Kisses & Cuddles
—¡Annie! ¡Espera un jodido segundo!— exclamó Hitch intentando alcanzar a la rubia — ¡Annie!— era inútil, la castaña entornó la mirada con resignación y dejó de correr tras su amiga, no tenía remedio, así que prefirió cubrir la distancia restante con una paciente caminata.
Logró alcanzarla minutos después en la parada de autobuses, Annie todavía esperaba impaciente el siguiente vehículo.
¿El motivo? Se le hizo tarde para ver a su novio.
Era increíble cómo el amor cambiaba a las personas —pensó— , la mismísima Annie Leonhart había sucumbido ante el velo del afecto romántico. Aunque Hitch siempre sospechó que la rubia ocultaba una faceta sensiblera y predispuesta al amor detrás de su gélido revestimiento de desinterés... resultaba sorprendente.
Le agradaba.
Armin había conseguido que Annie se atreviera a dar el salto de gracia lejos de su zona de confort, que saliera del cristal que la aislaba, razón por la que Hitch se sentía de algún modo agradecida; empero, no lo reconocería en voz alta.
—No tenías que seguirme hasta aquí— comentó Annie logrando que Hitch despabilara.
—Tengo que asegurarme de que tomes el transporte correcto— se encogió de hombros, como si fuera algo obvio.
— Hablo en serio, no te presentaré a Marcel —la rubia habló con aspereza, pero al final suavizó su tono—, gracias de todos modos.
—Eres la peor amiga del mundo— recriminó indignada—, ¿por qué no quieres presentarnos?
Annie se encogió de hombros. Hubo un extraño silencio que fue acaparado por el chirrido de las llantas frenando; Hitch estuvo cerca de protestar, pero Annie se aferró a su bolso y pronunció una especie de despedida, desapareciendo tras las puertas plegables del autobús que estuvo esperando hasta ese momento.
El recorrido fue increíblemente tardado para la grandísima suerte de la rubia.
Una vez fuera del vehículo, le quedaba un pequeño tramo hasta la casa de Armin. Lo cierto era que debió estar allí hace una hora, pero el mal andar que la persiguió todo el día se lo impidió, como si no fuera suficiente el haber tardado media hora porque el instructor Shadis decidió castigar a todos por las tonterías de Springer en la clase de gimnasia; el teléfono de la rubia decidió expirar antes que pudiera dar un aviso de su tardanza; de no ser por Eren, quien se ofreció a recoger los libros de la biblioteca que Annie solicitó para Armin, ella seguramente seguiría en la columna de préstamos, le ahorró tiempo en lo que ella iba a las duchas y cambiaba su uniforme deportivo por un atuendo más apropiado. Todo fue una carrera para ella en ese momento. Incluso Mikasa mencionó que, contrario de su conducta habitual, Annie lucía especialmente intranquila, demasiado.
Era cierto.
Estaba preocupada por Armin.
La intempestiva llegada del invierno incidió en Armin y su condición hiper-sensible al frío: el pobre tuvo que recluirse en su habitación, lejos de las corrientes que terminan derribando sus defensas como si de piezas de dominó se trataran.
A Annie se le encogió el corazón al recordar lo desanimado que se escuchaba Armin al teléfono cuando conversaron en la mañana; sus charlas antes de la escuela convirtieron en una actividad rutinaria desde que él se recluyó: Abandonar la escuela, sus actividades y amigos fue un proceso complicado para el Arlert. Las videollamadas no lo compensaban, nunca sería lo mismo y Annie lo tenía muy presente, porque ella misma extrañaba a su rubio, inmensamente.
Además, le prometió visitarlo ese día.
Ni bien llegó a la casa de su novio, Annie se apresuró a presionar el timbre un par de veces; escuchó unos pasos pacientes tras la puerta y esto hizo que se erigiera en seguida debido a la expectativa. Los goznes desgastados rechinaron y la puerta por fin fue abierta por el abuelo de su novio.
—Annie, querida, me preocupa tu tardanza— el abuelo de Armin le dedicó una sonrisa gentil, abrió la puerta completamente y se hizo a un lado para dejar pasar a la jovencita.
—Lo siento, abuelo, la clase final se retrasó y me quedé sin batería en el camino— explicó rápidamente, el señor Arlert cerró la puerta y ambos atravesaron el pasillo—. Lamento ocasionar problemas.
—Lo bueno es que estás aquí sana y salva, Armin se alegrará de verte —la guió hacia la sala con un andar paciente, luego habló bajito pero con la mirada impregnada de orgullo—. Ha sido un buen muchacho, se ha esforzado por mantenerse al tanto con las materias de la escuela.
Fue inevitable que la rubia delineara sus labios con una discreta sonrisa, estaba orgullosa, pero eso no era nada nuevo.
—Lo educó muy bien, es todo un Arlert—felicitó Annie con un tono suave y sincero, la familiaridad de ese espacio era difícil de lograr en su propio hogar.
—Es cierto — afirmó el anciano, pero pronto cambió de tema—. Annie, necesito tu ayuda.
Ella asintió, dando a entender que estaba escuchando con atención.
—Tengo un juego de ajedrez con unos viejos amigos, volveré antes de la cena.
Oh...
—Cuidaré bien de su nieto— aseguró Annie con serenidad. No mentía, cuidar de Armin y brindarle compañía era el objetivo de esa visita.
—Nada de saque dulce— advirtió el señor Arlert, luego añadió—: estaré aquí dentro de unas horas; no me esperen si no llego para la cena, corre el tiempo, sean cuidadosos...— dio la media vuelta y salió de la casa con una despreocupada sonrisa veterana y difícilmente justificable.
Annie no supo cómo responder.
¿Acaso le estaba sugiriendo ocultar la evidencia?
Sacudió la cabeza, debía cuidar de su novio. Cuidarlo en el sentido literal. Rayos...
Se deshizo de su calzado antes de subir al segundo piso, tomó su bolso y se encaminó a la habitación de Armin. Golpeó la puerta , sin embargo; no obtuvo ninguna respuesta.
—¿Armin?— recibió un prolongado silencio, empuñó el pomo de la puerta y esta se abrió fácilmente.
Annie dudó, pero al final ingresó a la habitación. El cambio de temperatura fue notable, ella decidió deshacerse de su suéter... demasiado calor. Entrecerró los ojos escaneando la habitación, todo estaba en orden, supuso que Armin debía estar en el baño, por lo que dejó su bolso sobre la silla del escritorio y se dispuso a acomodar los libros que le llevó. El ruido de la puerta del baño la espabiló.
Una nube de vapor rodeaba al chico frente a ella, la rubia abrió los ojos alarmada al ver a su novio temblando, envuelto en un pijama abrigador, con el cabello todavía mojado. Armin levantó la mirada, la encontró. Ambos se quedaron en silencio por unos segundos.
—Por Ymir— susurró Annie, inmediatamente buscó una toalla seca en una de las gavetas del armario— Armin...— se aproximó al rubio con la intención de ayudarlo a secar su cabello dorado, pero Armin fue más rápido, con un simple movimiento la envolvió en un abrazo y enterró su rostro en el cuello de la rubia. Ella se paralizó por unos segundos, pero la cálida sensación en su pecho la instó a corresponder el gesto.
—Sí viniste— Armin pronunció en murmullos, visiblemente complacido—, Annie...
Ella se apartó lentamente , él aligero su agarre y ambos volvieron a mirarse. Armin le dedicó una sonrisa sincera. Ella negó divertida entornando la mirada, cubrió la cabeza de su novio con la toalla y le indicó que la inclinara hacia ella.
—Tonto... —le susurró despacio— por supuesto que iba a venir — con un suave masaje comenzó deshumedecer. Él se dejó hacer, aunque su obediencia no duró mucho...
Armin envolvió la cintura de su novia y la acercó un poco más a él, quiso reír al notar que Annie se mordía el labio inferior, probablemente para evitar regañarlo. Luego de no ver a su linda novia por varios días, el nivel de cercanía que estaban compartiendo en ese momento era más de lo podía soportar, Armin reafirmó su agarre en la delgada cintura de la rubia y con la misma convicción haló de ella, y le robó un corto beso.
Annie bajó los brazos por el efecto del repentino gesto afectivo, dejó la toalla sobre un mueble y se alejó de él unos segundos con una mano cubriendo sus labios, él solo la observó con diversión y un extraño brillo en la mirada, a Annie le ganó un sonrojo e hizo lo que debió hacer desde el principio: Tiró del cuello del pijama del chico para volver a besarlo, esta vez profundizó el contacto. Armin aceptó de buena gana y la guió hacia la cama con lentitud sin separase de sus labios, disfrutando de cada segundo. Ella cayó sobre el colchón, Armin se posicionó sobre ella y volvió a besarla con ganas. Annie abandonó un sonido entrecortado por las caricias del rubio, esto solo ayudó a encenderlo, ella no se quedó atrás y le recorrió el torso con las manos inquietas, de pronto el pijama de su novio le parecía una prenda tan innecesaria...
Estuvieron así por otro rato, hasta que la necesidad de aire los obligó a separarse,su respiración seguía agitada...
Todo ese tiempo sin estar juntos pasó factura por ellos, se echaron de menos, más de lo que querían admitir
—Lo siento— pronunció Annie, jugueteando con las hebras del rubio.
Armin enarcó una ceja inquisitiva.
—¿Por qué te disculpas?
—Por tardar tanto en llegar, pasaron cosas...— explicó, sin explicar. Armin entendió que no fue agradable para Annie pasar por lo que...
—Pero estás aquí...— ofreció con una sonrisa, ella asintió y volvió en sí al percatarse de cierto detalle.
Olvidó secarle el cabello.
—Ahora que te veo puedo estar más tranquila... ¿Dónde guardas el secador? Tu cabello sigue húmedo, te hará daño.
—Mmmh, en el segundo cajón —señaló con la cabeza, Annie fue por el aparato y Armin se sentó, no la perdió de vista en lo que la rubia atravesaba la habitación.
—Eres espeluznante, Arlert— le dijo en lo que conectaba el cable de la secadora.
Armin rió suavemente.
—Lo siento, solo pensaba... eres tan hermosa...— el rostro de Annie enrojeció al instante. Como si el calor dentro de la misma habitación por causa del calefactor activo por encima de la media no la estuviera sofocando, Armin se las arreglaba para avergonzarla de todos modos. Optó por evitar la mirada de su novio, él rió y Annie ya se imaginaba la burla cariñosa en la expresión del chico, esta vez no iba a permitir que se saliera con la suya.
Ajustó la temperatura de la máquina y le indicó a Armin que se acomodara al borde de la cama para que ella pudiera secarle el cabello, él obedeció y se quedó en silencio, relajándose ante el toque de los gráciles dedos de su novia.
Eso, hasta que un pensamiento invasivo estropeó su calma.
—¿En qué piensas? —inquirió Annie, extrañada por el inusual mutismo de Armin. El ruido del aparato fungía de fondo.
—Estaba preocupado...— confesó él, con total sinceridad— no contestabas las llamadas... no quiero exponerte a ningún peligro, pero lo hice con mi petición de que vinieras a verme, por Ymir... que vinieras sola hasta aquí...
Algo dentro de la rubia se removió, sentía el malestar de Armin a flor de piel, la inquietó; no merecía culparse a sí mismo por situaciones fuera de su alcance.
—Armin... vine aquí porque quería verte, Shadis decidió pasar de la hora, Eren me ayudó a conseguir los libros , salí de la escuela en cuanto pude... mi teléfono se apagó y no pude avisar, pero Hitch me acompañó a la parada... deja de culparte.
—Lo siento...— Annie frunció el ceño ante la contestación, el ruido de la máquina comenzaba a irritarle; pero en el fondo, escuchar a Armin le hizo dar cuenta de que el estado de ánimo de su novio no era tan bueno como aparentaba.
—Olvídalo...— pronunció con suavidad, a veces odiaba no poder hacer más por él, le frustraba no ser de ayuda.
Un silencio nada grato inundó la habitación, Annie se sintió peor, no quería ese silencio, lo detestaba...
—Annie...
—¿Sí?— inquirió ella, nuevamente animada, tal vez ella estaba ahogándose en un vaso de agua.
—¿Eren?— preguntó Armin, nuevamente con ese tono suyo plagado de inseguridad. Con esa sugerencia desagradable de por medio. El brillo esperanzado del segundo anterior se disolvió en un parpadeo, los ojos de la rubia se apagaron y fueron cubiertos por una capa de decepción...
Bien, alguna vez Annie se sintió atraída por Eren, alguna vez... en la secundaria. Un sentimiento fugaz, uno que no llenaba ni la base de lo que era el rubio para ella, pasaron años y Armin no era capaz de dejar el tema de lado. Llevaban poco más de un año de relación, ya estaban a unos meses de acabar la preparatoria. El plazo razonable expiró hace mucho tiempo.
—Sí, Eren...— no ameritaba explicaciones... Armin se estaba comportando como un gran tonto.
El silencio regresó. Annie no quiso adivinar lo que rondaba por la mente del rubio, pero ya lo imaginaba, por más que quiso ignorar el nudo que se le formó en la garganta, no pudo... le estaba doliendo volver a lo mismo. Esos celos suyos... eran tan...
Resopló fastidiada, apagó la máquina y la regresó a su lugar en completo silencio, Armin no la estaba mirando. Parecía un mal chiste que hace unos minutos estuvieran en una sesión de besos y coqueteos. ¿Cómo se permitían llegar a ese punto? Se estaban ahogando en una gota...
Annie caminó hacia Armin, despacio, se detuvo a dos pasos de alcanzarlo y él por fin levantó la mirada. Annie no dudó dos segundos en picar su frente, no lo hizo con fuerza, pero quería una reacción, algo...realmente estaba molesta.
—Auch...— se quejó Armin, frunció la frente y la miró con desconcierto.
—Lo que sea en lo que estés pensando, déjalo ya— refunfuñó la fémina sin dejar de mirarlo con severidad.
—No sé a qué te refieres— respondió de la misma forma, eso solo logró que la decepcionara...—, solo pregunté por Eren, ¿por qué le das tanta importancia?— su mirada antes cálida vislumbraba cinismo, al igual que su sonrisa.
—Estás siendo un idiota— soltó la rubia, maldijo la tonta debilidad que él lograba sobre ella, maldijo que sus ojos se recubieran con una capa de lágrimas con tanta facilidad. Se sentía tan frustrada.
La expresión del rubio cambió al percatarse de lo que acababa de hacer, Annie no desvió la mirada a tiempo y él notó las lágrimas en los celestes ojos de su novia. Se puso de pie a prisa, alarmado, de pronto la nube —tormenta— de sus pensamientos se esparcieron y fue tarde para él cuando intentó retractarse, ella rechazó su toque.
—Annie... — intentó acercarse, pero la mirada fiera de la blonda le advirtió que se quedara en donde estaba.
Él la miró suplicante, tenía presente las habilidades de su novia, sabía que podía patearle el trasero sin que él advirtiera el momento; pero necesitaba arreglar su momento de idiotez, sabía que lo había estropeado, no era la primera vez... por lo que era doblemente idiota.
—Annie— pronunció más alarmado, necesitaba una mínima señal de que todavía podía arreglarlo, no había pasado tanto esperando por verla para dejar que todo se fuera por la borda de esa forma—, por favor...
Ella se acercó a él y levantó la mirada, enfrentándose con la del chico, estuvo cerca de decir algo impulsivo, pero no valía la pena. No era lo que quería decir y no caería en el mismo laberinto al que Armin concurría.
—Estoy harta de que Eren siga siendo un tema de discusión— pronunció al fin, remarcó todo su descontento sin dejar de mirarlo— Eren te ayudó, idiota, porque es tu amigo y quiere colaborar en lo que pueda. Si ayudarte es conseguir unos libros, lo hizo. Esto no fue por mi, ni un poco, estás siendo irracional... Ya no quiero— el corazón del rubió se disparó lleno de pánico.
—Ann... — Armin hizo el intento de tomar su mano, a pesar de la reticencia inicial, ella terminó por entrelazar sus dedos con suavidad.
—Te amo— le dijo ella, aún con la expresión defraudada—, idiota... —esta vez se le escapó la voz, se apagó al final y esto terminó por romper el corazón del Arlert.
Era un reverendo idiota. El más grande de ese universo...
—Lo siento— la abrazó, volcó todo su arrepentimiento—, te amo— le susurró al oído— soy tan estúpido, haré lo que sea... por favor, no te vayas—pronunció suplicante.
Ella rió con sarcasmo.
—Debería hacerlo... pero le prometí al abuelo que te cuidaría— Armin sonrió aliviado, con suavidad, acunó el rostro de Annie entre sus manos y depositó un beso en uno de sus pómulos.
—El abuelo lo aprobaría, después de todo, me lo tengo bien merecido— en ese punto solo atinó a besarla y ajustar su agarre.
—Sí— ella estuvo de acuerdo—, deja de darme motivos para irme, Armin, deja de ser tan ...
—Idiota— completó él.
Annie asintió y apoyó la cabeza en el pecho del rubio, Armin deslizó ambas manos por la espalda de ella, con cuidado acercó sus cuerpos. No estaba siendo sugestivo; en cambio, buscaba brindarle algo de confort con el gesto. El abrazo fue cálido y suave, arrulló sus corazones devolviéndolos a la quietud. Se quedaron así por un rato, solo extendiendo la declaración de lo inevitable, Annie esperó lo necesario, pero no estaba dispuesta a alargar el asunto.
—Necesitas hacer méritos, Arlert— enunció con seriedad, ambos se apartaron, solo un poco, lo necesario para darse la cara.
Armin dejó un suspiro y movió la cabeza en asentimiento, todo lo que podía hacer en ese instante por ella era proporcionarle seguridad y confianza, aunque también...
—Todo lo que ordenes, amor...—con una mano elevó el mentón de Annie para encontrar una mirada curiosa y expectante, no quiso hacerla esperar y cortó la distancia que los separaba probando sus labios con algo de hambre. Los latidos de la rubia se dispararon descontrolados, Armin casi logró que ella olvidara su molestia, casi.
—Deja de ser tan inseguro... — pronunció Annie, escapando por momentos de los besos de su novio— un simple flechazo de hace años es eso, nada más. Estoy contigo, te quiero a ti, por una vez ...deja de sentirte indigno— Armin se paralizó, cortó el contacto y desvió la mirada, como un niño regañado por su travesura. Annie procuró mantener el hilo y luego de asegurarse de que su voz no flaquearía, continuó: — Eren es tu amigo, ¿cómo crees que me hace sentir todo esto?
—No volverá a suceder— prometió—, no tengo excusas, de verdad lo siento, Ann.— Esta vez fue ella quien acunó su rostro y dejó un suave beso en su mejilla, lo tomó de la mano y lo guió de regreso a la cama.
—A veces me sorprende que seas considerado un genio— se burló— ahora, quiero tu trasero sobre ese colchón, Arlert. No seré la responsable de tus crisis friolentas. Yo... necesito un respiro.
Tal vez no fueron las palabras correctas, Annie lo comprobó al ver el rostro del Arlert.
—Antes de nada, a diferencia de ti, Armin, yo no soy amante del calor y me estoy sofocando, necesito algo de aire fresco. No tardaré— le aseguró, dio la media vuelta, pero Armin logró alcanzarla antes de que consiguiera salir de la habitación. La tomó de la muñeca, ella enarcó una ceja interrogante.
—Reduciré la calefacción, no tienes que irte.
—Debes mantenerte cálido— le negó con la cabeza— no es negociable.
Armin dibujó una sonrisa ladina.
—Puedes ayudarme con eso— entrelazó sus dedos— recuéstate conmigo. Ambos cabemos bajo ese futón.
Cuando ambos terminaron de arroparse con el futón color salmón estampado de figuras de pollitos predilecto de Armin, entendieron que n o tenían remedio... simplemente adoraban pasar tiempo juntos. Annie eligió relajarse y dejar que Armin dirigiera la conversación, al final ella solo asentía o dejaba comentarios esporádicos; como siempre. Armin logró hacerla reír en varias ocasiones, el rubio no escatimaba en muecas, hasta llegó a ahuecar mejillas de su novia, su audacia le ganó varios ceños fruncidos. Annie, por su parte, peinó con sus dedos la cabellera de su novio; ella se relajaba de esa forma, él con mayor razón. Los masajes de la rubia siempre lo dejaban somnoliento, esta vez no fue la excepción.
Contaría como una reconciliación si no fueran así de melosos todo el tiempo, el concepto era para la pareja de rubios, un ritual colmado de pasión y carente de ropa. Pero ya habría tiempo para eso, Armin necesitaba recuperarse y hacer muchos... muchos méritos.
Solo esta vez, lo dejarían pasar.
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