– ¿Entonces no te encuentras cansado de tu trabajo? – Esa voz, esa profunda voz la podía reconocer en cualquier parte y es que jamás me olvidaría de ese perfil tan maduro y a la vez inocente, de ese cuerpo perfecto, demasiado para ser de un hombre, y de aquella voz, que podía transmitir muchos sentimientos mediante un solo suspiro o palabra.

– Escoge una carrera que te gusta y de...

– Dejarás de trabajar para toda tu vida. – completó, dejándome totalmente sorprendido; esa frase no era tan conocida. – Eso ya lo sé. – y en ese momento, justo en ese preciso instante, sus ojos me analizaron, esos ojos color avellana, que extrañamente jamás había visto en toda mi vida y que me causaban tanta curiosidad al verlos en él. – Pero no te has puesto a pensar que muchos no tienen la posibilidad de encontrar o ejercer una carrera que de verdad les gusta. – Su mirada estaba fijamente encima de la mía, logrando dejarme sin habla. – Lo pensé. – completó al no hallar una respuesta en mí.

Su mirada regresó al frente, ignorándome, de esa forma, nuevamente y volviendo a avanzar al detenerse un auto plomo escarlata delante de nosotros.

Mis ojos estaban fijos en su ropa, mientras que mi mente trabaja a mil por hora para poder comprender la personalidad tan fría y dura que aparentaba ese chico.