1. Llegando a Dersallia
Un fuerte temblor sacudió las afueras de la entrada de Dersallia, el país más grande de todo el mundo, el que más territorio ha abarcado en todo el planeta por tantos años.
Otro temblor provocó que varias estructuras como casas, postes y edificios se menearan de un lado a otro, las hojas caían de los árboles, las aves volaron en una sola dirección, escapando del peligro.
Las personas salieron de sus hogares aterrados, no querían morir aplastados por los sismos sin embargo al salir notaron que no se trataba de un temblor sino de algo peor, una de las bestias del "Lejano Mundo", un lugar denominado así porque no habitan seres humanos, un lugar oscuro protegido por bestias feroces, poblado de gran vegetación.
Un guardia vigilaba desde una torre de control ubicada a unos pocos metros de la entrada del país, se colocó unos binoculares y así confirmó la clase de bestia que se estaba acercando a Dersallia. Posó toda la palma de su mano derecha sobre un botón grande de color rojo, acto seguido la sirena de emergencia se escuchó por todo el país gracias a los altavoces instalados en cada rincón específico del país.
El mismo guardia vestido de una armadura de color azul oscuro, desde la cabina de la torreta buscó un micrófono, primero revisó en un cajón que estaba debajo de unos controles de comando, luego buscó en el cajón de más abajo.
—¡Emergencia! —repitió una y otra vez con una notable voz llena de preocupación cuando al fin encontró el micrófono inalámbrico—. Una bestia del Lejano Mundo de nivel tres se aproxima hacía nosotros, se requiere ayuda, repito se requiere ayuda.
Al terminar de hablar se colocó su casco del mismo color que su armadura y salió de la cabina de la torre de control, bajó volando del lugar gracias a los propulsores que tenía en la suela de sus zapatos de alta tecnología.
Liberó la espada que tenía guardada en un compartimento que tenía en la espalda de su armadura.
—¡Los refuerzos llegaron! —dijo otro guerrero dersalliano que acababa de llegar junto con cinco guerreros más. Todos ellos liberaron sus espadas y se elevaron en el aire con sus propulsores.
Los siete guerreros interceptaron a la gran bestia de ocho metros de alto, la bestia era de color gris, con grandes músculos, largas y finas garras, y con sus colmillos sobresaliendo de su boca.
Al ser una bestia de nivel tres no podían hacerle daño con sus armas de fuego, su piel era muy dura, esa era la característica principal de las bestias de ese nivel, los rayos de energía de las pistolas especiales eran inútiles, su piel solo podía ser herida con espadas u objetos cortantes y filosos.
Sin embargo los guerreros no pudieron acercarse a la bestia, movía sus fuertes brazos de un lado a otro, a un guerrero lo mató al darle un fuerte manotón como si de una mosca se tratara.
Una guerrera novata llamada Geneva aprovechó la oportunidad para volar detrás de su espalda y herirlo pero hacerlo sola no era suficiente. Se alejó cuándo la bestia gritó, dos guerreros más volaron por sus extremidades inferiores para desestabilizarlo pero la astuta bestia los mató al lanzar una patada.
Los cuatro guerreros que quedaban se agruparon para planear una estrategia.
Estaban asustados, la bestia había matado a tres de sus compañeros en tampoco minutos pero no podían sentir miedo, para eso estuvieron entrenando por muchos años.
Dos guerreros decidieron atacar de frente por el torso de la bestia mientras que las dos más atacaron a sus extremidades inferiores. La bestia rugió muy fuerte, mató a dos guerreros al juntar las palmas de sus manos, al abrir sus manos estas quedaron manchadas de sangre.
Una de las guerreras estaba aterrorizada con lo que veía, se quedó inmóvil a tan solo dos metros de la pierna izquierda de la feroz bestia.
—¡Cuidado Geneva! —exclamó la otra guerrera, se interpuso para salvar a su compañera aterrada.
Geneva salió del trance al ver como el cuerpo de su amiga caía sin vida al suelo, gritó muy fuerte al ver esas imágenes tan fuertes, en su tiempo entrenando nunca se esperó tener que vivir algo así.
Era la única guerrera que quedaba con vida pero sabía que no podía vencer a la bestia sola, intentó huir pero la bestia le agarró las piernas, ella gritó muy fuerte.
De repente la feroz bestia la soltó y segundos después rugió antes de caer al suelo bocabajo, de reojo pudo ver unas extrañas luces de color azul.
—¿Estás bien? —preguntó el hombre que la había salvado, un joven alto y rubio.
—¡Si estoy bien, príncipe Kin! —mencionó mirándolo a los ojos, nunca en su vida lo había visto tan de cerca—. ¡Gracias por salvarme!
Ella lloró y lo abrazó.
—¡De nada! —contestó el muchacho algo extrañado—. Pero no me llamo Kin.
Geneva lo soltó de inmediato al escuchar sus palabras, se alejó rápido y lo miró de pies a cabeza.
«Ahora que lo veo, el príncipe Kin nunca se vestiría así, esa ropa parece de un pobre pueblerino, además su cabello es distinto pero sus rasgos me hacen dudar», dijo Geneva en su mente.
—¿Quién eres? —preguntó Geneva apuntando al joven con su filosa espada—. ¿Y por qué te haces pasar por el príncipe Kin?
—¡Okey! —el muchacho levantó sus manos no muy a gusto—. Me llamo Tron y no me hago pasar por Kin, ni siquiera sé cómo se ve en persona.
—¿No lo sabes? —preguntó la muchacha de la misma edad que él un poco más relajada, movió su cabeza y una vez más apuntó con su arma al joven de cabello rubio—. Bueno, ya somos dos, yo nunca lo he visto en persona, tan solo en fotos o afiches.
Un rugido interrumpió la conversación.
Geneva se sobresaltó mientras que Tron corrió en dirección a la bestia, de la palma de su mano derecha se formó un rayo, el joven dio un gran salto para golpear la frente de la bestia.
Todo el cuerpo de la feroz bestia se estremeció al recibir el fuerte impacto del poderoso rayo.
—¿Esos poderes? —se preguntó para sí misma Geneva, observando toda la escena.
Ella se quitó su casco, movió su cabeza para que su cabello largo y se acomodara.
—¡Bueno ahora si no nos molestará más! —Tron esbozó una sonrisa de oreja a oreja, por un segundo sus miradas se conectaron—. Vaya realmente eres bonita. Geneva se sonrojó y desvió su mirada.
—Perdón por lo de antes, solo que aún estoy nerviosa por esa bestia —contestó Geneva guardando su espada en el compartimento de la zona de la espalda de la armadura.
—¡No hay problema! —contestó Tron rascando su nuca—. ¿Sabes dónde queda el castillo de los Ozteir?
Se sintió un poco más relajado cuando observó que la joven guerrera guardó su filosa arma.
—¿No sabes dónde queda? —pregunto Geneva sorprendida—. Se nota que no eres de aquí, bueno yo te guiaré. Ella hizo un gesto para que él la siguiera.
Tron sonrió y estuvo a punto de dar un paso para seguir a la chica de cabello castaño pero en ese momento llegó un muchacho de cabello negro y largo, de ojos verdes. El joven de tez pálida estaba volando por sí solo, no necesitaba usar zapatos especiales con propulsores como sus acompañantes.
—Retengan a la bestia y me hacen el favor de llevarla a mi laboratorio, muchas gracias de antemano —pidió el ojiverde, por breves segundos miró la pantalla de su artefacto tecnologico que tenía en su muñeca derecha.
—A sus órdenes señor Grinmur —dijeron al unísono los diez guerreros de armadura.
—¿Y tú quién eres? Te me haces conocido... —preguntó el ojiverde de tez pálida, lentamente llegó a pisar el suelo. Tron dedujo que era alguien importante, además de que su ropa de color de verde oscura estaba impecable y tenía un brillo especial que nunca vio en su propia ropa—. ¿Y por qué quieres ir al castillo Ozteir?
El ojiverde llamado Grinmur se sorprendió al ver un rostro conocido en la cara del joven.
Tron estuvo a punto de responder pero otro hombre habló, un muchacho llegó volando con sus propulsores en los zapatos, esta vez se trataba de un muchacho con músculos a diferencia del de tez pálida.
—¡Kin llegaste! —mencionó Grinmur mirando a su primo.
—¿Qué está pasando Grinmur? —dijo el muchacho de cabello negro—. ¿Y quién eres...
Kin no terminó de hablar, al llegar y al ver el rostro del muchacho rubio con ropa algo rota quedó muy sorprendido, ambos tenían rasgos similares, los mismos ojos color miel, tenían facciones similares.
Notó que el muchacho tenía una raya en su ceja derecha, como si se la hubiera cortado en una batalla, además de que Tron tenía una barba de tres días.
Ambos estaban frente a frente a una diferencia de un metro.
—¡Yo soy Tron y al igual que ustedes dos soy un Ozteir! —contestó Tron con seriedad.
Grinmur y Kin abrieron sus ojos de sorpresa por las palabras que emitió el joven.
—¿Un nuevo integrante en la familia? —preguntó incrédulo Kin, estaba anonado con lo sucedido.
Les dejo imagenes de los personajes, que es más o menos como me los imagino.
Tron
Kin
Grinmur
Geneva
Geneva sin casco
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