"Capitulo LXXVIII"

Kipo finalmente alcanza a el piso donde se encontraba Adán, pero al llegar, lo vio tirado en el suelo, con múltiples moretones por todo el cuerpo, sangre que salía de su nariz y boca. Lo habían vencido. Al verlo en tal estado de maltrato, su mirada se nublo y su rostro se ensombreció. Mucho tiempo paso desde la última vez que lo sintió, esa ira incontrolable que subía desde su corazón a su mente diciéndole lo que tenía que hacer. Su bondad de apago por un momento al igual que su cálida mirada. Mutando gran parte de su cuerpo dejo a relucir sus afilados colmillos y garras, dejando caer sus pesados brazos al suelo comenzó a caminar hacia quienes tenia frente a ella, el filo de las garras emitía un chirrido desgarrador.


Adán, aún en un estado de inconciencia, pudo escuchar ese desagradable sonido y haciendo un gran esfuerzo dirigió su mirada hacia ella. Tenía que lograr moverse, o lo que sucedería a continuación no sería nada bueno. Un soldado entrenado sabe cómo combatir contra otro, pero esto cambia al tratarse de alguien que ya no reacciona a un estímulo natural como lo es el peligro, algo que lo vuelve impredecible. Al igual que lo haría una bestia que se ve acorralada, o una madre que protege a sus crías. Dylan la estaba subestimando al no prepararse para defenderse, después de todo lo que Dylan veía era una chica delgada con el gen del mutageno, nada que no pudiera controlar con facilidad.


Un impulso. Un golpe. Fueron meramente suficientes para alcanzar a Dylan con la guardia baja. El golpe lo tumbo al suelo, rompiendo en el proceso su nariz. El puño de la chica cubría completamente su cara y el hecho de que le haya arrancado la cabeza fue solo debido a la mera suerte, o por lo menos eso fue lo que sintió al recibir tal golpe. Kipo retira su puño de la cara de Dylan ahora en el suelo, levantando levemente la mirada ve a los soldados en shock detrás de él, para luego intentar atacarlos. Esos ojos brillantes y cargados de furia, trasmitían perfectamente lo que sentía en aquel momento. Encorvada, con el pelo de jaguar que emergía de su ropa, y esa mirada que paralizaba del miedo, la hacían ver como a una criatura salvaje, alejándola completamente de un humano. En el momento que Kipo se abalanzo sobre su próxima víctima, algo la jalo del tobillo tirándola al suelo. Dando un rápido vistazo, pudo ver a Dylan que la sujetaba, evitando que se acercara más a los soldados a su mando. Intentando zafarse del agarre de Dylan, Kipo comenzó a tirar de su mano, pero sin éxito. Esto, solo la hizo enfurecer aún más y en cuanto levanto sus garras afiladas, amenazando con cortarle la mano. Los soldados temerosos la sujetaron por los brazos, no iban a perimirlo.


Atrapada y sin poder moverse comienza a demostrar signos de lucidez, pero nada claro. En el momento que Dylan se puso de pie. Tapándose la nariz con una mano para evitar que siga perdiendo sangre. Le dijo a Kipo.


– Niña, tú vendrás con nosotros. - Para luego golpearla en la boca del estómago, dejándola así completamente inconsciente. – Ahora si muchachos, llévensela de aquí, tenemos trabajo que hacer. - Dice Dylan, al dirigirse a Emilia, quien observaba la situación.


– ¿Enserio crees que podrán llevarme? - Pregunta Emilia al azotar el bastón contra el suelo.


Dylan les hace un gesto con la cabeza a los soldados que se habían quedado, para que la atraparan, mientras se quedaba detrás esperado la respuesta de la señora frente a él. Poco duraron aquellos soldados. Al acercarse lo suficiente, lo primero que hizo Emilia fue golpear a uno en la cara con la palma de su mano y electrocutar al otro con el bastón, en el momento que el primero cayó al suelo, el segundo se desplomaba, dándole tiempo con una ingrata sonrisa de electrocutar al primero alcanzado por su mano, asegurándose de que ya no pudiera moverse.


– Creo que ahora te toca a ti recibir una agradable descarga. - Dice Emilia al acercarse al bastón a la cara y emitir un chispazo, dando a entender que no sería tan fácil atraparla.


Tal era la situación en la que se encontraba Dylan, que tendría que hacerse cargo por sí mismo, aun con la nariz rota. Apretando su nariz con sus dedos, logra acomodarla y presionando contra uno de los orificios nasales exhala con fuerza expulsando la sangre que se había coagulado, repitiendo el proceso con el otro orificio. Ahora listo, desenfunda sus cuchillos y se prepara para poder atacarla. Ya había cometido un error al subestimar a la chica, no volvería a hacerlo con ella también.


Mientras tanto, dos de los soldados se llevaban a Kipo de vuelta al helicóptero, para esperar una vez allí al resto del escuadrón. Subiendo la escalera del laboratorio que los llevaría devuelta a la superficie y los alejaría de aquel olor asqueroso que emanaba el hongo, se toparon con una jovencita de no más de quince años de edad, acompañada por un chico con rastas y un mut insecto. Que al ver a quien se estaban llevando se presentó hostil ante ellos, pero solo ocurrió al ver a la chica que cargaban, demostrando que eran amigas. El soldado que llevaba a Kipo, la apoya en el suelo liberando sus manos, para poder desenvolverse mejor, pero Lobezna no les dejo mucho margen para pelear. Encontrándose en un lugar tan angosto como lo eran las escaleras, Lobezna aprovechó su tamaño y agilidad para atraparlos con su látigo, haciéndolos caer. Cuando llegaron al suelo, mareados y adoloridos, la chica los amarró haciendo uso del látigo con el que los había hecho caer en primer lugar, dejándolos así completamente inmóviles y ridiculizados.


Benson y Davo, preocupados por el bienestar de su amiga, se acercaron a Kipo para asegurarse de que se encontrara bien, mientras Lobezna terminaba de amarrar a los soldados. Al revisar que no estuviera herida intentaron despertarla, pero sin tener resultados, hasta que, por error, Davo toco el sitio donde le habían dado el golpe con una de sus patas. Kipo se despertó agitada, como si se tratara de una pesadilla. En cuanto los niveles de adrenalina se disiparon el dolor volvió a ella, sujetándose el estómago mientras intentaba ponerse de pie. Benson, con los ojos brillosos, paso el brazo de su amiga por encima de su cuello para ayudarla a pararse. Quizás, tratándose de una persona distinta, proponerle el regresar para sanar no resultaría en una mala idea, sino al contrario, pero eso no funcionaría en Kipo. No en ella, "Si te golpean y caes, te pones de pie para intentarlo otra vez" ese sería un lema que se aplicaría muy bien en Kipo, por lo que intentar convencerla de salir de ese lugar. Sabiendo esto. Seria completamente inútil, lo mejor sería apoyarla como los amigos que son, ya habría tiempo para descasar luego.


Una vez Lobezna termino con los soldados, se acercó a sus amigos quienes bajaban las escaleras con Kipo, preguntándole ¿Qué había pasado? A lo que Kipo le respondió entre jadeos.


– Dylan, el sujeto de los cuchillos que se encontraba antes en el grupo de Adán, se encuentra pisos más abajo...-Kipo hace una pequeña pausa, en el momento que una de sus lágrimas cae al suelo y sus ojos volvían a cambiar a los del jaguar. - Ellos... Lastimaron a Adán.


– Maldición, eso explica el porqué de tu estado actual, perdiste el control. Aun así, no puedo culparte por hacerlo, cualquiera de nosotros podría haber actuado igual si algo similar nos pasara. - Dice Benson, para intentar aliviarla.


– Benson tiene razón, además Kipo, ten en cuenta que es de Adán de quien estamos hablando, de seguro estará bien. - Dice Lobezna para apoyar los ánimos, sumándose a Benson. Quizás lo que había dicho era meramente una forma de tratar de apoyar a su amiga herida, pero refutándose en los hechos no era simplemente un decir. Adán literalmente hablando había pasado por cosas mucho peores por Kipo, que una golpiza, se desconocía la gravedad del daño esta vez, pero si sobrevivió a un disparo, sobreviviría a esto.


Uno de los soldados que escuchaba su conversación, intento abrir la boca para decir algo, cosa de la cual se retractó en el momento que Lobezna le lanzo una mirada fulminante. La que claramente le decía que cerrara la boca.


Los cuatro a un paso acelerado bajaron por los pisos restantes, tratando de llegar lo antes posible al piso donde Adán reposaba. Ya habían pasado unos cuantos minutos desde la pelea de Lobezna con los soldados, y temían por la seguridad de Adán al dejarlo solo con Dylan y Emilia. Lo que podía llegar a pasarle al no tener posibilidades de defenderse le revolvía el estómago a Kipo. Por suerte, al llegar, su pobre corazón se alivió al verlo apoyado contra la pared mientras se vendaba los cortes con lo que antes era su camisa. Kipo dejo a Benson, corriendo hacia Adán para poder abrazarlo. Lo abrazo tan fuerte que no lo dejaba respirar, cosa que entre los gimoteos Adán le hizo saber.


– También me eh preocupado Kipo, pero por favor no aprietes con tanta fuerza que no me dejas respirar. - Dijo Adán.


En cuanto pudo moverse, entre cerro los ojos y llevando la mano a la nuca se rio falsamente.


– Creo que esta vez, si me dieron una buena paliza ¿No crees?


En cuanto termino esa pequeña frase, lo único que pudo sentir fue una fuerte cachetada. Este comentario a Kipo no le había causado ninguna gracia. Esa cachetada solo la había recibido dos veces, una en el barco y esta era la segunda. Lo que lo hizo reflexionar al ver el rostro de Kipo luego del golpe, la tristeza que experimento realmente lo dejo pensando. Hay momentos y situaciones en las cuales las tonterías tienen que dejarse de lado, por más que uno lo haya hecho con una intención diferente. Él no quería hacerla sentir así sino lo contrario, solo quería despreocuparla al tomar lo que le paso como un pequeño desliz, un error que a partir de ahora tendría en cuenta de no volver a cometer. Tomando la mano de Kipo con la que lo había golpeado, Adán coloco la otra en la mejilla de Kipo para cércale las lágrimas y poder decirle.


– Discúlpame si te preocupe Kipo, no era mi intención molestarte, lo ciento.


Kipo lo toma de las mejillas, dándole un beso y al separar levemente sus labios de los suyos le dice.


– Eres un tonto y esto no quiere decir que te ya te haya perdonado, pero es un comienzo.


Adán sonrojado por el inesperable beso se queda atónito, mientras ella se para y le extiende una mano, dándole una ayuda para que también se pusiera de pie.


– En verdad siempre lograr traer contigo alguna sorpresa mi pequeño jaguar. - Le dijo Adán, antes de sentir un horrible ardor en el abdomen.


Al tocarse en el sitio de donde había provenido la punzada y levantar la mano, vio que toda su palma estaba cubierta por sangre. El corte que tenía cubierto por las vendas estaba empeorando, necesitaba de un médico lo antes posible o podía llegar a desangrarse, pero esto no acababa allí. Además, Emilia había desaparecido junto a los soldados que se habían quedado atrás. Lobezna, quien se acercó a ellos le pregunto a Kipo que había pasado con Emilia, justo después de ver el estado de Adán.


– Rayos Kipo, tenemos que sacarlo rápido de aquí y llevarlo con mamá o podría...


– Si lose, rápido ayúdame a cargarlo.


– ¿Segura que podrás cargarlo?, aun te duele donde te golpearon.


– Si, aun duele, pero no voy a dejar esto a la suerte, si cargándolo y haciendo uso de la mutación puedo salvarlo entonces eso are, sin importar lo que tenga que doler.


Kipo se puso en cuclillas para que Adán pudiera subir y gracias a la ayuda de Benson y Lobezna a acomodarlo, pudo partir lo antes posible, pero no sin antes decirles a los tres que buscaran a Emilia. Si escapo de su prisión sin ningún tipo de vigilancia quien sabe lo que podría llegar a hacer esa mujer. Tenían que encontrarla, pero esa sería la tarea de Lobezna, Benson y Davo, Kipo ya había salido y dejado atrás, por lo que no contarían con la ayuda de sus podres en un tiempo.


Lobezna quien había aprendido a rastrear cuando era una niña, comenzó a aplicar lo aprendido y si en algo era buena, además de pelear y correr, era rastreando. Lo que se dejó a relucir al encontrar el rastro que había dejado Emilia. Indicándole a Benson y Davo por dónde ir, subieron las escaleras pasando por una vieja habitación y llegando finalmente a la superficie, al parecer, mientras ellos bajaban Emilia y los soldados que la acompañaban se habían ocultado en una de las habitaciones de la madriguera. Para colmo, en su escape liberaron a los que Lobezna había atrapado anteriormente. Levantando el lazo del suelo, continuaron caminando siguiendo siempre el rastro que dejaban, cosa que no siempre se encontraba a simple vista y otras por mero descuido se volvía evidente. Saliendo de la ciudad, eh introduciéndose en los bosques de los gatos leñadores, se toparon con una zona que raramente estaba cubierta por la maleza. Alejada de las aldeas de los gatos y camuflada con yerbas, el lugar de aterrizaje del helicóptero se ocultaba a "simple vista", pero cuando dieron el gran paso para encontrarse cara a cara con los que habían lastimado a sus amigos, se llevaron una gran decepción. El helicóptero no estaba allí, solo las marcas en el suelo que les decían lo tarde que habían llegado. Sin más rastros de Emilia o los solados, les era imposible saber que había pasado con ellos, pero de algo si estaban seguros. Habían fallado.


Ahora Emilia era libre, sea donde sea que estuviera no podía hacer nada bueno, eso era un acierto. Ante la frustración de no haber podido proteger a su hermana y peor aún, dejar escapar a la mujer que hace años les había causado tanto mal. Lobezna grito a los cielos. Benson, frustrado, pero también preocupado por la pequeña lobita, le dice.


– Es realmente frústrate lo que paso, pero no todo está perdido, aún tenemos a los soldados que capturamos antes, de seguro ellos saben lo que quieren de esa horrible mujer.


– Tienes razón, aún quedan ellos. - Respondió Lobezna con una tonalidad un tanto extraña.


– Aguarda un momento. - La sujeta del brazo. – Se lo que quieres hacer, pero no debes, tú no eres así Lobezna.


– Pero son los causantes de todo esto, tiene que pagar de alguna manera.


– Y lo harán, pero no así, Kipo no aprobaría esto, lo sabes.


Lobezna agacha la cabeza y de un tirón suelta la mano de Benson.


– Bien, no are nada. - se aleja del grupo caminando.


– ¿A dónde iras ahora Lobezna? - Le pregunta Davo.


– A ver a Adán, quiero saber si se encuentra bien.


– Iremos contigo. - Le dice Benson antes de acercársele con un trote.


– No es necesario que me acompañen amigos.


– Tendré que insistir, después de todo Adán también es nuestro amigo. Siempre es mejor estar acompañado en momentos como este, que transitarlos solos. Además, Kipo nos necesita junto a ella en este momento.


– Porque siempre suenas tan convincente en momentos como este.


– Supongo que soy bueno para estas cosas.


Juntos, los tres, vuelven a la ciudad. Vencidos, aun no derrotados, se dirigen a la casa de Kipo para poder ver como se encontraba su amigo herido, pero al llegar solo la encuentran a ella sentada en el sofá de la sala con la chaqueta manchada con sangre, encorvada y tapándose la cara con las manos. Algo debió haber salido terriblemente mal.



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