020

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CANSADA
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         Ella no era una buena persona.

         Eunji lo sabía y lo aceptaba. ¿Pero merecía todo lo que estaba sufriendo?

         Quería sufrir su luto, pero la preocupación de las personas a su alrededor no se lo permitían. ¿Por qué no la dejaban caer ante aquella oscuridad que le susurra?

         Junjeon venía todos los días a la casa a pedido de Nana para que hablara con ella o le hiciera compañía. Pero ella no quería eso, ¿Acaso no se daban cuenta que solo quería estar sola?

         El señor Koo le dio su espacio, el único ser humano que entendió que no estaba en condiciones para lidiar con el mundo real. Le agradecía por eso.

         Otro caso completamente diferente era su padre. Los primeros días la había dejado tranquila con su dolor, hasta que se hartó de esperar y venía a golpear la puerta de su habitación para ir con el abogado para ver el tema de la herencia de su madre. Al parecer el abogado no iba abrir el sobre hasta que ella también se encontrara presente.

         La verdad es que a ella ni siquiera le importaba lo que hubiera dentro de ese sobre de manila. No le llamaba la atención las cosas que le haya dejado su madre. No quería tener las cosas que alguna vez su madre utilizó. No lo deseaba. No quería manchar con su suciedad las cosas que su madre había dejado atrás.

         Siguió sollozando en el pecho de Suho sin importarle ensuciar su chaleco del uniforme con sus lágrimas.

         —Sabes—habló Suho mientras le seguía acariciando el cabello—... sé por el dolor que estás pasando.

         Ella levantó la mirada hacia él. Pidiendo con los ojos una explicación a qué se refería.

         —Mi mamá murió cuando yo era un niño.

         La mirada de Eunji mostró desaliento de inmediato.

         —Debió ser difícil—le dijo ella mientras hipaba.

         —Lo fue—la abrazó con fuerza—. Me dolió como poco a poco perdió su luz por culpa del cáncer.

         Los sollozos en Eunji aumentaron.

         —Mi mamá murió por cáncer al páncreas—susurró mientras se hundía en los brazos de Suho—. Fue duro verla pagarse. No sabes cuantas veces deseé por tomar su lugar. Cuantas veces quise quitarle el dolor.

         —Sufría mucho, ¿no es así?—Eunji asintió—Pero ahora está descansando en un lugar más tranquilo—Suho hizo que lo mirara para quitar las lágrimas con delicadeza—. Debes de recordarte de eso siempre.

         —Pero ella me ha dejado aquí. No me ha llevado con ella. ¿Qué debó hacer? ¿Por qué yo debo de permanecer aquí y no ir con ella?

         Suho no supo que responder, solo se limitó a abrazarla con fuerza. Porque hubo una vez en algún punto de su vida que también se preguntó esas mismas palabras.

         Eunji se aferró al abrazo de Suho, permitiéndose finalmente soltar todo el dolor acumulado. Las lágrimas brotaron aún más, y Suho la sostuvo con fuerza, ofreciéndole su hombro como apoyo. En ese abrazo, Suho buscaba ser el ancla en medio de la tormenta emocional que envolvía a Eunji.

         Esa ancla que Suho no tuvo cuando era pequeño.

         —Necesitas comer.

         Eunji, con la mirada perdida y la tristeza reflejada en sus ojos, vaciló ante la sugerencia de Suho.

         —No tengo hambre, Suho. Créeme que he intentado comer, pero simplemente no me pasa la comida.

         Al final siempre terminaba vomitando. Que caso tenía comer algo que luego no iba a votar.

         —Al menos intenta poco a poco—insistió el chico, recogiendo la charola de comida y ponerla en frente de ella.

         Eunji, aunque reacia, asintió ligeramente. Suho se mantuvo a su lado, ofreciéndole apoyo en silencio mientras ella intentaba darle al menos un bocado a la comida que tenía frente a ella.

         —Eso es, Eunji. Poco a poco—dijo alentándola—. Estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?

         Eunji, entre lágrimas y con la mirada aún perdida, agradeció con un gesto leve.

         Eunji se dio cuenta que estaba siendo egoísta con su dolor cuando salió de su cuarto acompañada de su Suho junto a un plato de comida vacío, y se encontró con su Nana. La mujer que por tantos años la había cuidado se había derrumbado al suelo.

         —Mi niña—había dicho la mujer entre lágrimas—. No me vuelvas hacer esto, por favor. Ya perdí a tu madre, no quiero perderte a ti también, ¿entiendes?—cogió su rostro con sus manos, inspeccionando y notando que había bajado de peso—. Tienes que comer. Tienes que mantenerte fuerte. La señora Choi no hubiera querido que te encontraras en este estado.

         Se dijo así misma que tenía que empezar a retomar su vida nuevamente. No por ella, sino por las personas que la rodeaban.

         En ocasiones, cuando estamos atravesando momentos de gran dolor, resulta complicado aceptar la ayuda de los demás, incluso cuando esa asistencia proviene de personas que nos preocupan. Eunji se encontraba sumergida en un torbellino de emociones abrumadoras, y aunque Suho intentaba apoyarla con sinceridad, ella parecía haberse cerrado emocionalmente, concentrada en su propia tristeza.

         Su Nana, preocupada por el bienestar de Eunji, agradecía a Suho en un intento de reconocer su amabilidad y preocupación. Sin embargo, Eunji parecía ajena a esas expresiones de gratitud. Estaba sumergida en un estado de ánimo abatido, un lugar mental donde las palabras amables apenas podían penetrar.

         A pesar de los esfuerzos de Suho y las muestras de agradecimiento de su Nana, Eunji parecía distante, como si se hubiera retirado a un mundo propio donde el consuelo y el apoyo eran difíciles de aceptar. No quería ser un peso para nadie ni sentirse vulnerable frente a los demás, y esto podía haberla llevado a rechazar o ignorar cualquier muestra de ayuda, por más bienintencionada que fuera.

         Sanaría, pero a su manera.

         El dolor y la pérdida pueden afectar de formas muy profundas y a menudo impredecibles. A veces, el proceso de aceptar la ayuda y el consuelo de los demás puede llevar tiempo, ya que cada uno enfrenta el dolor a su propio ritmo y de manera única. Es posible que, con el tiempo, Eunji pueda abrirse y aceptar la compasión y el apoyo que le rodea.

         —Estaré bien, Nana—le dijo cuando la mujer nuevamente se acercó a ella. Las lágrimas habían dejado de descender del rostro de Eunji, pero aquel cansancio y tristeza en sus ojos todavía estaba presente—. No me perderás a mí también.

         Lucharía por la mujer que la cuidó desde pequeña. Lo haría por Junjeon. Lo haría por su familia.

         Su mirada se dirige hacia Suho, quien la mira con un pesar que le pone incomoda. Se le es imposibles mirar al pelinegro y no pensar en la última petición de su madre.

         «Dale una oportunidad al amor.»

         Eunji cierra los ojos y niega. No era el momento. Quiere honrar la memoria de su madre, pero no ahora. No puede, pues el deseo de su madre es el más difícil por cumplir.

         —Amor...—susurra con una gracia fría.

         —¿Qué?

         Vuelve en si y deja sus pensamientos de lado cuando nota que tiene a Suho en frente suyo. ¿En qué momento se ha movido de lugar y se ha parado delante de ella? ¿Dónde se encuentra Nana?

         En el silencio los envuelve a ambos, cada uno estaba inmerso en su propio mundo interno de reflexiones y dilemas emocionales mientras los dos se miran a los ojos.

         Para Suho, la preocupación por el bienestar de Eunji se reflejaba en su mirada. Quería ser el apoyo incondicional que él no tuvo años atrás, pero la incertidumbre sobre cómo abordar su dolor lo llenaba de inquietud. Él ansiaba estar allí para ella, pero también se preguntaba si su presencia era suficiente o si podía hacer más para ayudarla.

         En cambio, en los ojos de Eunji se reflejaba un conflicto emocional más íntimo. Aunque su corazón latía más fuerte cada vez que miraba a Suho, la cicatriz del dolor pasado aún estaba fresca en su alma. Temía abrirse, permitir que los sentimientos florecieran y exponerse a la vulnerabilidad que implicaba enamorarse. Estaba dividida entre la posibilidad de encontrar consuelo y apoyo en Suho y el miedo a revivir el sufrimiento que el amor le había causado en el pasado.

         El silencio entre ellos resonaba con preguntas no formuladas, emociones crudas y una conexión no verbal.

         A medida que sus miradas se encontraban, se transmitían mensajes que las palabras no podían expresar. Cada parpadeo, cada suspiro, reflejaba la complejidad de sus sentimientos y la indecisión que habitaba en sus corazones.

         Suho tuvo la valentía de rozar la punta de sus dedos con el rostro de Eunji en un gesto dulce. La pelinegra no se alejó del toque, más bien se permitió cerrar los ojos para disfrutar de la caricia.

         En ese silencio compartido, cada uno buscaba respuestas dentro de sí mismo, conscientes de que las decisiones que tomaran podrían moldear el rumbo de sus vidas. Pero por ahora, solo el silencio y las miradas entrelazadas contaban la historia de dos corazones llenos de dudas y anhelos.

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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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¡Dios! Amo como Suho trata de ser el ancla de Eunji porque él no tuvo eso cuando su mamá falleció

Quiero un Suho en mi vida 😔✊️

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● Kriss-sama

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