Capitulo LXXIII

Horas más tarde de esa misma noche, Adán llega al campamento donde se encontraba su padre, ubicado en una colina no muy lejos de los límites de Las Vistas. Fáciles de encontrar, gracias a la intensa luz que emitía la hoguera del campamento, en la oscuridad de la noche. Podía verse a Kilómetros de distancia, cosa que llevo a pensar a Adán que había sido a propósito. Su padre no era tan tonto como para revelar su posición así de sencillo, era muy meticuloso y todo lo que hacía lo realizaba con extremo cuidado para no comer errores.

Acercándose cada vez más al campamento, pero con el debido cuidado, Adán termino estando tan cerca que podía verlo a él, solo, sentado pensativo junto a un tronco al lado de la hoguera, mientras la observaba con la mirada perdida en las brasas.

Apoyándose sobre la corteza de un árbol que tenía a su alcance, Adán lo observa detenidamente, mientras pensaba en como poder acercarse a su padre.

– Adán, sé que estás ahí. - Dice Thomas, para luego hacer una pausa, dándole tiempo a que saliera.

Adán sabe que ha sido descubierto y que seguir oculto no tenía ningún sentido, por lo que avanza hacia su padre. Saliendo de la maleza, los soldados se paran frente a él rodeándolo y cortándole el paso. Su padre se quedó sentado, levanto su mando ordenándoles que se retiraran y los dejaran solos. Uno de los soldados le pide que lo reconsidere, pero Thomas ni siquiera le dirige la mirada, seguía contemplando el fuego. Los demás soldados, se lo llevaron al joven antes de que Thomas decidiera que ya no le sería útil, así ahorrase problemas más adelante. Adán, teniendo el paso libre, camina hacia el tronco a un lado del de Thomas y se sienta junto a él.

– Sabia que vendrías tarde o temprano. - Le dice Thomas mirando el fuego.

– No vine hasta aquí para que me lleves.

– Si, lo sé. - Thomas emite un suspiro y levanta la mirada al cielo estrellado-. No crees que son hermosas, su belleza solo puede contemplarse de noche y en un lugar que este alejado de la civilización, volviéndolo aún más atractivo.

– ¿Porque viniste hasta aquí padre? Si hubiera sido por Kipo tendría un poco más de sentido, pero por mí. Ambos sabemos que Jaxon no te enviaría a ti para eso.

Thomas guarda silencio por unos segundos y así luego contesta.

– Hay cosas hijo que entenderás cuando crezcas. - Thomas suspira nuevamente y vuelve a mirar el fuego-. En la ciudad eres conocido ahora como el desertor, el traidor ¿Lo sabes verdad?

– Lo dejaste bien claro hace casi un mes.

– Tienes razón hijo. - Thomas se lleva la mano a la mejilla donde había recibido el golpe de Kipo. – Ese golpe me hizo recordar a los que daba tu madre cuando éramos jóvenes, tenía un temperamento fuerte y sabia como poner en su lugar a incluso a un hombre que la doblara en tamaño. Eran buenos tiempos aquellos.

– Porque hablas ahora de mamá. - Adán aprieta fuerte el puño sobre su rodilla-. Como puedes hablar de ella después de abandonarla y dejarla sola. Nos abandonaste a todos, eso no te da una pizca de vergüenza.

– Cuando uno piensa que todo va a ir bien, es cuando a la vida más le gusta jugar. - Thomas se arremanga la chaqueta y acerca su mano al fuego-.

Adán le sujeta el brazo al ver lo que estaba por hacer. Thomas no le dirige la mirada, en su lugar, le dice.

– Si quieres saber el resto del cuento, suéltame.

Adán disminuye la fuerza con la que apretaba el brazo, siendo esto suficiente para que Thomas continuara, introduciendo toda su mano en el fuego y agarrando en ella una braza al rojo vivo. El sonido de la piel y la carne quemándose llegaba al oído de Adán haciendo un lugar en su mente y el aroma a carne quemada recorría sus fosas nasales. Thomas aprieta la braza con fuerza, para luego abrir la mano al completo. Sus dedos, al igual que la palma estaban completamente quemadas, la braza se había introducido dentro de la mano de Thomas siendo apaciguada por la misma sangre. Tomando la braza con las puntas de sus dedos, la retira ahora de la herida cauterizada por el fuego y la arroja de nuevo a las llamas.

– ¡Porque hiciste eso viejo tonto! - Le dice Adán enojado por la estupidez de su padre.

– ¿No te diste cuneta?

– De tu estúpido rostro inexpresivo, eso no era necesario.

– Lo era, para que creyeras el resto. Antes de que llegara el mutageno ¿Sabes cómo se enfrentaban los soldados a los muts?

– Con armas y entrenamiento.

Thomas emite una pequeña carcajada ante la respuesta ingenua de su hijo.

– Como si eso fuera suficiente. No, la respuesta correcta es con una manipulación minuciosa del cerebro, así como hicieron con el mutageno. Solo comenzaron a experimentar en todos los soldados rasos. Buscaban el cómo suprimir el miedo, el miedo al final es solo una emoción que el cerebro emite para que el cuerpo no corra un peligro mayor. Ellos pensaban que, si lograban suprimirlo, lograrían crear soldados que harían lo que fuera, pero no salió como lo esperaban. Muchos murieron en las mesas de operaciones y los que sí lo lograron. - Thomas hace una breve pausa-. Bueno, nunca volvieron a ser los mismos. En simples palabras, uno no puede jugar a suprimir las emociones sin esperar no dañar alguna otra parte, en mi caso, no siento nada del cuello para abajo. Los médicos se dieron cuenta de lo que habían hecho, pero ya era algo irreversible, el daño estaba hecho. Lo mejor que podían ofrecerme era un esqueleto mecánico que controlara parte del cuerpo, para poder volver a servir como un soldado, pero ya no sería lo mismo. Meses después de que me acostumbre a usarlo se me entrega una carta, en la que tu madre me da la noticia de que estaba embarazada. Parecía que este asunto llevaba ya varias semanas antes de que me llevaran a la mesa. El tiempo se detuvo, mi corazón solo quería que fuera a casa a abrazarla y estar a su lado, pero pronto regrese a la realidad, dándome cuenta que eso solo era un tonto sueño. Como podría regresar así, ahora no era más que un cuerpo que depende de una máquina para poder moverse. Imagínate sostener a tú hijo en tus brazos y no poder sentir su calor o hacerle daño por no controlar la fuerza. Eso acabaría a cualquiera, por lo que simplemente tome el camino que les aria menos daño. Desde ese punto me centre solamente en subir de rango, cumpliendo con las misiones que se me encomendaban, estudiando tácticas, aprendiendo, adaptándome, hasta volverme el arma perfecta y llegar al rango de general, todo esto sin olvidarme de ustedes. Todos los meses le escribía cartas a María y ella, con su respuesta me envía fotos de ustedes, lo único que hacía que el esfuerzo no fuera en vano. Luego apareció el mutageno, este traía la posibilidad de regenerar lo perdido, por lo que fui el primero en ofrecerme para probarlo, pero me lo negaron. No hasta que funcionara perfectamente. Eso lo entendía, como arriesgar a un general en una prueba, pero esa cosa era quizás mi única posibilidad de poder regresar a mi vida anterior. Tomando la iniciativa le pedí un favor a Jaxon, encargándose él de los preparativos necesarios para que se me suministrara el mutageno en el cuerpo. Había funcionado o al menos en parte. No me había matado por lo que eso ya era algo, ni había enloquecido, pero seguía sin sentir el cuerpo. Poco después, recorriendo los pasillos de la base choqué con un soldado, y pude sentir el golpe, pero seguía sin sentir los brazos o las piernas. Supuse que era cuestión de tiempo hasta que las funciones de mi cerebro se terminaran de sanar, pero nuevamente nada sale como uno lo planea. La guerra estallo, los soldados se abrían paso entre los muts y la superficie volvía a ser nuestra. Las cosas se complicaban cada vez más, los humanos ordinarios nos pisoteaban y solo querían que se los defendiera, pero no aceptaban el reto de lo que éramos y eso llevo a otra guerra interna, la cual ya sabes cómo termino.

– Aun así, nunca te atreviste siquiera a visitarnos, esto no cambia nada.

– Por lo menos ahora sabes toda la historia y si vine hasta aquí es para llevarte con tu madre de nuevo. - Thomas mete la mano en el bolsillo de su pantalón y saca un papel arrugado.

– ¿Qué es eso?

Thomas coloca el papel sobre la mano de Adán.

– Léelo tú mismo. – le responde mientras lo mira a los ojos.

Adán estira el papel y comienza a leer. Era una carta de su madre, la cual le pedía a su esposo que fuera a buscar a su hijo, que estaba preocupada, pero lo que dejo helado a Adán fue el final de la carta, los últimos cuatro renglones.

– ¿Ahora entiendes porque debo llevarte a casa hijo?

Adán deja caer la carta al suelo, la cual, enseguida es engullida por el viento y lanzada al fuego.

– Si...- Le responde Adán con una tonalidad apagada.

Thomas mira a las estrellas y le confiesa a su hijo.

– Dicho esto, el duelo de final de mes puede será cancelado.

Adán las mira con él y le responde.

– Esa era su firma

– Si, así es.

– Mierda. -murmura Adán mientras una lagrima se escapa por el rabillo del ojo.

– Sera lo mejor, esa chica con la que estabas antes parece una buena persona. Ustedes tienen algo y eso se pude ver, pero será lo mejor si solo la dejas ir, nada bueno saldrá de todo esto y lo sabes bien.

Adán se hecha hacia adelante reposando sus codos sobre sus piernas y tapándose la cara con las manos, quedándose en silencio.

Thomas apoya su mano sobre el hombro de su hijo diciéndole.

– Tienes que regresar Adán, es lo correcto. - Para luego levantarse y retirarse, dejando solo a su hijo, quien se quedó sentado junto a la hoguera hasta que esta se convirtió en simples brazas sin luz ni brillo.

Por la mañana, Adán se encontraba de nuevo en Las Vistas a pocas cuadras de la casa de Kipo, pensado en todo lo que había ocurrido anoche y en cómo decirle esto. Realmente fue duro de digerir, pero si quería que las cosas salieran bien tenía que decírselo, oh quizás había otra manera de hacer las cosas.

Al llegar a la casa la primera en recibirlo fue Lobezna quien lo había estando esperando, para asegurarse de que cumpliera la promesa.

– ¿Lograste lo que fuete a hacer?

Adán poniendo su mejor cara, le responde.

– En cierta manera sí, pero no era lo que esperaba conseguir.

– ¿Puedo saber qué es?

– No, al menos No ahora.

Su sonrisa falsa solo lo delataba aún más, algo realmente malo había pasado, pero Lobezna le siguió el juego.

– De acuerdo, pasa, mamá y papá está terminando de preparar el desayuno y Kipo aún no se ha despertado.

– Típico de ella, iré a despertarla.

Lobezna le da paso permitiéndole entrar, para cuando le dio la espalda decirle.

– Sea lo que sea que haya pasado Adán, estamos contigo. Lo sabes, ¿verdad?

Adán se encoje de hombros y mira hacia abajo, mientras sujeta el barandal de la escalera, para así de un suspiro decirle.

– Si, lo sé.

A cada escalón que subía, Adán debatía consigo mismo el cómo decirle a Kipo lo que había pasado. Maldita carta, pensó Adán estando parado junto a la puerta, mientras sujetaba el manillar. Un gran bostezo, se escuchó proveniente de dentro de la habitación, Kipo se había despertado sin duda y ahora él estaba menos seguro de dar ese último paso. En lo que debatía consigo mismo, algo lo empujo por detrás obligándolo a entrar a tropezones. Había sido Lobezna quien entro junto a él. Kipo, aun despertándose los ve con los ojos medios entre cerrados y les pregunta.

– ¿Chicos? ¿Qué hacen a esta hora de la mañana?

Lobezna le da unos toques con el codo a Adán para que le hablara primero, pero él no se anima a abrir la boca.

– Adán tiene algo que decirte, pero parece que no sabe cómo.

Adán la mira con enfado, pero tenía razón.

– ¿Prefieres que me valla? - Dice Lobezna.

– No, no será necesario, esto al fin de cuentas afectará a todos.

– ¿Que ocurre Adán? - Pregunta Kipo preocupada.

– Anoche fui a ver a mi padre y me conto cosas que no esperaba que me dijera, nunca.

– ¿Que te dijo Adán? - Pregunta Kipo nuevamente.

Adán emite un suspiro, comenzando a contarles todo lo que había sucedido la noche anterior, sin guardarse nada y dejando para el final la carta.

– Al final tu padre no era un monstruo, solo un tonto, uno preocupado por la seguridad de su familia. - Dice Kipo.

– Aun así, decidió abandonaros.

– Es verdad, pero pensaba que era lo mejor para ustedes. Tienes que verlo de esa manera para poder perdonar, al final esa es la realidad Adán.

– Puede que tengas razón Kipo, pero, aun hay algo más que tengo que decirles.

Lobezna y Kipo guardaron silencio para lo que tenía que decirles y en el momento en que Adán abrió la boca, desde la cocina, Song los llama para que bajaran a desayunar. Generando un silencio un tanto incomodo entre ellos tres.

– Te salvo por la campana Adán, luego de desayunar nos dirás eso último que estas escondiendo. Ahora bajemos, desayunar te hará bien.

Adán sonríe y junto a ellas baja para poder desayunar todos juntos. Realmente este inoportuno llamado, le había salvado momentáneamente de la parte difícil de lo que tenía que decirles, dándole un pequeño tiempo extra para poder pensar las palabras correctas que tenía por decir.

Al terminar de desayunar, los tres se retiraron al jardín de la casa, donde Adán las sentó frente a él en un banquito y les dijo.

– Mi padre me dio una carta dirigida a él, en la que decía que. - Adán emana un suspiro decadente-. mi madre había fallecido.

Kipo se quedó sin palabras, su garganta se hizo un nudo. Nunca la había conocido, y ahora nunca podría hacerlo, pero sabe lo horrible que es perder a un ser querido y casi como un acto involuntario abrazo a Adán por debajo de los brazos, rodeándolo con los suyos. Lobezna se levanta y acompaña el abrazo, quizás no era mucho, pero un corazón dañado solo puede ser curado con el tiempo y el apoyo de quienes te rodean.

Adán las abraza ambas y les dice.

– Mi padre vino a buscarme para darme la noticia y llevarme a casa, no quiere perder a nadie más.

Manteniendo el mentón sobre los hombros de Adán, Kipo le murmura.

– Te iras.

Adán la toma de los brazos la separa para poder verla a los ojos.

– No, no quiero hacerlo. Tenemos que hallar la manera de convencer a mi padre de que puede haber otra manera.

– ¿Seguro Adán? Te apoyaremos en la decisión que tomes, aunque me duela hacerlo.

– Antes no lo estaba, pero ahora sí. No quiero dejar esto atrás.

– Entonces no te preocupes pensaremos en algo, te lo prometo. Encontraremos la forma, siempre lo hacemos y esta no será la excepción Adán.

– Gracias, a las dos. - Adán se separa de ambas-. Creo que lo mejor será pensar en las opciones que tenemos, ¿No les parece?

Al terminar de decir eso, un ruido retúmbate, muy familiar se escucha a lo lejos. Para cuando Adán voltea y dirige su mirada al cielo, ya se encontraba posado sobre ellos El albatros con John en la compuerta de carga saludándolos con la mano. Después de todo cumplieron con lo que habían prometido, un mes les llevaría ponerlo en condiciones y un mes se tardaron. Quién lo diría.

Viendo la imponente maquina Adán recordó algo, algo verdaderamente importante, que podría llegar a ser la solución a este conflicto familiar. Citando a su padre Adán dice sin querer en voz alta.

– A la vida realmente le gusta jugar con nosotros, ¿Verdad? Papá.

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