Capitulo LXXVII

Estando no muy lejos de la antigua madriguera donde Emilia había sido apresada. Kipo y Adán corrían a toda prisa esperando poder llegar a tiempo, pero al hacer uso de su visión de jaguar, Kipo denoto un cambio radical a la antigua fisura, la cual ella y sus amigos habían utilizado como entrada años atrás. El moho anaranjado, ya no se encontraba cubriendo las cercanías a la madriguera y tampoco dentro de la misma, como Kipo lo recordaba. En su lugar, lo remplazaba un color oscuro muy intenso, algo que podía asemejarse al color negro que dejan los leños después de ser quemados en una chimenea hogareña. Cubriendo de manchones de variables formas y tamaños todo el lugar, con ciertos espacios entre ellos que dejaban ver la antigua pintura resguardada por el moho.

Estos cambios solo podían significar una cosa, Kipo y Adán habían llegado tarde. En estos momentos, de seguro Emilia era libre de su eterna prisión viviente. O al menos eso pensó Kipo, pero Adán tenía una opinión diferente y si en realidad todos seguían allí abajo. Una opción que daba esperanza y lo que Kipo necesitaba oír, por lo que no tardo en decírselo al volver a su forma humana.

– ¡Kipo, aún hay probabilidad de que estén allí abajo!

Kipo escucho las palabras, volviendo a la normalidad, pero nunca dejo de correr en dirección a la madriguera.

– ¡Si, es verdad! -Asintió Kipo- ¡Puede que aun estemos a tiempo, apresurémonos!

No, eso no pasaría, no se llevarían a esa mujer desquiciada. Teniendo la mínima posibilidad de que el grupo invasor siguiera en la madriguera, Kipo se aferraría a ella sin dejarla ir. Apresurándose, se pararon al borde del abismo dando un vistazo. Siguiendo el rastro negro desde la altura supieron donde ya habían estado y al bajar un poco más, bingo. Pudieron ver al grupo de soldados abriéndose paso entre honguillo haciendo uso de lanzallamas. Con el fin de llegar a esa desagradable mujer, sin tener un mínimo de consideración por el ser al que estaban dañando.

– Kipo, antes de que actúes déjame preguntarte una cosa. - Dice Adán deteniéndola al colocar su mano frente a ella. ¿Ya sabes como los enfrentaras?

– ¿Qué quieres decir? Contesta Kipo impaciente.

– Son lanzallamas lo que están usando, una llamarada ocupa casi todo el balcón del piso, si solo los envestirás de frente como tiendes a hacer, entonces no te dejare ir. Acabaras calcinada.

– No creo que sea el mejor momento para discutir. - Kipo suspira y prosigue. – Pero tienes razón ¿Se te ocurre alguna manera para evitarlos?

– Mmh, si tuviéramos un arma podríamos dispararles a los tanques y hacerlos explotar, pero, creo que eso está fuera de discusión ¿verdad?

Kipo le lanza una mirada amenazadora.

– Si, eso me temía, bien, la otra idea que se me ocurre es llegar antes a Emilia, de esa manera evitaremos tener que enfrentarlos.

– Pero que pasara con Honguillo, escúchalo, está sufriendo.

– ¿Es en serio? Es un hongo, no morirá.

– Lo están lastimando, no puedes tener tan poca empatía Adán.

– Bien, de acuerdo. Dividamos el trabajo, yo los distraigo y tú vas por Emilia ¿Qué piensas?

Kipo comienza a temblar, al recordar por todo lo que esa horrible mujer los había echo pasar.

– Esperaba no tener que verla- Contesta Kipo al sujetarse el brazo tratando de calmar esa sensación de miedo y preocupación que le generaban los recuerdos de su adolescencia, pero con valor ella posa firme y le responde. - ¡Hagámoslo!

Adán le sonríe. Lo que, por desgracia para ella, solo significaba una cosa cuando particularmente él emitía esa sonrisa vacía.

– No lo hagas. - Le dice Kipo frunciendo el ceño al saber lo que venía.

Haciendo omisión del aviso. Adán, dándole un leve toque en la espada con su mano, la empuja hacia adelante aventándola por el agujero de la madriguera y provocando que callera a unas de las lianas de hongos varios metros cerca del suelo, mientras Kipo le gritaba que era verdadero un idiota. Adán se rio para luego decirse a sí mismo.

– Creo que sería mejor dejar de hacer esto, o puede que termine en una caja de roble.

Del susto, Kipo no dejo de gritar durante todo el trayecto de la caída incluso hasta después de caer sobre las subes lianas. Al pasar a gran velocidad por el piso en el que se encontraban los soldados, llamo su atención, dándole inocentemente la distracción necesaria a Adán para que este entrara en acción.

– Bien, es hora de trabajar. - Dijo Adán, usando unas tiras del pegajoso hongo, para abalanzará sobre ellos, dejando en unos rápidos movimientos inhabilitados dos de los tres lanzallamas. Dentro de su cabeza su jaguar interior y compañera le reclama diciéndole.

– Es gracioso como te contradices, primero le dices a la dulce chica que no haga algo, para luego hacerlo tú.

– Si, lo sé, y cuando arreglemos esto probablemente tenderé la misma discusión con ella, así que te agradecería que eludiéramos el tema, por otro lado ¿Planeas ayudarme contra los restantes?

– Cuando quieras déjame salir y me encargare gustosamente, hace ya tiempo que no estiro las patas.

– De acuerdo. - Le contesta Adán al extender la mano a un lado y traer a su compañera a la pelea.

De entre los soldados frente a Adán, pudo distinguir a dos que eran de su antiguo escuadrón, por sobre todo al hombre corpulento que comenzó a empujar a sus compañeros con tal de pararse frente a estos.

– Hay mierda, él no de los cuatro tenía que ser justamente él. - Dijo Adán mientras observaba al sujeto.

– Capitán, eh esperado un largo tiempo para poder encontrarlo a usted, y al final, al otro lado del país lo encuentro, esto no puede ser mejor. - Dijo el sujeto mientras colocaba sus manos a sus espaldas.

– Dylan, justo lo que necesitaba. - Dice Adán irónicamente, haciéndole un gesto a Heftig (Su jaguar) para que se lo rodeara por los flancos y se preparara para lo peor.

– Finalmente podre darle su merecido por abandonar a su equipo. Sabe, desde que se fue, eh puesto en práctica algunas cosas y puedo asegurarle que lo que sea que esté planeando hacer no le resultara de mucha utilidad.

– Puede ser, pero no lo sabré hasta intentarlo ¿no lo crees? - Contesta Adán de forma burlona a las amenazas de Dylan. Cosa, que realmente lo puso rojo de la ira.

En cuanto uno de los soldados trato de apuntar su arma a Adán, Dylan lo detuvo tomando el cañón del arma y aventándolo hacia atrás.

– Él es mío, no quiero que nadie interfiera ¡¿Me escucharon?!

– ¡Sí señor! - Asintieron los soldados que lo acompañaban, a su orden.

Al parecer, Dylan de alguna manera se había convertido en capitán. Pero quien habría sido tan tonto de darle tal responsabilidad a este bruto eh irresponsable, lo único que sabía hacer cuando pertenecía a mi escuadrón, era llevarme la contraria, sin duda un verdadero idiota Pensó Adán, mientras de manera disimulada, le daba órdenes a Heftig para que atacara en cuanto Dylan diera un paso en falso.

– Ahh, en fin. -Suspiro Adán-. Esto será divertido. - Exclamo Adán, antes de que Dylan enfurecido intentara atacarlo con uno de sus cuchillos.

Mientras la pelea se llevaba a cabo pisos arriba, Kipo se reincorporaba de la larga caída, poniéndose de pie y maldiciendo en su cabeza el comportamiento inmaduro eh infantil que podía tener a veces Adán. Mirando a su alrededor, todo parecía encontrarse tal cual lo había dejado 5 años atrás, con la clara excepción de que ahora había muchos más hongos por doquier. Cubriendo puertas, ventanas y el suelo, si caminabas mucho por dicha superficie incluso podías comenzar a sentir las suelas de los zapatos pegajosos. Tal era la sensación como la que se daba al pisar una gran cantidad de chicle, era asqueroso el solo pensar en ello. Kipo se golpe las mejillas y recapacito. No era el momento ni el lugar para quejarse se dijo a sí misma. Tenía que encontrarla antes de que los soldados lo hicieran, mutando con esta idea su nariz para intentar rastrear el aroma de aquella mujer que aun, a pesar del tiempo que había pasado, le seguía resultado familiar.

Kipo no tardó mucho en encontrarlo y comenzar a seguirlo, curiosamente, introduciéndose a cada paso que daba más en lo profundo del inmenso laboratorio que allí se ocultaba. Caminando a un paso apresurado, Kipo entrecerró los ojos para solo guiarse con el aroma, el cual la condujo hasta un pasillo lo suficientemente estrecho como para que solo pasara una persona a la vez, estaba oscuro y húmedo, generado una sensación escalofriante. Si tuviera tiempo para pensar en otra cosa que no sea el peligro que la asechaba a pocos metros de ella, se le podría ocurrir que allí mismo habría algún fantasma olvidado. Fantasías de una imaginación hiperactiva, que por suerte para ella no lo estaría tanto en aquella situación tan estresante y aterradora. Kipo comenzaba a reducir su andar a medida que lo recorría, algo le generaba mala espina, su piel se ponía de gallina mientras un suave susurro del viento surcaba sus oídos. Esto cada vez le gustaba menos, eso sin lugar a duda, pero el aroma era más fuerte, indicándole lo cerca que estaba, así que apretó los dientes, cerro los puños y con dando un paso se acercó a su destino. El final del pasillo. Una puerta grande, de 3 metros de altura, al tocarla sintió el frio del metal y al igual que todo el lugar tenía un tablero para la verificación del ADN. Esto podría resultar un impedimento para otras personas, un punto de no retorno, pero para Kipo no era así, haciendo uso de su mutageno Kipo clavo sus garras en la puerta atravesándola fácilmente y arrancándola de su sitio, dejando en claro lo que esta ocultaba. Desconcertada por lo que sus ojos presenciaron, no se dio cuenta de que alguien se encontraba detrás de ella, para darle una patada por la espalda y alejarla de lo que antes era la entrada.

Kipo, ahora tendida en el suelo levanta la vista y la puede ver entre la oscuridad, una figura masculina, de no menos un metro setenta de alto, parecía estar usado una máscara o algo similar en la cara, pues lo ojos eran de un rojo brillante. Que rayos era eso Pensaba Kipo, mientras hacia un esfuerzo por ponerse de pie después de aquella patada. El mutageno ya comenzaba a hacer efecto por si solo sin que ella pudiera tener control sobre él, era Paix, podía sentir el peligro eh intentaba ayudarla, potenciando sus sentidos y activando la mutación. No tardó mucho en ponerse en guardia tal cual Adán le había enseñado, pero antes de atacar a su agresor, le pregunta.

– ¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué me atacaste?!

Pero el agresor no respondió, en su lugar. Además del inquietante silencio de su voz. Se podía escuchar las respiraciones graves que venían de él, y si mal ella no se equivocaba lo que podría generar tal ruido seria solo una máscara de gas. El encuentro de hostil eh incomodo, paso a tenebroso y escalofriante, aquella persona no se movía de ese lugar, tan solo la observaba, quieto y en silencio. Kipo dio un paso atrás para comprobar la reacción antes de hacer cualquier cosa y el sujeto para su sorpresa la imito, volviendo a moverse, pero esta vez a un costado y nuevamente la siguió.

– Okey, esto ya no me gusta. - Le dijo Kipo en voz alta, siendo agresiva en el proceso para que supiera que iba en serio.

La expresión de Kipo había cambiado, se encontraba tranquila y seria, lista para atacar ante cualquier movimiento hostil. Con la guardia en alto, busco una apertura la cual pudiera explotar con un solo golpe el cual usara todas sus fuerzas y lo dejara fuera de combate por un tiempo. En el momento que Kipo lo encontró eh iba a efectuar su movida, el sujeto coloco ambas manos a un lado de su cabeza. No lo había distinguido bien anterior mente, pero al parecer tenía un casco puesto. De esta manera sacándose el casco y dejándolo caer al suelo, luego las manos al frente retirándose la máscara del rostro. Al principio no pudo distinguir de quien se trataba, pero cuando dio un paso más cerca de ella mientras extendía su mano para intentar alcanzarla, pudo distinguirla con total claridad.

Kipo, asombrado ahora por su aspecto demacrado le dice.

– ¿Emilia? ¿Eres tú?

La mujer, de aspecto lúgubre se acercó lo suficiente a Kipo como para poder tocarla. Posando su mano sobre su mejilla la pellizco. Kipo grito por el dolor y le golpeo la mano, apartándola de su cara.

– ¡Ay! eso dolió.

Impresionada, la mujer quien parecía ser Emilia le responde enérgicamente.

– No puede ser, eres real y no una ilusión. Finalmente, una persona de carne y hueso y no esa maldita bola de moho.

– Espera, ¿A qué te refieres cuando dices reales?

– Esa cosa con la que me encerraste se mete en tu cerebro y comienza a hacer copias de las personas que conoces. - Le contesta con desagrado y despecho.

– Oh, sí, parece que me tienes rencor por eso ¿cierto?

– Como no tenerlo, hubiera sido mejor que me hubieras matado en aquel entonces, pero no tuviste el valor de hacerlo, en su lugar me encerraste aquí para que me volviera loca.

– No, me temo que tu sola elegiste este destino al querer matarme con un pedazo de vidrio, tu propia ambición y locura te llevo a este lugar en donde estas.

– Yo solo quería que todo volviera a ser como antes.

– Pero esa no era la manera, había otra y lo sabias, solo no querías verla.

– Tu que puedes saber solo eres

Kipo la interrumpe antes de que continuara con el ciclo infinito, de su demencia narcisista la calla diciéndole.

– Ahora solo empezaras con el discurso aburrido en el que me acusaras de que solo soy una niña que no sabe nada, pero adivina que, las cosas cambiaron para mejor en la superficie y tú no pudiste estar allí para verlo y todo bajo esta niña que según tú no sabe nada. - Kipo hace una breve pausa para emitir una risa irónica- Y como ya estoy ¡Harta! de este numerito tuyo te lo diré de forma directa y concisa. No baje hasta aquí abajo para sacarte, no pensaba en hacerlo, pero lamentablemente para mi hay un grupo de soldados a pocos pisos de donde estamos, buscándote, y adivina, no creo que sea para algo bueno y como a diferencia tuya yo tengo una conciencia, vine a sacarte de aquí para llevarte a un lugar seguro. Seguirás en otra prisión, pero al menos una que podamos vigilar.

Emilia no tuvo pie para poder decir ni una sola palabra, hasta que Kipo termino de decirle todo lo que traía en su interior.

– ¿Que gano yo con esto? - le pregunto

– ¡Hay no me lo puedo creer! eres asquerosamente arrogante, pero velo de esta manera, no tendrás que lidiar con honguillo.

– De acuerdo, sácame de aquí entonces.

– ¿Eso es todo?

– Alejarme de esa cosa en lo único que he querido desde que quede atrapada aquí dentro.

– Bien, pero antes de salir, ¿Tú armaste esa máquina?

– ¿Ese reactor? No, estaba aquí antes de que naciera, yo solo le di mantenimiento para mantener el funcionamiento de la madriguera.

– Interesante, es muy pequeño para ser un reactor. - Dice Kipo al acercarse meticulosamente a la máquina. - Me gustaría tener un poco más de tiempo para poder estudiarlo y tomar algunos apuntes, pero me tomo que tendrá que ser para otro día. Adán está arriba conteniéndolos y tenemos que ir a ayudarlo.

– ¿Tenemos?

– Si, tenemos, plural, las dos.

– ¿Y porque debería?

– A no, eso no ocurrirá, nos ayudaras quieras o no o dejare que te lleven los soldados para que te torturen gustosamente.

– No dejarías que eso me pase, eres demasiado buena.

– Pruébame, creo que sabes bien de lo que soy capaz de hacer cuando la vida de uno de mis amigos o familia corre peligro.

Emilia y Kipo intercambian miradas que irradian un odio intenso hacia la otra, pero finalmente Emilia cede ante Kipo respondiéndole.

– Bien, de acuerdo, are lo que pides, pero antes. - Se aparta de Kipo para rebuscar algo entre los montones que parecían ser chatarra. - Necesitare esto. - Alza en sus manos una especie de lanza con una pequeña batería soldada a la base y unos cableados a la punta, lista y preparada para poder dar una buena descarga a quien se atreviera a cruzar en su camino.

– O por-. Suspira Kipo. - No importa, no hay tiempo vámonos.

Y así, Kipo se llevó a Emilia de aquel oscuro lugar, para ir en ayuda de Adán. La idea de tener que sacar a este monstruo de su prisión no le gustaba para nada, pero su subconsciente no la dejaría tranquila y eso ella lo sabía perfectamente, siempre haz lo correcto y hazlo de buena manera, a pesar de a quien estés ayudando sea una persona que no lo merezca.

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