Revuelve los lirios de aquel estanque




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El camino de flores rosadas, no salía de la mente de la niña. Haru notó su ausencia espiritual durante el horario escolar. Es que era impresionante como algo puede llegar al fondo de tus pensamientos, cual viajero cansado, y hospedarse por un par de horas; para finalmente decidir que está en un buen hogar y quedarse a acampar en lo más profundo de ti.

—Bien, Kirioshi, ¿qué es lo que tienes? —preguntó Haru cuando regresaban por el mismo camino de aquella mañana.

Los pétalos de flores inundaban el lugar. Un delicioso aroma a naturaleza se reproducía por doquier. Como si un gigante hechizo urbano quisiera conquistar el pueblo.

—No me pasa nada —mintió Kirioshi con una sonrisa pintada a perfectas pinceladas.

Haru aceptó sus palabras sabiendo que eran una mentira. A veces es importante hacer tal cosa cuando se sabe que hay una aflicción amenazando el corazón de un amigo si es que aquel se atreviera a revelarla.

—Haru, me quedaré aquí —dijo Kirioshi causando que su amiga se detuviera en seco confundida, como una hoja de otoño que se estrella contra el pavimento—. Quiero ir al combini para la llegada de mi tía.

Haru volvió a aceptar tal afirmación y se despidió de su amiga con el mismo cariño de siempre, finalmente, algo como aquello no rompería la gran amistad que se había formado entre ellas con los años.

"¿Qué es ese lugar?", su mente no dejaba de repetir. ¿Qué era aquello tan hipnotizante que la tenía ocultándose en la esquina de la cuadra para ver si Haru ya se había ido?. Con el alma agitada por el aroma magnífico de los sakuras que se asomaban por la casa misteriosa, pero apaciguada por la idea de la aventura, Kirioshi suspiró al notar que Haru ya había avanzado lo suficiente.

Caminó con cautela por las calles, intentando no importunar demasiado a los transeúntes. El corazón iba latiendo más rápido hasta que finalmente pudo ver a la distancia esos preciosos árboles asomando desde el jardín.

Sus pasitos se escuchaban tan claros que parecía que los sakuras volteaban en dirección a Kirioshi, sorprendidos de que alguien buscara visitarlos. Sus ojos se abrieron un poco más cuando sintió en verdad un torbellino de adrenalina que le impulsaba a entrar. "¡Entra a la casa!", gritó su alma de una vez.


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No había rejas, ni cercas, cualquiera que lo decidiera podría entrar; sin embargo, parecía que nadie se había preocupado lo suficiente por hacerlo, ¿cómo era eso posible? ¿Nadie podía observar la belleza con la que el sol acariciaba las hojas, el césped? Éste lucía tan verde que cualquier podría dormir en él cien años pensando que eran barbas de un dragón de jade.

Kirioshi miró una vez más hacia atrás antes de poner un pie en la propiedad. Su mente flotaba como un pajarillo planeando por primera vez. Dentro de sus pensamientos había un espacio particular para las preocupaciones. Kirioshi se imaginaba que aquellas vivían en cajas de pesado plomo que se iban acumulando a los lados de su cabeza, pues siempre le dolían las sienes. Ahora, al dar pasos por aquel camino inundado de pétalos, sentía como si el lago que miraba a su izquierda imitara las cajas mentales derritiéndose y colapsando hasta dejar todos los lirios de su sanidad empapados de paz. Tal como los lirios del verdadero lago.

El sol se reflejaba en ellos, pareciese que fueran el espejo sobre el que se arreglaba cada mañana.

Kirioshi miró un momento el suelo y alcanzó a divisar una catarina que avanzaba por el pasto con una gotita de lluvia justo encima.

En un día cotidiano, quizá se hubiese preguntado cómo era posible que la hubiera escuchado revolotear por ahí; pero en ese instante, lo único que surgió de parte de Kirioshi fue una fresca sonrisa que viajó por el luminoso lugar, aumentando la belleza de todo.

El increíble jardín comenzaba a elevarse ligeramente hasta que se convirtió en una especie de pequeña colina. El corazón de la niña pareció echar a correr en cuanto vio una bonita casa blanca que se encontraba coronando aquel fantástico paisaje.

Kirioshi decidió acompañar a su corazón en la travesía y dio un pequeño saltito antes de emprender la marcha hacia donde estaba la divina casa.

Mientras corría, podía observar pequeños detalles como que el pasto parecía ser de caramelo suave en ese punto, claro, con un brillante color verde; como caramelo de limón. También se percató de que había pequeñas partículas de un misterioso brillo que llenaba el aire. Como si alguien hubiera molido diamantes y después los hubieran dejado ir con la corriente de la brisa.

Finalmente llegó a la entrada. La vereda tenía una apariencia diferente a la mayoría que había visto Kirioshi en su vida. Si bien sabía que la casa de su abuela era muy tradicional, inclusive las casas de sus amigas no se parecían en nada a la que tenía frente a sus ojos

La pequeña pasó sus dedos por la fachada que asemejaba a las casitas que se veían en las películas antiguas y algunos libros de cuentos occidentales.

Estaba a punto de golpear la puerta, tenía su puñito ya preparado, cuando algo insólito sucedió. Justo en el momento preciso, una ráfaga de viento empujó la puerta dejando libre acceso a esa morada de apariencia victoriana.


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¿Cómo están, chicoooos? Ahora decidí hacer mi interrupción al final jajaja. Espero que estén disfrutando la historia :3. Si encuentran cualquier errorcito, no duden en decirme :D.

Recuerden que las actualizaciones son cada lunes, miércoles y viernes a las 16:00 hrs (en horario mexicano). Pongo una cuenta regresiva en IG: "sweethaz95", aunque también estaré publicándolo en YouTube (Sweethazelnut), YouNow (Sweethazelnut) y acá en el tablero de Wattpad. ¡Un abrazoteee!

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