Prefacio

Planeta tierra, Universo 2.

—Niño lo que te voy a contar es algo real —dijo el anciano de cabello acanado mirando fijamente a un muchacho de cabello rubio, que a pesar de tener dieciocho años, él adulto mayor aún lo trataba como un niño, como a su pequeño hijo a pesar de que el muchacho sea mucho más alto que él—. Escúchame atentamente.

El muchacho asintió esperando que el anciano que lo crio le contara nuevas secretos que tenían que ver mucho con él.

—Desde tiempos antiguos la familia de los Ozteir ha sido la que ha reinado en todo el planeta —empezó a contarle el anciano, ambos estaban sentados en sillas de maderas reposando sus brazos en una mesa del mismo material que las sillas—. No por su gran nivel económico sino porque cada miembro desde el más joven al más anciano posee un don especial. Un don que convierte a los Ozteir en seres sobrehumanos, en seres grandiosos, en héroes pero también en villanos...

Al escuchar la última palabra el joven abrió sus ojos con sorpresa, la mayor parte del planeta sabían sobre los Ozteir, eran tan famosos alrededor de todo el mundo y claramente había rumores de corrupción y muchas cosas malas sobre ellos.

—Como toda familia, los Ozteir no son perfectos aunque muchos así lo crean y no los culpo —dejó de contar su relato por unos segundos debido a que empezó a toser sin razón—. Ellos también han tenido varios problemas con unos cuántos miembros que resultaron ser ambiciosos y frívolos.

Una vez más tosió por breves segundos, tuvo que cubrir su boca con un pañuelo café que tenía en uno de los bolsillos de su pantalón.

—Perdón, ya no soy tan joven como antes —se disculpó a la vez que doblaba su pañuelo y lo guardaba de vuelta a su pantalón—. Prosigo, estos miembros que resultaron ser villanos, muchas veces trataron de corromper a los demás miembros de la familia Ozteir, unos incluso mataron a sus propios familiares pero a pesar de eso el bien siempre vence al mal.

El rubio muchacho sonrió al entender que no todo en la familia Ozteir era tan malo.

—¿Entiendes lo que te digo, Tron? —preguntó el anciano que hizo una breve pausa para sacar del bolsillo izquierdo de su pantalón un papel arrugado que contenía una semilla de color café, procedió a colocarla en su lengua para luego tomar el agua, el hombre de avanzada edad estaba enfermo pero por su pobre situación económica no mejoraba y tan solo tomaba las semillas marrón llamadas "semillas craun", que poseían propiedades curativas aunque sus efectos no eran tan duraderos debido a que no se estaban cosechando de manera apropiada en los suelos tan contaminados y dañados del lugar.

—Sí, lo entiendo con claridad —contestó Tron, se levantó y salió de su casa, una de madera con varios huecos en sus paredes y un piso de tierra.

Al salir se llevó consigo un balde de plástico, fue hacia un aljibe, llevó las mangas de su camisa larga hacia su codo para no mojarlas, lanzó el balde adentro del aljibe y al comprobar que estaba lleno lo haló con una soga que estaba amarrada a su asa semicircular metálica de los extremos del objeto.

Al regresar vació el agua en una olla que estaba sobre unos fierros, procedió a quemar unos papeles con la llama de una vela que estaba prendida para luego procederá prender el carbón con algo de gasolina que tenía almacenada en una mediana botella de plástico.

Mientras esperaba que el agua hirviera él regresó a sentarse en la silla.

—No te lo digo como una amenaza sino como una advertencia —comentó el anciano—. Si vas a Dersallia te vas a encontrar con todo tipo de gente, te vas a encontrar con gente muy buena pero también con gente muy mala.

El joven muchacho no sabía lo que le esperaba, no podía saber si todo lo que el anciano le decía era verdad, el esperaba que la maldad de los Ozteir que tanto le advertía se haya extinguido.

Por la vieja ventana de su casa miró por breves segundos puesta de sol, a pesar de que vivían en una casa muy pobre él estaba agradecido de vivir en aquél lugar porque desde ahí se podía contemplar tal majestuosidad de la naturaleza.

—Lo sé pero tengo que ir —mencionó Tron mirándolo a los ojos—. Ellos son mi familia, yo soy un Ozteir, tú mismo me lo dijiste.

El anciano se entristeció con esas palabras, quería bastante al joven y para él fue inevitable no recordar muchas cosas de su pasado.

A su mente le llegaron recuerdos de cuando dejó de ser un guerrero para criarlo, antes de encontrarlo cuándo era bebé él era un hombre que robaba y mataba si era necesario pero con la llegada de Tron su vida cambió, dejó atrás su pasado oscuro.

No quería que el muchacho fuera igual que él, quería que fuera mejor.

Lo entrenó lo mejor que pudo porque recordó una frase que le dijeron akguna vez en sus tantas andadas, la frase decía "el débil nunca sobrevive en momentos difíciles", entrenó a Tron para ser alguien fuerte e independiente, lo crio para que fuera todo lo contrario a lo que el alguna vez fue, lo crio para ser un hombre de bien, lo crio para ser un héroe.

Vivió feliz en compañía de su hijo pero cuándo descubrió que su muchacho de tan solo doce años tenía poderes, se sorprendió, al investigar exhaustivamente descubrió la verdad, él era un hijo legítimo de Jerome Ozteir, lo que si nunca llegó a descubrir fue porque lo abandonaron.

Él le enseñó a dominar su poder, el control de la electricidad, con el tiempo el joven aprendió a controlar todo tipo de objetos electrónicos además de generar energía eléctrica de sus propias manos que podía usar tanto a la defensiva como a la ofensiva.

Cuándo Tron cumplió los dieciocho años le contó la verdad, que tenía sangre Ozteir.

El muchacho al principio no lo creyó pero al ver la seriedad de sus palabras terminó aceptándolo.

—Padre, no te sientas mal —le dijo Tron al ver el rostro triste del anciano—. Tú también eres mi familia, eres mi padre, siempre lo has sido, eres mi primera familia pero necesito hablar con ellos, no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados.

El muchacho se levantó, apagó la estufa, agarró un vaso de vidrio y lo llenó del agua hervida.

—Si voy a Dersallia ellos me pueden ayudar a conseguir el dinero que necesitas para tu enfermedad —acotó Tron antes de soplar el agua para luego entregarle el vaso al anciano—. No solo lo hago por mí, lo hago por ti también.

—Espero que lo que encuentres allá sea bueno —el anciano tomó un sorbo de agua—. Espero realmente que no te desilusiones pero si quieres ir no te detendré.

El anciano empezó a toser más fuerte que nunca por uno segundos hasta que paró.

El muchacho lo miró con pena y lo abrazó.

—Sí, padre —exclamó Tron—. Mañana mismo iré a Dersallia a visitar el gran castillo de los Ozteir.

Tron se mostró decidido, con tal de ayudar a su padre haría lo que fuera, quizás no tenían la misma sangre pero el amor que sentía por él era único, daría la vida por su padre y por tal motivo pensaba recompensarlo, agradecerle por todo lo bueno que hizo por él y para conseguirlo tenía que reclamar su lugar dentro de la familia Ozteir.

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