🏹𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍
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a Percy Jackson fanfiction written by vic! 🏹
por fis voten y comenten que es gratis.
En cierto modo Lorelai pensaba que era bueno saber que hay dioses griegos ahí fuera a quien echarles la culpa cuando las cosas van mal. Por ejemplo si eres un mortal y estás huyendo de un autobús atacado por arpías y fulminado por un rayo—y si encima está lloviendo—, es normal que lo atribuyas a tu mala suerte;pero si eres un mestizo, sabes que alguna criatura divina está tratando de fastidiarte el día.
Aunque Lor también podía echarle la culpa a su queridísimo y perfecto amigo, entrometido Perseus Jackson o como ella lo llamaba Flounder.
Así que ahí estaban Annabeth, Grover, Lorelai y Percy caminando por los bosques de Nueva Jersey. El resplandor de Nueva York a sus espaldas teñía de amarillo el cielo.
—Tres benévolas—dijo Grover con inquietud—. Y las tres de golpe.
Lorelai estaba igual de sorprendida, y tampoco es que hubiera hablado mucho después de eso. Pero Annabeth seguía tirando de los tres.
—¡Vamos! Cuánto más lejos lleguemos, mejor.
—Nuestro dinero estaba allí dentro—le recordó Percy—. Y la comida y la ropa. Todo.
—Tal vez si otro no hubiera decidido participar en la pelea—dijo Lorelai entre dientes.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Dejar que los matara?
—No necesito que me salves, no soy una princesa en apuros. Entre Annabeth, Grover y yo lo hubiéramos resuelto —bufo Lorelai.
—Un gracias hubiera sido suficiente, Rory—le dijo el.
—Ya te lo dije Flounder lo hubiéramos resuelto entre nosotros tres—repuso la castaña.
—En rebanada como el pan de sándwich—intervino Grover—Pero lo hubieran resuelto.
—Cierra el hocico Niño cabra —hablo Annabeth molesta.
Grover baló tristemente.
—Latitas...—se lamentó—. He perdido mi bolsa llena de estupendas latitas para mascar.
Lorelai se quedo pensado. Extrañaba a Mike, extrañaba el único lugar en el mundo donde estaba a salvo. Ahora estaba "sola" y desamparada, había perdido todo en el autobús.
—Rory—escuchó aquella voz que ya conocía perfectamente bien.
—¿Ahora qué quieres Flounder?—preguntó ella con el ceño fruncido.
El no dijo nada, sin embargo Lorelai comprendió todo, sabía que había sido muy grosera con el y que el no merecía ese trato.
—Percy...yo lo siento, se que he estado de insoportable todo el día—se disculpó—En realidad siento que si no hubiera sido por ti, estaríamos muertos—agregó, mientras comenzaba a jugar con su brazalete nuevamente.
—Somos un equipo ¿cierto Rory?—preguntó el con una sonrisa.
Ella levantó la mirada, y se encontró con la sonrisa de Percy, e inconscientemente también sonrió. El era lindo, era un idiota lindo.
—Si bueno, no te emociones Flounder. Solo estoy diciendo la verdad—dijo ella.
—Ya, ya Rory—asintió el.
Los dos siguieron caminando, en completo silencio, pero no era un silencio incómodo, era un silencio de todo lo contrario. Parecía que se conocían de años, que sabían cada uno de sus secretos. Percy no paraba de pensar en lo linda que era, pero sabía que no podía decir mucho.
—¿No has salido del Campamento Mestizo desde que tenías siete años?—preguntó Percy.
—Solo algunas excursiones. Mi madre...
—Tiene una pastelería en Seattle.
—Mi relación con ella es algo...tensa, creo que gracias a mi sus sueños se vieron frustrados, y en cierto modo me echo la culpa a mi, luego conoció a... y bueno yo ya no quise regresar.
Ella apretó su brazo, y luego tragó saliva al recordar todo lo qué pasó.
—Eres muy valiente—dijo Percy y ella abrió los ojos sorprendida.
—¿Eso crees?—pregunto ella sorprendida.
—Cualquier chica capaz de hacerle frente a una furia lo es—agregó el con una sonrisa.
Ella sonrió mientras bajaba la mirada ¿Por qué el la hacía sentir de esa manera?
Iba decir algo más pero se vió interrumpida por Grover.
—¡Eh mi flauta sigue funcionando!—exclamó Grover—.¡Si me acordará de alguna canción buscasendas, podríamos salir del bosque—Tocó unas notas, pero la melodía no se alejó mucho de Hillary Duff..
Lorelai lo miro con una sonrisa burlona en su rostro, iba a hacer un chiste pero otra vez Percy la interrumpió.
—Rory—la llamó otra vez. Ella se dio la vuelta para verlo.
—¿Qué sucede?—pregunto ella confundida.
—¿Ya te he dicho que tienes una sonrisa muy linda?—se atrevió a preguntar.
Ella sintió sus mejillas arder y juro sentir como se teñían de un tono carmesí.
—¿De verdad?—pregunto ella tímidamente.
El asintió y ella solo sonrío.
—Ahí está de nuevo—dijo mientras el mientras le daba un leve codazo.
Siguieron caminando hasta que vieron una carretera de dos carriles entre los árboles. Al otro lado había una gasolinera cerrada, una vieja valla publicitaria que anunciaba una película de los noventa y un local abierto de donde provenían la luz neón y un buen aroma.
No era el restaurante de comida rápida que ella esperaba, más bien era una de esas tiendas raras junto a la carretera donde vendían flamencos grandes y gnomos para el jardín. El edificio principal largo y bajos, estaba rodeado de hileras, hileras de estatuas pequeñas. El letrero le pareció ilegible decía algo como "Momporio tde gnnemos dmme"
—¿Qué demonios pone ahí?—preguntó Percy con el ceño fruncido.
—No lo sé—contestó Annabeth.
Le gustaba tanto leer que se le olvidó que también era disléxica.
—Tampoco me miren a mi yo estoy igual que ustedes—dijo Lorelai encogiéndose de hombros.
—Emporio de gnomos de jardín de la tía Eme—tradujo Grover.
A cada lado de la entrada estaba lo que decía el cartel unos gnomos muy feos.
—No me da buena espina este lugar—susurró Lorelai.
—Las luces están prendidas—dijo Annabeth—Quizás está abierto.
—Un bar—dijo Percy con nostalgia.
—Si, un bar—coincidió Annabeth,
—¿Se han vuelto locos?—preguntó Grover—Este lugar es rarísimo.
—Extrañamente concuerdo con Grover, deberíamos irnos—Dijo la castaña apresurada.
Ellos no les hicieron caso.
Lorelai maldijo en voz baja. Estos chicos si que no escuchaban. Y eran tercos.
El aparcamiento de delante era un bosque de estatuas.
—¡Beee-eee—baló Grover—¡Se parece a mi tío Ferdinand!
Se detuvieron en la puerta.
—No llamen—dijo Grover—Huelo monstruos.
—S-si concuerdo con Grover—balbuceó Lorelai.
—Tienes la nariz adormecida por las furias—le dijo Annabeth a Grover—. Yo sólo huelo hamburguesas ¿no tienen hambre?
—¡Carne!—exclamó Grover con desdén—¡Yo soy vegetariano!
—Comes enchiladas de queso y latas de aluminio—le recordó Percy.
—Eso son verduras. Venga, vámonos. Estás estatuas me están matando.
—¡Si ya vámonos!—insistió Lor.
Entonces la puerta se abrió con un chirrido y ante ellos apareció una mujer una mujer árabe porque llevaba una túnica larga y negra que le tapaba todo menos las manos. Los ojos le brillaban tras un velo de gasa negra, pero eso era cuanto podía discernirse. Sus manos color café parecían ancianas, pero eran elegantes y estaban cuidadas.
—Niños es muy tarde para estar afuera—dijo—¿Dónde están sus padres?
—Esto...esto—empezó Annabeth.
—Somos huérfanos—dijo Percy.
—¿Huérfanos?—dijo la mujer sorprendida—¡Pero eso no puede ser!
—Nos separamos de la caravana—contestó Percy—. Nuestra caravana del circo. El director de pista nos dijo que nos encontraríamos en la gasolinera si nos perdíamos, pero creo que se ha olvidado o tal vez se refería a otra gasolinera. En todo caso nos perdimos, ¿Eso que huelo es comida?
Lorelai lo volteó a ver con cara de pocos amigos, con el ceño fruncido.
Maldito hijo de su hermosa madre. Pensó Lorelai.
—Oh mis queridos niños—dijo la mujer—.Tienen que entrar, pobrecillos. Soy la tía Eme. Pasen directamente al fondo del almacén, por favor. Hay un área de comida.
Le dieron las gracias a la señora y entraron.
—¿La caravana del circo?—le susurró Lorelai a Percy.
—Siempre hay que tener una estrategia pensada—dijo con esa estúpida sonrisa en su rostro.
—Idiota—musitó la castaña antes de darle un leve golpe—Si morimos te culpare a ti—dijo.
—Está bien, Rory—dijo dándole el avión.
Idiota, no se como pensé que era lindo si lo que tiene de lindo lo tiene de idiota e impulsivo. Pensó Lorelai de nuevo.
—Siéntense niños—pidió la tía Eme.
—Hum señora no tenemos dinero— dijo Grover.
Percy le iba a dar un codazo hasta que la mujer lo interrumpió.
—No niños, no hace falta dinero. Es un caso especial, ¿verdad? Es mi regalo para unos huérfanos tan agradables.
—Gracias, señora—dijo Annabeth.
Lorelai volteó a ver a la señora y la notó tensa, como si Annabeth hubiera hecho algo mal.
—De nada, Annabeth—respondió la señora—Tienes unos hermosos ojos grises, niña.
Lorelai volvió a ver a la señora, ella no recordaba que ninguno de ellos se hubiera presentado.
La señora se puso a cocinar detrás del mostrador y Lorelai vio a Percy una vez más con molestia.
—Percy vámonos de aquí—insistió ella por milésima vez.
—Cálmate por un segundo Rory, no va a pasar nada—dijo el.
Al final ella terminó bebiendo un poco de soda de manzana, estaba callada. No había dicho nada desde hacía un rato, porque esa mujer le causaba mala espina.
Grover seguía igual que ella, nervioso pellizcando las patatas fritas.
—¿Qué es ese ruido sibilante?—preguntó Grover.
Ni Lorelai, ni Annabeth y claramente ni Percy habían oído nada.
—¿Sibilante?—repitío la tía Eme—. Puede que sea el aceite de la freidora. Tienes buen oído Grover.
—Tomo vitaminas... para el oído.
—Eso esta muy bien—respondió ella—. Pero, por favor relajáte—pidío.
Lorelai la volteó a ver con el ceño levemente fruncido.
—Y tu también Lorelai, no te va a pasar nada malo—agregó la mujer.—. No todos te harán daño.
Lorelai la miro con desconfianza ¿No todos le harán daño?
—Así que vende gnomos—dijo Percy, tratando de sonar interesado.
—Pues si—contestó la tía Eme—. Y animales. Y personas. Cualquier cosa para el jardín. Los hago por encargo. Las estatuas son muy populares, ya saben.
—¿Tiene mucho tiempo?
—No mucho, no. Desde que construyeron la autopista, casi ningún coche pasa por aquí. Valoro cada cliente que consigo.
Lorelai juró sentir una mirada detrás de ella, pero cuando se dio la vuelta solo vio a una de esas tetricas estatuas.
—Ya—dijo la tía Eme con tristeza—. Como ven, algunos de mis creaciones no salen muy bien. Están dañadas y no se venden. La cara es lo más difícil de conseguir. Siempre la cara.
—¿Hace usted las estatuas?—pregunto Percy.
—Oh, desde luego. Antes tenía dos hermanas que me ayudaban en el negocio, pero me abandonaron, y ahora la tía Eme está sola. Sólo tengo mis estatuas. Por eso las hago. Me hacen compañia.
Lorelai, tragó saliva y luego volteo a ver a su amiga con el ceño fruncido.
—¿Dos hermanas?—inquirieron ellas.
—Es una historia terrible. Desde luego, no es para niños. Véran, Lorelai, Annabeth, hace mucho tiempo, cuando yo era más joven una mala mujer tuvo celos de mi. Yo tenía un novio, ya saben, y esa mala mujer estaba decidida a separarnos. Provocó un terrible accidente. Mis hermanas se quedaron conmigo. Compartieron mi mala suerte tanto tiempo como pudieron, pero al final nos dejaron. Solo yo he sobrevivido, pero a que precio, niños. A que precio.
Lorelai y Annabeth comprendieron todo de inmediato.
—¿Percy?—Annabeth lo empezó a sacudir—. Tal vez deberíamos marcharnos. Ya sabes...el jefe de pista estará esperándonos.
—¡Si Percy ya vámonos!—exclamó Lorelai enfadada.
—Que ojos grises más bonitos—repitió la mujer—. Vaya que si, hace mucho que no veo ojos grises como los tuyos.
Se acercó como para acariciarle la mejilla, pero Annabeth se puso de pie bruscamente.
—Tenemos que marcharnos, de verdad.
—¡Si, ya tenemos que irnos!—hablo Lorelai.
—¡Sí!—Grover se tragó el papel encerado y también se puso de pie—.¡El jefe de pista nos espera!
Percy los volteó a ver de mala manera, parecía que el no quería irse.
—Por favor, queridos niños—suplicó— . Tengo muy pocas ocasiones de estar en tan buena compañía. Antes de marcharse ¿no posarán para mi?
—¿Posar?—preguntó Annabeth cautelosa.
—Para una fotografía. Después la utilizaré para un grupo de estatuas. Los niños son muy populares. A todo el mundo le gustan los niños.
—No, ya vámonos—dijo la castaña.
—Ow cariño pero si tú también estás muy linda, mira esos ojos verdes y esas pecas, eres como una princesa—dijo la mujer acercándose a Lorelai
Ella no era una princesa, podía serlo todo menos una princesa.
—Mire, señora le agradezco el cumplido pero no creo que podamos. Vámonos, Jackson —dijo Lorelai molesta.
—¡Claro que podemos!—dijo Percy irritado—Es solo una foto Rory ¿Qué daño va a hacernos?
Solo morir. Pensó Lorelai.
—Claro Lorelai —ronroneó la mujer—, ningún daño.
A ambas chicas no les gustaba la idea, pero al final cedieron. La tía Eme los condujo de nuevo al jardín de las estatuas, por la puerta delantera. Una vez allí, los llevo hasta un banco junto al sátiro de piedra.
—Ahora voy a colocarlos correctamente—dijo—Las dos chicas en el centro y los dos caballeros a los lados.
—No hay demasiada luz para una foto—comentó Percy.
—Descuida, hay de sobra—repuso la tía Eme—. Hay de sobra para vernos cara a cara.
—¿Dónde está su cámara?—indagó Grover.
La mujer dio un paso atrás, admirándolos.
—La cara es lo más difícil de captar—dijo ignorando a Grover—
—Se parece mucho al tío Ferdinand—repitió Grover.
—¿No será porque es el tío Ferdinand?—sugirió Lorelai en voz baja.
—Niños, mírenme—les riño la tía Eme a ambos—Miren a este lado niños.
La cámara seguía sin aparecer.
—Percy—dijo Annabeth.
—Solo será un momento—añadió la tía Eme—. Es que no los veo muy bien con este maldito velo.
—Percy, algo no va bien—insistió Annabeth.
—¿Qué no va bien?—repitió la tía
Eme—. Te equivocas, querida . Esta noche tengo una compañía exquisita. ¿Qué podría ir mal?
—¡Es el tío Ferdinand!—balbuceó Grover.
—¡No la mires!—gritó Annabeth se puso su gorra de los Yankees y desapareció.
El iba a levantar la mirada, pero la voz de Lorelai lo interrumpió.
El sonido áspero de nuevo: pequeñas serpientes.
—Mierda—maldijo Lorelai.—¡Percy vamos, reacciona—dijo Lorelai—Flouder no la mires a ella, mírame a mi, por favor, por favor Percy—rogó ella—. Soy Rory, ¿recuerdas? Así es como tú me llamas, a pesar de que al principio no me gustaba...al final me acostumbre, vamos Percy ignorarla, mírame a mi—suplicó.
—¡Huyan!—baló Grover y lo escucharon correr por la grava, mientras gritaba «Maya»
Percy no podía moverse. Se quedó mirando a los ojos de Lorelai, quien estaba tratando de hacerlo reaccionar.
—Que pena destrozar una cara tan atractiva y joven—susurró aquella mujer—. Quédate conmigo, Percy. Solo tienes que mirar arriba.
—Ignórala Percy, por favor no le hagas caso—suplicó la castaña.
Lorelai miro el reflejo de una esfera de cristal que la gente pone en los jardines. Se veía el reflejo oscuro de la tía Eme en el cristal naranja;se había quitado el tocado, revelando un rostro como un círculo pálido y brillante. El pelo se le movía, retorciéndose como serpientes.
Era Medusa.
—Esto me lo hizo la de los ojos grises, Percy—dijo Medusa—. La madre de Annabeth, la maldita Atenea, transformó a una mujer hermosa en esto.
—Percy, no la escuches concentrate en mi voz, por favor—continuó suplicando la castaña.
—¡No la escuches!—exclamó Annabeth—¡Corran ambos!
—¡Tu cállate mocosa!—gruñó Medusa—. Ya ves por qué tengo que destruir a la chica, Percy. Es la hija de mi enemiga. Desmenuzaré su estatua. Pero tú, querido Percy, no tienes or qué sufrir.
—No—murmuró Percy intentando mover las piernas.
—Percy concentrate en mi voz—suplico Lorelai de nuevo.
—¿De verdad quieres ayudar a los dioses?—le preguntó Medusa a Percy—. ¿Entiendes que te espera en esta búsqueda insensata, Percy? ¿Qué te sucederá si llagas al inframundo? No seas un peón de los Olímpicos, querido. Estarás mejor como estatua. Sufrirás menos daño. Mucho menos.
—¡Percy!—oyeron a Grover—Agáchense .
Se dieron la vuelta y vieron a Grover en el cielo nocturno llegando en picada con sus zapatos alados, con una rama de árbol del tamaño de un bate de béisbol.
—¡Agáchense!—volvió a gritar—Voy a atizarle!
Percy pareció reaccionar sorpresivamente, tomándola por la cintura, y sacándola de ahí, ella tragó saliva y se aferró a Percy, lo más que pudo.
¡Zaca! supuso que sería el sonido de Grover al chocar contra un árbol, pero Medusa rugió de dolor.
—¡Sátiro miserable!—masculló—.¡Te añadiré a mi colección!
—¡Ésa es por el tío Ferdinand!—le respondió Grover.
Los dos chicos se escabulleron en cuclillas y se ocultaron entre las estatuas mientras Grover se ocultaba para hacer otra pasadita.
—¡Aaargh!—aulló Medusa.
—¡Percy!—dijo la voz de Annabeth.
Lorelai dio un respingo tan grande que casi tira un gnomo de jardín con el pie.
—¡Por dios! ¡No puedes fallar!—Annabeth se quitó la gorra de los Yankees y se volvió visible—. Tienes que cortarle la cabeza.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loca? Larguémonos de aquí.
—Medusa es una amenaza. Ella es mala. La mataría yo misma, pero... —tragó saliva como si le costara admitirlo—, tú vas mejor armado. Además, nunca conseguiría acercarme. Me rebanaría por culpa de mi madre. Tú... tienes una oportunidad.
—¿Qué? Yo no puedo—negó Percy.
—Mira ¿quieres que siga convirtiendo a más gente inocente en estatuas?—Señaló una pareja de amantes abrazados, convertidos en piedra.
Annabeth agarró una bola verde de un pedestal cercano.
—Un escudo pulido iría mejor—Estudió la esfera con aire crítico—.La convexidad causará causará cierta distorsión. El tamaño del reflejo disminuirá en una proporción...
—¿Quieres hablar claro?
—¡Eso hago!—le entregó la bola—. Bueno, ten, mira al monstruo a través del cristal, nunca directamente.
—¡Eh!—gritó Grover desde algún lugar por encima de ellos—.¡Creo que esta inconsciente!
—¡Groaaaaaaar!
—Puede que no—corrigió Grover. Se abalanzó para hacer otro barrido con su improvisado bate.
—Date prisa—lo apresuró Lorelai.
—Grover tiene buen olfato, pero al final acabará cayéndose—prosiguió Annabeth.
El saco su bolígrafo y lo destapó. La hoja de bronce de Anaklumos salió disparada. Siguió el ruido sibilante y los escupitajos del pelo de Medusa.
Lorelai se escondió detrás de unas estatuas y vio como Annabeth volvía a desaparecer porque se puso la gorra de los Yankees.
Percy mantuvo la mirada fija en la bola de cristal, para ver solo el reflejo de Medusa, no al monstruo real. Cuando la vio, Grover llegaba para atizarla otra vez con el bate, pero esta vez volaba. Medusa agarró la rama y lo apartó de su trayectoria. Grover tropezó en el aire y se estrelló contra un oso de piedra con un doloroso quejido.
Medusa iba a abalanzarse sobre él cuando Percy grito.
—¡Eh! ¡Aquí!
Avanzó hacia ella, cosa que no era tan fácil teniendo en cuenta que sostenía una espada en una mano y una bola de cristal en la otra. Si la bruja cargaba, no le sería fácil defenderse. Sin embargo, dejo que se acercara: seis metros, cico, tres...
Entonces vio el reflejo de su cara. No podía ser tan fea. Aquel cristal verde distorsionar la imagen, afeándola aún más.
—No le harías daño a una viejecita, Percy—susurró—. Sé que no lo harás.
Lorelai apretó los puños, rogando mentalmente para que Percy, la ignorará, que no la escuchara.
—Vamos Percy, no la escuches—suplicó en voz baja.
—¡No la escuches!—gimió Grover desde el oso.
Medusa estalló en carcajadas.
—Demasiado tarde.
Se le abalanzó con las garras por delante.
Percy le rebano el cuello de un único mandoble. Oyó un siseó asqueroso y un silbido como de viento en una caverna.
Algo cayó al suelo junto a sus pies. Necesito toda su fuerza de voluntad, para no mirar. Noto un líquido viscoso y caliente empapándolo el calcetín, pequeñas cabecitas de serpientes de serpiente mordisqueando los cordones de sus tenis.
—Puaj, qué asco—dijo Grover. Aún seguía con los ojos bien cerrados—¡Megapuaj!
Lorelai apareció a un lado de Percy. Y Annabeth se materializó al otro lado con la mirada vuelta hacia el cielo.
—¿Estás bien?—preguntó Lorelai con un poco de preocupación.
—Sí—mintió—¿Por qué...por qué no se ha desintegrado la cabeza?
—En cuánto la cercenes se convierte en un trofeo—explicó Annabeth —, como tu cuerno de minotauro. Pero no la desenvuelvas. Aún puede petrificar.
Grover se quejo mientras bajaba de la estatua del oso. Tenía un buen moretón en la frente. La gorra verde le colgaba de uno de los cuernecitos de cabra y los pies falsos se le habían salido de las pezuñas. Las zapatillas mágicas volaban sin rumbo alrededor de su cabeza.
—Pareces el barón rojo—dijo Percy—. Buen trabajo.
El sonrió tímidamente.
—No me ha molado nada. Bueno,darle con una rama en la cabeza si ha molado, pero estrellarme contra ese oso no.
Cazó las zapatillas al vuelo y Percy volvió a tapar su espada. Luego regresaron al almacén
Encontraron unas bolsas de plástico detrás del mostrador y envolvieron varias veces la cabeza de Medusa. La colocaron encima de la mesa en que habían cenado y se sentaron alrededor, demasiado cansados como para hablar.
—¿Así que tenemos que darle las gracias a Atenea por este monstruo?—dijo Percy y Annabeth lo miró mal.
—A tu padre, de hecho, ¿No te acuerdas? Medusa era la novia de Poseidón. Decidieron verse en el templo de mi madre. Por eso Atenea la convirtió en monstruo. Ella y sus dos hermanas, que la habían ayudado a meterse en el templo, se convirtieron en las tres gorgonas. Por eso Medusa quería hacerme picadillo, pero también pretendía conservarte a ti como bonita estatua. Aún le gusta tu padre. Probablemente le recordabas a él.
—Vaya, así que ha sido culpa mía que nos encontráramos a Medusa.
—"Tan solo es una foto, Rory ¿Qué daño puede hacernos?"—dijo Lorelai imitando la voz de Percy.
—Vale, vale—respondió—. Eres imposible.
—Y tú insufrible.
—Y tú...
—¡Eh! —los interrumpió Grover—. Me están dando migraña, y los sátiros no tienen migraña. ¿Qué vamos a hacer con la cabeza?
Percy miro el bulto. De un agujero en el plástico salía una pequeña serpiente. En la bolsa estaba escrito: «cuidamos su negocio.»
Percy se puso de pie.
—Ahora vuelvo—anunció Percy.
—Percy—lo llamó Annabeth—¿Qué estás...?
Regreso a la mesa de picnic con una caja de Hermes envíos express metió dentro la cabeza de Medusa y relleno el formulario.
Los Dioses
Monte Olimpo
Planta 600
Edificio Empire State
Nueva York, NY
Con mis mejores deseos, Percy Jackson.
—Eso no va a gustarles—le aviso Grover—Te consideran un impertinente.
Lorelai lo volteó a ver y luego sonrió estaba demasiado cansada como para pelear.
—Es que soy un impertinente—respondió Percy.
—Vámonos—murmuró Annabeth—. Necesitamos un nuevo plan.
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