《 T r e s 》


♡  Debes saber controlarlo, a veces puede ser algo... bruto.


Empezó a estirarse de manera perezosa sobre la cama.

Fue la peor decisión que pudo haber tomado.

Sintió como si un gran peso cayera sobre su cuerpo, sus músculos empezaron a doler y contraerse de manera resentida, intentó levantarse en vano.

Segundos después estaba tirada nuevamente sobre la infinidad de almohadones que había ahí.

Giró la cabeza y se encontró con la roja cabellera de su novio, los recuerdos golpearon su mente cual balde de agua fría.

Quería pegarle.

Se dio cuenta tarde de lo que había ocurrido, incluso la almohada donde estaba durmiendo tenía signos de haber sido mordida con fuerza.

Salió de la cama lo más rápido que su cuerpo le permitía, no dió ni dos pasos cuando su estrepitosa caída resonó en las cuatro paredes de aquella habitación.

Sus caderas dolían a muerte.

—¿Bebé, por qué estás ahí? —murmuró Kirishima aún adormilado, levantándose en un segundo para poder ayudar a su novia.

Cuando el pelirrojo estuvo lo suficientemente cerca empezó a golpear su pecho—. Por tu culpa no puedo caminar bien, tonto.

Eijirou la tomó en brazos, elevándola del suelo—. Te llevaré al baño, tengo un botiquín ahí.

No creía que el botiquín tuviera algo para aliviar su dolor a parte de un ibuprofeno.

Se aferró con fuerza al cuello de su novio, incluso los leves movimientos que él daba al caminar la hacían chillar de dolor.

A penas llegó al cuarto de baño bajó de los brazos del menor, aunque aún apoyándose en él y miró su reflejo en el gigantesco espejo que había ahí.

—Eres un descuidado, tonto, tú, grandísimo idiota...

Su voz había salido como un susurro, no podía creer lo que veía.

Sus nalgas estaban enrojecidas, podía ver claramente la mano de Kirishima marcada en su piel, ni siquiera se atrevió a tocarla.

Su cintura dolía y juraría que los pequeños moretones que tenia en la cadera eran los dedos de Eijirou al haberla tomado con fuerza.

—Dios mío, eres un...

—¡No estaba en mis cinco sentidos!

—¡No culpes a tu celo de esto, mira como estoy! Y además... ¿Qué es esto?

Ni siquiera podía describirlo, ahí en el hueco entre su cuello y clavícula había una mordida.

Podía apreciar la profunda marca de cada uno de los dientes de Kirishima.

—¡Pudiste perforarme la yugular!

—Mouh, anoche no te estabas quejando.

—Si serás... al menos no te anudaste a mi, porque entonces yo te...

En ese momento sintió como un tibio líquido bajaba por sus piernas.

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