xv. || repentance?

🪷⠀15. ▍¿ARREPENTIMIENTO?
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──¿Este es el camino correcto? ──Preguntó Percy mientras él y sus amigos veían la puerta que decía "no pasar". Estaban todos dentro de la oficina de Crusty, el medio hermano de Percy ━y medio calvo también estaba el señor━. Puesto a que este estaba acorralado por las sabanas de sus propios colchones; bueno, tal vez haya sido culpa de Annabeth por empujarlo.

Grover se armó de valentía para abrirla, pero un mal olor salió de ahí..

──¿Es el reino de los muertos o dejaron un cartón de leche allí desde los 90? ──Se quejó.

Annabeth dio vuelta a Dorian, haciendo que el chico le diera la espalda y sacó de su mochila una pelota de juguete que tenía dentro. ──Tienes muchas cosas innecesarias acá. ──Murmuró la chica dándole el objeto al sátiro. ──¿Mejor? ──Grover respondió que sí.

──Si nos metemos en problemas, estos son nuestros boletos de salida. ──Percy tenía en su mano las cinco perlas que Poseidón le había obsequiado.

──Nadie se va hasta que todos salgamos. ── Nadie regresa, dijo Crusty de fondo. ──¡Oye! No me hagas volver ahí. ──Le amenazó Annabeth.

Dorian sonrió un poco, le causó algo de gracia la reacción de su amiga. Además, le resultaba divertido como Grover jugaba con

──Ninguno sabe que hay abajo, creo que sería mejor que no las lleve todas yo. ──Así que el hijo de poseidón extendió su mano para que sus amigos pudiesen sacar la perla que les pertenecía, hasta que solo quedaron dos en su palma. Percy se las quedó viendo con la ilusión de poder recuperar a su madre, finalmente después de un recorrido agitado lleno de emociones.

El hijo de Hera veía con emoción la mirada de Percy, deduciendo lo que el rubio estaba pensando en esos momentos. Acarició su espalda por detrás como muestra de apoyo, o algo más que eso. Aún no podía comprender del todo sus sentimientos hacía Percy, habían pasado demasiadas cosas en una semana. Sin embargo, el pelinegro estaba seguro que no se detendría hasta averiguar el significado de los nervios que sentía en su estómago desde la vez en aquel bote de Hefesto.

──Vamos. ──Dijo Annabeth. Y así todos fueron uno por uno, entrando al apestoso lugar con sumo cuidado.

Y de repente, el olor se convirtió en el menor de los problemas para los cuatro. Porque resultaba que, el Inframundo era mucho más grande de lo que se imaginaban. Más terrorifico.

──Oigan, ¿es quién creo qué es? ──Preguntó Grover con la mirada fija en el río mientras aplastaba de forma nerviosa la pequeña pelota roja y chillona.

──Caronte, el barquero, llevando a los recién llegados por el río Estigia. Eso significa que allí está la puerta principal. ──Contestó Annabeth. Dorian se la quedó viendo un poco sorprendido e inquieto.

Por supuesto que más allá se encontraba la entrada al reino de los muertos. ¿Por qué tenía que ser tan grande? Ya de por si, las malas vibras del ambiente lo bajoneaban un montón y le hacían no querer sonreír. Cosa sorprendente si hablamos del hijo de Hera, quien era el semidios más sonríente que había pisado la tierra ──y el Olimpo, y el Inframundo── jamás existente.

──Vamos, tal vez podamos llegar antes. ──Finalizó Annabeth, pero antes... ──¿Por qué no mejor me la regresas? ──Y es que Grover estaba empezando a ser demasiado ruidoso con la pelotita. ──Caminen.

"Disculpe. Permiso. Perdón. Permiso."

Mientras se colaban en la fila de los muertos, Percy se aseguraba de despejar el camino para los demás. Aunque la situación era un poco graciosa, Dorian empezó a sentirse mal.

No sabía si era por el hecho de que estar bajo tierra le ponía mal, por estar cerca de los muertos. De alguna forma, los rostros de las personas le transmitían arrepentimiento, decepción, pánico, ansiedad y otras emociones negativas que no había experimentado con frecuencia. Él era un chico muy feliz y positivo, todos lo sabían. Pero ahora no se sentía de esa forma, y eso lo estaba poniendo muy mal.

Entonces, empezó a tener pensamientos que nunca antes habían podido llegar a su mente.

──Solo los tontos hacen fila. Deberían pasar algo de tiempo en la ciudad conmigo. Aprenderían mucho. ──Comentó Percy.

Tres segundos después, Dorian sintió como fue agarrado del brazo bruscamente haciendolo detenerse un momento. Era el último de los cuatro, y Annabeth no notó que dejó de avanzar.

──Eres una carga... ──Susurró con voz deprimida y profunda un muerto. El culpable del agarre en el brazo.

El pelinegro lo empujó y fácilmente se soltó. Su respiración se aceleró mucho más que cuando lo persiguió algún monstruo. Comenzó a sentirse débil, y solo siguió el rastro que dejó Annabeth para no separarse de los demás. Su mente aún divagaba cuando se dio cuenta que él y sus amigos se encontraban frente a Caronte.

──Ustedes no están muertos.

──O sea... todos moriremos... de algún modo. ──Respondió Percy nervioso.

──Y no pagaron para cruzar. ──Dijo el serviente de Hades yendose.

──¡Podemos pagar, podemos! ──Exclamó Grover. Él y Percy sacaron los dracmas apresuradamente mientras Annabeth se quedaba viéndolos pensando en que hacer. Dorian seguía distante a lo que verdaderamente estaba ocurriendo.

──Mejor quedese con el cambio. ──El rubio alzó su mano en donde tenía una buena cantidad de monedas. Pero Carionte solo lo vio y se llevó un silbato a la boca. ──Y se compra otro de esos. ──Añadió Percy al no escuchar el sonido de un pitido.

Unos gruñidos de animal resonaron y lograron medio sacar a Dorian de su trance. No del todo, pero algo era algo. Y el hijo de Hera no podía dar su ciento por ciento de apoyo en esos momentos porque realmente se sentía culpable.

Culpable de que gracias a él, no pudieron salir a tiempo del Lotus y por ende, habían desperdiciado días claves para completar la misión. Culpable de que los monstruos llegaran en un dos por tres sin poder hacer que sus amigos descansaran un día. Además, los problemas de comunicación, su maldición y todos sus complejos se relacionaban en una sola cosa. Su simple existencía. Y ahora mismo no sabía si las ganas de querer morir eran un efecto secundario al entrar en el Inframundo y si después quedarían como una secuela grave o algo por el estilo.

Llegó a la conclusión de que estaba arrepentido de muchas cosas, una de ellas era nacer. Pero realmente nunca pidió nacer. Aunque sabía que si vivir fuera una elección, el la hubiese elegido.

Dorian solo necesitaba que alguien le dijese en esos momentos que todos los problemas no eran su culpa. "Tal vez cuando te sientes miserable, comienzas a considerar que hasta el cambio climático es tu culpa. Y lo peor es que en verdad era así".

Ni siquiera sintió cuando Percy empezó a agarrarlo de la mano para correr por su vida del perro de tres cabezas. Pero ahí se estaba, recién dandose cuenta que sus piernas se encontraban en movimiento, sus brazos también para más velocidad. No fue suficiente para poder salvar a Grover.

"Quizás si no hubiese estado distraído, Grover estaría a salvo." Bueno, tampoco estaban tan a salvo corriendo.

──¡Vayan para allá! ──Genial. Annabeth tenía un plan.

Al estar dispersos, el perro se tropezó causando que la niebla rodeara el ambiente. Percy se quedó junto a Dorian. Para protegerlo a él y a si mismo, se colocó delante sacando a riptide. Atento a cualquier movimiento, pudo notar a Cerbero frente a ellos soltando sonidos de satisfacción. Como cuando un dueño le hace cariño a su mascota.

Resultaba que Annabeth le estaba haciendo cariños en el lomo, haciendo que la bestia se durmiese. Así, Grover pudo por fin salir. Aunque todo babeado.

──¡Eres... un perro... muy malo! ──Exclamó el sátiro abrumado. Dorian se acercó a él sacando una pequeña toalla de su mochila. Grover la acepto con gusto.

──¡Oigan! No puedo detenerlo por siempre. ──Exclamó Annabeth. Dorian se percató que el perro gruñía un poco y se alejó asustado. Le gustaban los animales, pero no en tamaño extra extra grande. Percy rió levemente y lo acercó a él para "protegerlo".

──Grover, ¿puedes llevarnos con los zapatos? ──La altura hacía arriba era consideranlemente baja, el plan se podía considerar decente y funcional. Pero Grover tenía miedo.

──Puedes hacerlo. Uno a la vez. ──Animó Annabeth con tono de desesperación. La pobre estaba cansada de rascar al perro de tres cabezas.

Maia. Grover llevó primero a Dorian al ser el menos pesado. Luego, tomó a Percy y lo subió con el mismo cuidado. Lamentablemente, los tres no contaban con la posibilidad de que su amiga se pudiese resbalar.

──¡Annabeth! ──Gritó Percy. Los tres chicos tenían un semblante de preocupación en sus rostros mientras esperaban alguna señal de su amiga.

Una pelota. Dorian agarró una pelota. La pelota pequeña roja y chillona. La hizo resonar.

Definitivamente no contaba con que Cerbero saltase encima de él. El rubio lo agarró para echarlo hacia atrás, por suerte no logró hacerce alguna herida. Sin embargo, el pelinegro quedó bastante aturdido. Más de lo que ya se encontraba con anterioridad.

Así que Grover y Percy ayudaron a la hija de Atenea a subir, mientras que los pensamientos intrusivos volvían a atormentar la cabeza de Dorian.

──Es una cuestión de matemáticas. Nosotros cuatro, más tu mamá somos cinco personas y ahora solo hay cuatro perlas. ──Grover empezó a divagar tratando de encontrar una solución al nuevo y creciente problema: La perla del sátiro estaba en el estómago de Cerbero. ──Alguien se quedará y debería ser yo.

──No fue tu culpa. Y aunque lo fuera, no te dejaremos atrás. ──Contestó Percy deteniendo su paso y volteandose a ver a su amigo. Annabeth y Dorian hicieron lo mismo, salvo que el último estaba desconectado del mundo real. ──Punto final. ──Entonces el hijo de Poseidón le dio otra perla. ──Luego de recuperar el rayo e impedir esta guerra, ustedes se van a ir. Con mi mamá.

──¿Qué pasará contigo? ──Percy se giró y siguió caminando ante la pregunta de Grover. ──Espera, espera. Percy, ¿qué pasará contigo? ──Grover y Annabeth empezaron a caminar siguiendolo.

Ninguno se dio cuenta que dejaron a alguien atrás. Aunque, dudo mucho que siquiera el mismo se haya dado cuenta que no podía moverse.

──Las misiones no son lineales, ¿cierto? Ya se me ocurrirá algo...

De repente, sintieron como si hubiesen otras personas en aquel bosque. Y ahí estaban. Solo que, eran una especie muy extraña... y terrorífica.

──Deben ser los Campos Asfódelos. Leí sobre este lugar. ──Annabeth se acercó con curiosidad a destapar los pies de uno de ellos.

──¿Esas son... raíces? ──Preguntó Grover confundido.

──Aquí las almas están atadas por el arrepentimiento. Atormentadas por decisiones que tomaron en la vida... o que jamás tomaron. ──Explicó la chica, antes de que sintieran los gruñidos del perro de tres cabezas. Era hora de correr.

No tardaron mucho en empezar a hacerlo, más el rubio se detuvo al percatar que el pelinegro no se encontraba con ellos.

──Oigan, oigan. ¿Y Dorian? ──Se detuvo rápidamente deseando que alguno de sus amigos tuviese una respuesta.

──¿¡No estaba con nosotros!? ──Annabeth exclamó preocupada.

──Bueno, creo que no... ¡todo estaba muy callado! ──Mencionó Grover.

──¡Grover, él siempre está callado! ──Le contestó Annabeth desesperada.

──¡Lo sé! Solo digo que su presencia es muy ruidosa. O sea, podemos saber cuando está con nosotros. Emana una energía positiva, estoy seguro que no solo los sátiros lo sentimos. ──Explicó Grover mientras iban de regreso con apuro a buscarlo.

──¡Pues sí! Es verdad pero... ahora estaba muy raro. ──Comentó Percy nervioso. Hasta que por fin dieron con él.

──Oh, tenemos un problema... ──Habló Annabeth horrorizada apenas vio intentado a su mejoe amigo salir de las raíces que rodeaban sus pies.

Percy y Grover trataban de ayudarlo a salir, pero era imposible. Dorian solo los miraba sintiendo ansiedad, no sabía que estaba pasando. Una cosa era segura para él en esos momentos: si lograban salir del Inframundo, nunca más en la vida entraría de nuevo.

──¡Chicos! Es muy resistente, no se puede. ──Dijo Annabeth luego de unos segundos.

──¿Cómo ocurrió? ──Preguntó Percy tratando de no alterarse.

──Te arrepientes de algo, ¿verdad? ──Grover lo miró. El hijo de Hera asintió apenado. ──Pero... ¿de qué cosa te arrepientes? ──Esta vez, no hizo ni siqiiera el intento de señalizar una respuesta.

« ¡Váyanse! », atinó a contestar. Los tres apenas entendieron por la oscuridad del lugar.

──¡No! Ni loco te dejaré aquí. Ni lo pienses. Estoy harto de soltarte. ──Respondió Percy con la voz entre cortada. Dorian sentía como las lágrimas querían salir de sus ojos, pero ahora mismo no quería llorar.

──¡Percy! ──Annabeth le llamó la atención. ──Yo me quedaré con él, usaremos las perlas. ¡Vayan! Estaremos bien. Confíamos en que pueden hacerlo. ──Sintieron el gruñido del perro más cerca que antes. ──¡Corran, ahora!

Grover y Percy asintieron, pero antes... el hijo de Poseidón le dio un beso en la mejilla a Dorian.

Annabeth no dijo nada ante este gesto, sabía que tenía otra conversación pendiente con el pelinegro y no era exactamente por consejos amorosos.

Tomó la mano de Dorian y al mismo tiempo, ambos tiraron su perla al suelo con confianza en que Poseidón los salvaría de aquella situación.

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