supervisa a sus pequeños mientras disfrutan del juego. Andy les saluda y les manda besos cada que su tacita pasa por su campo de visión.

El carrusel es el siguiente, y ahí es donde el cachorrito le pide a Louis que suba con él a un unicornio. El omega se sube a uno de un caballito de mar que queda justo a un lado de ellos.

Harry no tenía idea de lo mucho que se podía divertir, de lo mucho que podía sonreír en tan poco tiempo, de lo cómodo que su omega se sentiría en compañía de Louis y Andy.

De lo halagado que se sentiría con cada roce del cuerpo de Louis, con cada mirada y comentario adulador.

Ya con varios juegos borrados del checklist improvisado de Andy, los tres se topan con el área de carritos de comida y golosinas.

—¡Quiero algodón de azúcar! —El cachorrito apunta al carrito donde se están generando nubes de azúcar de varios colores—. ¿Puedo? Por favor. —Pide con un puchero.

Si fuera por Harry, él ya le habría dicho que sí, su omega se muere por consentir al bebé. Sin embargo, mira a Louis, esperando a que él decida.

—Sí puedes, pequeño. —Concede—. Sólo porque te comiste todo tu arroz y tu fruta antes de salir de casa.

Andy celebra y hace su pedido al dependiente. —Quiero uno verde, por favor. —Echa su cabecita hacia atrás para ver al omega—. Como tus ojos, Harry.

Louis le acaricia el cabello a su hijo. —Son hermosos ¿verdad, cachorro? Yo también quiero uno verde, por favor.

Las mejillas de Harry están ya tan rosadas como el algodón de ese color. —¿Ah, sí? Pues yo quiero uno azul, por favor. Hermoso tono el de ustedes dos.

El chico a cargo les da sus algodones, Harry intenta pagar el suyo pero Louis ni le da oportunidad a sacar su cartera.

Degustan sus algodones sentados en unas bancas frente a un conjunto de carpas. Andy le da a probar del suyo al omega y este hace lo mismo con el propio. El cachorrito termina con la boca y las mejillas cubiertas de glaseado verde así que Louis saca unas toallitas húmedas de su mochila para limpiarlo.

Ya la luz solar se ha ido por completo y ahora un centenar de luces de todos colores inundan el enorme sitio. Los grandes focos que enmarcan una de las carpas llaman la atención de Andy. Es uno de esos stands donde puedes concursar para intentar ganarte un premio.

—¡Papi, papi! —tira del brazo del alfa—. ¿Podemos ir ahí? Quiero jugar por premio.

Es un juego de tiro al blanco con una ballesta.

—Hmm, creo que eres demasiado pequeño para el juego, Andy.

El cachorro saca su labio inferior y enfurruña su cara en un puchero. —Pero yo quiero premio.

Entonces Harry enfoca su vista en los artículos disponibles para ganarse, y es ahí que entiende la insistencia de Andy. Hay un peluche de Winnie Pooh colocado entre los premios de mayor puntuación.

Se inclina hacia el alfa y le indica en un susurro que vea esa parte de la carpa. Louis reacciona con un "oh" muy marcado en sus labios. Ya lo entendió.

—¿Te parece si intento ganar el juego por ti, cachorro? —le pregunta a su hijo, tallándole las mejillas para disolver su puchero.

—¿De verdad lo harías, papi? —sus ojitos destellan, ilusionados.

—Claro, mi bebé. No existe nada que no haría por ti.

Oh, joder. Deja de decir esas cosas que me ponen tan mal. Es tan atractivo ver a un padre actuando afectuoso y atento con su hijo.

Se acercan al stand y el encargado les explica la dinámica.

Para acumular la mayor puntuación, Louis debe tirar un total de 10 figurines en movimiento usando las flechas de la ballesta. Están contadas así que no hay margen de error.

Harry levanta a Andy para que pueda ver bien el juego y le eche porras a su padre. Aunque en realidad, ambos terminan haciéndolo.

—¡Vamos, papi! ¡Tú puedes, papi! —canturrea el cachorro y Harry rebota en su lugar con él en brazos.

—¿Y tú? —inquiere Louis con los ojos fijos en el omega, la ballesta lista y en posición para ser disparada—. ¿No me desearás buena suerte?

Harry sigue ciegamente a su instinto cuando se acerca hasta él y besa su mejilla, recibiendo de lleno una oleada de sus feromonas de canela. —Suerte, Louis.

Da un par de pasos hacia atrás y nota que Andy tiene su boquita en una perfecta "o".

La música de inicio del juego empieza, y Harry y Andy sincronizan sus porras. Louis apunta, estabiliza su cuerpo y dispara, dando con cada uno de los diez figurines. Sin falla alguna. Una campanilla de victoria suena y las luces del techo del stand revolotean.

Andy aplaude, gritando que su papi es el mejor y el encargado felicita al alfa, preguntándole qué premio desea obtener. Él ya sabe cuál, pero Harry espera que le permita al pequeño hacer la elección.

Y lo hace, no lo decepciona.

Louis se gira hacia ellos y toma al cachorrito entre sus brazos.

—¿Cuál quieres, bebé?

—¡El Wnnie Pooh, papi! —señala con sus deditos al oso amarillo.

El dependiente lo baja y se lo entrega, sonriente y felicitándolos una vez más. Andy abraza con fuerza al peluche en cuánto lo agarra. Casi ronroneando de felicidad.

Al fin tiene su osito que tanto quería.

—¡Mira Harry! Ya tengo mi osito, está muy suave. —Lo aprieta contra sí—. Ya solo falta que huela a bombones. Ugh ¿puedes ponerle tu olorcito, por favor?

Su omega no lo duda ni un segundo, agarra el oso de peluche y lo impregna de sus feromonas bajo la atenta mirada de ambos alfas.

Después de eso, recorren unas cuantas carpas más, encuentran una con un juego en el que sí puede participar Andy porque solo es de arrojar pelotas de plástico a una canasta. Y al parecer, la puntería es algo que el cachorro ha heredado de su padre pues logra meter una buena cantidad de pelotas al cesto.

La mujer a cargo del juego le muestra a Andy los premios disponibles y este elije uno de un lobito gris con ojos azules.

—Toma, Harry —le dice el cachorrito, adorablemente ruborizado—. Es para ti, lo gané para ti.

El omega se lleva una mano a la boca, conmovido, mira a Louis, quien sostiene a Andy, y el alfa luce un tanto sorprendido por la ofrenda de su cachorro hacia él. Batalla para que su sensibilidad no juegue en su contra, pero aún así sus ojos se aguadan.

Harry acepta el peluche y se acerca a abrazar y besar al cachorro, lo hace tres veces, en su nariz de botón y en ambas mejillas.

—Muchas gracias, bebé hermoso. Es el peluche más lindo que alguien me ha dado.

Andy mueve sus piecitos, juguetón. —Lindo como Harry.

Sí, lo adulador viene de parte del padre también.

Con sus peluches en mano y habiéndose detenido a comer una que otra golosina más, los tres se aventuran a terminar de recorrer lo que resta de la feria, o al menos, una gran parte de esta. Y Andy, a pesar de haber consumido azúcar suficiente como para mantenerlo activo, comienza a sentirse fatigado también; Louis lo lleva cargado cuando el pequeño deja salir un bostezo.

—Creo que esa es la señal para irnos ya a casa —menciona Louis y Harry está de acuerdo—. Además, ya hace frío, no quiero que te vayas a enfermar, cachorro.

Andy se talla un ojo, abraza su peluche y recarga su cabeza contra el hombro de su padre. —Okay, papi.

Cambian su rumbo hacia la salida de la feria y justo cuando van pasando por las últimas carpas y stands, Andy eleva su voz de pronto:

—¡Es una cabina de fotos! —espeta con voz aguda, señalando una carpa de colores con un letrero luminoso que dice "Fotos instantáneas" en letras grandes—. ¿Podemos? —Aún amodorrado, el cachorro está muy interesado en entrar a esa cabina—. ¡Por favor, por favor!

Louis frunce ligeramente el ceño. —¿De verdad quieres unas fotos, pequeño?

—¡Sííí! —Agita sus manitas y mira al omega—. Quiero foto de nosotros, de Harry con nosotros y nuestros peluches. Quiero foto de recuerdo de hoy, por favor. Para ponerla en mi cuarto y recordar hoy todos los días.

Louis mira a Harry, no hay nada que meditar en realidad. Él también quiere tener una foto de esa fantástica tarde con ellos. Quiere recordarlo. Y se siente tan halagado de que Andy haya pensado en ello, en tener un pedacito que les permita regresar siempre a lo vivido ese día.

El alfa le musita un "gracias" por lo bajo y lo sujeta de la cintura con su brazo libre para permitirle entrar primero en la cabina fotográfica.

Los tres se sientan en la banquita frente a la cámara, la cual ofrece tres fotografías por un solo pago, eligen ese y piden una copia de esas mismas fotos para Harry.

Él y Louis se sientan uno al lado del otro, dejan a Andy en medio de ellos y acomodan a sus respectivos peluches para que también salgan en la toma, la cámara lanza las ráfagas y los tres hacen poses diferentes.

En la primera, cada uno besa una mejilla de Andy mientras este frunce sus labios en forma de "piquito". En la segunda, recargan sus cabezas entre sí y sonríen de lado a lado. En la última, los tres simplemente hacen caras divertidas.

Louis tampoco deja que Harry pague sus fotos, sólo le pasa su tira de instantáneas.

Las fotos salieron perfectas, los tres en verdad lucen geniales juntos.

De camino al auto, Andy sigue embelesado con la tira de fotos. Ahora es Harry quien lo lleva cargado.

—¿Vas a enmarcar nuestras fotos, papi? Es que salimos muy bonitos. Como familia. —Comenta acompañado con un bostezo.

El alfa tose ante esa última afirmación. Harry opta por acomodarse el cabello, nervioso.

—Claro, cachorro. —Le responde sonriente y presiona el botón para quitarle el seguro a las puertas del auto—. Le pediremos a tía Lottie unos marcos para poner las fotos en tu cuarto.

Andy asiente con otro bostezo, está bastante somnoliento ya. Louis intenta quitarle al cachorro, pero Harry niega con la cabeza.

—Oh, no te preocupes, yo puedo acomodarlo en su asiento.

—Gracias, Harry. —Se inclina hacia su pequeño—. Andy, ¿qué le tienes que decir a Harry?

El bebé levanta su cabeza del hombro de Harry y lo mira. —Gracias por venir con nosotros a feria. Fue la tarde más bonita de toooda mi vida. —Le da un beso—. Te quiero mucho.

El omega de Harry se retuerce de ternura en su interior y le llena la carita de besos, Andy se ríe.

Coloca con cuidado al pequeño en su lugar, lo asegura con los cinturones del asiento para cachorros, le da a su Winnie Pooh para que lo abrace y lo cubre con su mantita favorita.

Andy emite ligeros ronroneos, algo típico en los cachorros cuando están cómodos y a punto de dormir. Harry se inclina una última vez y le da mimos de esquimal al pequeño, quien ya tiene los ojos cerrados.

—Mami —la voz adormilada de Andy sale más como un susurro que como una palabra completa.

Y Harry da gracias al cielo que Andy no se lo haya dicho por todo lo alto y consiente, porque esa palabra tiene el poder suficiente para destruirlo.

Su omega tiembla en su pecho y trata de convencerse de que eso último no fue para él en realidad. Ya estaba dormido, debe llamar a su madre en sueños.

Afortunadamente, Louis tampoco escuchó el llamado que Andy emitió.

Harry toma un gran respiro antes de entrar al asiento de copiloto. Sostiene el peluche de lobito en sus piernas y juguetea con el pelaje de animal mientras Louis maniobra para salir del terreno y tomar la carretera de camino a casa.

La charla que comparten se resume en agradecimientos por parte del alfa, comentarios divertidos y risas por todos los momentos compartidos ese día.

A medida que se acercan a la casa del omega, este puede percibir un ápice de nerviosismo y ansiedad en Louis, como si estuviese pensando arduamente en algo o alguien. Harry lo percibe en su aroma a canela. Andy tenía razón, pica en la nariz.

Al llegar al destino, Louis se estaciona en el mismo lugar que la vez pasada y su caballerosidad se vuelve a hacer presente al abrirle la puerta y acompañarlo hasta la puerta.

Harry saca las llaves de su bolso. —Me divertí mucho hoy —le dice sonriente—. Gracias por invitarme. Fue maravilloso. —Aprieta afectuosamente al peluche—. Andy es un bebé tan lindo. Cuídalo mucho, Louis. Tienes un extraordinario cachorrito.

Louis sonríe. —Lo sé, y no tienes que agradecerme nada. Todo te lo debo a ti, a ti y a tus dones. Hoy no hice más que confirmar mi teoría ¿sabes?

Harry baja su mirada, ruborizado. —¿Y cuál es esa?

—Que eres un ángel, un hermoso omega que llegó a alegrar los días de Andy y los míos.

Louis lo toma del mentón, haciendo que sus miradas se conecten. Avanza un par de pasos hasta estar casi nariz con nariz. Están malditamente cerca. Sus olores se mezclan y Harry se deleita con ello, tan similar al aroma de su chocolate caliente.

—Me tienes fascinado, Harry. Todo en ti me atrae. Y no creo que pueda ocultarlo más.

—Louis... yo-

—Quiero cortejarte, Harry. —Le confiesa con voz dulce y ronca, acariciando sus rosadas mejillas, el omega se inclina hacia su tacto—. Quiero... que me des la oportunidad de estar cerca de ti, de conocerte... y si es posible, de adorarte.

Nota que el alfa posa su mirada en sus labios y eso es todo lo que al omega le basta para colgarse de su cuello y sellar sus bocas en un beso.

Louis se lo corresponde al instante y lleva sus manos hasta su cintura, deslizándolas por debajo del cárdigan y apretando cariñosamente a su paso.

El primer tacto de sus lenguas es tímido, pero les toma unos pocos segundos para acostumbrarse a la sensación y para seguir besándose como si se conocieran de otra vida.

¿Para qué lo niega? ¿Para qué intenta resistirse? Él se siente igualmente atraído a Louis.

—¿Esto es un sí? —pregunta el alfa contra sus labios, recargando su frente contra la suya.

Las mariposas en su estómago revolotean como locas cuando contesta, es la parte irracional de él la que está tomando el mando en sus decisiones: —Sí.

Louis le da un beso más. —No te decepcionaré, te lo prometo. Ni Andy ni yo. Quiero que vengas mañana a mi apartamento, si es que no tienes algún compromiso.

—No lo tengo. —Responde y sus hoyuelos se marcan, Louis se los besa—. ¿A qué hora?

—¿Te parece bien si comemos juntos? Sería a eso de las dos de la tarde.

—Me parece perfecto.

—Genial —se sacude un poco en su lugar, similar a la forma en que Andy lo hace—. Estoy emocionado. Gracias por darme el permiso de cortejarte, Harry. —Lo besa una última vez, Harry se despide de la calidez de su boca y del roce de su barba—. Te veré mañana entonces. Dulces sueños, omega.

...

Esa noche, Harry se queda dormido rodeado del olor de Andy y Louis impregnado en el lobito de peluche que sostiene entre sus brazos. Y por primera vez desde hace mucho tiempo, Harry se siente motivado por la posibilidad de un amor naciente.

Uno que espera, no lo vuelva a decepcionar. Que pinte algo más allá del blanco y negro, sombrío y severo, al que Robert lo había sometido tiempo atrás, haciéndole creer que así era cómo el amor debía sentirse. 

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