🌊𝘌𝘭 𝘷𝘪𝘯𝘤𝘶𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘥𝘰𝘴 𝘢𝘭𝘮𝘢𝘴 𝘢𝘳𝘥𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴⚔️

-Sano'o y Souji-kun han comenzado una relación. ¿No estás feliz, Tsuku?-

-Por supuesto que estoy feliz. ¿No lo ves?-

Pero el fuerte sarcasmo presente en la voz de Tsukuyomi y las risas divertidas de Amaterasu dejaron en claro cuánto revuelo y sorpresa había causado la noticia en todas partes.
Y si muchos se habían preguntado cómo alguien tan venerable como Susano'o se había dejado engañar por un oni peligroso, las deidades de alto rango habían bromeado sobre el incidente o habían fingido que no pasaba nada para no despertar la ira de Izanagi y de sus hijos.

Porque una cosa era expresar decepción y mostrar curiosidad genuina hacia una situación en la que no estas abiertamente involucrado, y otra cosa era cuestionar directamente las decisiones del propio Izanagi, quien había permitido el inicio de esa relación tan inusual.
Y al final, con el paso de los días y de las estaciones, nadie volvió a mencionarlo. Habían comenzado a llevar sus respectivas vidas nuevamente con monotonía, tratando a Okita Souji como a un igual.

Aunque esta paridad que creían existente no estaba destinada a durar mucho.
Y Amaterasu y Tsukuyomi, que eran hermanos de Susano'o, lo sabían mejor que nadie.

-Qué alegría. Debo darles a ambos mi más sincera bendición.-

-Oh, es obvio, mentiroso. ¡Estás tan emocionado que tu cara se puso roja de emoción!-

Amaterasu sonrió con picardía al ver que el rostro de Tsukuyomi de repente se contraía de vergüenza.

-Cuando Souji-kun se convierta oficialmente en dios, ¿qué harás? ¿Provocarás un eclipse lunar sin poder aferrarte a la verdadera naturaleza de tus sentimientos?-

-¡Basta! Nunca podría permitir tal humillación. ¡Nunca sucederá!-

-Pasará si no arreglas esa corbata de inmediato, créeme. Muévete y vámonos, corremos el riesgo de llegar tarde a la ceremonia.-

Tsukuyomi resopló nerviosamente. Los dedos temblorosos ajustaron con obsesivo cuidado la corbata oscura que llevaba y adornaba su elegante traje, y Amaterasu se encontró sonriendo espontáneamente.

"Es más terco de lo que esperaba. Pero bueno, al menos Souji-kun se ha encariñado con él. Simplemente no tiene el coraje de admitirlo."

Okita ahora era parte de su familia.
Tsukuyomi fue el primero en intentar que ciertos sentimientos salieran a la superficie y lo abrumaran, pero al intentarlo comprendió que había fracasado desde el principio, que ya era demasiado tarde. Y a ella le ocurría lo mismo: Amaterasu, la espléndida y orgullosa diosa del Sol, se había encariñado con un oni cuyo severo destino estaba a punto de traerle un final atroz.

Sabía muchas cosas, incluso más que su padre. Había guardado silencio para no causar sufrimiento a ese hermano despreocupado cuya sonrisa constante había aprendido a amar. Y así, egoísta y culpable, había llegado a la conclusión de que tenía que encontrar una manera efectiva de acabar definitivamente con la maldición que consumía a Okita.

Pero por ahora tenía que quedarse callada y esperar. Es más, no se habría atrevido a abrir la boca durante el día más hermoso y esperado de Susano'o.
Por una vez, pondría su papel de hermana mayor por encima de todo.

Su familia era sagrada. Y mantener intacto este carácter sagrado era su deber. Independientemente de las consecuencias.










Honor. Coraje. Fuerza. Determinación.
Éstas eran las cuatro reglas que Okita se había obligado a respetar.

Ser un samurái honorable requería una gran responsabilidad, a la que se prometió aferrarse en cada momento de su existencia, y no sólo durante las batallas.
Acercarse a Susano'o había sido muy fructífero no sólo para sentirse amado y aceptado, sino también para poder dominar plenamente su talento. Las de ser feliz y poder dar lo mejor de sí habían sido dos posibilidades irrepetibles, y no quería desperdiciarlas. Quería crear un nuevo estilo de lucha, nuevas técnicas y estrategias que le permitieran poner a Susano'o en dificultades. Porque era cierto que era fuerte, y que igualar su talento era casi imposible, pero Susano'o le plantaba cara en todo lo que hacía y, en cierto momento, tras otra derrota más, Okita se preguntó qué estaba haciendo mal.

<<Lucha sin preocupaciones, ligero como una pluma. Tu problema, Souji, es que te entregas a pensamientos esporádicos que te distraen excesivamente.>>

Susano'o había hecho esa observación recientemente, hace aproximadamente una semana.

Y Souji había tenido miedo.

¿Cómo podría no tener ninguno? Susano'o debió tener sospechas o al menos entender que no era transparente con él, o ni siquiera podía tener una explicación precisa para la constante preocupación que brillaba en sus ojos oscuros.
¿Amaterasu le había dicho algo? ¿Le había dicho qué maldición lo estaba destruyendo?

Okita se miró las manos, agarradas por la empuñadura de una katana que había usado y llevado consigo desde que tenía uso de razón. Contempló la hoja brillante, reflejándose en ella y sintiendo malestar al ver la palidez de su rostro y los labios temblorosos que expresaban sus temores más profundos.

-No puedo presentarme así.-

Dejar la katana a un lado le dolía, pero le dolía aún más saber lo malo que era.

-Ten paciencia, tengo que dejarte. Por un día si te dejo aquí, nadie se ofenderá.-

Arrodillado sobre una suave almohada violeta, mantuvo los ojos cerrados y la respiración tranquila y regular. Dio un par de palmadas, un gesto innecesario que, sin embargo, contribuyó a mantener alta su concentración y a recordarle que sí, que todavía estaba vivo.

-¿Souji?-

No darse cuenta de él se había vuelto prácticamente imposible.

-Estás dejando a tu amiga aquí, completamente sola. ¿Qué te impulsa a hacerlo?-

Pero es posible que alguien más no sea de la misma opinión.

-No tengo que ir a pelear.- Okita se giró con una sonrisa sincera y afable: -Y no quiero cargarla conmigo de un lado a otro en un día tan importante. Quiero dedicarme por completo al inicio de una nueva era, sin otros pensamientos. Terminaría tratándola como una carga pesada, y no quiero.-

-"Como una carga pesada..."-

¿A Okita Souji realmente le encantaba el manejo de la espada? ¿Le encantaba pelear, dar lo mejor de sí? Susano'o había creído que sí, le encantaba entrenar esporádicamente, exactamente como lo hacía, pero hacía algunos días se había dado cuenta de que tal vez Okita no aceptaba una de las partes más importantes de su ser.
Se notaba por sus ojos, desprovistos de la luz homicida y vivaz que muchas veces lo había acompañado. Y también quedó claro por las formas tímidas que terminó usando cuando ya no pudo soportar el peso de una maldición que ni siquiera le había descrito todavía. Sin embargo, hablar de ello sin que él dijera la primera palabra podría haber sido muy peligroso y, por lo tanto, permanecer en silencio podría haber sido la mejor opción para empujar a Okita a recuperar sus fuerzas para superar sus adversidades.

Ah, qué equivocado estaba. Pecaba de superficialidad y la enorme confianza depositada en Okita le cegaba.

-Pensé que deberías terminar de arreglarte, pero veo que estás listo.-

-Tuve que ocuparme de otros asuntos. Esta es tu ceremonia, Souji. Es un evento que también me concierne, te quiero a mi lado. No puedo tomar esto a la ligera.-

Okita sonrió al verlo serio y sereno: -¿Quieres sermonearme?-

-No, quiero que te des prisa. Dijiste que querías informarme de algo muy importante antes de la ceremonia, pero si no nos movemos nunca llegaremos a tiempo.-

-Tienes una memoria resistente. ¿Estás intrigado?-

-Puede ser.-

Sentir sus propios labios presionados contra los de otra persona era una sensación con la que aún no se había familiarizado. Amaba el contacto de sus labios que se volvían más cálidos y necesitados de cercanía, y amaba las manos del dios que bajaban por su cuerpo para apretarlo en un abrazo necesitado, pero lo que sentía eran emociones muy fuertes, y que le hacían desistir de llevar a cabo decisiones tomadas hace un tiempo.

-No tenemos que ir muy lejos.- susurró contra sus labios: -Nos llevará menos de tres minutos, te lo garantizo.-

-Ah, ¿estás jugando conmigo? Sabes muy bien que decir todas estas frases me empujará a complacerte más y más a cada segundo.-

-Perfecto.- Okita rió: -Porque eso es lo que quiero.-

Y no estaba mintiendo: odiaba a los mentirosos y Susano'o no podía faltarle el respeto. Habría cometido seppuku si fuera necesario, en lugar de mentir; simplemente estaba asustado y no muy decidido.
No podía decir que lo deseara del todo, sin embargo también era cierto que volver atrás después del esfuerzo que había puesto en ello no tenía el más mínimo sentido.

-¿Puedo al menos saber qué tienes que mostrarme?-

-¿Qué pregunta sería esa? No te lo puedo decir, o ya no sería una sorpresa.-

-¿A mi me basta una pequeña lista. Dímela y te prometo que no insistiré.-

-No, no te diré nada. Espera pacientemente y verás que tu curiosidad será debidamente satisfecha.-

Ignoraron las advertencias de un sirviente que los invitó a quedarse cerca y salieron al aire libre, partiendo hacia un destino al que Susano'o quería llegar lo antes posible.
No sabía qué era y por qué Okita había esperado escrupulosamente ese preciso momento para llevarlo a ese lugar, pero estaba increíblemente seguro de una suposición: era importante. Era importante para Okita y lo sería para él. Y eso fue suficiente para él.

Cuanto más caminaban hacia el claro, más las voces y ruidos detrás de ellos se convertían en un recuerdo lejano.
Susano'o apenas reconoció el camino que Okita le instaba a seguir. Había preferido muchas calles a ésta, aislada y oscura, y ya se estaba arrepintiendo. Quién sabe qué grandeza quería mostrarle Okita, que podría haber descubierto por sí mismo siglos antes si no hubiera tratado el mundo circundante con fría ligereza.
Tal vez llegar tan lejos le habría hecho conocer a Okita hace muchos años.

No, tenía que dejar de centrarse en el pasado y en hipótesis que ya no tenían sentido.
El presente tenía que ser suficiente para él.

-Hemos llegado.-

Susano'o miró a su alrededor, su corazón latía salvajemente de emoción mientras intentaba comprender qué bellezas Okita quería compartir con él. Además de unos majestuosos cerezos vio una casita para pájaros de madera y una roca de mediana altura y no necesitó que Okita agregara nada para entender que la roca era la sorpresa que el oni quería que viera.

-Te diste cuenta.-

Okita no se dejó encantar por las flores de cerezo que dejaban caer sus pétalos en el prado, prefiriendo dirigirse a la zona menos interesante, tocando la superficie de la roca con la misma delicadeza con la que una madre acaricia la mejilla de su hijo.

-Ésta es una fuerza que no ha salido a la luz. Y no intenté hacerla mía. Prefiero crear nuevas técnicas que fortalecer las viejas.- Okita se arrodilló tocando varias veces la roca con una sonrisa amarga: -Tu eres diferente. Seguramente te interesarán.-

Susano'o tuvo que centrar su mirada en la superficie de la roca para comprender que había grabados impresos en ella. Eran antiguos y ligeramente descoloridos, pero legibles. Desprendían una energía que le recordaba algo sereno, hermoso, eternamente pacífico.
A paso rápido se acercó a Okita y siguió su ejemplo, arrodillándose para acariciar la superficie de la roca que le provocaba vibraciones desconocidas - ¿nostálgicas? - y lo notó.

-Estos grabados son...-

-Pertenecen a mi pueblo.- Okita se quedó impasible: -"Pertenecían" sería el verbo más correcto. No es que me importen nada.-

-La memoria de tu pueblo es tuya. ¡Podrías usarla para crear técnicas maravillosas!-

El uso de la katana. La postura, la respiración, las técnicas.
Los grabados eran tan claros que lo emocionaron infinitamente.

Honor. Los golpes de la katana deben impactar al enemigo en su totalidad.

Coraje. La habilidad de batalla que no se puede reproducir e implica cincuenta cortes consecutivos.

Fuerza. La bravuconería del oni que lo empuja a desistir de la arrogancia de sus oponentes, llevándolo a realizar movimientos irregulares.

Determinación. La espada más brillante que te permite hacer invisible todo tu potencial.

Cuatro ventajas convertidas en técnicas impresionantes.

No cualquiera podía entenderlos, y Susano'o era muy consciente de ello, pero ¿qué importaba? Esto los hizo aún más especiales. Eran una especie de código que sólo podían entender ellos dos, almas gemelas destinadas a apoyarse mutuamente para evolucionar y fortalecerse.

Su atención se centró entonces enteramente en la palabra "invisible", en el poder que esa fuerza, si se moldea con la creación, podría tener para crear una técnica nunca antes vista.
Y el concepto mismo de "ver" le parecía muy concreto. ¡Quién sabe cuántas preguntas podría responder ahora, superando límites que simplemente había vislumbrado!

-Eres un libro abierto.- Okita rió al verlo lucir una gigantesca y brillante sonrisa: -Hubiera sido extraño no verte reaccionar bien y con tanta alegría.-

-¿Estás bromeando? ¿Habías pensado vagamente en una eventualidad absurda como esa? - Susano'o dio varias vueltas alrededor del peñasco, releyendo los grabados cuatro veces seguidas: -¿Quién no reaccionaría bien ante un tesoro de inmenso valor? ¡Por suerte pudiste conservarlo y evitar que se dañara!-

No amaba sus orígenes y las terribles persecuciones que tuvo que sufrir debido a la ignorancia de sus conciudadanos y a los arrogantes seres superiores, pero nunca antes se había sentido satisfecho.
Fue una felicidad que golpeó su pecho con alegría y le recordó con intrépida euforia cuánto no debía ser subestimado.
Susano'o fue la clara razón que debería haberlo empujado a amarse a sí mismo sin cesar. Y maldita sea, recibir esa sonrisa lo hacía sentir importante.

-¡Tienes que contarme sobre tus orígenes, Souji!-

-Estás muy impaciente, ya veo.-

Susano'o volvió a reír y el corazón del oni dio unas volteretas, complacido.

-Quiero que me cuentes detalladamente sobre estas cuatro técnicas. ¿Se han transmitido de generación en generación? ¿Por qué no sabía nada al respecto?-

-¡Oye, te recuerdo que tenemos una ceremonia a la que asistir!-

Las risas, sin embargo, no cesaron y Okita se encontró bromeando sin pensamientos ni preocupaciones, feliz de haber podido pasar años con Susano'o quien, como un rayo caído del cielo, había iluminado su vida.
Esperaba reír con él para siempre.

Nunca había creído en esto "para siempre", pero así lo esperaba de todos modos.

Esperanza que resultó ser inútil e inalcanzable.

-Susano'o!-

Era increíble cómo la felicidad más bella resultó ser la más atroz de las ilusiones.

No sabía de dónde habían venido esos soldados y no quería creer que habían sido víctimas de alguna conspiración planeada. No podía soportarlo.
Susano'o era de la misma opinión: la risa había cesado justo cuando los hoyuelos en las mejillas que el exceso de risa había provocado habían desaparecido. Escudriñó a sus subordinados con severidad, casi con fastidio, en busca de una explicación que nunca llegó.

-¿Qué están haciendo?-

Ver a Okita rodeado, como un criminal, le hizo estallar de ira.

-Perdónanos. El Venerable Izanagi nos ha encargado actuar con prontitud.-

Uno de los guardias, el más fuerte, giró su espada hacia Okita, quien no movió un músculo y no contribuyó a la búsqueda de explicaciones.

-Okita Souji, te declaramos bajo arresto por intento de asesinato contra el Supremo Susano'o no Mikoto.-

Oh.

No fue un cristal roto.

¿Fue esto la ruptura en pedazos de un corazón roto?







-¿Pero qué están haciendo? ¿Por qué ustedes, miserables idiotas, lo llevan a régimen de aislamiento? ¿Están completamente locos?-

Frases que se mezclaban con otras frases, y palabras claras que se convertían en incesantes discos rayados que le provocaban una fuerte migraña.

-Estas son órdenes. Debemos respetarlas.-

¿Órdenes? ¿Y quién había dado esas órdenes?
A juzgar por las caras de sorpresa de sus hermanos que se habían sumado a ellos atraídos por la confusión, no podrían estar involucrados.

¿Pero entonces quién?

-¿Por qué deberían juzgarme? No sabía que había cometido un delito.-

No entendía cómo Okita lograba mantener toda esa compostura, mientras él por el contrario sentía un violento torbellino sacudiendo sus entrañas y subiendo hasta la altura de su pecho.

-Has eliminado a cuatro de nuestros compañeros y has tomado posesión del Ame-nu-hoko, la lanza celestial enjoyada del Granze Izanagi. ¡Arma que querías usar para matar al tercero de sus hijos!-

-Oooh, ¿en serio?- los ojos dorados de Okita brillaron brevemente con ira, aunque el sarcasmo nunca salió de sus labios: -¿Y dónde habría escondido un arma de tan gran escala?-

-Deberías ser tú quien nos diga esto.-

-No fui yo quien la robó.-

-¡Mentiroso! ¡Vimos perfectamente tu figura deambulando de un lado a otro por la noche antes de cometer el crimen!-

Okita se quedó congelado en el acto, sorprendido por decir lo menos.

-...te dije que no era yo.-

-¡Tsk! No mientas, t—.-

-Basta.-

El robo corría el riesgo de convertirse en un recuerdo lejano. Y el primero en darse cuenta del peligro de lo que estaba por suceder fue Tsukuyomi, quien se acercó con pasos rápidos hacia Susano'o quien tenía el rostro distorsionado por la ira y su mano presionada con fuerza y ​​ira en la garganta de la guardia más baja que no hizo más que cuestionar a Okita y su buena fe.
Y esto estuvo a punto de ser fatal para él.

-Souji no hizo nada. Estuvo conmigo mañana, tarde y noche. ¿Me escuchaste?-

-¡Idiota, no empeores las cosas y déjalo ir! ¡Lo único que necesitamos es que te acusen de ser cómplice de esta tontería!-

Susano'o no lo escuchaba. Estaba cegado por la furia y esta fue también una de esas ocasiones en las que no se habría ahorrado ir contra sus propios hermanos, a pesar de que su mente estaba nublada por emociones turbulentas que creaban en él un enorme desequilibrio espiritual y mental.

-¿Tienes el valor de decir que yo también estoy diciendo un montón de mentiras?-

-N-No...- la guardia apenas pudo derramar unas cuantas lágrimas y rezar para que pudiera salvarse: -Quiero solo—.-

-Ahora soy yo quien te dice que te calmes.-

Amaterasu, tranquila y desaliñada, caminó hacia sus hermanos y el guardia insolente que abría la boca con demasiada frecuencia. No miró a Okita ni le dio ninguna mirada tranquilizadora. Sabía que no la necesitaba.

-Sus acusaciones son infundadas, y hay una increíble falta de pruebas.-

-¿Qué? ¡No! ¡Tenemos la prueba!-

Amaterasu sonrió con desprecio a la guardia que había hablado sin su consentimiento.

-¿Ah, de verdad? ¿Y cuáles serían?-

-Emh... en...-

-Mentirosos y patéticos. Deberíamos matarlos.- esta vez fue Tsukuyomi quien los acusó. La ira redujo su carácter polémico y aumentó su sentido de protección hacia Susano'o, a quien todavía veía como un niño particularmente turbulento: -Sois unos cobardes y habéis intentado arruinar este día tan importante. ¿Qué razón hay detrás de esto?-

Nadie se atrevió a decir una palabra.

-¡¡Tienen que responder ahora!!-

-Están en silencio porque están respetando los deseos de uno de ustedes.-

-¿Eh? ¿Qué?-

Sirvientes, camareros y deidades menores se hicieron a un lado al ver al propio Izanagi caminando hacia sus hijos, atravesando ese largo y estrecho pasillo que se estaba volviendo asfixiante. Hubo quienes dieron muchos pasos hacia atrás, quienes obligaron su espalda a apoyarse contra la pared y quienes prefirieron quedarse quietos, convirtiéndose en espectadores de un hecho inesperado que se estaba convirtiendo en algo mucho más grave.

-Plantar lujurias tortuosas contra alguien es simple. Pero contra uno mismo se necesita mucho coraje.-

Susano'o y Tsukuyomi no entendieron. El primero aún estaba cegado por una ira desproporcionada y el otro ni siquiera tenía fuerzas para volver a gritar a todo pulmón para sacarse esa angustia que su corazón aparentemente desapegado pero bondadoso le había impuesto.

Sólo Amaterasu se dio cuenta rápidamente y de manera amarga.

-Pero entonces... no me digas...-

-Mentir no es una buena elección, y aunque tu honorable etiqueta te lo prohíbe, preferiste actuar por tu cuenta y no respetar las leyes de las divinidades que muchas veces has despreciado por considerarlas malvadas.- Izanagi sonrió, pero su sonrisa no era transparente, sincera. Fue un gesto sin sentido de un dios egoísta y despiadado: -Actuar con prisa no era una estratagema propicia.-

Una...

-¿Verdad, Okita-kun?-

...¿estratagema?

-¿Habría organizado Souji toda esta puesta en escena?- como un tornado que se disuelve en la nada, por lo que los terribles arrebatos de ira de Susano'o se disolvieron: -...no puede ser.-

-Pero lo es, hijo mío. Y no es la primera vez que lo intenta.-

Incluso antes de comenzar un nuevo tipo de existencia, un nuevo comienzo y una nueva forma de amar, todo había sido hecho trizas. No era agradable ver desmoronarse los sueños más bellos frente a ti y Susano'o, que había alcanzado su gran fama porque había sido sincero y nunca había experimentado el desmoronamiento directo de una de sus propias ambiciones, asimiló esa noticia con un zumbido creciente en sus oídos que se volvió imposible de soportar.

-No quería engañarte.- Okita no estaba orgulloso de sí mismo, y no tenía ganas de enfrentar a Susano'o abiertamente: -Y no quería involucrar a inocentes. En caso de mayores disturbios, habría intervenido personalmente.-

Lo había admitido. Había mentido.

Gracias a él se había vuelto aún más fuerte. Había inventado estilos y técnicas envidiables y se había acercado a la humanidad, admirándola, contemplándola en su totalidad.

-No te pediré perdón. Sólo comprensión.-

¿Comprensión?

Por él, por su bien, iba a matar a...

-Pero qué comprensión. ¡No has hecho más que crearnos problemas!- Tsukuyomi se pasó una mano por el cabello, impactado: -!Y también elegiste el momento menos adecuado para hacerlo¡-

-No podemos ignorar la gran estupidez que estabas a punto de hacer. Exiges un poco de sana comprensión cuando ya es mucho si no te castigamos como a un miserable mortal.-

Amaterasu había adoptado una conducta distante. Estaba claro el cariño que le tenía al oni, sin embargo no podía permitir que su honor y el de su familia fueran ridiculizados de una manera tan sin sentido.

-Para nosotros está clara tu culpa, no tus motivos. ¿Podría ser que actuaste imprudentemente para... Sano'o? ¿Adónde vas?-

-¡Espera!-

La perfección no existe. Puedes crearla con tus propias manos, sin pensarlo dos veces, pero sin el debido compromiso no puedes avanzar hacia la consecución de algo que apenas estás intentando construir.
Él lo sabía bien y había tomado conciencia de ello especialmente cuando había visto a los seres humanos vivir, luchar, expresarse al máximo de sus fuerzas y capacidades sin obtener los esfuerzos esperados. Exactamente lo mismo les había sucedido con mucha frecuencia a los dioses quienes, sin embargo, siendo minutos de su ego, no habían sido lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de cuán idénticos eran a aquellas criaturas que consideraban inferiores.

Era ridículo creer que uno podía alcanzar una perfección que había sido imposible de alcanzar para seres fuertes e imparables como Zeus y Odín. Pero con Okita a su lado se sentía invencible, capaz de cargar sobre sus hombros el peso y las esperanzas de hombres y dioses para dejarlos a ambos satisfechos.
Sabía que los sueños de Okita eran suyos, que las ambiciones y los buenos momentos que habían tenido eran sinceros.

¿Pero entonces por qué? ¿Por qué lo había engañado? ¿Qué lo había impulsado a comportarse como un vil traidor el día en que se suponía que debía convertirse en un dios?

Debería haber hablado con él. Si no hubiera querido convertirse en una deidad y estar oficialmente a su lado, bien podría habérselo dicho. El nunca lo habría obligado a tomar decisiones que no siguieran sus intereses.

Pero Okita no había hablado con él. Y esto dolía, era un dolor incontenible.

-Susano'o! Espérame!-

No quería detenerse a hablar con él, no estaba de humor y no quería empezar una pelea. Estaba cansado y sólo quería respirar aire fresco para recuperarse.

-Hablaremos de eso más tarde, Souji. Al menos si pretendes hablar conmigo abiertamente y no utilizando otras estratagemas desagradables.-

Una mano cálida e insegura le agarró la muñeca.

-No podemos hablar de eso después.-

Negarlo era inútil: no estaba enojado, no con quien lo merecía. Quería obligarse a alejarse y fingir no escucharlo, pero al final no lo hizo. Mentir lo haría equivocarse, no muy diferente a Okita.

-Tienes que escucharme.-

-Te habría escuchado incluso antes.- Susano'o no pudo evitar que su voz sonara pesada, fría: -Pero preferiste no hacerlo y ahora aquí estás, rogando que te escuche.-

Okita sabía que Susano'o estaba decepcionado. Percibió su aura moverse como una ola impetuosa, lista para arrojarse con fuerza contra una roca pero evitando involucrar a los seres vivos. Debía haber sido objeto de su ira y lo estaba protegiendo, sofocando el deseo de exigir explicaciones de manera directa y forzada.

Y presenciar esa decisión poco a poco destruyó su corazón. ¿Cómo podía Susano'o ser tan... sentimental? ¿El contacto con hombres lo había cegado hasta ese punto?

-No quiero rogarte. Hacerlo sería un insulto para ti.- Okita suspiró absteniéndose de mirarlo a los ojos. No podía soportarlo y se ridiculizaba más de lo que ya lo había hecho: -He intentado varias veces desear este día. Los días que pasé contigo fueron tan hermosos que en un momento me encontré con ganas de rogarle a Kannon la misericordia necesaria para pasar la eternidad contigo. Eternidad que no me será concedida.-

-¿De que estás hablando?-

-Había pensado en la posibilidad de ser descubierto pronto. Mi plan era banal e imprudente.-

-Te privaste de tu katana porque ya eras consciente de lo que te esperaría al descubrir tu crimen.- Susano'o escrutó dos veces a Okita: -No intentaste pelear.-

-Pelear no tiene sentido para mí. Me engañaría.-

Susano'o no podía creer lo que estaba escuchando. ¿La persona frente a él era realmente Okita Souji? ¿O era un guerrero dócil y miserable que se dejaba consumir por misteriosas oportunidades perdidas?

Toda esta charla le estaba haciendo sangrar el cerebro.

-¡No puedes decir semejantes tonterías!- casi le gruñó. La desilusión fue haciéndose insoportable: -¡No después de mostrarme lo que fueron capaces de hacer tus antepasados! ¡Estás manchando la memoria de tu gente!-

-¡Gente por la cual no me siento representado!- por unos instantes, los ojos de Okita se pusieron rojos: -Que todos se pudran para mi deshonra, no importa. ¡El sufrimiento debería ser mío, no de ellos, que me trataron como una herramienta para conspiraciones y venganzas!-

-Souji, tú...-

Las lágrimas corrían imparables por el rostro del oni.
No se había familiarizado con la fragilidad ni cuando era niño ni cuando sufrió la primera opresión sin comprender el motivo.
Nunca había llorado ni siquiera delante de Susano'o, que había sido testigo de su transformación, de sus malos momentos y de sus notables hazañas.

No podía soportar la idea de estar solo y ya no poder luchar junto a quienes amaba, pero ¿qué podría hacer para evitar un destino tan cruel? No fue posible. Si lo hubiera sido, habría estado tratando de subvertir ese maldito malestar suyo hace mucho tiempo.

Nada era fácil y no se le daría nada. Por eso dijo "basta." Luchar por uno mismo era una responsabilidad que se estaba volviendo demasiado onerosa.

-No quería que llegara a esto. Me hubiera gustado evitarlo.-

-Lo sé.-

-Quería hablar contigo sobre eso, pero... tienes tantos deberes en los que tienes que pensar que no tuve ganas...-

-Souji.- Susano'o puso una mano en su hombro, asombrado y dolorido: -Tú no eres menos importante que mis deberes.-

-¿Crees que no lo sabía? ¿Crees que no hubiera esperado tal respuesta de tu parte?- Okita rió amargamente: -No sabes ser poco sincero.-

-No soporto enterrar la verdad. No es mi—.-

-Estoy a punto de morir.-

Susano'o estaba experimentando varios tipos de dolores. Cuando era joven, le dolíeron los músculos durante las peleas y los entrenamientos que requerían un enorme esfuerzo físico, y las heridas infligidas por adversarios mortales ciertamente no habían sido pequeñas ni delicadas y habían tardado varios días en sanar.

Pero, ¿cómo curaste las heridas que destrozaron tu alma en innumerables pedazos?

-¿Qué estás diciendo?- la decepción y el enfado habían desaparecido por completo. El dolor reinaba supremo en su corazón y le impedía pensar con claridad: -Souji, no puedes morir a menos que...-

-A menos que la maldición me destruya.- concluyó Okita con una sonrisa amarga: -Bueno, ese momento ha llegado. No es que pudiera hacer nada para evitarlo.-

-¿¡Por qué no me lo dijiste!?- Susano'o también lo agarró del otro hombro, sacudido: -¡¿Por qué montaste este teatrito en lugar de decirme que corres el riesgo de convertirte en un recuerdo lejano!?-

-Hubiera sido más fácil irse sin causar dolor.-

-¿Sin causar dolor? Pero te estás escuchando a ti mismo? ¿De verdad crees que provocar mi ira automáticamente quita mi dolor?-

No era el Okita que conocía quien estaba hablando, ahora tenía la confirmación de eso. No fue su inexplicable rendición lo que lo confundió, sino su determinación de creer que era una carga para los demás y que para los demás estaba bien desaparecer sin dejar rastro.

El Okita que había tenido el coraje de matar a Orochi, impidiéndole concederle una muerte digna, se había convertido en una sombra que no podía vislumbrar.
Y de repente tomar conciencia de ello fue peor que ese sentimiento de traición que lo había oscurecido.

-Lo siento, pero no podía hablar de mi situación a la ligera.-

-Nunca me dijiste cuál es tu maldición.- se suponía que iba a ayudarlo. Era un dios, y aunque realmente no existieran remedios, él mismo habría inventado uno: -Cuéntamelo y sabré cómo ayudarte. ¿Qué te cuesta confiar en mí como siempre has hecho?-

-...no puedo. Lo siento.-

-¡Souji!-

-Hermano mío, basta. Okita no tiene ganas de hablar y esta es su decisión final, no podemos obligarlo.-

Amaterasu caminó hacia ellos con una expresión seria que apenas ocultaba su confusión. Era conocida por ser fuerte y valiente, pero el amor que tenía por su familia tampoco era algo que pudiera ocultarse sin que nadie se diera cuenta. Le había dolido ver sufrir a Susano'o, y le había dolido ver a Okita hacerse daño a sí mismo por faltas que en última instancia no dependían de él.

No es que esperara que las cosas estuvieran bien por mucho más tiempo. Los dioses y el caos muy a menudo iban de la mano incluso con el placer imprudente. Tarde o temprano la infelicidad tocaría a su puerta.

-Hermana, tú...-

-No quiero impedir que cambies tu decisión, Souji. Pero piense detenidamente cómo actuar antes de realizar acciones de las que te pueda arrepentirse amargamente. El arrepentimiento es un enemigo que nunca desearía que tuvieras.-

Luego de pasar junto a Susano'o sin mirarlo, aprovechando que se había alejado de Okita, fue Amaterasu quien solicitó el contacto físico con el oni, agarrando su mano y apretándola entre las suyas con una delicadeza que no le pertenecía.

-No te dejes abrumar por los miedos y déjate guiar por el instinto. A menudo hiciste esto en el pasado. Intentalo otra vez.-

-No puedo. El instinto me serviría de poco, y me engañaría aún más.-

-Ah, lo entiendo. En resumen, es el razonamiento de un guerrero endurecido. No es que pudiera esperar nada diferente de ti, que eres el compañero de confianza de mi hermano. Pero el miedo a esta maldita maldición te está paralizando.- la diosa entrecerró los ojos preocupada: -No te rindas por ninguna razón. Puedes contener la fuerza disruptiva que reside dentro de ti, sólo necesitas controlarla.-

-¿Controlar la fuerza que reside en mí? No, eres tú quien no entiende. Onigo es parte de mí, es una extensión de mi ser y no una entidad en sí misma. También puedo retenerlo unos días más, pero...- Okita apretó el dobladillo de su haori, a la altura del pecho: -Me dominará. Es mi destino.-

-¿Estás tan seguro de ello? Dijiste que hace mucho que no se manifiesta, y esto podría ser una señal de mejoría.-

¿Amaterasu también se aferraba a alguna esperanza de ayudarlo? ¿Se había encariñado con él?

-Lo sabías.-

Okita se giró, consciente de que Susano'o no se había dirigido a él.

-Sí, sabía sobre la maldición de Souji.-

-No, no me refiero a eso.- Susano'o apretó el puño con fuerza: -¿Sabías lo que le estaba pasando, lo que estaba pasando por culpa de esta maldita maldición, y no me lo mencionaste?-

-No fui yo quien debería habértelo contado.- Amaterasu fue categórica; ella lo amaba, pero no habría recibido acusaciones falsas de su parte: -Tú y Souji no se entienden. No os habéis comunicado decentemente entre vosotros y podéis ver los resultados. Después de todo, siempre ha sido así.-

Amaterasu no estaba de humor para presionar a esos dos para que aclararan.
Los había seguido durante siglos, empujándolos a relacionarse entre sí sin éxito. Y al final, cuando lo logró y fue testigo de decenas de años sin preocupaciones en ambos lados, vio que la magia se apagaba debido a malentendidos infantiles.

Quemarlos a plena luz del día como venganza podría haber sido la alternativa más ejemplar para hacerlos razonar.

-Okita, habla con él por una vez. Y tú, Sano'o, aprende a darle importancia también a lo que sucede fuera de una pelea.-

Había sido una acusación bastante dura.

Es muy posible que Susano'o se enfadara con ella por haber obtenido información sobre qué dolencias aquejaban a Okita y no habérselo contado ni mucho menos el más fugaz detalle, pero no se arrepintió.

¿Querían estar juntos? Bien, que aprendan a comunicarse sin depender del manejo de la espada.

El destino creado por el nacimiento de sus decisiones finales se habría encargado del resto.








Las nubes estaban oscuras y el sol se escondía detrás de ellas, habiendo asumido sin previo aviso una actitud tímida y torpe, liberando sus rayos con menos esplendor. La naturaleza circundante era igualmente viva y el temblor de los pájaros que se alzaban el vuelo en busca de un lugar más cálido hacía que el ambiente fuera más relajante, hasta tal punto que resultaba extraño pensar que se produciría una tormenta en cuestión de unos segundos. Cada ser humano se había preocupado de encerrarse en casa y prepararse para la llegada del mal tiempo con comidas abundantes y lo necesario para mantenerse caliente junto a amigos y familiares.

Entonces ¿cuál era la diferencia entre hombres y pájaros?
No importaba si su estilo de vida era completamente diferente, si los pájaros tenían alas capaces de hacerlos remontarse en el cielo y si los seres humanos poseían razón y sentidos que los convertían en fotocopias imperfectas de los dioses. Necesitaban calidez para seguir viviendo, alguien que los apoyara o algo que los hiciera sentir seguros.

Y Okita sentía una gran envidia hacia ellos. Debido a que era un oni, a que poseía una fuerza y ​​talentos notables que muchos aspirarían a tener, pero nunca había estado en un grupo de amigos, en una familia. Nunca había tenido el beneficio de alguien que estuviera dispuesto a amarlo, protegerlo y cuidarlo.

Luego vino Susano'o quien le enseñó a valorar sus propios sentimientos y los de los demás y su envidia se había convertido en gratificación. Sabía que sin Susano'o habría corrido el riesgo de convertirse en un monstruo, en el peor de los oni, y esto no había sucedido. Porque aunque no hubiera sido consciente de ello, lo había ayudado a contenerlo.
Le había hecho alcanzar un equilibrio necesario y se habían visto los frutos de su esfuerzo, así como de su enorme e independiente talento.

Pero no fue suficiente.

<<Somos iguales, Okita Souji. Somos útiles a la causa y estamos destinados a ser destruidos por mentalidades que no viajan en la misma onda.>>

Siegfried, el semidiós encerrado más tarde en el Tártaro por el sabio y cruel Odín, le había dirigido esas precisas palabras durante una de las muchas fiestas propuestas y organizadas en el corazón del Valhalla. No se lo había contado a nadie, y no se le había pasado por la cabeza mencionárselo a Susano'o. ¿Cómo podría hacerlo si Siegfried hubiera estado tan cerca de morir a manos del propio Susano'o?

Crear desacuerdos y otros intentos de enemistades innecesarias no era lo que quería. Sin embargo, no podía negar que ese día se sentía importante.
Para bien o para mal él se había sentido el protagonista de aquel día, quien había contribuido a hacerle comprender que necesitaba a Susano'o para sentirse bien.

Pero ¿qué quedó de aquella noche?

-Los peces no nadan.-

-¿Como?-

-No pensé que tuvieran miedo de que viniera la lluvia.-

Le hubiera encantado saberlo.

-Dicen que hay riesgo de que venga una tormenta violenta, pero yo no lo creo. Mi pueblo teme que el Venerable Susano'o esté enojado y quiera descargar su ira sobre nosotros para castigarnos. Yo creo simplemente que está triste y amargado.-

La sensibilidad de ese joven humano era desarmante. Era raro encontrar a alguien que te entendiera rápidamente o fuera más sabio que los demás, pero ¿ella? Su porte y sus consejos, dados en el momento justo con firmeza, le daban un aura diferente.
Mitsu se definía como idéntica a su hermano, a su pueblo, pero no, era diferente. Si hubiera decidido partir hacia nuevas tierras para tener otras experiencias y no quedar anclada en sus orígenes, podría haber alcanzado grandes alturas, Okita estaba convencido de ello.

-Sí. Yo también lo creo.-

-Y creo que tú también estás muy triste.-

Okita sonrió, permaneciendo sentado cerca del arroyo y escuchando los pasos de la chica acercándose.

-¿Puedes ver mi dolor?-

-Bueno... tus ojos no brillan con despreocupación, y cada uno de tus movimientos sugiere un estado de perpetuo cansancio.-

De alguien que se cansó de vivir.

Sabía que esa era la frase que quería decirle. Pero Mitsu, de carácter amable y amigable, no tenía ganas.
Okita estaba agradecido en cierto modo.

-He vivido tiempos mejores.- admitió, insistiendo en reprimir en su mente el sonido del agua que, de fondo, creaba un sonido relajante: -No estoy acostumbrado a pensar en los errores que he cometido, y ahora aquí estoy, preguntándome si podría haber evitado ser un desagradecido desconsiderado.-

-¡No eres un desagradecido!- Mitsu se sentó a su lado: -Quieres ayudar a los demás y usas tu poder para el bien. ¡Eres digno de admiración!-

-¿Soy admirado?- Okita le sonrió: -Me estás diciendo palabras muy bonitas. Gracias.-

-Te los mereces.- respondió Mitsu devolviéndole la sonrisa: -Y no soy la única que piensa eso. Así como tú no eres el único que ha buscado un poco de paz para entender cómo era mejor actuar.-

-Perdón, ¿a qué te refieres con—?-

-¡Ah, será mejor que te vayas a casa!- Mitsu se levantó de repente: -Pronto será hora de cenar y tengo que irme antes de que oscurezca. Lastima que no pudimos admirar el atardecer, será para la próxima.-

Para la próxima vez.

¿Realmente iba a haber una próxima vez?

Mitsu lo había dicho con tanta convicción que Okita dudaba si estaba destinado a morir en tan sólo unas pocas lunas.

-¡Nos vemos!-

-¿Mitsu? Que estás... ah.-

Okita quería saludarla apropiadamente, pero no pudo evitar verla saludándolo vagamente debido a la gran figura que se encontraba entre los árboles y se acercaba lentamente a él. Y su corazón volvía a latir como un loco, no dejándole respirar adecuadamente y no garantizándole un rápido respiro.
Sentirse vulnerable fue imposible de evitar cuando el propio Susano'o no Mikoto puso su vida patas arriba, empezando por las acciones más banales hasta aquellas más complicadas de replicar.

-¿Hiciste un acuerdo con Mitsu sin que yo lo supiera?-

Fue la primera pregunta que le surgió espontáneamente. No quiso dar a entender que necesitaba ayuda externa para relacionarse con él, pero la emoción de verlo nuevamente le hizo hablar instintivamente.

-Vine aquí hace una hora, y cuando estaba a punto de irme, llegaste tú. Preferí no irme porque quería hablar contigo.-

-Y Mitsu intensificó la situación sin contártelo directamente. Entendí.-

El oni volvió a mirar el agua, pero no con tanta insistencia como antes. Estaba esperando a que Susano'o se sentara a su lado para discutir con más contacto, como había hecho con Mitsu, y el dios se comportó exactamente así: sentado a su derecha, comenzó a observar sus reflejos, sin importar las pequeñas gotas de lluvia que empezaron a caer.

-No estoy enojado. No como piensan los humanos.-

-No tienes motivos para dirigir tu enfado hacia ellos. Tienes alguien más con quien ajustar cuentas.-

Susano'o frunció el ceño, molesto: -Hablas como si fueras mi enemigo jurado.-

-Al principio lo fui.-

-Nunca lo fuiste.-

-Diferentes puntos de vista.- no le resultaba angustiante no ver a los peces nadando, pero Okita se estaba cansando de ver el agua agitarse. Sentarse en el césped en medio de la naturaleza, cerrar los ojos y establecer un equilibrio directo con plantas y animales, disfrutar de la salida y puesta del sol como partícipe absoluto de esa pacífica vista...
Era un lugar encantador.

Tal vez ya no fuera parte de ello, y eso no le gustaba.

-Amaterasu había descubierto esto por su cuenta. De tu maldición.-

-¿Ella te lo dijo?-

Susano'o asintió: -Para evitar problemas. Me trató como a un niño durante horas y horas sólo porque yo insistía en que me dijera desde cuándo lo sabía.-

-¿Y te lo contó?-

-Sí, en parte.- Susano'o colocó sus manos en la hierba mojada en pose relajada, girándose hacia Okita después de un minuto de espera, esperando que le dijeran algo más: -Quiero que hables conmigo directamente, Souji. Para satisfacer mi deseo personal, si, pero no quiero obligarte.-

-Nunca me obligarías, te conozco. De hecho, es mi culpa por quedarme callado. Fui egoísta y no estoy orgulloso de ello.- Okita se tocó el estómago, llevándose la mano al pecho: -Se me parte el alma.-

Susano'o lo miró confundido: - ¿Eh? ¿Es posible?-

-No literalmente.- precisó el otro, consciente de cómo lo habían malinterpretado: -Espiritualmente. Vivo, percibo y siento pensamientos que no me pertenecen. Y mis piernas y brazos quieren tomar la iniciativa, escuchar a alguien que no conozco y que no soy yo, obviamente.-

-¿Eres esquizofrénico?-

-Te gustaría.-

Okita no se ofendió, pero le hizo un puchero por despecho.
Lo había pensado - un dios puede tener una manera de maldecir a demonios, semidioses y humanos, no era raro que esto sucediera - pero Amaterasu le había asegurado que la maldición le pertenecía enteramente a él, haciéndolo igual en este aspecto al demonio de la gula Beelzebub.

-No padezco ninguna enfermedad y mi mala suerte no depende de la maldad de un dios. Es una maldición íntima, que me pertenece desde que nací. Y no se puede borrar.-

Ver a Susano'o en silencio le dolió, pero al mismo tiempo no podía negar sentir una fuerte sensación de alivio. Confiar en él le estaba haciendo bien y le estaba haciendo consciente de que, para bien o para mal, no estaba solo.

-Convertirme en dios habría sido la elección que me habría hecho seguir adelante. No importa si subo de rango, convirtiéndome en un ser superior, la maldición aún se manifestará y me abrumará.-

-¿Cuándo notaste estos empeoramientos?-

-Hace dos meses.- confesó Okita mirando la palma de su mano derecha: -Estaba con tu hermana, estábamos hablando. De repente vi todo negro, como si algo me hubiera apagado. ¿Sabes lo que me dijo tu hermana cuando recobré el sentido?-

-No.-

-Que mi verdadero yo se estaba desvaneciendo. El instinto demoníaco se estaba apoderando y amenazaba con explotar en toda su plenitud.- Okita sonrió amargamente: -Me destruyó saber eso. Yo, que me he mantenido alejado de mis orígenes y de la crueldad sin sentido de los demonios, corro el riesgo de convertirme en una versión peor de ellos.-

Una lágrima rodó por su mejilla. Ah, ¿no pudo soportarlo hasta este punto?

-Odio ser débil, me hace sentir una aversión incómoda. Y odio pensar que las personas que molestan a los hombres y los hacen sentir mal por diversión no son diferentes a mí.-

-Eres diferente a ellos, Souji. Te sientes culpable por un futuro que aún es incierto, por culpa que no sentirían ni siquiera bajo tortura. ¿Cuál es el punto de ensuciarse tan despiadadamente? Estás lleno de valores y virtudes y lo estás olvidando.-

-Me ves con otros ojos porque me amas.-

-Sentir que no te tomas en consideración, no es agradable. Tienes que reaccionar.- no era un reproche, sino una triste confirmación de lo que estaba viendo. En unos minutos estaba entendiendo muchos aspectos de Okita que le habían sido negados durante varios años, y esto... era extraño. Se sentía impotente pero decidido a ayudarlo lo mejor que pudiera. Sintió que había esperanza allí, en alguna parte, lista para ser alcanzada. Sólo tenían que seguir presionando.

-Amaterasu...- Okita empezó a decir algo, pero se detuvo. A diferencia de él, carecía de convicción y resolución.

-¿Sí? ¿Qué te dijo?- lo instó a continuar.

-Me dijo que hay una manera de liberarme de esta maldición, la de Onigo.- Okita alzó su mirada apagada hacia el cielo nublado, dejando que las pequeñas gotas de lluvia mojaran su rostro ya marcado por las lágrimas: -Tengo que aceptarlo. Debo aceptar a Onigo y convertirme en uno con él.-

-¿Aceptarlo?- Susano'o lo miró estrechando suavemente su mano: -Es una operación que requiere mucho tiempo y esfuerzo, pero no se puede descartar que pueda funcionar.-

-No funcionará.-

-Tu odio es tan grande que te hace incapaz de siquiera considerar esta eventualidad.- no había sido tan ingenuo como para esperarlo, sabía cuánto le costaba a Okita hablar de Onigo.

-No si volviera a vivir.-

<<Puedes recuperar tu vida si quieres. Pero tendrías que estar lo suficientemente loco y listo para desear no haber querido nunca experimentar esto.>>

Las palabras de Amaterasu resonaron en su cabeza con una violencia absurda. Pero entendió lo que tenía que hacer y se sintió tan loco que canceló todo lo que había hecho y logrado para llevar una vida mejor.

-Puedo renacer, tomar una nueva forma sin perder mi personalidad. Liderar y tener nuevas experiencias sin perderme por completo, consciente de quién soy realmente.- Okita le devolvió el apretón de manos a Susano'o, así como su mirada: -Quiero regresar a esta tierra como un ser humano.-

Al final, la humanidad había provocado en él un fuerte deseo de ser egoísta, de hacer lo que quería. Sabía que la existencia humana era una de las más tortuosas, pero el pensamiento de poder experimentar todas las emociones que sentían los hombres y enfrentar de frente los pecados y los vicios, lo empujaba a anhelar esa humanidad imperfecta.
Podría convertirse en un mejor ser humano que los demás, además de dejarse abrumar por el orgullo y otros pecados capitales. No se daba por sentado que sería la mejor parte de sí mismo, que no llevaría a cabo acciones deplorables por lo que creía correcto, pero sí mostraría la parte más sincera de sí mismo, y esto fue suficiente para estimularlo a luchar por el nacimiento de su nuevo yo. Y sabía que podía contar con Susano'o, quien lo entendía y no lo juzgaba.

Amaterasu lo había llamado irresponsable cuando le había mencionado parte de su deseo, y para evitar recibir otras respuestas de ese tipo, había descartado la idea de volver a hablar con ella sobre los otros pensamientos incesantes que pasaban por su cabeza.

-Joder...- Susano'o soltó una carcajada: -Realmente te contagié con mi entusiasmo.-

-Lograste tu objetivo sin que yo me diera cuenta. Lástima que no hubieras hecho una apuesta por mí con alguien; te habrías encontrado lleno de riquezas y premios llenos de admiración.-

-Ya. Convencer a Okita Souji de algo puede ser complicado.- Susano'o le sonrió: -Pero verlo convencerse de qué camino es necesario tomar para su propio bien es una alegría inmensa.-

Le encanta Susano'o. Lo ama mucho, haría cualquier cosa por él.
Su apoyo era lo que había deseado y estaba llegando a él. Se prometió a sí mismo no llorar, pero... ¿cómo podría hacerlo? Quería ayudarlo a pesar de que estaban a punto de despedirse.

-Tú...- Okita no reprimió las otras lágrimas que brotaban impetuosamente de sus ojos, riendo de buena gana: -Eres peor que un niño.-

Susano'o rió a su vez: -¿Eso es un cumplido?-

-Interprétalo como quieras.-

Era mejor que un cumplido, lo sabía bien. Cómo sabía perfectamente que Okita le estaría agradecido incluso si decidiera reencarnar mil millones de veces.

-Haz lo que tengas ganas de hacer, Souji. Continúa tu camino.-

Lo habría extrañado, habría sufrido. Quizás volvería a ser lo que fue, insensible y despiadado, dispuesto a pensar exclusivamente en los deberes a respetar y en destruir a quienes causaban el desorden. Existía esta posibilidad, sí.

Pero la caída de los pétalos de cerezo entre la lluvia y el viento fue un buen augurio para Susano'o.







-Sólo con el permiso de un dios te puedes reencarnar.-

Izanagi, que se enteró de lo sucedido, le había dado su aprobación frente a cientos y cientos de dioses.

Sabía que sus intenciones causarían asombro e incredulidad cuando se convirtieran en noticias tan importantes que se difundirían, pero esos rostros perplejos y conmocionados habían superado su imaginación. Incluso aquellos que no lo habían tratado con respeto y aquellos que lo habían mirado con odio no entendían completamente lo que estaba sucediendo.

-Si esperas hasta mañana, podríamos proceder.-

¿Por qué esperaría un día y no reencarnaría inmediatamente o después de cinco meses? Okita sospechaba que no era coincidencia que Izanagi le hubiera dicho una fecha específica, pero no la mencionó. Ignoró los murmullos y preguntas de fondo que se propagaban por la sala, pronunciadas por quienes no pudieron resistirse y prefirieron alimentar rápidamente aquel inesperado chisme.


-¿Escuchaste? Okita Souji quiere reencarnarse.-

-Pero no tiene sentido. ¡Es un demonio, no puede prevalecer sólo por ser el compañero del Gran Susano'o!-

-Quién sabe lo que le estará diciendo su cabeza.-

-¿Y en qué se quiere reencarnar? ¡No pretenderá reencarnarse como una deidad! ¿Sería realmente tan arrogante como para humillarnos con esta elección tácita?

-Esto explicaría por qué no quería ser elegido dios directamente. Debe molestarle mucho que nuestra sangre divina no fluya en él.-

-¡Esa maldita cosa! ¡Solo nos queda esperar que el Venerable Izanagi y sus hijos no se dejen engañar por ese astuto embaucador!-


-Olvídalos, no los escuches. Están tan aburridos que hablar de los demás se está convirtiendo en su pasatiempo favorito. Son patéticos.- Tsukuyomi de repente comió un muslo de pollo, molesto por las suposiciones rebeldes que llegaban a sus oídos: -¿Creen que en caso de engaño no nos hubiéramos dado cuenta? Esas personas presuntuosas deberían recordar que decir tonterías puede conducir a un karma desagradable.-

-No moverás un dedo, Tsuku.- a diferencia de su hermano, Amaterasu comió tranquila y calmadamente: -Que hablen todo lo que quieran si eso les agrada. Aún pueden abrir la boca, pero no pueden interferir en las decisiones de Okita, no son tan idiotas.-

-¿Qué pasa si te equivocas? Esos tipos son idiotas, te lo reconozco, y sin embargo también son muy descarados en su superficialidad. Tenemos que mantenerlos alejados durante el ritual, o podrían aprovecharse para intentar lastimar a Okita.-

-Si lo intentan, morirán.-

Susano'o comenzó a masticar el último trozo de salmón de su plato cuando vio a las deidades más cercanas temblar de miedo ante la amenaza indirecta de su hermana. Con ella cerca, no había necesidad de intervenir personalmente.

-Tu hermana cometerá una masacre.-

-¿Y tú no la apoyarías?- Susano'o sintió que su alma se inundaba de paz al ver a Okita apenas contener un bufido de risa.

-No quiero desperdiciar estas últimas horas que me quedan con idiotas que no tienen el valor de decirme de frente lo que piensan de mí. Prefiero escuchar las quejas de Tsukuyomi y las promesas amenazantes de Amaterasu.-

-¿Y mi promesa? ¿Quieres escucharla?-

-¿Qué?-

Susano'o le tendió una mano con una sonrisa, dejando el plato vacío sin importarle. Okita entrelazó sus dedos perfectamente con los de el sin poca confusión.

-Quería contártela más tarde, pero me temo que en el fragor de la ceremonia la completa atención que se te prestará no me permitirá hablar contigo.-

-Sabes que tú vienes antes que cualquier otra cosa. Te escucharía durante horas y horas incluso en el centro de un campo de batalla.-

No fue la ceremonia que esperaban organizar, pero al menos tuvieron el lujo de gestionarla más cómodamente y enviar las distintas invitaciones con mayor precisión.
Por supuesto, solo se refería a las deidades y criaturas del panteón japonés, sin embargo la presencia de Hermes no había pasado desapercibida. Tenía que estar allí como representante de Zeus y también para difundir por todas partes las noticias más icónicas. Izanagi le había permitido sentarse en una sola mesa y disfrutar de la cena cómodamente, y lo había hecho, manteniendo su mirada en Okita y Susano'o quienes finalmente estaban hablando de corazón a corazón.

La ceremonia había comenzado hacía dos horas y media, y de los miedos que habían inquietado a Okita en los tres días anteriores - empujándolo a realizar una acción cuestionable y a veces sin sentido - ya no quedaba nada.

Se podría decir que el renacimiento de Okita ya había comenzado: la felicidad que sentía entre toda aquella gente no había sido tan inmensa, y antes de que le trajeran la exquisita cena, había bailado y bebido una obediente cantidad de sake. No estaba borracho y era bastante resistente al alcohol, pero si seguía bebiendo dos o tres tragos más en ráfagas, Susano'o estaba seguro de que perdería el control y que hablar claramente con él sería descabellado.

-¿Vamos?-

-No lo sé. Otro plato está por llegar, y el Mensajero de los dioses nos está mirando con insistencia.-

-Si salimos un momento te concederé el honor de un último duelo.-

-Acepto.-

Susano'o negó con la cabeza, llevándose la mano libre a la frente: -Eres un caso perdido.-

-Hipócrita. Sabes muy bien que cuando hay un duelo en juego, no puedo negarme.- Okita quiso fingir que su orgullo estaba herido, pero la espontánea sonrisa en sus labios se lo impidió: -O mi honor quedaría empañado.-

-No sabía que te preocupabas por mantener intacto el buen comportamiento.-

-Y no sabía que te habías puesto tan sentimental.- respondió el oni tras llegar al balcón.

El cielo estrellado era uno de los panoramas más bellos y majestuosos que podían contemplar con fascinación y curiosidad.
Comparados con ese mar de estrellas eran pequeños, dos granos de arena que aún debían explorar y comprender muchas cosas sobre las bellezas que los rodeaban y que siempre habían tenido consigo.

-No se trata de ser sentimental. Tengo que decirte algo de gran importancia y no puedo posponerlo.- dijo Susano'o con las mejillas que tomaron un color sonrosado, provocando la risa de Okita quien sintió una gran ternura al verlo luchar por manejar sus propias emociones.

-Hemos llegado a la terraza y estamos solos. Puedes contarme lo que quieras sin miedo a que alguien nos interrumpa.-

-Bien.- Susano'o lo miró a los ojos, tomándose unos minutos para iniciar un discurso que le interesó especialmente: -Quiero hablar de cuándo reencarnarás como humano.-

Okita no dio muestras de sorpresa: -Te estoy escuchando.-

-Verte tomar decisiones conscientemente me enorgullece. Soy orgulloso de haber construido algo muy importante contigo y de haberme acercado a ti hace siglos, como mi amigo y mi alumno. Hemos pasado por muchas cosas; nuestro vínculo maduró mucho, evolucionó y nos juntamos después de darnos cuenta de que sentíamos una emoción que nunca antes habíamos sentido con nadie más. Y es a partir de aquí que creo que se produjo un cambio radical, que muchas veces me llevó a reflexionar. Me hubiera gustado verte asumir el papel de una divinidad, no lo niego, pero ¿era esto a lo que realmente aspirabas? ¿Te estaba idealizando para satisfacer algún deseo egoísta mío que aún no tenía claro? Amaterasu me dijo que la paranoia me había vuelto intratable, pero en los últimos días he entendido que era verdad. Te involucré en algo que quería para mí sin preguntarte si realmente lo querías.-

-No tienes la culpa. ¿No recuerdas que fue tu padre el primero en prometerme que me convertiría en una divinidad, si respetaba sus deseos?-

-Lo hizo porque se dio cuenta de tu potencial y quería acercarse a ti para evitar que alguien te robara antes que él. Tu fuerza lo convenció. Pero yo...- Susano'o suspiró: -¿Qué tenía para ofrecerte? No me gustó la muerte que le reservaste a Orochi, y la había considerado injusta y brutal. El interés que sentimos por la humanidad a primera vista nos unió y nos fue acercando, y ahí fue donde mis peticiones descendieron como una tormenta de nieve sin fin. "Entrena conmigo", "Probemos esta técnica juntos", "Sería bueno asumir esta misión los dos solos." Te arrastré a todos lados sin preguntarte qué es lo que realmente te convenía o no.-

-Susano'o. Eres un idiota.- Okita interrumpió esa armonía de miradas y se dirigió hacia la barandilla: -No te habría seguido si me hubiera encontrado en desacuerdo con tus intenciones. Te complací porque era lo que yo también quería.- Okita se giró hacia él: -Lo cual ambos queríamos.-

-Pero reencarnarte es tu libre decisión. Es un camino que quieres tomar solo.-

-Sí, creo que un poco de soledad me vendría bien. Pero sólo durante el entrenamiento.- el oni entrecerró los ojos, pensativo: -No quiero estar solo. No es el resultado de mis decisiones que me imagino.-

-Sé que no soportas la soledad. Seguirás tu camino como mejor te parezca, sin frenos, y yo... te cuidaré.-

-¿En qué sentido?-

-Me aseguraré de que lo des todo en esta nueva aventura.- Susano'o apoyó los brazos en la barandilla de la terraza, sus labios y ojos brillando con sonrisas visibles e invisibles: -Yo velaré por ti. Seguiré tu progreso y te ayudaré a comprender lo increíble que eres. Nunca te abandonaré, no tengo intención de hacerlo. Me haré escuchar y reconocer aunque no me recuerdes, y podré ayudarte en los obstáculos más difíciles, pero nada más. Prometo que te apoyaré. Confía en mí y camina sin mirar atrás.-

Okita se quedó sin aliento. Poder responder a esas frases tan llenas de amor y asombro fue para él un inmenso honor que sentía que no merecía.
Sabía que no era fácil para Susano'o separarse de él y que el sufrimiento encontraría la manera de asfixiarlo, pero la determinación y la sinceridad que había expresado habían sido tan poderosas y atractivas que lo habían obligado a mojar sus mejillas de lágrimas frías e incesantes.

Era un llanto diferente al que había tenido el día anterior: se sentía ligero y libre de las adversidades que había ido plasmando con pensamientos intrusivos y afirmaciones negativas, y en lugar de sentirse desanimado por el miedo que le podía causar el futuro incierto, una vívida conciencia del sabor de la libertad que disfrutaría le gritó en voz alta que corriera sin mirar atrás, exactamente como Susano'o le instaba a hacer.

Ahora sus pensamientos viajaban sincronizados.

-¿Estás llorando porque te conmoviste?- Susano'o sintió una increíble oleada de cariño: -¿No era yo el sentimental entre los dos?-

-A veces turnarse es bueno.- respondió Okita con una sonrisa entre lágrimas: -¿Preparaste este discurso para hacerme llorar a propósito?-

-Esa puede haber sido la intención.-

-Ah, eres peor que cualquier enemigo al que me haya enfrentado.- las estrellas se reflejaban en sus iris marrones, que bajo la majestuosa y explosiva luz de las estrellas habían tomado tonalidades doradas: -Me pregunto cuántas batallas me esperan. Los humanos pueden ser verdaderamente locos e insensibles.-

-Habrá alguien entre ellos que desafiará tu paciencia.-

-Espero que no.-

-Aquellos con personalidades cuestionables se pueden encontrar en todas partes. Piensa en humillar a esta persona si la hay y centra tus energías en aquellos humanos que realmente lo merecen. Eres bueno y simpático, no te costará hacer amigos.-

-Hacer amistad... joder, he cambiado mucho.-

Okita Souji había dejado de preocuparse por su maldición, por el dolor que podría sentir cuando llegara a consumirlo. El deseo de disfrutar de un nuevo estilo de vida era claramente más fuerte que el miedo y el arrepentimiento.

-Quiero conocer a los mejores espadachines que existirán.-

-Te ayudaré por esto.-

Susano'o le aseguró entre risas.

-Aunque serás el mejor de todos. De esto no tengo ninguna duda.-








-Okita Souji murió hace nueve años. Sabía que su muerte te empujaría a buscar el cambio necesario, ¡pero ciertamente no me esperaba que pudieras volverte tan imprudente!-

Las estaciones habían cambiado, la gente comenzó a cambiar y progresar, y los sonidos producidos por el bosque donde residía eran armoniosos, combinando perfectamente con los cortes de espada golpeando el vacío.

Susano'o no se había dado una tregua: movido por el creciente deseo de cambiar de forma como lo hacía el mundo circundante, entrenaba incansablemente, inspirándose en los espadachines más fuertes que vivían sus vidas sin saber que sus técnicas de batalla eran constantemente aprendidas e imitadas por Susano'o no Mikoto.

Había sido exiliado, el dios de la tormenta y del mar. Había expresado claramente sus intenciones a su familia y Amaterasu, aunque lo entendía, lo había empujado a no volver a poner un pie en Takamagahara y a no ser visto nunca más por ningún ser humano. Había tenido que despedirse de la joven Mitsu, quien, habiendo pasado su mejor momento, ahora estaba casada con un buen hombre.

Susano'o tenía una fuerte sospecha de que la chica había hecho una vaga suposición sobre lo sucedido, pero si realmente lo sabía, no lo demostró abiertamente.
Mientras tanto él, testarudo, no abandonó lo que se había propuesto; impulsado por el entusiasmo de Okita por empezar un nuevo comienzo, había querido hacer lo mismo, optando por una opción diferente.

Cuando se volvieran a encontrar, reconocerían sus mejores versiones y se completarían mutuamente. Volverían para luchar y demostrar quién era más fuerte que el otro.
Ese día, sin embargo, aún estaba lejano y, aunque Susano'o pudo descubrir el momento en que sus caminos se cruzarían, concluyó que era preferible mantener la duda y no hundirse en una espera desesperada.

-¡Detente y escúchame, tonto! Puedo darte la oportunidad del siglo: volver a casa sin seguir con esta... esta...- Tsukuyomi no encontraba las palabras adecuadas. Era imposible hacerlo siguiendo el constante movimiento de los músculos del brazo de Susano'o subiendo y bajando con estudiada coordinación.

-No quiero irme de aquí.-

-Nuestra hermana fue demasiado lejos, pero te ama. Olvida esta idiotez y sígueme.-

-¿Me estás instando a que abandone la promesa que le hice a Souji?-

-¿Qué? No... absolutamente no.- el tono bajo de su voz camuflaba la tristeza que sentía al pensar en el chico demoníaco. Perderlo había sido un duro golpe, y Tsukuyomi estaba haciendo las paces con la aceptación de su fallecimiento: -Yo sólo... no quiero que olvides cuál es tu papel.-

Tsukuyomi se había encariñado y perdió a un amigo. No era ningún secreto para Susano'o, ya que era consciente de lo terriblemente preocupado que su hermano estaba por él. De vez en cuando bajaba a la tierra para verlo, con la excusa de regañarlo y animarlo a seguirlo unos minutos antes de regresar a su templo. Era una formalidad que se había mantenido durante años y probablemente continuaría durante mucho tiempo.
Y Susano'o extrañaba a sus hermanos, pero no podía echarse atrás, aunque quisiera. El trato que había hecho con Amaterasu debía mantenerse, y la memoria de Okita, a través de él, debía mantenerse hasta su siguiente encuentro.

-Tsuku. Ya no soy parte de los tres grandes dioses nobles.-

-Uf, no vuelvas a repetirlo. Me harás desmayar.- Tsukuyomi se pasó una mano por el pelo, nervioso: -Y no me llames Tsuku. ¿Qué pasa? ¿Amaterasu y tú también habéis acordado esto también?-

-Abreviar nombres es divertido.- se justificó Susano'o deteniéndose. Pero Tsukuyomi se había metido en la conversación y no le daba importancia al silencio de los golpes de espada.

-Tú también estás entrenando en este indecoroso bosque, que no tiene nada que ofrecerte... ¿y dónde te hospedarías, exactamente?- Tsukuyomi movió su mirada detrás de él: -¿Dentro de esa cueva?-

-Es muy cómoda y no está habitada por ningún animal. Tuve mucha suerte de encontrarla en un lugar tan hermoso y acogedor.-

Tsukuyomi tenía algunas formas divertidas de expresar su estado de ánimo. Puso expresiones tan naturales y extrañas que habrían hecho reír a cualquiera, y la que puso después de escuchar la respuesta de su hermano fue una de ellas. Lo señaló temblando y con los labios inclinados hacia abajo, en una mueca que no parecía mueca. Tenía los ojos muy abiertos y el cabello despeinado, dando la impresión de que se había vuelto lacio y desordenado debido a un shock profundo.

-¿¡"Es muy cómoda"!? ¿¡Estás tratando de decirme que en serio vives en esa choza!?-

-Sí, claro. ¿Qué hay de malo en eso?-

-¡Lo sabía! ¡La humedad con la que estás en contacto te está volviendo loco!-

-No se trata de si te estás volviendo loco o no. ¡Estamos hablando de llevar adelante el arte de la espada!-

-¿¡Oh!?-

Susano'o no se movía ni un centímetro. Puso corazón y alma en lo que hacía, y como el arte de la espada había tenido el mismo gran valor para Okita, ni siquiera Izanagi podría haberlo sacado de allí. No es que Tsukuyomi hubiera intentado seriamente hacer algo tan estúpido.
Romper los principios de su hermano menor no formaba parte de su plan. Cómo podía mantener esa positividad a pesar de lo que había pasado y de a quién había perdido estaba más allá de su alcance; se sabía que la cualidad sobresaliente de Susano'o era su fuerza de espíritu. La luz que exudaba... no, no podía ser simplemente el reflejo de una determinación incomprensible.

-...argh, está bien, eres un caso tan desesperado que te ofreceré mi ayuda.-

Susano'o dejó de sonreír: -¿Tu ayuda para qué?-

-Cállate y sígueme, tengo muchos otros compromisos que hacer.-

Se había tomado la noche libre específicamente para él, pero no lo admitiría. Más bien hubiera preferido acabar desempeñando tareas menos importantes al servicio de aquella tirana de Amaterasu que se encontraba como hermana.

-¿No notaste que la luz se expandía hacia la luna?-

-Estás hablando de mi aura. ¿Has visto que algo anda mal?-

"Por extraño que parezca, se dio cuenta." Tsukuyomi giró su mirada hacia el planeta que estaba asociado en su honor, observando su excesiva blancura que se fusionaba con la energía azulada que emanaban las manos de su hermano: "Por eso no quiere escucharme. Está planeando una técnica que va más allá de las leyes del cosmos y no quiere escuchar razones hasta que ésta haya sido completada."

La estupidez de Susano'o no tenía límites.

-¿Eres consciente de que estás liberando un poder tan fuerte, pero no eres lo suficientemente inteligente como para darte cuenta de que proviene de tus manos?-

-¿De mis manos? Qué—.- Susano'o se quedó en silencio y el dios luna había entendido que estaba estimulando a su hermano a tomar más conciencia de sus locuras: -...se está formando.-

-¿La nueva técnica que habías planeado?-

-¡No!-

Tsukuyomi se sorprendió. ¿Había cometido un error? Lo encontró inconcebible. No sólo porque nunca cometió errores e identificó las respuestas antes que los demás, sino porque Susano'o había realizado movimientos precisos que nos recordaban a cortes calculados y rápidos, a ataques y contraataques coordinados que respetaban un patrón definido.
Había cierta imprecisión y no era una técnica que estuviera a punto de salir a la luz - aún tomaría más tiempo - pero Tsukuyomi podía sentir su exagerada intensidad.

Más compromiso y más noches, y además podría haber tomado forma en menos de un año.

-Tenía una técnica en mente, pero no se trata de eso.-

-Ilumíname y respóndeme sin ser misterioso.-

Susano'o sonreía con aire de suficiencia y sus mejillas estaban rojas de emoción. Se sentía como si su respiración fuera rápida, pero su corazón era como una liebre que no dejaba de saltar en comparación. Estaba a punto de acercarse a crear un arte que nunca antes se había visto. Los esfuerzos realizados estaban dando frutos.

-Este es el punto máximo en el que uno puede sobresalir en la forja del manejo de la espada. No está lista, pero el arma que pronto empuñaré representa los sueños de los espadachines que han vivido, que viven y que vivirán. Mis pensamientos, mi sueños y los de Souji también estarán contenidos en ella. Pasarán años antes de que esté terminado, pero tú Tsuku dijiste que percibes claramente su esencia, y...- la sonrisa emocionada de Susano'o se ensanchó enormemente: -¡Esta es la derrota de la imaginación que domina sobre la realidad!-

-Tú y tus discursos sin sentido...-

La luna era hermosa y pequeñas gotas de lluvia le hacían cosquillas en el pelo.
Tsukuyomi se sorprendió de cómo su vínculo quedaba representado por la luz de la luna que se fusionaba con la transparencia de las gotas que se convertían en perlas luminosas. Un gato negro, protegido por las hojas de un gran árbol, permanecía en silencio admirando la luna.

No lo había notado de inmediato, pero se había creado un silencio sagrado y sobrenatural. Por un instante él también se sintió como un extraño dentro de un cuadro que no había pensado en él como su tema principal.
Se estaba creando una atmósfera cuanto menos extraña, y de repente la sensación de que alguien los estaba observando desde lejos se convirtió en conciencia.

Normalmente habría incinerado al huésped no deseado, pero la paz provocada por aquel agradable silencio le impidió ser imprudente. Vio vagamente la silueta de una joven concentrada en dibujar y escribir algo en un papel, y notó la sonrisa taciturna de Susano'o que ahora se dirigía hacia ella.

"Dejó que una humana nos siguiera. Es un loco."

Tsukuyomi fingió no haberse dado cuenta.

"Por una vez, un poco de indiferencia no hará daño."








-Nunca he entendido la leyenda del gato negro y del dios Susano'o.-

-Tal vez porque tu cerebro nunca se ha esforzado tanto. Es normal, considerando a quién pertenece.-

-¿¡Qué dijiste!? ¡¡Dilo otra vez si te atreves, maldito cabrón!!-

Las discusiones entre Hijikata y Hajime eran algo cotidiano, pero esa en particular había llamado su atención, lo que lo llevó a interrumpir la conversación que estaba manteniendo con Shinpachi y Kondo.

En silencio, adelantándose unos pasos a los dos hombres que discutían, Okita recogió del suelo una producción artística que data del período Azuchi-Momoyama. Representaba al dios Susano'o quien, bajo la ligera lluvia, admiraba la luna en compañía de un gato negro. Un poco más lejos se encontraba el dios de la luna Tsukuyomi, quien traía buena suerte a la contemplación de aquel paisaje nocturno.
Había leído esa leyenda varias veces y había visto las innumerables representaciones creadas para rendirle homenaje. Era desconocida la identidad del primer artista que lo difundió, pero muchos le agradecieron. A los artistas, escultores y familias ricas les encantaba malgastar dinero para hacer y tener la suerte de fabricar u obtener una pieza altamente coleccionable. Por supuesto, Susano'o no Mikoto no tenía la misma notoriedad que su hermana Amaterasu y en muchos aspectos era considerado un dios de mil controversias, sin embargo con esa obra había unido los corazones y sentimientos de las personas en uno solo. También hubo muchos jóvenes enamorados que querían una tarde lluviosa para replicar ese encantador mito.

Un himno a la devoción, a la fugacidad del momento y al amor eterno.

-"El gato negro representa al oni que era amigo y amante del dios, cuyo espíritu lo empujaba a permanecer cerca de él, adoptando las más variadas formas..."-

-Souji, ¿qué estás leyendo?- Shinpachi miró con curiosidad la representación del mito en papel y pan de oro.

-Aah, "Susano'o y el gato negro demoniaco."- Kondo sonrió emocionado: -Este mito me trae buenos recuerdos.-

-¿Eh? ¿Y por qué?-

-Ya sabes...- Kondo no ocultó su emoción a Shinpachi: -Se lo leía a menudo a Souji cuando era pequeño. Estaba tan obsesionado con este mito que durante un tiempo me pidió que se lo leyera todas las noches. Dijo que su hermana Mitsu nunca le había leído nada, así que me encargué de hacer que sus veladas fueran divertidas. Siempre había estado fascinado por el dios Susano'o, pero este mito había quedado grabado en él.-

-Oye, no hables de mí como si no estuviera ahí.-

-Oh. Perdóname, Souji. Recordar el pasado me hace viejo.-

-¡Pero si tienes treinta años!-

-Cuando quiere, el viejo es muy bueno para perderse en la nostalgia.- Hijikata refunfuñó sarcásticamente: -Si tan solo fuera tan bueno cocinando con la misma intensidad— ¡ah! ¡Para, para! ¡Estaba bromeando!-

Ver a Kondo vengarse de los duros comentarios de Hijikata sobre su cocina también fue parte de la vida cotidiana.
Estar junto a sus amigos en el Shinsegumi, a quienes reconocía como su familia más querida, lo hacía sentir encantado. No estaba solo y era amado y no criticado por su excesiva fuerza. Estaba en casa.

Pero entonces, si se sentía tan bien, ¿por qué sentía una falta de plenitud?

-Chicos.- Keisuke se acomodó los lentes y entró a la habitación a paso rápido: -En la entrada hay un hombre que pregunta si puede entrar.-

-Olvídalo. No dejes entrar a nadie.- Heisuke se puso una mano en la frente: -Debe ser algún vendedor ambulante.-

-O algún espadachín incompetente disfrazado. Ya pasó una vez, sería estúpido repetir la historia.- añadió Hajime con una mueca de desprecio.

Hijikata lo fulminó con la mirada.

-¿¡Te refieres a mí por casualidad!?-

-Sin duda es un espadachín, pero no un vendedor ambulante.- Keisuke miró a Okita: -Quiere hablar contigo.-

-¿Eh? ¿¡Con Souji!?-

Todos estaban convencidos de que se trataba de algún idiota que quería retar a duelo a Okita, el capitán de la primera unidad del Shinsegumi, un luchador sanguinario que se convertía en una auténtica furia homicida en la batalla, en una bestia que no tenía piedad de nadie.
Los que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino no regresaron a casa. Y el extraño que quería verlo, si hubiera sido movido por las mismas intenciones que sus oponentes, se habría agregado a la interminable lista de luchadores muertos a manos del niño demonio.

-No hay necesidad de dejarlo entrar. Iré.-

-Pero—.-

Fue solo, sin siquiera pedirle a Kondo que lo siguiera. Sus pies se movían solos y sus instintos inquebrantables le rogaban que se diera prisa y no le hiciera esperar más.

En la entrada se podía ver a un hombre vestido con un haori muy elegante y con un largo cabello azul medianoche que le caía por la espalda. Llevaba una kasa que le cubría el rostro, dándole un aura de mayor misterio que no podía ser ignorada.
Pero Okita no sintió ninguna hostilidad por parte de él.
¿Solo una creciente... admiración?

-Disculpe.- fue el primero en hablar: -Escuché que querías verme. ¿Necesitas algo?-

Sus ojos se posaron en la empuñadura de la espada. Keisuke tenía razón: el extraño era un luchador, probablemente un samurái de otra ciudad. Y también era muy fuerte, dados los dedos callosos que lo apretaban de manera amistosa.

-Soy un gran admirador tuyo. ¡Solo quería decirte esto!-

-¿Eh?- Okita no supo qué decir: -Oh, bueno... gracias...-

-Tu talento resuena en el viento y llega a los oídos de todos. No me esperaba nada diferente del propio Okita Souji.- su boca se acercó a su oreja detrás de él: -Pero yo también he estado ocupado a lo largo de los siglos.-

¿Cuándo se había acercado tanto? Okita casi se estremeció. El extraño de cabello azul medianoche tenía reflejos increíbles.

-Creé el arma invisible. Le di un nombre, un significado, un propósito. Mosouken. Y está listo para realizarse.-

Susano'o no Mikoto se separó de él con una sonrisa entusiasta, como si no le hubiera dirigido aquellas poderosas palabras: -Fue un placer conocerte, Souji. ¡Hasta la próxima!-

No le había dado oportunidad de responderle, hacerle preguntas o exigirle explicaciones. Llegó como una tormenta y se fue tan rápido como el viento.
No se había molestado en presentarse formalmente. Pero no por miedo, no. No era un tipo turbio, Okita lo entendía.

No había considerado necesario presentarse. Lo cual era muy diferente.

-¡Oye, Souji!-

-¡Hijikata, maldito idiota, espera—!-

Ignorando a Keisuke, Shimada y Shinpachi que intentaron detenerlo, Hijikata se liberó de sus manos y caminó hacia él.

-¿Qué quería ese tipo al final?-

Okita Souji no se dio vuelta. Sus ojos brillaron de color rojo brillante durante unos segundos.

-Quería encontrar a su gato negro que estaba perdido.-

-¿¡Qué!?-

-Pero todo está bien. Lo encontró.-

Okita miró las nubes blancas en el cielo y sonrió. Era un hermoso día soleado.

-Volvamos adentro. Necesitamos volver a entrenar.-

No le habría importado la llegada de una tormenta. Pero hasta entonces entrenaría sin parar.

No lo pillarían desprevenido.




¡Escribir esta Double-Shot fue maravilloso! Me encantó escribir una historia sobre Susano'o y Okita, cuando creo que su pelea es una de las más hermosas y, al mismo tiempo, una de las más subestimadas.
¿Por qué Okita tiene todo este odio? No se lo merece. El fandom a veces puede ser muy tóxico por las razones más banales.
!Y estoy feliz de que haya ganado! Aunque la muerte de Susano'o me hizo llorar...🥲

De todos modos, ¡espero que hayan disfrutado de esta pequeña historia! No hubo mucho romance, lo admito, pero sólo porque creo que hay más que amor entre Susano'o y Okita. ¿Podemos decir que el de ellos es más un amor platónico? En mi cabeza es así. Sobre todo, el respeto y la lealtad hacia aquello en lo que creen son la base de su relación. ¡Son dos almas gemelas en todos los sentidos!

Hay una razón por la que decidí presentar el personaje completamente inventado de Mitsu: Mitsu es el nombre de una de las hermanas de Okita, y en Shinsegumi Requiem (el manga de donde viene Okita) ella presencia el primer encuentro entre él y Kondo, quien toma que se vaya con él. No se diferenciaba del resto de personas y temía la fuerza sobrenatural de su hermano, quien a pesar de haberla salvada de un criminal, ella lo consideraba un monstruo. Por eso me gustó hacer este contraste entre las dos Mitsu, aunque aquí sólo se menciona a la hermana de Okita.
La amable y sabia Mitsu que lo ayudó a enfrentarse a sí mismo, y la Mitsu que nunca lo aceptó como un ser humano completo. Estoy feliz de haber hecho esta comparación, ¡me gusta mucho!

Ah, y luego se da a entender que la joven vista por Tsukuyomi es Mitsu, quien inventó y difundió el mito de "Susano'o y el gato negro demoniaco." Era una artista experta, como ya se podía entender por la estatuilla de arcilla que había hecho en honor a Okita en el capítulo anterior.
Podría ser que Hijikata sea descendiente de Mitsu. Inmediatamente pensé en esta idea👀

También quería incluir una escena completamente dedicada a Onigo, pero no lo hice porque sino hubiera sido demasiado larga y - conociéndome - me habría empujado a hacer un tercer capítulo.
Tengo que continuar y empezar otras historias, así que preferí evitarlo XD

Dicho esto, espero ver y leer historias sobre ellos en el futuro, porque se lo merecen.
Mientras tanto, ¡gracias, mis queridos lectores, por leer la mia!

¡Hasta la próxima!,

- LadyFraise💜

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