5

« Los días más grises eran los que estaban llenos de fe, me sentía más contenta en la soledad de mi habitación únicamente con la compañía Ser Leith; y por supuesto, Daeron, mi dulce hermano quién había sido obligado a permanecer aquí conmigo para que no me sintiese tan sola. Mi tío Gwayne se acercaba con sus muchas historias para hacerme sonreír y lo lograba. Era lo más cercano a la felicidad » - § Diario de la princesa Oriane. §

El rey Viserys había aceptado que Ser Leith se quedará en Antigua al cuidado de Oriane, después de todo ella no dejaba de ser una princesa. La insistencia de su esposa en que su pequeña niña debía tener al menos una cara conocida lo hizo doblegarse.

Al inicio no había servido mucho hasta que encontraron la manera de poder conversar por las noches, cuando ninguna Septa se daba cuenta, charlaban a través de la puerta, después Ser Leith había comenzado a hacerle compañía dentro de la habitación. Siempre con el cuidado de no ser descubiertos, aquello decía Oriane había servido para no volverse loca.

- Lo extraño - murmuró, envolviendose entre las sábanas.

El cabello rojo como lava le había crecido rápidamente después de dos años de tortura bajo las septas. Dos años que llevaba marcados bajo la piel. Se sentía atormentada por las noches cuando los recuerdos la acechaban, pero nunca lo admitiría en voz alta, su orgullo no le permitía ser débil.

- Estoy seguro que él te extraña a ti Oriane, se de buena fuente que ha sufrido por tu ausencia. - Ser Leith la miró a los ojos mientras terminaba de atar el último cordón de su camisa, no era de seda fina, era de un material humilde como cuando lo conoció en la fortaleza.

- Si, ¿en los burdeles con las rameras de la calle de seda? - preguntó molesta, aunque sabía que no debía estarlo -. No importa, nadie puede evitarlo si no estoy ahí. Era algo que iba a pasar.

- Es algo carnal, nada de eso importará más adelante, Oriane - aseguró.

Vio su rostro imperturbable, tranquilo. El cabello rubio oscuro le daba un toque más jovial, aunque los años habían pasado un poco de factura en aquella barba que portaba, casi podría decir que aparentaba todavía la edad con la que lo había conocido. Le gustaba su rostro aniñado, pero le gustaba más la forma en que la comprendía. Realmente la había protegido hasta de ella misma.

- ¿Estás enojado conmigo, Ser Leith? ¿por qué mi corazón es suyo y no tuyo? - Oriane acarició su mejilla y deposito un beso suave.

- Soy feliz con lo que me das princesa, nunca te exigiré nada que no puedas darme - dijo el caballero alejándose de ella para colocarse sus botas ante su atenta mirada.

Oriane asintió con la cabeza. No sabía cómo había comenzado pero no había podido evitarlo, Leith era la única persona que le recordaba quién era los días que incluso ella lo olvidaba, lo dejaba quererla porque su cuerpo ansiaba el calor humano, la protección. Además su mente se relajaba, su cuerpo se sentía cuidado; pero su corazón nunca latía ante sus besos, ante sus dulces palabras, Aegon si la estremecía, podía recordar como su centro se humedecía simplemente con escuchar los sucios susurros en su oído, cuando la acorralaba entre los pasillos de la fortaleza o de aquella taberna de mala muerte, cuando le rogaba por un beso y ella sonreía juguetonamente negándose. Estupida. Aegon no estaba y cuando despertaba, seguía estando sola. Se arrepentía cada día de no haberse entregado a él. Tal vez los dioses la hubiesen bendecido con un hijo y el matrimonio habría sido la única respuesta de su padre.

- ¿Irá a montar hoy? - preguntó su caballero.

La sola pregunta la hizo sonreír.

- Hice una buena montura está mañana, pero no creo que otra me venga mal. - Ser Leith no rió de su chiste, nunca lo hacía. Pero pudo notar el tenue sonrojo en sus mejillas.

No había pasado mucho tiempo desde que había montado de nuevo. Ryu había soltado chillidos de emoción cuándo la olfateo como un canino, le había revuelto los ropas con su hocico mientras ella le abrazaba con fuerza entre lágrimas, había sido una reunión conmovedora después de pasar dos años sin verse, sin surcar los cielos juntas, la gente decía que su dragón ya era uno salvaje pero estaban equivocados; solo atravesaba el dolor de la separación con su jinete, una separación obligada que habían experimentado. - Nunca más nadie nos separara - le había prometido la princesa.

Se había alzado en vuelo, había dado volteretas y asombrado a los habitantes con su imponencia como jinete de dragón. Consciente de que esa era su vida, tan real y maravillosa, a lomos de su dragona donde solo eran ella dos como una sola alma.

Tenía apenas siete lunas bajo el cuidado de su tío Ormund quién era primo de su madre, este había tomado el poder luego de la sorpresiva muerte de su tío, el señor protector de Antigua. La verdad era que a Oriane no le había importado mucho, no lo conocía tan bien como conocía a sus hijos, pero igualmente había sentido pena por él ya que siempre fue amable con ella.

Oriane disfrutó de la vista de la ventana cuando Leith se marchó en silencio, su corazón sintió una punzada. Deseaba con todas sus fuerzas volver a Kings Landing, pero el rey lo tenía estrictamente prohibido aún.

- ¡Oriane! - aquella voz chillona la hizo sonreír.

- Hola mi dragoncito azul - saludo con cariño a Daeron qué entró a su habitación muy emocionado.

- ¡Me la han dado Oriane, me la han dado finalmente! El tío Gwayne dijo que no más espadas de madera, tendré una de verdad, una forjada de vidriagón - Dijo abrazándola con fuerza, ella revolvió su cabello platinado rebelde. - ¿Crees que esto ponga feliz a padre y a madre? ¿Se los dirás en cartas, Oriane?

Los ojos violeta soñadores de Daeron le recordaban a Helaena, no podía apartar aquel brillo que emanaba como el alma pura que poseían. Le dolía el corazón saber que a Viserys probablemente no le interesaría, a su madre no le haría del todo feliz saber que su pequeño de nueve años era un espadachín, pero se sentiría muy orgullosa seguramente.

- Claro que sí, los dos se sentirán muy orgullosos de ti. Ya lo verás, hoy mismo enviaré la carta. - Oriane aprovechó para mirarle a la cara y preguntar: - ¿Por qué quieres una espada forjada con vidriagón?

- El maestre Davos dice que los valyrios lo usaban antes como arma, es muy resistente y con un buen filo es letal. ¿Sabías que hay mucho en Rocadragón? El maestre también dijo que en la Citadel la usan para fabricar artículos, yo creo que puede tener muchas más funciones qué hacer velas, si logro hacer una espada de ello quizá sea la mejor espada del reino entero - explicó Daeron contemplando las cosas que había en su tocador.

- Pues yo creo que eres el niño más inteligente que existe ¿Sabes? - preguntó sonriente.

- ¿Si lo crees? Me he esforzado mucho, desde que vivo aquí he leído más libros que Aemond ya, seguramente- dijo con una sonrisa traviesa, mientras trataba de arreglar el pintalabios que había roto sin querer-. No quería decepcionar a padre, la última vez me dijo que debía ser más como Jace.

Oriane sintió la furia encender, Viserys era el mayor imbécil que había conocido nunca. Daeron era el niño más noble, con el corazón más dulce que había conocido jamás y aquellas inseguridades no podían volverse todo lo que él era, Oriane debía protegerlo de aquel sentimiento como no podía hacerlo con sus otros hermanos.

- Daeron, escúchame - dijo tomándolo por los hombros -. Tú eres muchísimo mejor que Jacaerys, en todo. Solo te dijo eso para que no dejes de esforzarte, tú eres su hijo. No Jace, no olvides eso.

Daeron asintió a su hermana mayor y la tomó de la mano.

- ¿Irás a mi entrenamiento Oriane? ¿Me verás usar una espada de verdad?

La Targaryen sonrió en complicidad.

- Jamás me lo perdería. Además presiento que el tío Gwayne pronto probará lo que es una derrota.

Ambos hermanos se dirigieron al exterior del castillo de Antigua. Era precioso si era sincera, le gustaba la tranquilidad que poseía. La gente era amable, todos parecían muy metidos en sus asuntos y nadie interfería en las actividades de nadie... veía maestres ir y venir por doquier aquí más que en cualquier otro lado, todos ocupados, todos siempre con algo que hacer.

La familia Hightower era muy partidaria de la importancia de la educación en base a la fe de los siete. Oriane lo odiaba, pero amaba el conocimiento; nada más cruel para sus batallas internas.

No podía olvidar lo que había sucedido en aquel lugar, nunca le perdonaría al rey aquello. No era del todo desgraciada, aunque ese no era su hogar era parte de su historia. Ryu proliferó un gruñido que en realidad era el lamento de su jinete disfrazado en su interior.

- ¿Finalmente decides entrenar? - preguntó su tío Ormund.

- Solo soy espectadora, las espadas no son lo mío. Ya sabes, ustedes son la fuerza bruta, yo prefiero ser el cerebro. - sonrió tomando asiento a su lado.

- Oriane dice que voy a patearle el trasero al tío Gwayne - dijo Daeron orgulloso.

- Oh ¿de verdad? Bueno Daeron, eso es dignó de ver. Nadie le ha pateado el trasero a Gwayne en años, el bribón se lo merece.

Oriane sonrió cómplice con un toque de burla ante la inocencia de su hermano que ya estaba llegando a su fin.

- ¿Dónde se ha metido? - preguntó Oriane buscando a su tío con la mirada.

La respuesta llegó a ella, Gwayne Hightower iba caminando tranquilamente mientras abrochaba los últimos botones su camisa verde, el cabello rojizo totalmente despeinado, con los labios hinchados mientras guiñaba el ojo descaradamente hacia una de las doncellas que caminaba apresuradamente al interior del castillo.

- Eres un patán sin vergüenza - le dijo Oriane mientras su tío sonreía.

- Solo se aseguraba de ayudarme a mantener mi espada limpia, hay que trabajarla bien - aseguró en tono de diversión, mientras observaba su arma letal con confianza y la blandita suavemente con su mano izquierda - Debes encontrar la lealtad a dónde quiera que vayas Oriane, ¿No te lo he dicho ya?

- ¿Que diría nuestra reina si supiera las cosas que le enseñas a nuestra sobrina, Gwayne? - preguntó Ormund.

- Qué la estoy educando muy, muy bien, por supuesto ¿No es así, cariño? - preguntó su tío depositando un beso en su frente.

- Madre estaría horrorizada, te iría ir a ponerte de rodillas a rezar - respondió Oriane divertida.

- ¡Dioses no! Definitivamente solo conoces la versión aburrida de tu madre.

Oriane se preguntó si realmente existía otra versión de Alicent Hightower.

- Por lo que más quieras deja de hacer lo que sea que hagas aquí Gwayne - pidió Ormund con tranquilidad pero al mismo tiempo con autoridad.

- No volverá a pasar - prometió con una sonrisa encantadora.

Oriane sabía que los hombres eran descarados. Siempre pensando con una cabeza porque no podían usar las dos al mismo tiempo. Eran débiles dejándose arrastrar por el deseo y, en aquel sentido quizá las mujeres eran muchísimo más fuertes, no eran tan fácil de ser tentadas. Sabía que no era correcto, aquella doncella corría peligro de ser descubierta con su tío por personas que no tomarían nada bien las atenciones que Gwayne le ofrecía, había normas de rigor que Oriane se sabía de memoria, leyes y acciones que hacían su mundo ser lo que era. Pero el peligro también formaba parte de lo prohibido y disfrutable. De lo tentador y lo irrefutable, de lo que le gustaba y la aterraba.

- Basta, ¿Vamos a entrenar o no? - preguntó Daeron con aburrimiento.

Su tío tomó la espada. Oriane observó la técnica impecable de Daeron, además de ser un cerebrito andante era un gran espadachín. Había dado unos buenos golpes con la espada a su tío quién también era un experimentando ágil guerrero.

- Vamos Daeron, vamos - ánimo en voz baja, haciendo puño sobre su vestido.

El príncipe platinado era muy fácil de escabullirse al ser más pequeño, pero no era tan certero a la hora de atacar.

- ¡Si! - aplaudió Oriane cuando Daeron hizo un truco con la espada que hizo salir volando la de su tío.

- ¿Viste Oriane, lo viste? - preguntó con emoción.

Pero antes de decir nada más su tío lo tomó sobre sus hombros y lo llevó por la pequeña arena como un campeón.

- Príncipe Daeron Targaryen, ágil guerrero. Aplaudan al mejor contrincante que he tenido nunca - dijo su tío.

Oriane sintió su corazón palpitar, Gwayne era como el padre que nunca tendrían pero que necesitaban (con sus pequeños defectos de descaro claro). Su tío no dejaba de ser el hombre más maravilloso que conocía y tal vez, esa era la razón por la que su madre había confiado en él la crianza de Daeron y el cuidado sobre ella. Cualquier hombre podría haberse negado, pero no Gwayne. Él amaba a su hermana Alicent, la reina y la reina lo amaba a él.

- Gracias - murmuró Oriane.

Gwayne parecía entender a qué se refería, acarició su mejilla con cariño y la abrazo.

- Princesa - la llamó una doncella, en su mano llevaba una carta con el sello de la casa Targaryen.

Oriane había despertado en su interior cierta aversión a las mujeres, no le agradaban muchas de ellas. Pero aquella doncella le daba un poco de tranquilidad, no hablaba mucho y era como un ratoncito, entraba a su habitación se hacía cargo de lo que tenía que y luego se marchaba sin hacer ruido.

Tomó la carta y agradeció.

- ¿Qué dice Oriane? - preguntó Daeron parándose en la punta de sus pies para poder leer.

- Finalmente - susurró.

- ¿Buenas noticias? - preguntó su tío.

Oriane sentía que podría ponerse a llorar en cualquier momento de la emoción.

- Es de mi madre, dice que mi boda se está preparando. Puedo volver a Kings Landing, se ha hecho oficial mi compromiso con Aegon.

Gwayne miró con cierta escepticismo a su sobrina, las costumbres Targaryen eran extrañas pero no dejaban de ser suyas. Sus sobrinos eran Targaryen, una pieza en el tablero de su padre y estaban moviéndose para la mejor jugada... pero si eso hacía feliz a Oriane, bueno, de alguna manera él podía vivir feliz con eso.

- ¡Finalmente! - abrazo a sus tíos, a Daeron - Volveremos a casa Daeron.

- No quiero irme todavía. Yo quiero quedarme aquí, con el tío Gwayne, ¿Puedo quedarme ? - preguntó a su tío.

- Si es lo que deseas cachorro - respondió.

Oriane no dijo nada. No era de extrañar que Daeron deseara quedarse, aquí era amado y querido por las personas, al ser el único niño recibía la mejor educación de los mejores para él solo. No había necesidad de compartir ni competir.

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💚🐉
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Después de beber su té preventivo, Oriane comenzó a organizar sus cosas. La comitiva pronto partiría para llevarla de nuevo a la fortaleza roja.

La princesa de corazones volvería a su hogar, nuevamente los bardos cantarían canciones sobre ella y la gente se alegraría de verla. Pero en realidad, lo que más la motivaba era poder ver a su madre, a sus hermanos pero sobre todo a Aegon.

- ¿Estás lista princesa? - preguntó su septa.

- No me dirijas la palabra, perra bruja - masculló.

La septa la miró con enojó pero fue incapaz de decirle nada. Oriane era incorregible, nunca podría ser una niña devota a la fe. Aquel encierro no la había hecho más creyente, si no que había llenado su alma de algo mucho más oscuro de lo que ya había.

Los mozos comenzaron a mover sus cosas de la habitación para partir, estaba ansiosa por llegar. Su tío Gwayne le había autorizado ir con Ryu, era así como volvería... cómo princesa jinete de dragón, sobre el cielo azulado y la ventila suave sobre su rostro.

- Princesa - dijo el hombre que había sido enviado exclusivamente para el cuidado de su dragón y el de Daeron.

Ryu estaba lista para el vuelo, llevaba la montura negra bien puesta. Mientras Oriane llevaba un traje verde de jinete con su cabello rizado suelto.

Acarició su mentón con cariño, uniendo su cabeza a la suya. No había palabras pero ambas se entendían. Oriane subió a lomos de su dragona, está dio dos pasos hacia adelante atenta a la orden de su jinete.

- Sōvēs, Ryu - ordenó.

Entonces sus alas largas se desplegaron del suelo moviéndose enérgicamente, alzándose hacia el cielo.

- Naejot - su dragón obedeció, siguiente adelante como se lo pidió.

Desde el cielo podía observar la comitiva de la casa Hightower. Tessarion permanecería en Antigua, puesto que su hermano había tomado una firme decisión, sin embargo ahí iba Daeron con su tío para ser testigo de la unión de sangre pura entre sus dos hermanos mayores.

Oriane volvió su vista al cielo, sintiéndose libre como solo ahí podía. Era una sensación gloriosa que la hacía sentir que tenía poder sobre algo.

El gruñido de un dragón se hizo presente, la princesa enfocó su vista y pudo notarlo a lo lejos. Dreamfyre se asomaba con su colorido azul pálido.

- ¡Helaena! - chilló con emoción como si no pudiese creer que eso era real.

Ryu rugió con fuerza moviéndose con más velocidad hacia el dragón de su querida hermana.

Otro dragón salió de entre las nubes empujando ligeramente a Dreamfyre, Oriane sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad, Sunfyre se hacía presente a la comitiva de bienvenida... No pudo evitar mirar hacia los lados ¿Y Aemond? La respuesta le dio un pequeño susto, la reina de dragones apareció delante de ella haciendo a su dragón retroceder.

Los cuatro dragones soltaron un chillido mientras se entrelazaban uno con el otro, Oriane pudo observar las sonrisas en el rostro de sus hermanos y la mirada anhelante de Aegon, - lo sé, lo sé - pensó en sus adentros.

La gente observó con atención a los cuatro dragones que se perseguían en el cielo, parecía una carrera de jinetes, pasaban uno tras otro sobre las pequeñas casas de la ciudad, la princesa había regresado.

- Dohaerās, Ryu... shhh, tranquila, abajo, con cuidado - comandó a su dragón quién ya estaba lista para tocar el suelo.

Oriane fue la primera en tocar tierra, no esperó para brincar de su montura hacia el suelo y correr hacia el primer dragón que llegó, ignorando los llamados de bienvenida de los cuidadores.

- ¡Aegon! - gritó.

La princesa había brincado a sus brazos, su hermano-prometido la recibió con el mismo ímpetu.

- Eres tú, estás aquí. Eres real. - Aegon tomó su cara entre sus manos.

Oriane sonreía entre lágrimas. Era guapo, era más guapo que antes si eso era posible, sus ojos violeta estaban llenos de lágrimas. Había embarnecido, pudo notar que no había crecido mucho en altura, pero ya era un hombre. Llevaba el cabello corto a diferencia de sus hermanos, pero no tan corto como Daeron y por supuesto, lo llevaba despeinado. Sus facciones se habían marcado y definido, podría acariciar su rostro para notar con más detalle esto, pero ya tendría tiempo.

- Avy jorrāelan - dijo la princesa, porque era verdad. Nunca se lo había dicho, lo amaba.

Aegon sonrió y después la besó. La beso con todo el tiempo y dolor con el que la había extrañado, la beso con todas las lágrimas que había derramado, la beso con todas las copas que había tomado para lidiar con su ausencia, con los recuerdos que lo perturban y con los deseos que solo ella despertaba, la beso con todo el amor que no podía expresar con palabras en aquel momento.

Sus labios se rozaban con ansía y desesperó, mientras sus lenguas danzaban con la misma hambre con la que sus manos se aferraban a su cintura y las de ella a su cuello, acariciando su cabello corto y despeinado.

Solo el rugido de los otros dos dragones fueron capaces de hacer que se separaran.

Helaena fue la primera en desmontar, Oriane la vio atentamente. Ya no era una niña cachetona y un poco regordeta. Había crecido, era alta, delgada, tenía los pechos firmes, la piel suave y blanca como la leche, era tan hermosa como quién poseía la sangre de dragón.

- Oriane - dijo casi en un suspiró de alivio.

Helaena fue la primera en abrazarla, Oriane entonces se permitió enredar sus brazos en su cuerpo. Era como si una parte de ella recuperará algo que no sabía que le había sido robado.

- Helaena, me hiciste tanta falta - murmuró aferrándose a ella. - Mi dulce hermana.

Abrió sus ojos, pudo ver a Aemond de pie. Esperando paciente su turno, era alto, más alto que Aegon y llevaba un parche que cubría la injusticia cometida, pero no dejaba de ser apuesto con ese cabello largo, pudo notar su semblante despreocupado y quizá un poco más descarado. Tenía un amago en los labios en forma de sonrisa.

Oriane beso la mejilla de Helaena antes de irse hacia Aemond, quién la abrazó con fuerza.

- Mi príncipe valiente, te eche tanto de menos - murmuró.

- Y yo a ti, hermana - respondió.

Aegon se acercó a ella, la tomó de la mano y la arrastró de nuevo hacia él. Ella sonrió ante su posesividad y lo volvió a besar.

- Madre se muere por verte a ti, a Daeron - dijo Helaena con dulzura.

Los cuatro príncipes fueron escoltados por la guardia real, Oriane no pudo evitar notar como las manos de Aemond y Helaena iban entrelazadas, como la suya con la de Aegon.

- Te extrañe - dijo Aegon con una seriedad que le caló en los huesos.

- Ya estoy aquí, no me iré a ningún lado. - aseguró ella.

Cuando el carruaje llegó pudo divisar por la ventana como su madre llenaba de besos a Daeron.

- ¡Ahí vienen! - señaló Daeron con emoción, quería ver a sus hermanos.

La puerta fue abierta, nadie detuvo a la princesa cuando fue la primera en salir de ahí tan rápido como pudo.

- Oriane, Oriane - Alicent corrió hacia ella, la abrazó con fuerza.

- Mi reina - murmuró.

Ninguna de las dos pudo evitar llorar. Permanecieron abrazadas un buen rato, hasta que su madre le llenó el rostro de besos y sus mejillas de caricias.

- Has crecido, bella y hermosa. Tan hermosa, tan mía - murmuró -. Mírate, eres una señorita.

- Te he extrañado mucho, madre - sonrió ella.

Alicent asintió envolviendola en un abrazo nuevamente.

- No volveré a permitir que te vayas de aquí nunca ¿Me escuchaste? - preguntó.

Oriane asintió con la cabeza.

Pronto vio a alguien conocido, alguien que la había visitado un par de veces y que se aseguraba de mantenerla centrada.

- Lord Mano - Oriane saludo con formalidad, pero no duró mucho aquello cuando abrazo a Lord Mano, este la recibió con cariño.

- Mi dulce Oriane - murmuró.

Oriane no se sorprendió cuando el rey no estuvo para recibirla, estaba atendiendo asuntos importantes del reino, según le habían dicho.

- Oriane - la llamó Aegon ofreciendo su mano.

Ella la tomó sin dudar.

- Enséñame mi sol, enséñame cuánto me has extrañado - dijo en un susurró solo para que él escuchará.

Aegon sonrió. Él quería, se moría de ganas de mostrarle cuánto la había extrañado.

La fortaleza estaría llena de dicha y felicidad los próximos días gracias a la llegada de sus príncipes. Se prepararía un festejo, habría torneos y bailes durante siete días para celebrar las nupcias de los príncipes Targaryen.

Hola! Perdón por estar un poco desaparecida. Ya volví 🩷

Espero que les guste, pronto subiré el otro capítulo. Ya lo tengo listo 😸

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