#12: Bienvenido a casa

—Hey, Deku —volvió a llamar comenzando a preocuparse por no hallar respuesta por parte del contrario.

Pero cuando se acercó lo suficiente a Izuku, pudo ver que sus suposiciones habían sido inútiles.

Deku había dejado de respirar.

Deku estaba muerto.

†††

Katsuki, desesperado, comenzó a sacudir de los hombros aquel pequeño cuerpo tratando de que Izuku reaccionara; pensando que todo era una simple y cruel broma.

—Vamos, Deku —comenzó mientras su voz se comenzaba a quebrar—. Deja de fingir. No tiene gracia —insistió alzando poco a poco su tono—. ¡Dime algo! ¡Me estás viendo, ¿no?! —gritó dejando caer las lágrimas y observando la muerta mirada de Izuku.

Sus ojos, aún con aquellas gotas de agua, miraban a un punto fijo; Katsuki solo pensaba que le estaban observando a él.

—¿Por qué no dices nada...? —murmuró soltándole y haciendo que el cuerpo sin vida de su amigo cayera al suelo.

Se alejó y dio la espalda al cadáver mientras cerraba los ojos, tratando así de reprimir el dolor que estaba sintiendo en el pecho.

No quería asimilarlo y tampoco lo entendía.

Bakugou no sabía por qué Izuku estaba muerto. No comprendía por qué lo había matado.

Porque se suponía que podría transformarlo en hombre lobo tal y como hizo su madre, pero lo único que al final consiguió fue matarlo con sus propias manos; Katsuki había asesinado a su único amigo.

—¿K-Kacchan…?

Abrió los ojos al escuchar aquella voz y se giró rápidamente; aún así, el cuerpo de Midoriya permanecía sin vida en el suelo.

—¿Por qué estás llorando? —inquirió nuevamente dicha voz con cierta tristeza—. ¿Hice algo mal…? —agregó aún más preocupado.

Bakugou, con desesperación, comenzó a girarse en todas las direcciones para tratar de hallar la procedencia de aquel sonido, pero no lo logró.

No había nadie más que él en aquel salón.

—¿Kacchan…?

Nuevamente, esa cercana voz.

Por fin, decidió acercarse hacia el cadáver de Izuku para asegurarse de que no procedía de allí, pero, para su sorpresa, cierta cosa llamó su atención.

Una pequeña llama de color naranja yacía dentro de una linterna, la cual se hallaba detrás del cuerpo de Midoriya.

—¿Deku…? —murmuró levantándola y observándola entre sus manos.

—¡Kacchan, ¿estás bien?!

Todo lo que estaba sucediendo no era fácil para Katsuki. No entendía por qué escuchaba la voz de Izuku dentro de esa pequeña linterna; tampoco comprendía por qué sonaba preocupado.

Pero, de repente, vio cómo un humo blanco comenzaba a salir del cadáver de su amigo y que, además, iba adquiriendo la forma y el aspecto del mismo Deku.

Desde ese día, Bakugou comenzó a odiar a Midoriya.

Odiaba el hecho de que Izuku hiciera como si no hubiera pasado nada; simplemente parecía feliz al poder seguir estando junto a Katsuki.

Odiaba que no mencionara el tema de su muerte; Izuku solo lo consideraba un accidente. Para el de cabello verde, había sido un error y Katsuki no tenía la culpa de nada.

Bakugou odiaba sentirse así.

Cuando los padres del joven lobo llegaron a casa, comenzaron los problemas.

Mitsuki no podía decirle a Inko que su hijo había muerto; mucho menos que, en realidad, fue asesinado.

La marca de la mordedura que tenía Izuku en el brazo era la única prueba.

Pero no tenía otra opción. Lo único que podía hacer era arriesgarse y contar la verdad; y eso hizo.

Inko se enteró de la existencia de las diferentes especies y de que, por la inexperiencia y error de Katsuki, su hijo ahora era un fantasma.

Al principio no lo creyó, pero cuando la madre de Bakugou adquirió los rasgos de lobo y, además, trajo a su hijo con ella, Inko vio que era cierto.

Ser consciente de que existían, le hizo posible poder volver a ver a su hijo.

Pero mantener todo aquello oculto ya era casi imposible, por lo que uno de los miembros de la manada a la que pertenecía Mitsuki no tardó en darse cuenta debido al nuevo olor que desprendía. Saber que el hijo que tenía era ahora también un hombre lobo, significaba que el marido, humano, conocía la existencia de las especies. Por lo tanto, Mitsuki había incumplido una de las reglas y, debido a ello, sería desterrada.

La madre de Katsuki no podía hacer nada.

Por si se daba el peor de los casos había reservado el veneno para transformar a su marido, pero al utilizarlo en Bakugou ya no podía hacerlo nuevamente.

Desterrada, era víctima fácil para cualquier otro que estuviera en su misma condición, así que decidió encargar a su hijo a los de la manada.

Mitsuki quería que Katsuki viviera, y su esposo Masaru también deseaba lo mismo.

—Mamá, ¿por mi culpa Kacchan se ha ido? —inquiría el pequeño fantasma mientras sujetaba su linterna y miraba con tristeza a su madre.

—Izuku, tú no has hecho nada malo —respondió cerrando los ojos y agachándose para poder abrazar a su hijo.

A Inko le dolía saber que su preciado Izuku estaba muerto, pero, al menos, poder verle y abrazarle era suficiente para mantenerse fuerte y no renunciar a todo.

Y, desgraciadamente, no duró demasiado.

Una noche, lo que parecía ser un chico inocente tocó el timbre del hogar de los Midoriya.

Cuando Inko, extrañada, fue a abrir, se encontró con un niño de cabello negro y ojos azules que la observaba detenidamente.

—¿Ocurre algo, pequeño? —inquirió preocupada por lo tarde que era.

—Solo vengo a por mi segundo fantasma —confirmó ignorando a la mujer y entrando a la casa tranquilamente.

La señora no comprendió a qué se refería con eso, pero por impulso lo sujetó por los hombros impidiéndole avanzar.

—¿No me vas a dejar? —inquirió con una seria expresión.

—¿Qué es lo que ocurre, pequeño? ¿P-Puedo ayudarte en algo…?

Un grito procedente de abajo hizo que Izuku se despertara. Con dudas por haber escuchado mal, se levantó creyendo que había sido su madre y atravesó el suelo para poder llegar antes.

Lo que vio a continuación le hizo abrir los ojos aterrorizado.

Un niño, de unos cuantos años más que él, se hallaba junto al cuerpo de su madre, la cual yacía en el suelo sin moverse.

Oh, ahí estás —comentó el de cabello negro al ver cómo Midoriya le miraba con temor—. Espero que no te importe que le haya arrebatado la vida a esta mujer. Es que se negaba a dejarme pasar, pero no importa. Ahora es tu turno.

Fue cuestión de segundos que aquel sujeto se posicionara a pocos centímetros de Izuku, dejando ver un par de colmillos de los que goteaba sangre.

A ti no puedo hacerte lo mismo que a ella —confirmó analizando la aterrada expresión del pequeño fantasma—. Pero es más fácil, solo necesito esa lámpara —agregó dirigiendo su mirada hacia lo que sujetaba Izuku con fuerza.

Quizás fue por impulso, pero Midoriya retrocedió rápidamente y atravesó el muro que estaba a su espalda, dejando sin opción alguna al chico de cabello negro.

Eso no debería ser justo —murmuró al ver la manera tan estúpida en la que había desaprovechado su oportunidad.

Esa noche, el pequeño fantasma se limitó a atravesar todas las paredes por las que pasaba, sin rumbo alguno y aterrorizado al recordar el rostro de aquel niño.

A partir de los siguientes días, intentó buscar a Katsuki.

Se intentó aferrar a lo único que le quedaba y que quería, así que cuando lo encontró, no se volvió a alejar de él.

Ambos habían aprendido cada vez más cosas sobre las diferentes especies, hasta que Bakugou no soportó estar más tiempo con otros hombres lobo; sobre todo cuando llegaban ciertos meses en los que comenzaban a actuar de una manera que le resultaba asquerosa.

Aléjate de mí.

Las palabras de Katsuki eran dolorosas; pero Izuku se sentía culpable por todo.

Y si Bakugou quería eso, Midoriya se lo concedería.

. . .

[...]

“Si tan solo hubiera muerto atropellado esa vez, nada de esto…”

—¡¿Bakugou ha vuelto?! —la voz de Kirishima hizo que Midoriya fuera abriendo los ojos lentamente.

Todoroki se había dirigido rápidamente hacia la puerta para recibirle; se podía notar en sus ojos la preocupación que estuvo sintiendo todo el rato.

—Bakugou... —murmuró sin poder evitar suspirar al ver que aquel joven estaba en perfecto estado.

Katsuki, al haber notado el olor de Dabi, actuó rápidamente y se dirigió a por su principal objetivo; el hogar de Todoroki.

Aquel vampiro escondía ciertas cosas en su ataúd y Bakugou lo conocía perfectamente.

El hombre lobo también sabía que los vampiros tenían una norma entre ellos que no podían romper por más que estuvieran desterrados; y esa era no entrar a la vivienda de otro vampiro sin haber sido invitado o aceptado en un principio.

Con aquel detalle, cuando Katsuki llegó al cementerio y entró en la cueva bajo tierra en la que vivía Shouto, pudo tomarse su tiempo para decidir lo que llevar.

Una vez hecho, esperó el tiempo que hiciera falta hasta perder el aroma que desprendía Dabi y salir lo más rápido que pudo del lugar.

Porque, después de todo, habían personas preocupadas por él.

—Bienvenido a casa —aplicó Todoroki.

Por unos segundos, Bakugou pudo apreciar una leve sonrisa en aquel rostro.

[...]

1538 palabras

†††




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top